Yaacov se vió obligado a abandonar el hogar paterno para evitar que su hermano Esav lo asesinara por haber arrebatado la bendición paterna a través de un engaño. La madre, Rivká, que había ideado el estratagema para que Yaacov obtuviera la bendición, convence finalmente a su esposo, el anciano Yitsjak, de que Yaacov era la persona indicada, quien garantizaría la transmisión de las enseñanzas patriarcales a las generaciones futuras. Era necesario ahora que contrajese matrimonio con un miembro de la familia que aún residiera en Jarán, para evitar que esposara una de las mujeres canaanitas que probablemente lo conducirían a la práctica de la idolatría.
Según el texto bíblico, Yaacov era yoshev ohalim, un joven acostumbrado al calor del hogar paterno, que ahora tenía que ir al exilio para encontrar su destino en el entorno de familiares que desconocía. Allí tropezaría con el engaño de su tío Laván, quien aprovechándose del fruto de su trabajo lo casaría con sus dos hijas, no obstante que Yaacov sólo quería a Rajel, la hija menor.
A diferencia de Abraham, que había encargado a su fiel siervo Eliézer para que escogiese una esposa apropiada para Yitsjak, la actitud de los padres de Yaacov es diferente: confían en su juicio para seleccionar una pareja apropiada para asegurar la supervivencia del ideal monoteísta.
Cabe destacar que mientras Avraham estaba dispuesto a ofrendar a Yitsjak sobre un altar, no tenía suficiente confianza en su juicio para escoger la compañera de su vida. Según los exégetas de la Biblia, Yitsjak tenía treinta y siete años cuando fue “atado” sobre el altar, de tal manera que el padre no había sometido a un menor de edad. Yitsjak había participado concientemente en la “prueba” a la cual habían sido sometidos por Dios.
No obstante, en el caso del matrimonio, Avraham prefirió enviar a Eliézer para encontrar una esposa para Yitsjak, a pesar de que no se puede encomendar el sentimiento y la pasión a otra persona. Está claro que si consideramos que el amor es el ingrediente fundamental para la escogencia de una pareja, la opinión de Eliézer no ha debido sido determinante.
Pero cuando se opina que virtudes como la bondad y la caridad son las cualidades que deben predominar, entonces Eliézer podría ser más objetivo, porque la emoción y la pasión personal estarían ausentes.
El caso de Yaacov es diferente, porque podía contrastar su comportamiento con la manera de ser de su hemano Esav: conocía otras alternativas y, por lo tanto, probablemente podría defenderse ante cualquier ardid. No obstante fue engañado por Laván, quien se aprovechó indebidamente del fruto de sus labores. Después de una estadía de veinte años al lado de Laván, Yaacov retornó a la tierra de sus ancestros.
Según la opinión de los jajamim, Yaacov nunca se contagió de las inmoralidades de su tío. Identifican la frase im Laván “garti” con las 613 mitsvot que observó. A pesar de que vió el ejemplo de Laván, se mantuvo fiel a las enseñanzas de Yitsjak.
Sin embargo, el texto bíblico informa que cuando Yaacov se residenció nuevamente en la tierra de Israel y quería gozar de la tranquilidad y del sosiego, comenzó el drama entre sus hijos: la envidia y rivalidad que ocasionó la “venta” de uno de los hermanos, Yosef. Aunque Yaacov no fue infectado por la inmoralidad de Laván, sus hijos, en cambio, no salieron ilesos de la experiencia. Los celos que surgieron entre los hermanos fueron una consecuencia del ejemplo que observaron en el hogar de Laván y que ahora reproducían en su relación.
Es posible que en el proceso de la construcción de una nación sean necesarias –y tal vez indispensable– las diferencias de opinión y la adversidad. Sin el período posterior de esclavitud en Egipto, que tuvo su inició con la “venta” de Yosef, nunca se hubiera consolidado el pueblo hebreo, que ha resistido milenios de exilio y nunca ha perdido su identidad.
La adversidad es el crisol en el cual se forja el carácter nacional, mientras que la misión de la propagación del ideal monoteísta de los patriarcas es el acicate que hace surgir la energía indispensable para alcanzar el destino: una nación cuya tarea es ser or lagoyim, un faro para la Humanidad.