PINJÁS

NÚMEROS XXV:10-XXX:1

MOSHÉ COLOCÓ SUS MANOS SOBRE LA CABEZA DE YEHOSHÚA

Moshé no logró todas sus metas. Está claro que, además deliberar al pueblo judío de las cadenas de la esclavitud, tenía el propósito de conducirlo triunfalmente a la Tierra Prometida. Había preparado al pueblo espiritualmente en el monte Sinaí, donde escucharon las Diez Palabras de Dios que dan marco al comportamiento humano indispensable tanto para la dicha personal como para el éxito de la sociedad.

Dios había librado batallas por el pueblo hebreo, tal como reza el texto bíblico: HaShem yilajem lajem veatem tajarishún. Seguramente lo haría de nuevo cuando el pueblo se encontrará en las fronteras de la Tierra Prometida: Canaán.´Pero no sería así. El diseño divino era diferente. La conquista de Canaán exigía un liderazgo diferente. Más aún, de ese momento en adelante, el pueblo tendría que librar sus propias batallas. Las Diez Palabras de Dios en el Sinaí les había revelado el secreto de la superación: confianza en su propia energía espiritual como resultado de una vida ordenada, respetuosa de los derechos del prójimo. 

Nuestro texto bíblico reseña el caso de las hijas de Tselofjad, que querían heredar de su padre. Moshé presenta el interrogante ante Dios, quien responde que en la ausencia de hijos varones las hijas heredan al padre, pero tienen que casarse con un miembro de la misma tribu para que el patrimonio no pase a otra tribu. Moshé pensó que el caso de las hijas de Tselofjad era propicio para aclarar la sucesión en su caso personal. ¿Acaso no deberían heredar el mando sus propios hijos? ¿Por qué se seleccionaría a Yehoshúa para la conquista de Canaán? 

Se estaba dando una lección muy importante. Mientras que los bienes materiales pasan de generación en generación, el mundo de la espiritualidad y del mando no se rige por esta simple regla. Cada persona tiene que adquirir personalmente el conocimiento por medio del estudio y la dedicación. El mando exige una personalidad con características especiales: empatía por la suerte del prójimo y la necesidad de ganar la confianza del colectivo.