LAS ENSEÑANZAS DEL SHEMÁ

Parashá ÉKEV

En reconocimiento por el cumplimiento de las Mitsvot, Dios promete consumar el pacto que estableció con el pueblo hebreo en el monte Sinai y continuar obrando con jésed (misericordia). En el Moré Nevujim, Rambam observa que ya había explicado en su comentario sobre Avot que jésed quiere decir exceso, pero generalmente se refiere al exceso en beneficencia.

La beneficencia tiene dos aspectos según Rambam: el primero es la práctica de la beneficencia con el individuo que no tiene derecho a reclamar tal acción; el segundo se refiere obrar con beneficencia más allá de lo que el individuo merece. Generalmente, los Neviim utilizan el término jésed en el primer sentido: obrar con beneficencia con aquellos que no tienen mérito alguno para ello. Por ello, cuando el texto sagrado anuncia: “El mundo está construido sobre jésed”, o tal vez, “El proceso de la construcción del mundo se realiza a través de jésed”, se refiere efectivamente a la ilimitada generosidad del Creador.

Por ello, tal vez, el jasid, el individuo que según Rambam integra en su persona tanto el cumplimiento de las Mitsvot como el estudio de la filosofía y la metafísica, se comporta de la misma manera: ofrece beneficios al prójimo con quien no tiene compromiso alguno. El Jasid observa las Mitsvot sin anticipar recompensa alguna, y está dispuesto a beneficiar a sus congéneres sin esperar un comportamiento similar a cambio.

Nuestros capítulos continúan afirmando, Vaahevejá, “Dios te amará”. Mientras que el párrafo Shemá Israel de la Parashá Vaetjanán exhorta Veahavtá et HaShem, “y amarás a Dios”, nuestro texto destaca que Dios también es la fuente del amor por el ser humano.

Como resultado del cumplimiento de las Mitsvot se concretará Uverajejá, “Dios te bendecirá”. ¿Con qué? Los próximos versículos explican que la bendición consistirá en la descendencia. Tal vez anunciando el remedio para una de las mayores preocupaciones de la generación presente que es la continuidad, Dios promete que a través de la observancia de las Mitsvot se generarán nuevas generaciones, se asegurará la descendencia y, en consecuencia, se establecerá la continuidad.

El texto de Shelaj en el libro de Bemidbar, que se refiere a la obligación de colocar Tsitsit en las esquinas de las vestimentas y que forma parte del recitado diario de Shemá Israel, ofrece –según el Talmud– un recetario para el cumplimiento de las Mitsvot, tema de nuestros capítulos. Ureitem otó uzerjartem, “Ver (los Tsitsit) conduce a recordar, y recordar conduce a observar”. Y observar es la vía para Vihyitem Kedoshim, “alcanzar la santidad”.

Nuestro texto contiene el segundo capítulo de Shemá Israel: “Vehayá im Shamóa”, que promete la recompensa por la observancia y el castigo por la desobediencia. (Tal vez una de las razones por las cuales los jajamim ordenaron la recitación de Shemá Israel dos veces al día, se deba también al hecho de que en estos párrafos está incluida la obligación de enseñar a los hijos el uso de los tefilín sobre el brazo y la cabeza, y la colocación de la mezuzá sobre el dintel de las puertas).

Según Rambam, los tres párrafos que componen Shemá Israel sugieren tres etapas en el proceso de aceptar la soberanía del Creador. En el primer párrafo se nos encomienda amar a Dios, como una expresión de jésed, sin motivo ulterior alguno. El segundo párrafo anuncia la recompensa y el castigo, y el Talmud enseña que Mitoj sheló lishmá, ba lishmá, con la acción continua, aunque interesada, se produce finalmente la acción desinteresada y altruista. Porque según la visión de Rambam sobre el jasid, para este individuo que alcanza un alto nivel espiritual, el cumplimiento de las Mitsvot no obedece ni al castigo ni a la recompensa, sino al amor gratuito y espléndido por Dios.

El tercer capitulo del Shemá que hace referencia a los Tsitsit, vestir el talit con sus Tsitsit es una acción comparable con el agujero que se hace al esclavo que desea permanecer por siempre en la esclavitud. En el presente caso, portar una vestimenta con los Tsitsit es una manifestación externa, un recordatorio de la obligación de permanecer siempre dispuesto al servicio de Dios.

LA PALABRA Y EL ESTUDIO

Parashá VAETJANÁN

La característica que coloca al ser humano por encima del mundo animal es su facultad de expresión, de tal manera que el manejo de la palabra, con la consecuente y constante producción de ideas, es lo que distingue al hombre. En efecto, en Bereshit leemos que Dios hizo el Universo con la palabra. Vayómer Elokim yehí or, “y Dios dijo que se haga la luz”, y con el uso de la palabra Dios iluminó el mundo.

Nuestros capítulos contienen los Diez Mandamientos que en el lenguaje bíblico se denominan Aséret Hadevarim, “las Diez Expresiones”. Asimismo está incluido el primer párrafo de Shemá Israel que exhorta Vehayú hadevarim haele,“y serán estas cosas que Yo (Dios) te encomiendo” y nuevamente tropezamos con la raíz ‘dvr’ que quiere decir hablar, la utilización de la palabra. Efectivamente, a través de la palabra se transmiten las ideas y los ideales a las futuras generaciones. Tal como reza nuestro texto: Veshinantam levaneja, “y enseñarás a tus hijos”, Vedibartá bam, “y les hablarás”; incluso beshojbejá, “cuando te acuestas”, uvekumeja, “y cuando te levantas”. Estas dos últimas instrucciones sirven de fundamento para concluir que Shemá debe ser recitado en la noche, antes de acostarse, y en las mañanas, al levantarse del lecho.

Dado que la palabra es clave para el judaísmo, causa asombro que el texto bíblico no incluya un instructivo directo referente a Talmud Torá, el estudio y la repetición de los diferentes instructivos contenidos en la Torá. De acuerdo a Rambam, la Mitsvá esencial es la instrucción de los hijos, y para cumplir con este mandato el padre se ve obligado a estudiar.

Rambam también cita otro versículo de nuestro texto que reza: Ulemadetem otam ushemartem laasotam, “Y los estudiarán y con diligencia los cumplirán”, palabras que ilustran que es necesario el estudio previo para el cumplimiento de las Mitsvot. Este texto implica que quien no ha sido educado por sus padres, tiene la obligación personal de estudiar, ya que el cumplimiento de las Mitsvot –que es independiente de si recibió o no recibió educación alguna del padre– exige saber cómo, de qué manera y bajo cuál circunstancia éstas se deben observar.

Rambam explica que el estudio es independiente de la riqueza o pobreza del individuo. Tanto jóvenes como adultos, todos deben dedicar el tiempo necesario para el estudio.

El Talmud trae las palabras de Rabí Safrá, quien explicó el instructivo Veshinantam, sugiriendo que debería leerse Veshilashtem. (Es una especie de juego de palabras, porque Veshinantam está relacionado con la palabra shenáyim, dos; y Veshilashtam hace referencia a shalosh, tres). Veshilashtem implica, de acuerdo con Rabí Safrá, que el individuo debería dividir su tiempo de estudio en tres partes: Torá, Mishná y Guemará.

De acuerdo con lo antedicho, la persona debería dedicar todo su tiempo libre al estudio de los textos sagrados y sus explicaciones contenidas en la Ley Oral. ¿Acaso se puede entonces estudiar filosofía y matemáticas, por ejemplo? ¿Puede considerarse el estudio de las materias laicas como un desacato del instructivo de Talmud Torá? Hay muchos que así opinan y por ello no permiten que sus hijos o discípulos estudien en las universidades.

En el Moré Nevujim, Rambam cuestiona cuál fue la Torá que se estudió en las academias de Shem y Éver antes que ésta fuese otorgada en el Sinaí. Rambam concluye que el conocimiento de la moralidad y la ética también puede ser independiente de la Torá. El mundo gentil también puede acceder a un conjunto de normas de conducta, y por ello se puede concluir que hay sabiduría fuera de la Torá. Sin embargo, la Torá fue entregada a la Humanidad porque el ser humano, por sí solo no puede elaborar reglas perfectas, la perfección es un atributo de Dios.

Mi maestro Soloveitchik cuestiona por qué el texto que directamente ordena el estudio de la Torá, Vehaguita ba yomam valaila, “y reflexionarás sobre ella día y noche” no se encuentra en el texto de la Torá sino en el Séfer Yehoshua. La respuesta es que durante la vida de Moshé, el pueblo judío no sintió la necesidad del estudio, porque cualquier duda podía ser explicada por el gran líder. Pero después de su fallecimiento, el pueblo quedó enlutado tanto de liderazgo como de sabiduría. Se hizo indispensable que cada individuo estudiara a profundidad, porque ya no había a quién plantearle las dificultades de un texto o de una situación, las explicaciones tenían que ser el resultado del estudio y la investigación.

En Viperas de Tisha be AV

Palabras para mi familia que con todos comparto

Este próximo Motsaei Shabat, Shabat en la noche, empezaremos a observar Tishá BeAv, un aniversario adicional de la destrucción de ambos Batei Mikdash.

Aún considerando la actual existencia del Estado de Israel, no hay duda que el Beit HaMikdash fue el símbolo de la presencia de Dios en el seno del pueblo Judío, y sirvió como una fuerza unificadora para la diferentes tribus. Incluso en el presente, el Kötel, el Muro Occidental, es un destino espiritual, aún para el no-Judío. No debemos olvidar que la Torá es un documento extraordinariamente democrático, no obstante las numerosas guerras que contempla, promueve derechos iguales para pobre y rico, especialmente ante una corte de justicia.

Promueve el respeto y el amor entre los seres humanos, valora el intelecto por encima de cualquier factor hereditario. Promueve la solidaridad con los menos afortunados, tomando en cuenta que tsedaká, la dádiva, realmente quiere decir un acto de justicia. Es un hecho que la Torá fue, y sigue siendo un Dios revelado documento revolucionario. El Beit HaMikdash, en su versión Mishkán que aparece en la Torá, sirvió desde un principio para destacar la unidad del
pueblo Judío, y no se puede negar que en la actualidad sufrimos por el antagonismo interno entre diferentes sectores del pueblo Judío.

Mientras que la reconstrucción de un nuevo Beit HaMikdash exige la intervención Divina, o sea un evento milagroso, al recordar la destrucción de los dos Batei Mikdash, incorporamos en nuestro recuerdo las numerosas tragedias adicionales que sufrimos. El rezo de las mañanas de Shabat, Av Harajamim, testimonia los brutales y salvajes ataques contra diferentes comunidades judías durante la Edad Media. (Recuerda que en la época de la destrucción del primer Beit HaMikdash, el rey de Israel Tsidkiyahu fue hecho prisionero y obligado a presenciar el asesinato de todos los miembros de su familia antes que se le cegara la vista y obligado a postrarse ante el monarca Babilonio Nevujadnétsar). Y para nosotros hoy en día, incorpora la extrema tragedia que constituyó el Holocausto perpetrado por los Nazis.

No obstante que juramos NUNCA JAMÁS, se asoman nubes de intolerancia, y hay manifestaciones de un auténtico y concreto antisemitismo promovido por el Islam y presente en Europa donde aún se puede oler las cenizas de la quema de carne humana en los crematorios.

No debemos olvidar, y una manera palpable de hacerlo es a través de observar Tishá BeAv que es un ayuno de 24+ horas.

Debemos hacernos presentes y participar en la sinagoga este Shabat en la tarde, a las 9pm, a más tardar, al día siguiente domingo a las 8:30am (Talit y Tefilín se colocarán en la tarde) y para
Minjá a las 7:45pm, horario de Miami FL.

Vivamos para ver como Israel continúa creciendo en seguridad y prosperidad, proporcionando orgullo a la totalidad del pueblo Judío mientras, simultáneamente, sirve como un rayo de luz y esperanza para toda la humanidad.

EL LIDERAZGO Y LA SOCIEDAD

Parashá Devarim

El libro Devarim es conocido como Deuteronomio, que quiere decir “segunda ley”, porque muchos de los instructivos que allí encontramos habían sido ordenados con anterioridad.

Se debe destacar, sin embargo, que también hay normas que no aparecen en ningún otro texto bíblico. Además, Devarimrecoge las últimas intervenciones en las cuales Moshé pronuncia una serie de admoniciones y reclamos al pueblo hebreo.

Como ya se apuntó, la travesía de los cuarenta años por el desierto exacerbó los ánimos y produjo el nerviosismo y el clamor del pueblo cuando tenía que enfrentar las constantes dificultades, principalmente, la falta de agua y alimentación. Itamar Wahrhaftig, hijo del finado ex Ministro de Israel y director de la Junta de Gobernadores de la Universidad Bar Ilan, Zorach Wahrhaftig, se interesó por la relación pueblo- líder, según se desprende del texto bíblico. El nombramiento de los jueces, por ejemplo, se debió al consejo de Yitró, suegro de Moshé. Aparentemente, el pueblo estuvo de acuerdo con la selección y por ello estaba obligado a cumplir sus fallos. Aunque la iniciativa provino de Yitró, el pueblo dio su consentimiento y, por ello, no podía señalar a Yitró como responsable de cualquier error de la corte. Moshé reprochó al pueblo por su conducta en el episodio de los Meraglim, los doce espías que fueron enviados a investigar la viabilidad de la conquista de la Tierra Prometida.

El reporte de la mayoría de los espías concluyó con una apreciación negativa acerca de las posibilidades de adquirir esas tierras. Sostuvieron que no era posible derrotar a los gigantes que habitaban allí, en ciudades fortificadas. No obstante la opinión de estos diez emisarios, el pueblo podía haber retado la conclusión derrotista que produjo el desánimo. Si bien era verdad que tendrían que librar batallas riesgosas y difíciles, ¿dónde estaba su fe en el Dios que había prometido a los patriarcas que sus descendientes heredarían esas tierras?

La idea es que el pueblo no podía señalar a sus líderes como responsables por sus derrotas y errores; ya que no estaban obligados a seguir las indicaciones de sus jefes, podían haber optado por actuar de una manera diferente. La yuxtaposición de la selección de los jueces con el episodio de los espías sirve para destacar la parcialidad de los hebreos que se acogieron al informe de los diez que conformaron la mayoría.

Porque así como un juez tiene que escuchar a ambas partes antes de emitir un juicio, los hebreos podían haber sopesado no sólo el informe de la mayoría.

Con igual interés debieron haber escuchado el informe disímil de la minoría de dos: Calev, hijo de Yefuné, y Yeshoshua, hijo de Nun.

Más aún, cuando Yitró sugirió la selección de un grupo de notables para asistir a Moshé, argumentó que no era correcto que el pueblo permaneciera de pie para escuchar algún veredicto de Moshé. Se podía incrementar el número de personas capacitadas para responder a las diversas interrogantes, a sabiendas de que existía el recurso final: recurrir ante Moshé en situaciones de gran dificultad. ¿Acaso la conquista de la Tierra Prometida no ameritaba una consulta directa a Moshé, especialmente después de haber escuchado dos informes contradictorios? ¿Por qué no lo hicieron? Es posible que la mayoría del pueblo sintiera alivio al escuchar que la conquista no era viable y por ello se conformó con el informe de la mayoría. Batallar no era una opción preferida.

Podríamos concluir esta breve reflexión acerca de la relación del liderazgo con el colectivo sugiriendo que la gente usualmente está dispuesta a acatar las normas con las cuales se puede identificar, o que confirma los juicios que se han emitido con anterioridad. Incluso, el silencio ante una situación puede ser interpretado como una manifestación de aceptación o consentimiento. La rebeldía legítima ocurre cuando el liderazgo se desvía de las metas que le fueron encomendadas e intenta conducir al pueblo a un destino que no ha sido identificado anteriormente con precisión.

LA PRIMERA DIVISIÓN DEL PUEBLO – LA ACCIÓN TERRENAL Y LA INTENCIÓN CELESTIAL

Parashá MATOT - MAS'EI

Moshé había enfrentado numerosas rebeliones durante sus cuarenta años de liderazgo. El pueblo se había quejado por la falta de comida, agua y carne. En una ocasión se escuchó el murmullo del descontento, sin que se alegara alguna razón específica para ello. Era una reacción a la monotonía del desierto por un lado, y por otro lado, estaban los peligros que los acechaban a diario.

Obligados a enfrentar los reinos que no les permitieron el paso a través de sus tierras, tam- bién tuvieron que responder al reto de Bileam, el profeta gentil que, de acuerdo con el consejo que de los ancianos de Midyán, había sido contratado por Balak, rey de Moav. Según el comentario de Rashí, los dos pueblos eran adver- sarios, pero al hallarse ante un enemigo común, unieron esfuerzos para vencer el reto que significó la presencia del pueblo hebreo en la región.

Moshé respondió con energía y decisión para enfrentar al enemigo. Cuando la falta se debía a la debilidad espiritual del pueblo hebreo, su respuesta se traducía en una admonición y una advertencia, al mismo tiempo que defendía la integridad física del pueblo ante Dios para no permitir su destrucción por causa de la desobediencia.

Moshé, el líder que supuestamente era muy estricto y severo, siempre fue fiel a su pueblo de manera afectiva y emocional.

En los capítulos de nuestra lectura, Moshé tiene que contender con una situación novedosa. Las tribus de Reuvén y Gad, a las cuales se unió la mitad de la tribu de Menashé, decidieron permanecer en la orilla oriental del Yardén para establecer allí su campamento de residencia.

Construyeron establos para sus animales y casas para sus mujeres e hijos. Afirmaron que estaban dispuestos a acompañar a sus otros hermanos en la conquista de las tierras ubicadas en la otra orilla del Yardén, para volver a
reunirse con sus familias en el lado oriental del río.

Los exegetas toman nota del hecho de que construyeron primero los establos para los animales, anteponiendo de
esta manera la seguridad económica al bienestar familiar.

Obvia- mente, fueron cautivados por aquellas tierras que prometían un futuro material de abundancia, y su primera considera- ción fue canjear un desierto improductivo por un área don- de visualizaron la construcción de un
entorno estable y prometedor.

No estamos frente a una rebelión contra el mensaje divino que había sido pronunciado en el monte Sinaí. Las tribus
declaran su disposición de regir sus vidas de acuerdo con el pacto que los patriarcas habían establecido con Dios y, en conformidad con la Torá que había sido transmitida y enseñada por Moshé. Se trata de una secesión de carácter nacional, porque desean establecer un hogar aparte de las otras tribus. El lazo histórico de una experiencia común de esclavitud y sufrimiento sería suplantado por el interés tribal y las necesidades personales.

 

Parashá Mas-ei

En la víspera de la conquista de la Tierra Prometida, los diri- gentes de las dos tribus, Reuvén y Gad, y de la mitad de otra adicional, Menashé, se acercaron a Moshé para solicitar se les permitiera permanecer en el lugar sin tener que cruzar el río Yardén. El argumento para la petición se basó en el hecho de que había abundante pasto en la región que proveería alimento para su ganado y por ello estaban dispuestos a permanecer allí. Después de una reflexión, Moshé respondió que no era correcto que estas tribus abandonaran al res- to del pueblo en esa hora crucial. Lo propio sería luchar por la conquista de la Tierra Prometida y luego retornar a ese lugar para asentarse sobre esas tierras. Las tribus construyeron casas provisorias para sus mujeres y niños, así como establos para su ganado y decidieron acompañar al resto de las filas del pueblo para cruzar el Yardén.

De alguna manera este episodio trae a memoria el momento de unas décadas atrás, cuando los exploradores regresaron de espiar la tierra y entregaron un informe negativo acerca del posible éxito de una conquista. El resultado fue que el pueblo no entró a la Tierra Prometida, porque de acuerdo con el informe, cualquier intento de conquista estaba destinado al fracaso. Está claro que un elemento indis- pensable para el éxito es la confianza, y el informe de estos espías desterró este sentimiento. Es posible que el castigo de Moshé, que consistió en prohibirle que concluyera su mi- sión con la conquista de Érets Israel, fuera una consecuencia del episodio de los Meraglim, aquellos exploradores que in formaron que la tierra estaba habitada por gigantes y que sus ciudades eran inconquistables debido a sus fortificaciones.

Tal vez la osadía de las tribus de Reuvén, Gad y Menashé fue una consecuencia del castigo que recibió Moshé.

Sabiendo que Moshé no entraría a la tierra, ¿cómo podría oponerse a que ellos tampoco lo hicieran? Además, con su presencia en la orilla oriental del Yardén, estarían ampliando la extensión de la Tierra Prometida.

Consideraron que estaban actuando acordes con la promesa Divina y serían los primeros en poblar esa tierra.

Tal vez el mayor yerro de estas tribus que querían permanecer en la orilla oriental del Yardén fue que se preocuparon primero por las necesidades de su ganado, tal como lo hizo Lot, sobrino del patriarca Avraham, cuando escogió el valle fértil de Israel, no obstante la conducta inmoral reinante entre los habitantes de la región. Los Jajamim apun- taron hacia este hecho, al señalar que el texto bíblico testimonia que primero construyeron corrales para el ganado antes de ocuparse de erigir casas para las mujeres y niños que dejarían detrás.

Desde un prisma humano, la intención es secundaria a la acción. Le importa probablemente poco al pobre, por ejemplo, saber cuál es la intención del donante, si éste anda tras el reconocimiento de la sociedad o actúa movido por la consideración de que es importante ayudar al pobre. Lo que es fundamental es la acción: la ayuda efectiva a quien la necesita en el momento. En muchísimas edificaciones en las grandes ciudades queda plasmado el nombre del donante.

Los hospitales nunca podrían haberse desarrollado y ampliado sin la generosidad de algunos filántropos. Sin embargo, para los enfermos que se benefician de estas instalaciones, el nombre de la institución en nada afecta la efectividad de
los servicios de salud que allí se dispensan.

En cambio, desde un prisma espiritual, desde el punto de vista Divino, la intención puede ser más importante que la acción. Rajmaná libá bái, la Torá desea la buena voluntad, valora la intención representada por la bondad del corazón.

Mientras que en el mundo de los hombres y las mujeres prevalece la acción, en el ámbito espiritual, la Kavaná, la inten- ción pura y desinteresada es el barómetro que mejor evalúa el mérito.

UN PACTO DE SHALOM

Parashá Pinjas

Pinjás es una figura enigmática porque, de acuerdo a su estirpe, debía haber sido un hombre de paz y conciliación. No actuó como Aharón, el KohénGadol, no obstante que era su nieto. La Torá relata que durante el episodio del Éguel Hazahav, el gran conciliador fue Aharón. Participó o al menos consintió la construcción de un becerro de oro como sustituto de Moshé que tardaba en descender del monte Sinaí, permitiendo de esta manera que circulara el rumor de que había fallecido. Para tranquilizar las emociones del pueblo que recién había salido de la esclavitud, Aharón estuvo dispuesto a comprometer el ideal básico del monoteísmo para evitar la discordia y mantener la paz.´

Nuestros capítulos relatan un episodio en el que la autoridad de Moshé fue retada por Zimrí, hijo del jefe de la tribu de Shimón, quien se presentó con una midyanita llamada Kozbí, desobedeciendo el mandato formal de separarse de estas mujeres. En ese momento, cuando el pueblo esperaba la respuesta a la osadía de Zimrí, con la posible consecuencia de la humillación de Moshé, Pinjás atravesó con una lanza tanto a Zimrí como a Kozbí. Debido a la acción de Pinjás, cesó la plaga que estaba diezmando al pueblo por su desobediencia con respecto al asunto de las mujeres midyanitas.

La ambivalencia de los sabios del Talmud es clara. Por un lado está la admiración por la valentía de Pinjás, pero al mismo tiempo estaban concientes del precedente que ello implica: el individuo no debe actuar sin la autoridad para hacerlo. La sociedad no puede permitir que el individuo asuma el rol de juez y verdugo, sin un juicio previo.

Por lo antedicho, Dios ofrece a Pinjás, tal vez, su Pacto de Shalom, un pacto de amistad, porque cuando se desea influenciar –y posiblemente modificar– la conducta del individuo, es necesario acercarlo y demostrarle amistad.

Más aún, algunos exegetas opinan que Pinjás no había sido incluido en la casta sacerdotal porque había nacido antes que su abuelo Aharón fuese consagrado como Kohén, y en reconocimiento a su acción es designado Kohén al igual que su futura descendencia.

¿Cómo se puede armonizar la conducta beligerante de Pinjás con su condición de Kohén, cuya característica fundamental es la paz que debe diferenciar a los descendientes de Aharón? Tal vez Pinjás trae la paz entre el pueblo y Dios.

Con su acción decisiva, Pinjás pone punto final a las orgías con las mujeres midyanitas, conducta que amenazaba con desviar al pueblo de su recientemente adquirido compromiso con el monoteísmo.

Desde cierta óptica, la sociedad no puede permitir que el individuo tome la ley en sus propias manos, de acuerdo al dictamen talmúdico: “lo avid inish dinei leatsmó”. Pero al mismo tiempo, la persona no puede depender totalmente de otros: hay situaciones que exigen una respuesta inmediata, especialmente de los que tienen un fuerte anclaje en la ética y la moralidad.

De acuerdo con el Talmud, Pinjás hu Eliyahu, Pinjás es el mismo profeta Eliyahu que anunciará el arribo del Mashíaj, el redentor del pueblo judío. La correspondencia de Pinjás con el Mashíaj implica que el hombre tiene que ser un activista para la concreción del proceso mesiánico. Por un lado está la intervención Divina al enviar a su emisario, el Mashíaj. Pero de manera simultánea, el hombre tiene que propiciar su venida. ¿Cómo puede hacerlo? Reaccionando con vigor frente a las violaciones, especialmente aquellas que comprometen la esencia del judaísmo, su fe en un solo Dios Creador del Universo.

El Pacto que Dios ofreció a Pinjás incluye la palabra Shalom, que es uno de los Nombres de Dios. Por ello, se trata de una relación permanente, porque Dios es eterno.

Quienes exponen sus vidas por defender el ideal de la fe, por su arrojo y valentía adquieren un lugar en el mundo de la eternidad. Quien lucha por la verdad y la justicia se impone, porque sus acciones conducen al Shalom: la paz.