GÉNESIS XVIII:1-XXII:24
ENTRE HOMBRES Y ÁNGELES
El texto bíblico muestra al patriarca Avraham sentado delante de su carpa kejom hayom, en el calor del día. Dios había despejado los cielos para que el calor del mediodía obligara a los viajeros a buscar refugio; de esa manera aprovecharían la hospitalidad del patriarca Avraham, quien a su vez se alegraría al verlos y olvidaría los dolores que sufría debido a la circuncisión que se había practicado tres días antes. Dios había aparecido ante Avraham cuando se presentaron tres ángeles en la forma de hombres. Avraham se levantó para recibir a sus visitantes y los jajamim cuestionaron la actitud del patriarca, que abandonó la presencia divina para dar la bienvenida a sus visitantes. De allí deducen los jajamim que recibir una visita, atender a un viajero, es más
importante que estar en la presencia de Dios.
Para Maimónides, el recibimiento de huéspedes es un motivo insuficiente para abandonar la presencia de Dios. Varias normas legales enseñan lo contrario. Cuando se recita la Amidá, por ejemplo, no se debe responder al saludo del rey porque constituiría una interrupción de la oración que exige una concentración absoluta. Incluso si se enrollara una serpiente sobre la pierna de la persona, ésta no debe interrumpir la recitación de la Amidá, porque durante la plegaria la persona se encuentra en la presencia de Dios. Dado que nuestro texto reza que Dios había aparecido ante Avraham, ¿cómo se puede explicar que el patriarca deje a Dios de lado y se aproxime a los potenciales huéspedes?
Para resolver el problema, Maimónides sugiere que este episodio ocurrió en la mente del patriarca. Porque incluso Dios se presenta a la luz del día, hecho que exige el grado mayor de profecía que solamente poseía Moshé, el maestro del pueblo hebreo y el profeta magno de Israel.
Al recibir a sus huéspedes, Avraham y su familia se preocuparon por sus necesidades higiénicas, procurándoles lo necesario para que lavaran sus pies, y les prepararon una suntuosa comida. Este hecho presenta una nueva dificultad, porque los ángeles de Dios ni comen ni beben. El exégeta Rashí opina que en realidad no comieron, sólo fingieron que estaban comiendo y bebiendo. En otros episodios bíblicos constatamos que los ángeles no comen, tal como revela
un episodio con Manóaj, el padre de Shimshón.
De acuerdo con Maimónides, esta dificultad se resuelve de inmediato porque el episodio existió solamente en el intelecto de Avraham; de ahí la inexactitud con referencia a la comida de los ángeles. Porque los sueños, además del mensaje fundamental que representan, pueden contener falsedades.
Es posible que Maimónides no se sintiera cómodo con la idea de la existencia de seres angelicales y prefiriera limitarlos a la imaginación del patriarca. Por otro lado, la narración
bíblica testimonia que dos de estos ángeles continúan con su misión de salvar a Lot, el sobrino de Avraham, y destruir las ciudades Sedom y Amorá. Para Maimónides era preferible encontrar una explicación racional para los hechos y sólo en última instancia estaba dispuesto a recurrir
a la postulación de la existencia de los ángeles.
¿Qué son los ángeles? La respuesta más directa es que son emisarios de Dios que tienen una faena muy específica. Un ángel no hace más de una tarea; por lo tanto, Dios tuvo que enviar tres ángeles: uno para curar a Avraham y anunciar el nacimiento de Yitsjak, el segundo para salvar a Lot y su familia, y el tercero para destruir las ciudades cuyos habitantes se habían pervertido totalmente. Los ángeles carecen de voluntad propia y automáticamente obedecen el instructivo divino. Por ello, los seres humanos están en un nivel superior cuando sirven a Dios, porque lo hacen en el ejercicio de su libre albedrío.
Sin embargo, se puede aprender de estos seres celestiales que la obediencia a Dios debe ser inequívoca y que, en el momento de cumplir una mitsvá, esa tarea debe absorber totalmente la atención de la persona.