El relato de los diferentes aspectos de la vida de los patriarcas también documenta el desarrollo de la historia del pueblo hebreo. Razón adicional para que en la oración central, la Amidá, los jajamim insistieran en separar la noción de la Divinidad de cada uno de estos patriarcas. En lugar de afirmar el Dios de Avraham, Yitsjak y Yaacov, el texto reza: el Dios de Avraham, el Dios de Yitsjak y el Dios de Yaacov, porque cada uno de los patriarcas tuvo experiencias diferentes y su relación con el Creador fue de carácter individual.
El Génesis relata que Dios siempre estuvo al lado de Avraham para dirigir sus actividades y protegerlo cuando era necesario. Desde el primer instructivo de abandonar el hogar paterno, Avraham se convierte en un viajero a quien Dios nunca abandona, sino que protege de todos los peligros. Incluso la severa prueba de atar a su hijo Yitsjak sobre un altar para convertirlo en una ofrenda humana tiene un final feliz. En el momento crítico, el Creador envía un ángel para que impida el sacrificio y para de esa manera se pueda anunciar a la Humanidad que el Dios único no deseaba el sacrificio humano. Más aún, la revelación de Dios a la Humanidad tendrá el propósito opuesto: promover la vida y el entendimiento entre los seres humanos.
Dios protege a Avraham de los designios del faraón que quiere esposar a Sará y hace lo mismo en el caso del rey Avimélej. Envía un ángel para salvar a Lot y su familia. Cura a Avraham de la circuncisión y propicia que Sará milagrosamente quede embarazada a la edad de noventa años, para asegurar la continuidad biológica del patriarca.
El caso de Yitsjak es diferente porque no es proactivo, no viaja, nunca abandona la tierra de Israel. Tal como Avraham permite que se destierre a Yishmael, hijo de la concubina Hagar, Yitsjak permite que Yaacov reciba la herencia espiritual, no obstante que era el hijo primogénito. En ambos casos, sus respectivas esposas Sará y Rivká se convierten en el factor decisivo para decidir el futuro desenvolvimiento de los acontecimientos.
El pueblo judío se denomina Benei Israel, porque es el tercer patriarca Yaacov (Israel es el nombre que recibe a raíz de la lucha que sostiene con el ángel protector de Esav), quien se convierte en el molde que servirá de modelo para su descendencia, la cual será el pueblo hebreo. ¿Dónde está Dios durante el drama que se desarrolla entre los hijos de Yaacov y que resultó en la esclavitud egipcia? Dios nunca le cuenta a Yaacov –durante sus largos años de dolor por la desaparición de su hijo preferido– cuál había sido su suerte.
La vida del tercer patriarca da inicio a un retiro parcial de Dios para que los seres humanos asuman la responsabilidad directa de sus acciones.
La narrativa del pueblo hebreo es paralela a la ausencia progresiva de Dios de la historia. En el monte Sinai el pueblo recibe el “récipe”, un documento fundamental para la convivencia. La Torá, como la manifiesta voluntad de Dios, contiene el “secreto” de la vida, cuál es el comportamiento que conduce a la posible armonía y al entendimiento, al desarrollo emocional y al crecimiento espiritual.
Mientras que Avraham y Yitsjak permitieron que se excluyera a hijos de la herencia espiritual, Yaacov reconoció a los hijos de las concubinas como padres auténticos de tribus que conformarían el pueblo hebreo. No obstante las riñas y rencores, los odios y la envidia entre los hermanos, la historia concluye con el entendimiento entre los rivales cuando se define la meta, cuando el propósito se aclara: la construcción de un pueblo que enarbolará el mensaje del monoteísmo para el resto de la Humanidad. Mientras que Dios ordena el traslado a Avraham y la residencia a Yitsjak, el caso de Yaacov es la constante confrontación de las vicisitudes de la vida familiar, la lucha contra un medio hostil.
No debe sorprender que más de la mitad de Bereshit esté relacionado con la vida de Yaacov, sus experiencias y las respuestas que dio a las diferentes situaciones, a la adversidad a la que fue sometido. En un mundo imperfecto tuvo que utilizar las medias verdades en algunos casos, sin perder nunca el horizonte: la construcción de un pueblo que debe albergar la diversidad representada por el carácter individual de sus hijos, quienes, sin embargo, deben estar unidos en su cometido fundamental: la propagación de la noción de la unidad de Dios, padre de toda la Humanidad.