SANTIDAD MANIFESTADA EN LA CONDUCTA SEXUAL

Uno de los temas básicos de estos capítulos es la expiación por los pecados que ofrece Yom Kipur. Así reza el texto: “Porque en este día (Yom HaKipurim) se les perdonará para purificarlos de todos sus pecados, delante del Señor quedarán purificados”. Nuestros capítulos se refieren inicialmente a la muerte de Nadav y Avihú, hijos de Aharón, que perecieron en el acto de la ofrenda al Señor. Los exégetas ofrecen diversas opiniones acerca de la naturaleza del pecado de estos insignes líderes espirituales que condujo a su muerte prematura.

Fue un caso de serefat neshamá veguf kayam, “la extinción del espíritu y la permanencia del cuerpo”.

La utilización del concepto esh zará, “fuego extraño”, como causante del castigo, exige explicación. Tal vez debían haber esperado que la llama descendiera del cielo en el momento del sacrificio. El hecho de que la Torá advirtiese, después del relato de este trágico episodio, que el Kohén no debe acercarse para hacer una ofrenda mientras está en estado de ebriedad, sugiere que tal vez en eso consistió el pecado de Nadav y Avihú, quienes se intoxicaron para alcanzar un estado de éxtasis antes de la ofrenda. Según otra versión, ofrecieron opiniones legales en la presencia de sus mayores: Moshé y Aharón.

Es posible que la Torá deseara destacar que el líder tiene que responder a una disciplina más severa, porque su conducta sirve de ejemplo para el colectivo. Yom Kipur, a través de su cualidad de “santidad”, se convierte en un vehículo para la obtención del perdón. En el caso del pueblo, en general, nuestro texto hace una advertencia acerca de las relaciones sexuales incestuosas prohibidas, como otra conducta relacionada con el concepto de santidad. Es interesante destacar la relación entre dos palabras provenientes de la misma raíz: Kadosh y Kedeshá, la primera se refiere a la santidad y la segunda denota a la prostituta utilizada en el culto idólatra. De acuerdo con la tradición judía, la santidad y la desviación sexual son cualidades opuestas, no pueden convivir.

Tal vez por ello, el tema de la lectura de la Torá de la tarde de Yom Kipur se refiere a las relaciones sexuales ilícitas. Por otro lado, el judaísmo considera al matrimonio como el estado ideal para el hombre y la mujer, en cumplimiento de la primera mitsvá que recibió Adam: “Perú urevú umil’ú et haárets”, multiplicar la especie humana para cubrir todos los rincones de la tierra.

A tal fin se realizaban encuentros entre los jóvenes en edad de casarse al concluir el día sagrado. Es posible que ésta sea una razón adicional para la escogencia de la lectura de la tarde, que servía para alertar cuáles parejas eran aceptables, y así descartar las relaciones incestuosas.

Dado que la Torá no menciona el estado matrimonial de Nadav y Avihú, hay quienes sugieren que su pecado consistió en negarse a contraer matrimonio. Consideraron que no había doncella merecedora de sus atenciones. Tal vez pensaron que su misión sacerdotal era incompatible con las relaciones matrimoniales cotidianas. Pero al relacionar Kedushá con el comportamiento sexual, la Torá destaca que la santidad no debe referirse exclusivamente a la relación del hombre con Dios. A diferencia de otras confesiones, el judaísmo exige que el Kohén también forme su propio hogar, porque la Kedushá no debe permanecer aparte, en un nivel celestial.

Al contrario, se debe propiciar el intercambio, que la Kedushá penetre en la vida cotidiana de la persona. De manera similar, la Teshuvá, el arrepentimiento y la expiación por los pecados, no debe centrarse tan sólo en el día de Yom Kipur. El espíritu de la fecha sagrada debe sobrepasar el límite de ese día para influenciar el comportamiento del individuo durante el resto del año.

KEDOSHIM  /  LA OTRA CARA DE LA SANTIDAD

El mensaje del éxodo de Egipto es clarísimo: ningún pueblo puede esclavizar a otro pueblo, la libertad es un derecho inalienable, así lo afirma la Constitución estadounidense y lo reafirma la nueva Constitución venezolana. Debido a que éste es un mensaje fundamental, la Torá insiste en condenar la inmoralidad de la conducta egipcia, su culto a la muerte e insensibilidad ante el sufrimiento humano. La salida de Egipto era necesaria para mantener en alto el sentimiento de dignidad de los hebreos, pero simultáneamente tenían que alejarse de ese entorno para no contagiarse de sus aberraciones morales. Por ello, Dios envió a Moshé a que los salvara de la servidumbre egipcia.

La meta del éxodo era igualmente clara: arribar a la Tierra Prometida, a Canaán. ¡Cuán dolorosa había sido para Moshé la decisión divina de impedirle el acceso a esa tierra! Mientras que Moshé había sido el fiel emisario para enfrentar al faraón y conseguir su consentimiento para el éxodo, la entrada a la Tierra Prometida exigía un liderazgo diferente: joven y audaz, liderazgo que asumió Yehoshúa.

Aunque Moshé no dirigiría la entrada a Canaán, sus últimos discursos consistían en advertencias para el pueblo, a fin de que no adoptara las costumbres idólatras de los cananeos.

Si por un lado Dios los sacó de Egipto debido a la inmoralidad que permeaba su ambiente, ¿por qué los condujo a Canaán, una tierra sumida en la idolatría y todo tipo de desviaciones e inmoralidades? ¿Se estaba cambiando acaso malo por peor? La respuesta estaba en el monte Sinaí, lugar dónde recibieron un instructivo que sería un antídoto, una vacuna contra el contagio de la inmoralidad: los Diez Mandamientos.

Entre el éxodo de Egipto y la entrada en la Tierra Prometida, tuvieron la experiencia de la Revelación Divina en el Sinaí. Se abría ahora un nuevo espacio: Kedushá, la santidad.

Se instituyó un sistema de sacrificios que servirían para echar puentes, para acercar al hombre a Dios. La edificación  del Mishkán, como símbolo de la Presencia de Dios en la comunidad, sería un recordatorio del Berit, el pacto entre el hombre y Dios. Atá bejartanu, Dios había escogido al pueblo hebreo para que fuera su mensajero, el portavoz que tenía la responsabilidad de invitar a la Humanidad a que reconociera al único Dios como creador del universo y diseminar la idea de kedushá por los confines de la tierra.

Esta kedushá tenía dos aspectos. El primero consistía en el korbán y el kohén, el Mishkán y las festividades. Así encontramos que el día más sagrado, Yom Kipur, incluye al Kohén

Gadol y al korbán: el sacrificio. La santidad de ese día, aunada a los elementos mencionados, “abre la puerta” de entrada al Kódesh HaKodashim, el lugar más sagrado del Mishkán.

El segundo aspecto de kedushá se manifiesta en nuestro texto mediante una serie de ordenanzas de carácter social que se refieren a la relación entre el hombre y su prójimo, y su conducta sexual. Por ejemplo, dejar intacta una esquina del campo para que el pobre pueda alimentarse, no mentir, ser imparcial en el juicio, no vengarse, ayudar al forastero, son instructivos cuyo cumplimiento produce la kedushá personal.

Existe el aspecto ritual de la kedushá que gira alrededor del Mishkán y las festividades, pero también existe la kedushá individual, que es el resultado de un comportamiento de acuerdo con valores morales y espirituales.

Mientras que en el Mishkán, y luego en el Beit HaMikdash, con los korbanot que allí se ofrendaban, el feligrés era básicamente un espectador y adquiría kedushá por medio de su presencia y participación pasiva en el ritual; en el segundo caso, para adquirir kedushá, tenía que ser el actor principal, totalmente participativo.

Al considerar que Moshé fue el “emisario” de Dios para

el éxodo de Egipto y por ello no está mencionado en la Hagadá que recitamos la noche del Séder de Pésaj, con la excepción de una cita bíblica, el pueblo hebreo tuvo un papel pasivo, como si hubiera sido forzado a salir de la esclavitud.

Así interpretan algunos exégetas las primeras palabras del texto bíblico: Beshalaj Paró et haam, “Cuando el faraón expulsó al pueblo”, como si los hebreos hubieran tenido que ser empujados para salir, hecho que se puede deducir de su expreso deseo de volver a Egipto ante cualquier adversidad en el desierto. Por otro lado se observa que la entrada en la Tierra Prometida se realizó por la conquista. Esta vez Dios inspiró, pero fueron nuestros antepasados quienes tuvieron que batallar y luchar para poder poblar la tierra de Canaán.

Aunque Canaán presentaba inmoralidades tales como las que se practicaban en Egipto con algunas modalidades adicionales de idolatría, ya los hebreos habían cambiado.

Dios había enseñado al pueblo hebreo el camino de la kedushá; ahora sabían que la santidad era también una función de sus acciones. El ambiente de Canaán sería muy peligroso y demoraría siglos hasta que se pudiera extirpar el paganismo, tal como lo testimonia el libro de Melajim que relata cómo, en la época del rey Yoshiyahu, el kohén Jilkiyahu encontró en ejemplar del Séfer HaBerit el texto sagrado que fue leído ante la congregación, para luego expulsar los vestigios de idolatría que se encontraron en el Beit HaMikdash. En la época del segundo Beit HaMikdash desaparece totalmente la idolatría pero surgen nuevos desafíos: ahora será sinat jinam, el odio gratuito que tendrá que ser conquistado, porque la lucha espiritual es constante. Tal como la libertad física tiene que ser reconquistada en cada generación, de manera similar la lucha interior del hombre contra la tentación también es una constante. Sólo los ángeles celestiales están libres de la incitación al pecado. Ser humano quiere decir escoger, diferenciar entre lo que es moral y lo que no lo es, entre la solidaridad y el egoísmo, entre la mezquindad y el altruismo.