El iconoclasta que hizo un rompimiento total con el pasado idólatra fue Avraham, el primer patriarca. Su hijo Yitsjak se convirtió en el factor de la continuidad del ideal monoteísta, a través de una conducta que destacó su desprendimiento del entorno terrenal y que se manifestó al descubierto cuando no reconoció la identidad del hijo que le trajo comida para recibir la bendición paternal.
Yaacov, aunque es el tercero de los patriarcas, representa una posición intermedia: no niega la validez del mundo terrenal, pero está consciente de que la tarea del hombre es elevar lo mundano hacia lo celestial. De ser así, ¿por qué creó Dios al hombre con un contenido material, del polvo de la tierra? Podría haberlo creado como un ser netamente espiritual, tal como en el caso de los ángeles celestiales. Está claro que el propósito era demostrar que existe un ingrediente espiritual en lo que percibimos como mundo material.
Tomemos prestado un concepto de la física: existe una ecuación, una relación entre materia y energía, tal como lo demostró el ilustre descendiente de los patriarcas, Albert Einstein y que en el campo espiritual sería la tarea de Yaacov.
La tarea del hombre es la búsqueda de esta relación: destapar las capas que impiden ver porque ocultan el ingrediente espiritual que es la energía fundamental de la materia. En el caso de Yaacov, esta concepción está representada por el sueño de la escalera que uno tierra y cielo: el propósito es subir, peldaño por peldaño, hacia las alturas.
Al seguir de cerca las peripecias del tercer patriarca, nos percatamos de que la mayoría de los eventos que signaron su vida tienen que ver con las pasiones, el engaño y la lealtad, con el agravante de que en los últimos años de su vida se desarrolla el drama de los celos y la envidia entre sus hijos.
¿Acaso el patriarca estuvo ocupado en exceso con el conflicto entre los hombres en lugar de prestar atención al espacio espiritual?
Los exégetas bíblicos señalaron que el conflicto que la matriarca Rivká sintió en sus entrañas durante el embarazo con sus hijos mellizos era simbólico de la diferencia de orientación que tomarían sus respectivas vidas. Esav se convirtió en el hombre del campo y caza, con el acento sobre el mundo material, en tanto que Yaacov se encaminó por el sendero de la espiritualidad. ¿Cómo podemos explicar el hecho aludido, la preocupación del patriarca por los sucesos cotidianos, hechos similares a los que muchos tienen que afrontar?
Yaacov representa la etapa de la conciliación entre el mundo físico y el universo del espíritu. Mientras que la personalidad de Yitsjak se orienta exclusivamente hacia el espíritu, Yaacov representa el diálogo entre cuerpo y alma, la armonía entre los elementos. Porque si Dios deseaba que el hombre fuese una criatura totalmente espiritual, ¿para qué le dio entonces un cuerpo con apetitos carnales? Si consideramos que Yitsjak representa el rechazo de la materia para optar por el espíritu, Yaacov representa la complementación entre estos dos conceptos. La actitud de Yaacov se manifiesta en la Berajá que se pronuncia antes de comer el pan, por ejemplo. No sólo se reconoce a Dios como el factor determinante en la elaboración de los alimentos por intermedio de la energía que la tierra provee para el desarrollo del trigo, la Berajá es una vía para elevar un acto biológico al rango de una seudá shel mitsvá, una comida consagrada.
La utilización del producto de la vid para el Kidush es otro ejemplo de la utilización de un elemento que proviene de la naturaleza para la santificación del día más sagrado: el Shabat.
Yaacov luchó contra un hombre-ángel antes del encuentro con su hermano Esav, después de una ausencia de veinte años. Ki sarita im Elohim veim anashim vatujal, “pues luchaste con Dios y con hombres y venciste” es la bendición que recibe el patriarca, señal que Yaacov es el enlace entre Dios y hombre, cielo y tierra.
Ahora Yaacov yace sobre el lecho de la muerte y reflexiona acerca de cada uno de sus hijos. Probablemente, su pensamiento fundamental es si acaso han aprendido, quienes serán los progenitores de las doce tribus de Israel, la lección básica que es el propósito de su liderazgo, el acercamiento de a la divinidad, la conversión de la mesa del hogar en un altar a través de la Berajá.
A diferencia de los primeros patriarcas, la Torá no menciona que Yaacov murió. El título de la lectura es Vayejí: “vivió”. Si el patriarca continúa con vida, depende del comportamiento de sus descendientes, si es cónsono con la enseñanza del patriarca.
Cada generación tiene que responder si Yaacov continúa con vida.