RECORDANDO EL PACTO CON LOS PATRIARCAS

BEJUKOTAI parashá

Los últimos capítulos de esta sección cierran el tercer libro de la Torá, Vayikrá. Apropiadamente, el texto bíblico insiste en el cumplimiento de las Mitsvot, incluso la observancia de los Jukim, las leyes que carecen de una explicación lógica inmediata. A diferencia del pensamiento griego, la Torá insiste, ante todo, en el cumplimiento de la norma, porque para entender cabalmente la razón detrás del instructivo Divino, es preciso observar y cumplir la Mitsvá. Tal como el caso del Shabat, para entender su significado y cómo afecta la vida completa de la persona, es menester primero vivir de acuerdo con las normas de ese día sagrado.

La Torá también vaticina el sufrimiento y el castigo que acompañarán la desobediencia. Los enemigos de Israel serán más fuertes, porque la fuerza física también es una función de la energía espiritual. Incluso la tierra no tolerará a quienes la habitan pero no cumplen con las normas. Finalmente serán expulsados de la tierra, como fue el caso de los idólatras que la habitaron anteriormente.

En medio de las letanías que enumeran los diversos castigos que resultarán de la desobediencia, aparece el versículo que reza: “Y me acordaré de Mi Brit (pacto) con Yaacov, Mi Brit con Yitsjak e incluso Mi Brit con Avraham recordaré, y recordaré la tierra”. La Torá señala que en medio de la oscuridad causada por la desobediencia, siempre existirá el recuerdo del pacto con los patriarcas como un punto de referencia para el retorno al sendero correcto.

Al reflexionar sobre las vidas de los patriarcas sale a relucir la individualidad de estos personajes. Cada uno de ello aportó elementos originales que sirvieron de fundamento para el judaísmo. Avraham se distinguió por Guemilut Jasadim, la relación solidaria con el prójimo. Yitsjak enseñó, con el ejemplo de su persona, la disposición al sacrificio y al culto Divino. Yaacov, padre de las doce tribus, destacó la importancia de la familia y del estudio de la Torá como la característica que distingue al pueblo judío. Perdura el judaísmo, efectivamente, debido al estudio de la Torá.

Está claro que Yitsjak también practicó el Guemilut Jasadim de Avraham y Yaacov cumplió tanto con este principio como con el ejemplo de Avodat HaShem de Yitsjak. De manera que el judaísmo se fue profundizando con cada uno de los patriarcas, siendo Yaacov el Ish Tam, el hombre más completo.

Al revisar la frase que interrumpe el listado de los castigos, se nota que empieza con “Y recordaré mi pacto con Yaacov…”. Menciona primero al tercer patriarca y sucesivamente a los otros, hasta llegar a Avraham. La intención de la Torá, tal vez, es decir que el mérito de Avraham es suficiente, no obstante que su descendencia profundizó aún más el judaísmo. Para algunos, la mención de la “tierra” al final del versículo subraya el mérito de estar residenciado en la tierra de Israel.

Por ultimo señalamos que un “acuerdo” tiene vigencia cuando ambas partes cumplen con lo acordado, cuando cada quien cumple lo que había prometido. Por ello, un “acuerdo” puede ser invalidado o puede cesar si las condiciones iniciales que condujeron al arreglo pierden su vigencia. El caso del Brit es diferente. Es un arreglo de por vida, no hay manera de eludir la responsabilidad de ese pacto.

El “acuerdo” entre Dios y el pueblo judío no está sujeto al tiempo: es un pacto eterno. Por ello, aunque el pueblo se desvíe momentáneamente del sendero correcto, el Brit continuará vigente. No se puede renunciar al judaísmo y quien nace judío no puede escoger un estado personal diferente, porque cuando no observa las Mitsvot, las está incumpliendo, pero no cesa de ser judío.

La promesa Divina consiste en el mantenimiento del Brit con el pueblo judío, Brit que fue repetido en el monte Sinaí y que los judíos de la época de Ester y Mordejai reafirmaron. La historia del judaísmo recoge épocas de persecución y dolor, de tortura y asesinato. No obstante este pasado de frecuente sufrimiento, el moderno Estado de Israel es una ratificación del Brit entre Dios y el pueblo judío. Efectivamente es Reshit Tsemijat Gueulatenu, “el principio de nuestro renacimiento y redención”.