La porción sobresaliente de nuestros capítulos, que será repetida en forma ampliada en Ki tavó, en el quinto libro de la Torá, se conoce bajo el nombre de tojajá, la exhortación y advertencia de no desviarnos del sendero de las mitsvot. La Torá es muy clara en su afirmación inicial de nuestra lectura semanal, im bejukotai teleju… “si en Mis leyes anduviereis y cumpliereis Mis preceptos os brindaré lluvias a su tiempo y la tierra dará su producto y el árbol del campo dará su fruto”. Las bondades de la tierra son, según lo citado, el resultado del comportamiento y de las acciones de la gente. La tierra no es caprichosa y no requiere de sortilegios ni de brujería para su fertilidad. La abundancia de los frutos es el resultado de una función de la obediencia humana a las leyes. En forma paralela, los castigos y las desgracias son la consecuencia de la desobediencia y de la rebeldía. Veim lo tishmeú Li… “mas si no me escucharéis…, echaré sobre vosotros el terror…, y volveré Mi rostro contra vosotros…, y huiréis sin que nadie os persiga”.
En la visión de la Torá la naturaleza no es caprichosa y el mundo no se rige por el azar. (Einstein afirmó que no podía concebir a Dios jugando a los dados con el universo). Existe un orden y un por qué de las cosas. La actuación moral del hombre es la que determina el curso de los acontecimientos y la obligada reacción de la naturaleza. En los tiempos de Nóaj ya se había señalado vatishajet haárets, que la tierra misma se había corrompido, incluyendo a todo ser viviente que la habitaba. El diluvio fue la consecuencia de la corrupción universal. En nuestros días podemos concluir en efecto, que, el hombre tiene los medios para hacer a la naturaleza más productiva. Al mismo tiempo estamos conscientes de que disponemos de medios nucleares para destruirla totalmente y hacerla inservible para las generaciones futuras por la contaminación radioactiva.
Con esta visión de las cosas, el enemigo externo es una consecuencia de la debilidad interna. Tal como el cuerpo humano está bajo la constante amenaza de microbios y virus que listos para aprovechar alguna fragilidad de nuestro sistema inmunológico, así, la sociedad y la naturaleza están bajo un acecho constante que puede materializarse, en una hecatombe por un simple descuido o por una flaqueza moral. El profeta Yeshayahu lo había advertido, meharsáyij umajariváyij mimej yetseu, “tus asoladores y los que te saquearán saldrán de ti”. El verdadero enemigo está dentro de nosotros y somos, individual y personalmente, responsables de los males que nos azotan.
Hay quienes argumentan que la delicada situación política de Medinat Israel puede resolverse únicamente con la decidida solidaridad y unificación de propósitos de todo el pueblo judío. Al mismo tiempo se afirma que las más terribles consecuencias pueden darse en la ausencia de esta indispensable concertación de esfuerzos. Norman Podhorets, el editor de COMMENTARY en su alarmante ensayo, ISRAEL: A LAMENTATION FROM THE FUTURE, (Israel: un lamento desde el futuro), advierte sobre los hechos y desarrollos que llevaron a la destrucción del Estado. Su alerta se dirige, en especial, al rol que jugamos, por la falta de claridad de propósitos y porque no existe una firme decisión de apoyo a nosotros mismos, algo que debería haber sido incondicional con referencia a la existencia del Estado. Nuestra lealtad se ve afectada debido, en parte, por la Intifada y los problemas de conciencia que despierta la lucha contra mujeres y niños. Los dirigentes de la Intifada, probablemente con el propósito de ganarse la buena voluntad del mundo, envían a sus mujeres y niños a lanzar piedras contra los soldados, entonces por atender con demasiada simpatía a lo que consideramos son los derechos de los Palestinos, al permitir es establecimiento de una Palestina dirigida por la OLP, comprometemos la seguridad de Israel.
Desde luego que el razonamiento en el que se basa el ensayo citado no goza de aprobación universal. Una fuerte polémica se ha entablado alrededor de esta tesis, que está siendo debatida con vehemencia y pasión. El argumento es controversial, pero, su enfoque es tradicional porque busca en nuestro propio medio las causas de la gravedad de la situación.
Desde cierto ángulo, ésta es una postura optimista porque afirma que el ser humano tiene el potencial y el vigor para sobreponerse a sus dificultades. La tojajá que en sinagogas de práctica jasídica no constituye una aliyá, porque no se llama a ningún feligrés para su lectura, contiene, en cierta forma, el germen de la nejamá, que es la consolación. Porque la tojajá no es una afirmación de lo desesperanzador e inevitable de nuestra situación. Hay bálsamos y soluciones para nuestras aflicciones. Los medios y los remedios pueden ser difíciles, costosos y amargos, pero existen y están a nuestro alcance. En la tesis del citado Podhorets, los resultados no son seguros, aun contando con el supuesto apoyo incondicional a Israel, debido a la interferencia de otras presiones internacionales. En el más lúgubre de los casos, sin embargo, evitaría remordimientos futuros y una depresión profunda como resultado de no haber actuado en su momento, a la medida de nuestras posibilidades.
La tojajá de nuestra lectura es interrumpida por la mención alentadora de vezajartí et berití Yaacov, “y recordaré Mi pacto con Yaacov.” Aun en los momentos de oscuridad y de héster panim, de la ausencia de la Shejiná que es la presencia Divina, el valor de nuestros patriarcas tiene actualidad y vigencia. La lección que se desprende es que a pesar de nuestras desviaciones y descuidos, sigue vigente el ejemplo de los forjadores de nuestra tradición y fe. Aunque estén temporalmente bloqueados y ocultos, difusos e imprecisos, los ejemplos de jésed de Avraham, de disposición al sacrificio de Yitsjak, y de dedicación al estudio de Yaacov, permanecen con nosotros. Tal vez sea ésta una manifestación más de una auto estima inflada. Pero la implicación es que aun en nuestro error y en nuestro pecado, continuamos siendo los descendientes espirituales y discípulos de éstos, los primeros iconoclastas y revolucionarios sociales. Men ken nit opshatsen a yídishe kishke, reza el dicho popular, que significa que no se puede menospreciar la gran moralidad de las entrañas judías por su profundo arraigo en nuestra íntima composición personal y humana.
Nuestra preocupación obsesiva por la introspección no debe conducirnos a desatender la multiplicidad de los factores externos circundantes. Por ejemplo, no puede analizarse el fenómeno Nazi, tan humillante para toda la humanidad, pretendiendo atribuir sus raíces al comportamiento de la comunidad judía de Alemania. Estamos presenciando hoy, la reaparición del antisemitismo organizado en diversos países. Sería infantil, ingenuo e irresponsable, dejar de detectar el fuerte ingrediente anti judío en la infame resolución de las Naciones Unidas que equipara al Sionismo con el racismo. (Unos años más tarde se anuló esta resolución). En la Polonia de la post guerra se vio un resurgimiento del antisemitismo que se basaba en la memoria de la presencia judía en el país. Es una especie de antisemitismo histórico, porque la gran masa judía ha perecido y sus sobrevivientes han emigrado. En Italia, en estos días, aparecen manifestaciones de antisemitismo en localidades donde no vive ni siquiera un judío. En Europa, de manera general, recrudece el sentimiento anti judío. ¿El odio ciego del Islam contemporáneo hacia Israel no es una expresión de su antisemitismo? La guerra contra Israel no es un enfrentamiento contra el movimiento sionista exclusivamente. Nos encontramos cara a una confrontación de dimensiones casi globales contra el judaísmo, contra el pueblo judío en su totalidad en cualquier país donde resida actualmente. ¿Acaso los que cometen atentados terroristas saben distinguir entre judíos de la diáspora e Israelíes? En la medida que la golá aprecie, cada vez con mayor sinceridad y lucidez su identidad con el destino de Israel, mayor será la unidad entre ambos. Porque somos nosotros, todos juntos, los únicos garantes de nuestra sobrevivencia, para dar cumplimiento a la promesa profética de nétsaj Israel lo yeshaker, de la innegable eternidad de Israel.