LAS ENSEÑANZAS DEL SHEMÁ

Parashá ÉKEV

En reconocimiento por el cumplimiento de las Mitsvot, Dios promete consumar el pacto que estableció con el pueblo hebreo en el monte Sinai y continuar obrando con jésed (misericordia). En el Moré Nevujim, Rambam observa que ya había explicado en su comentario sobre Avot que jésed quiere decir exceso, pero generalmente se refiere al exceso en beneficencia.

La beneficencia tiene dos aspectos según Rambam: el primero es la práctica de la beneficencia con el individuo que no tiene derecho a reclamar tal acción; el segundo se refiere obrar con beneficencia más allá de lo que el individuo merece. Generalmente, los Neviim utilizan el término jésed en el primer sentido: obrar con beneficencia con aquellos que no tienen mérito alguno para ello. Por ello, cuando el texto sagrado anuncia: “El mundo está construido sobre jésed”, o tal vez, “El proceso de la construcción del mundo se realiza a través de jésed”, se refiere efectivamente a la ilimitada generosidad del Creador.

Por ello, tal vez, el jasid, el individuo que según Rambam integra en su persona tanto el cumplimiento de las Mitsvot como el estudio de la filosofía y la metafísica, se comporta de la misma manera: ofrece beneficios al prójimo con quien no tiene compromiso alguno. El Jasid observa las Mitsvot sin anticipar recompensa alguna, y está dispuesto a beneficiar a sus congéneres sin esperar un comportamiento similar a cambio.

Nuestros capítulos continúan afirmando, Vaahevejá, “Dios te amará”. Mientras que el párrafo Shemá Israel de la Parashá Vaetjanán exhorta Veahavtá et HaShem, “y amarás a Dios”, nuestro texto destaca que Dios también es la fuente del amor por el ser humano.

Como resultado del cumplimiento de las Mitsvot se concretará Uverajejá, “Dios te bendecirá”. ¿Con qué? Los próximos versículos explican que la bendición consistirá en la descendencia. Tal vez anunciando el remedio para una de las mayores preocupaciones de la generación presente que es la continuidad, Dios promete que a través de la observancia de las Mitsvot se generarán nuevas generaciones, se asegurará la descendencia y, en consecuencia, se establecerá la continuidad.

El texto de Shelaj en el libro de Bemidbar, que se refiere a la obligación de colocar Tsitsit en las esquinas de las vestimentas y que forma parte del recitado diario de Shemá Israel, ofrece –según el Talmud– un recetario para el cumplimiento de las Mitsvot, tema de nuestros capítulos. Ureitem otó uzerjartem, “Ver (los Tsitsit) conduce a recordar, y recordar conduce a observar”. Y observar es la vía para Vihyitem Kedoshim, “alcanzar la santidad”.

Nuestro texto contiene el segundo capítulo de Shemá Israel: “Vehayá im Shamóa”, que promete la recompensa por la observancia y el castigo por la desobediencia. (Tal vez una de las razones por las cuales los jajamim ordenaron la recitación de Shemá Israel dos veces al día, se deba también al hecho de que en estos párrafos está incluida la obligación de enseñar a los hijos el uso de los tefilín sobre el brazo y la cabeza, y la colocación de la mezuzá sobre el dintel de las puertas).

Según Rambam, los tres párrafos que componen Shemá Israel sugieren tres etapas en el proceso de aceptar la soberanía del Creador. En el primer párrafo se nos encomienda amar a Dios, como una expresión de jésed, sin motivo ulterior alguno. El segundo párrafo anuncia la recompensa y el castigo, y el Talmud enseña que Mitoj sheló lishmá, ba lishmá, con la acción continua, aunque interesada, se produce finalmente la acción desinteresada y altruista. Porque según la visión de Rambam sobre el jasid, para este individuo que alcanza un alto nivel espiritual, el cumplimiento de las Mitsvot no obedece ni al castigo ni a la recompensa, sino al amor gratuito y espléndido por Dios.

El tercer capitulo del Shemá que hace referencia a los Tsitsit, vestir el talit con sus Tsitsit es una acción comparable con el agujero que se hace al esclavo que desea permanecer por siempre en la esclavitud. En el presente caso, portar una vestimenta con los Tsitsit es una manifestación externa, un recordatorio de la obligación de permanecer siempre dispuesto al servicio de Dios.

LAS ENSEÑANZAS DEL SHEMÁ

Parashá ÉKEV

En reconocimiento por el cumplimiento de las Mitsvot, Dios promete consumar el pacto que estableció con el pueblo hebreo en el monte Sinai y continuar obrando con jésed (misericordia). En el Moré Nevujim, Rambam observa que ya había explicado en su comentario sobre Avot que jésed quiere decir exceso, pero generalmente se refiere al exceso en beneficencia.

La beneficencia tiene dos aspectos según Rambam: el primero es la práctica de la beneficencia con el individuo que no tiene derecho a reclamar tal acción; el segundo se refiere obrar con beneficencia más allá de lo que el individuo merece. Generalmente, los Neviim utilizan el término jésed en el primer sentido: obrar con beneficencia con aquellos que no tienen mérito alguno para ello. Por ello, cuando el texto sagrado anuncia: “El mundo está construido sobre jésed”, o tal vez, “El proceso de la construcción del mundo se realiza a través de jésed”, se refiere efectivamente a la ilimitada generosidad del Creador.

Por ello, tal vez, el jasid, el individuo que según Rambam integra en su persona tanto el cumplimiento de las Mitsvot como el estudio de la filosofía y la metafísica, se comporta de la misma manera: ofrece beneficios al prójimo con quien no tiene compromiso alguno. El Jasid observa las Mitsvot sin anticipar recompensa alguna, y está dispuesto a beneficiar a sus congéneres sin esperar un comportamiento similar a cambio.

Nuestros capítulos continúan afirmando, Vaahevejá, “Dios te amará”. Mientras que el párrafo Shemá Israel de la Parashá Vaetjanán exhorta Veahavtá et HaShem, “y amarás a Dios”, nuestro texto destaca que Dios también es la fuente del amor por el ser humano.

Como resultado del cumplimiento de las Mitsvot se concretará Uverajejá, “Dios te bendecirá”. ¿Con qué? Los próximos versículos explican que la bendición consistirá en la descendencia. Tal vez anunciando el remedio para una de las mayores preocupaciones de la generación presente que es la continuidad, Dios promete que a través de la observancia de las Mitsvot se generarán nuevas generaciones, se asegurará la descendencia y, en consecuencia, se establecerá la continuidad.

El texto de Shelaj en el libro de Bemidbar, que se refiere a la obligación de colocar Tsitsit en las esquinas de las vestimentas y que forma parte del recitado diario de Shemá Israel, ofrece –según el Talmud– un recetario para el cumplimiento de las Mitsvot, tema de nuestros capítulos. Ureitem otó uzerjartem, “Ver (los Tsitsit) conduce a recordar, y recordar conduce a observar”. Y observar es la vía para Vihyitem Kedoshim, “alcanzar la santidad”.

Nuestro texto contiene el segundo capítulo de Shemá Israel: “Vehayá im Shamóa”, que promete la recompensa por la observancia y el castigo por la desobediencia. (Tal vez una de las razones por las cuales los jajamim ordenaron la recitación de Shemá Israel dos veces al día, se deba también al hecho de que en estos párrafos está incluida la obligación de enseñar a los hijos el uso de los tefilín sobre el brazo y la cabeza, y la colocación de la mezuzá sobre el dintel de las puertas).

Según Rambam, los tres párrafos que componen Shemá Israel sugieren tres etapas en el proceso de aceptar la soberanía del Creador. En el primer párrafo se nos encomienda amar a Dios, como una expresión de jésed, sin motivo ulterior alguno. El segundo párrafo anuncia la recompensa y el castigo, y el Talmud enseña que Mitoj sheló lishmá, ba lishmá, con la acción continua, aunque interesada, se produce finalmente la acción desinteresada y altruista. Porque según la visión de Rambam sobre el jasid, para este individuo que alcanza un alto nivel espiritual, el cumplimiento de las Mitsvot no obedece ni al castigo ni a la recompensa, sino al amor gratuito y espléndido por Dios.

El tercer capitulo del Shemá que hace referencia a los Tsitsit, vestir el talit con sus Tsitsit es una acción comparable con el agujero que se hace al esclavo que desea permanecer por siempre en la esclavitud. En el presente caso, portar una vestimenta con los Tsitsit es una manifestación externa, un recordatorio de la obligación de permanecer siempre dispuesto al servicio de Dios.

LA PALABRA Y EL ESTUDIO

Parashá VAETJANÁN

La característica que coloca al ser humano por encima del mundo animal es su facultad de expresión, de tal manera que el manejo de la palabra, con la consecuente y constante producción de ideas, es lo que distingue al hombre. En efecto, en Bereshit leemos que Dios hizo el Universo con la palabra. Vayómer Elokim yehí or, “y Dios dijo que se haga la luz”, y con el uso de la palabra Dios iluminó el mundo.

Nuestros capítulos contienen los Diez Mandamientos que en el lenguaje bíblico se denominan Aséret Hadevarim,  “las Diez Expresiones”. Asimismo está incluido el primer párrafo de Shemá Israel que exhorta Vehayú hadevarim haele, “y serán estas cosas que Yo (Dios) te encomiendo” y nuevamente tropezamos con la raíz ‘dvr’ que quiere decir hablar, la utilización de la palabra. Efectivamente, a través de la palabra se transmiten las ideas y los ideales a las futuras generaciones. Tal como reza nuestro texto: Veshinantam levaneja, “y enseñarás a tus hijos”, Vedibartá bam, “y les hablarás”; incluso beshojbejá, “cuando te acuestas”, uvekumeja, “y cuando te levantas”. Estas dos últimas instrucciones sirven de fundamento para concluir que Shemá debe ser recitado en la noche, antes de acostarse, y en las mañanas, al levantarse del lecho.

Dado que la palabra es clave para el judaísmo, causa asombro que el texto bíblico no incluya un instructivo directo referente a Talmud Torá, el estudio y la repetición de los diferentes instructivos contenidos en la Torá. De acuerdo a Rambam, la Mitsvá esencial es la instrucción de los hijos, y para cumplir con este mandato el padre se ve obligado a estudiar.

Rambam también cita otro versículo de nuestro texto que reza: Ulemadetem otam ushemartem laasotam, “Y los estudiarán y con diligencia los cumplirán”, palabras que ilustran que es necesario el estudio previo para el cumplimiento de las Mitsvot. Este texto implica que quien no ha sido educado por sus padres, tiene la obligación personal de estudiar, ya que el cumplimiento de las Mitsvot –que es independiente de si recibió o no recibió educación alguna del padre– exige saber cómo, de qué manera y bajo cuál cir- cunstancia éstas se deben observar.

Rambam explica que el estudio es independiente de la riqueza o pobreza del individuo. Tanto jóvenes como adul- tos, todos deben dedicar el tiempo necesario para el estudio.

El Talmud trae las palabras de Rabí Safrá, quien explicó el instructivo Veshinantam, sugiriendo que debería leerse Veshilashtem. (Es una especie de juego de palabras, porque Veshinantam está relacionado con la palabra shenáyim, dos; y Veshilashtam hace referencia a shalosh, tres). Veshilashtem implica, de acuerdo con Rabí Safrá, que el individuo debe- ría dividir su tiempo de estudio en tres partes: Torá, Mishná y Guemará.

De acuerdo con lo antedicho, la persona debería dedicar todo su tiempo libre al estudio de los textos sagrados y sus explicaciones contenidas en la Ley Oral. ¿Acaso se puede entonces estudiar filosofía y matemáticas, por ejemplo? ¿Puede considerarse el estudio de las materias laicas como un desacato del instructivo de Talmud Torá? Hay muchos que así opinan y por ello no permiten que sus hijos o discípulos estudien en las universidades.

En el Moré Nevujim, Rambam cuestiona cuál fue la Torá que se estudió en las academias de Shem y Éver antes que ésta fuese otorgada en el Sinaí. Rambam concluye que el conocimiento de la moralidad y la ética también puede ser independiente de la Torá. El mundo gentil también puede acceder a un conjunto de normas de conducta, y por ello se puede concluir que hay sabiduría fuera de la Torá. Sin embargo, la Torá fue entregada a la Humanidad porque el ser humano, por sí solo no puede elaborar reglas perfectas, la perfección es un atributo de Dios.

Mi maestro Soloveitchik cuestiona por qué el texto que directamente ordena el estudio de la Torá, Vehaguita ba yomam valaila, “y reflexionarás sobre ella día y noche” no se encuentra en el texto de la Torá sino en el Séfer Yehoshua. La respuesta es que durante la vida de Moshé, el pueblo judío no sintió la necesidad del estudio, porque cualquier duda podía ser explicada por el gran líder. Pero después de su fallecimiento, el pueblo quedó enlutado tanto de liderazgo como de sabiduría. Se hizo indispensable que cada individuo estudiara a profundidad, porque ya no había a quién plantearle las dificultades de un texto o de una situación, las explicaciones tenían que ser el resultado del estudio y la investigación.

EL LIDERAZGO Y LA SOCIEDAD

Parashá Devarim

El libro Devarim es conocido como Deuteronomio, que quiere decir “segunda ley”, porque muchos de los instructivos que allí encontramos habían sido ordenados con anterioridad. Se debe destacar, sin embargo, que también hay normas que no aparecen en ningún otro texto bíblico. Además, Devarim recoge las últimas intervenciones en las cuales Moshé pronuncia una serie de admoniciones y reclamos al pueblo hebreo.

Como ya se apuntó, la travesía de los cuarenta años por el desierto exacerbó los ánimos y produjo el nerviosismo y el clamor del pueblo cuando tenía que enfrentar las constantes dificultades, principalmente, la falta de agua y alimentación.

Itamar Wahrhaftig, hijo del finado ex Ministro de Israel y director de la Junta de Gobernadores de la Universidad Bar Ilan, Zorach Wahrhaftig, se interesó por la relación pueblo-líder, según se desprende del texto bíblico. El nombramiento de los jueces, por ejemplo, se debió al consejo de Yitró, suegro de Moshé. Aparentemente, el pueblo estuvo de acuerdo con la selección y por ello estaba obligado a cumplir sus fallos. Aunque la iniciativa provino de Yitró, el pueblo dio su consentimiento y, por ello, no podía señalar a Yitró como responsable de cualquier error de la corte.

Moshé reprochó al pueblo por su conducta en el episodio de los Meraglim, los doce espías que fueron enviados a investigar la viabilidad de la conquista de la Tierra Prometida. El reporte de la mayoría de los espías concluyó con una apreciación negativa acerca de las posibilidades de adquirir esas tierras. Sostuvieron que no era posible derrotar a los gigantes que habitaban allí, en ciudades fortificadas. No obstante la opinión de estos diez emisarios, el pueblo podía haber retado la conclusión derrotista que produjo el desánimo. Si bien era verdad que tendrían que librar batallas riesgosas y difíciles, ¿dónde estaba su fe en el Dios que había prometido a los patriarcas que sus descendientes heredarían esas tierras?

La idea es que el pueblo no podía señalar a sus líderes como responsables por sus derrotas y errores; ya que no estaban obligados a seguir las indicaciones de sus jefes, podían haber optado por actuar de una manera diferente.

La yuxtaposición de la selección de los jueces con el episodio de los espías sirve para destacar la parcialidad de los hebreos que se acogieron al informe de los diez que conformaron la mayoría. Porque así como un juez tiene que escuchar a ambas partes antes de emitir un juicio, los hebreos podían haber sopesado no sólo el informe de la mayoría. Con igual interés debieron haber escuchado el informe disímil de la minoría de dos: Calev, hijo de Yefuné, y Yeshoshua, hijo de Nun.

Más aún, cuando Yitró sugirió la selección de un grupo de notables para asistir a Moshé, argumentó que no era correcto que el pueblo permaneciera de pie para escuchar algún veredicto de Moshé. Se podía incrementar el número de personas capacitadas para responder a las diversas interrogantes, a sabiendas de que existía el recurso final: recurrir ante Moshé en situaciones de gran dificultad. ¿Acaso la conquista de la Tierra Prometida no ameritaba una consulta directa a Moshé, especialmente después de haber escuchado dos informes contradictorios? ¿Por qué no lo hicieron? Es posible que la mayoría del pueblo sintiera alivio al escuchar que la conquista no era viable y por ello se conformó con el informe de la mayoría. Batallar no era una opción preferida.

Podríamos concluir esta breve reflexión acerca de la relación del liderazgo con el colectivo sugiriendo que la gente usualmente está dispuesta a acatar las normas con las cuales se puede identificar, o que confirma los juicios que se han emitido con anterioridad. Incluso, el silencio ante una situación puede ser interpretado como una manifestación de aceptación o consentimiento. La rebeldía legítima ocurre cuando el liderazgo se desvía de las metas que le fueron encomendadas e intenta conducir al pueblo a un destino que no ha sido identificado anteriormente con precisión.

SANTIDAD DE LA VIDA HUMANA – NADA JUSTIFICA MATAR

Parashá Matot- Mase'i

Nos acercamos a los últimos capítulos de Bemidbar, próximos a la conquista de la Tierra Prometida después de los 40 años que demoró la travesía por el desierto, debido al pecado de los jefes de las tribus que dieron un informe negativo a su regreso de la exploración de esta tierra. El próximo y último libro, Devarim, contiene las exhortaciones de Moshé, el recuento de lo ocurrido en ese período de 40 años, además del repaso de numerosas leyes y nuevas mitsvot.

Moshé sabe que no conducirá la conquista de la tierra, por lo tanto, utiliza estos días para alertar acerca de cuáles son las normas que deberán regir el comportamiento del pueblo hebreo para que pueda tener éxito en la conquista. El instructivo que impera es la destrucción de cualquier vestigio de idolatría, porque el propósito de la conquista es afianzar la noción del monoteísmo sin la interferencia y la seducción de otros cultos.

Al mismo tiempo se describen los límites de la Tierra Prometida y cómo deberá ser dividida entre las doce tribus, ya que la tribu de Leví se dedicará al culto en el Beit HaMikdash que será construido. Esta tribu tendrá que ocuparse de la educación de las nuevas generaciones y dedicará seis de sus ciudades para que puedan servir de refugio para el Shogueg, el que mata a otra persona sin intención de hacerlo.

De acuerdo con Rambán, la razón de incluir la ley de las Arei Miklat, las ciudades de refugio, se debe a la importancia que la Torá da a la vida, especialmente en la Tierra Prometida, la tierra de Israel. Aunque meló jol haárets kevodó, “Dios se encuentra en todos los rincones del mundo”, su hábitat preferido es la tierra de Israel. Si el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, cada asesinato es un atentado contra Dios. Un sistema ético es viable solamente si incluye el respeto por la vida humana.

Más aún, el asesinato atenta contra la relación de Dios con la tierra de Israel, una tierra que aborrece la idolatría y el comportamiento inmoral, específicamente en el ámbito sexual. ¿Por qué decidió Dios que solamente el pueblo hebreo podía poblar la tierra de Israel? La Torá explica que esta tierra no toleró a sus habitantes originales por su comportamiento obsceno en los ámbitos antes mencionados. Y dado que Dios creó el universo, tenía la potestad de asignar cualquier territorio de acuerdo con su decisión. Así lo afirma Rashí en uno de sus primeros comentarios en Bereshit.

El primer gran pecado del hombre después de su expulsión del Gan Eden es el asesinato que perpetra Kayin contra su hermano Hével. Aparentemente es el mayor crimen que el ser humano puede cometer. Por lo tanto, los últimos capítulos de Bemidbar advierten contra este flagelo y se instrumenta la ciudad de refugio para diferenciar entre la persona que asesina con toda intención y quien lo hace por descuido. Porque existe una relación íntima entre la tierra de Israel y el comportamiento de quienes la habitan. Esa tierra no tolera la idolatría ni la inmoralidad sexual y es celosa en cuanto a la salvaguarda de la propiedad del individuo.

La santidad de la vida tenía que ser destacada, debido a la guerra de la conquista que el pueblo iniciaría próximamente y que obligaría al derramamiento de sangre. Tal vez la Torá quería advertir que esa sería una guerra singular, Miljémet jová, obligatoria para ese momento de la historia del pueblo y que no debía servir de ejemplo para su comporta- miento futuro.

En el mundo contemporáneo, la Primer Ministro Golda Meir expresó esta idea cuando lamentó que las guerras contra sus enemigos hubieran obligado a los jóvenes israelíes a enarbolar las armas, a matar para defenderse. Porque la función de la tierra de Israel es fomentar el entendimiento y la paz. Ese es el significado del nombre de la ciudad sagrada de Yerushaláyim: ciudad de la paz.

MASE’I

NADA JUSTIFICA MATAR

El establecimiento de seis ciudades de refugio que los hebreos tenían que apartar para quienes mataban a una persona sin intención de hacerlo es uno de los temas de nuestros capítulos. La Torá ordena que, en el caso de shogueg, el crimen cometido sin intención de perpetrarlo, el asesino tenga la oportunidad de refugiarse en una de las arei miklat, ciudades que habían sido designadas para servir como protección del goel hadam, el miembro de la familia del muerto que podía vengar la sangre derramada. Hay quienes indican que en cada familia se designaba a un goel hadam, el individuo que tenía la tarea de velar por la integridad del grupo y cuya responsabilidad era ajusticiar a aquellos que cometían un crimen contra su familia. Está claro que el goel hadam no podía ser enjuiciado por saldar sus cuentas con el asesino: siempre tenía el derecho de vengar la muerte del familiar, a menos que el asesino buscara refugio en una de las arei miklat. Las ciudades pertenecientes a la tribu de Leví, tribu que no había participado en la repartición de la Tierra Prometida, también podían servir como refugio.

Se puede deducir que el asesinato es un crimen no sola- mente contra el muerto; también es una infracción contra su familia. Más aún, la Torá incluye a la tierra como parte agredida: “No profanaréis la tierra donde estéis, porque la sangre humana profana la tierra. No se puede hacer expiación por la tierra, debido a la sangre que fue derramada en ella, sino por medio de la sangre del que la derramó”. Si tomamos en cuenta que el primer hombre, Adam, fue confeccionado con el polvo de la tierra, se puede comprender que la tierra considere que ha sido violada cada vez que un ser humano es asesinado. Por ello exige el saldo de cuentas: la sangre del asesino.

Después del primer asesinato, la muerte de Hével, el asesino, su hermano Cayin, es expulsado del lugar que ocupaba. Su castigo consistió en convertirse en un ser errante, porque ningún lugar terrenal quiso darle albergue: había desairado y violado la tierra con la sangre de su hermano. Podríamos agregar un evidente elemento adicional: el Creador. Cuando Dios hizo a Adam le insufló su “aire”, su espíritu. Si tomamos en cuenta el dictamen del Talmud, el cual reza que Dios se comunica a través de la Torá con el lenguaje del ser humano, observamos que el soplo divino implica que Dios creó al hombre con un elemento de su fuero interno; porque el aire que se sopla proviene de las entrañas. De tal modo que Adam fue creado con un ingrediente que proviene de las “profundidades” de Dios. Al asesinar a una persona también se elimina una fracción del “aire” original que proviene del Creador.

Las arei miklat constituyen una concesión a la debilidad humana, al probable descuido e insensibilidad frente a los derechos del prójimo. Aunque estas ciudades ofrecían refugio, también eran cárceles, dado que el goel hadam siempre acechaba.

¿Hasta cuándo debe permanecer el culpable en el refugio? La Torá sentencia: hasta la muerte del Kohén Gadol. ¿Cuál es la relación entre el kohén y la muerte de una persona? Desde cierta óptica, el kohén es el personero responsable por la armonía en la sociedad: sus enseñanzas deben conducir a la convivencia y el shalom. De acuerdo con el rabino Soloveitchik, la muerte del Kohén Gadol producía un período de introspección y teshuvá en la comunidad, de acercamiento entre la gente e indulgencia por la injuria, hecho que a su vez, atenuaba el espíritu de agresión del goel hadam, que cesaría de perseguir a quien había asesinado a su familiar beshogueg.

ALBACEA DE MOISÉS

Parashá Pinjás

Según la Mishná, una de las características fundamentales de los kohanim, los sacerdotes, es su insistente dedicación al shalom: la paz. La bendición que los kohanim repetían en el Beit HaMikdash, “Dios te bendiga y conserve”, termina invocando que el Creador otorgue el shalom. Ser discípulo de los kohanim implica ohev shalom verodef shalom, “amar la paz y perseguir la paz”.

Al tomar en cuenta que los kohanim eran descendientes de la tribu de Leví, notamos que los antecedentes de este hijo de Aharón son incongruentes con la característica del shalom. Leví, junto con su hermano Shimón, matan a todos los varones de la ciudad de Shejem debido a la violación de su hermana Diná.

Cuando los hebreos fabrican el éguel hazahav (el becerro de oro), Moshé hace el llamado: Mi LaShem elai (“Quienes estén con Dios, vengan a mi lado”), y la tribu de Leví responde afirmativamente y, espada en mano, mata a alrededor de tres mil individuos que habían danzado frenéticamente alrededor de este becerro.

El héroe de la lectura semanal, Pinjás, demuestra su fidelidad a Moshé al matar a Zimrí ben Salú, un príncipe de la tribu de Reuvén, que trajo a su mujer gentil delante de Moshé, en un acto de desafío y reto a su liderazgo. El arrojo de Zimrí estaba sustentado en el hecho de que Tsiporá, la mujer de Moshé, tampoco había nacido judía. La intervención de Pinjás seguramente fue apreciada por Moshé, pero de cualquier manera había sido un acto de violencia.

El profesor Ephraim Yitzchaki señala que los episodios mencionados incluyen el conflicto y la agresión protagonizados por los miembros de una tribu de cuya estirpe deben provenir los kohanim, los prototipos de quienes representan la paz. El hecho de que la tribu de Leví no haya recibido una porción en la repartición de la Tierra Prometida puede ser interpretado como un castigo por su comportamiento belicoso. En efecto, la halajá ordena que el kohén que asesine a otra persona, incluso por accidente, no puede “levantar las manos para bendecir al pueblo”. Está claro que el kohén no puede estar involucrado con la muerte. Al contrario de la usanza egipcia, en la que los sacerdotes eran los guardianes de los secretos de la muerte y del proceso de embalsamar a los cadáveres, el kohén tenía que separarse totalmente en el caso de la muerte de un individuo. En el caso del Kohén Gadol, éste no podía participar en el entierro de sus propios padres. Por haber enarbolado la espada, el rey David no recibió el consentimiento divino para la construcción del Beit HaMikdash. Está claro que el comportamiento de Aharón y sus descendientes era objeto de escrutinio y crítica. ¿Acaso Kóraj, el primo hermano de Aharón, no había retado su liderazgo? De acuerdo con Yitzchaki, los casos de Shimón y Leví son diferentes. Mientras Shimón reacciona por la violación de su hermana Diná, Leví también desenvaina la espada para defender el honor de Moshé y de Dios: cuando peligra la estabilidad política del pueblo o se pone en entredicho su “pacto” con el Creador. En nuestro texto semanal, Pinjás, descendiente de Leví, arremete mortalmente contra un miembro de la tribu de Shimón, su aliado tradicional, porque en esa ocasión se estaba retando el liderazgo de Moshé, hecho que podía ocasionar la inestabilidad política del pueblo.

La paz representada por el kohén tenía su equivalencia en la estabilidad y la armonía, cualidades indispensables para el auténtico shalom, voto con el cual concluía la bendición del pueblo hebreo.

EL HOMBRE SE DISTINGUE POR LA PALABRA

Parashá Balak

En el proceso de la Creación, Dios le insufló al hombre un “aire de vida” en sus narices. ¿En qué consistió este “aire”? De acuerdo con la autorizada traducción de Onkelós al arameo, el “aire” en cuestión fue la habilidad del habla. De cierta manera, el uso de la palabra distingue al ser humano por encima del género animal, dando la posibilidad de elaborar modelos intelectuales para la descripción de la naturaleza.

Nuestros capítulos relatan que, en cierta oportunidad, una burra habló. Ocurrió cuando Bileam, el profeta que había aceptado la tarea de maldecir al pueblo judío, se dirigía al encuentro con Balak, rey de Midyán. En el camino, la burra hizo un alto súbitamente porque un ángel de Dios se había colocado en el camino y le impedía continuar. Bileam no percibió la presencia del ángel y concluyó que el animal había entrado en un estado de rebeldía. Bileam golpeó a la burra debido a su negativa de continuar por el camino a Midyán. En aquel momento, dice la Torá, Dios “abrió la boca de la burra”, que alegó que siempre le había sido fiel a Bileam y por lo tanto, no debió haberla castigado.

Esta burra parlante se ha introducido en el folclor como un episodio pintoresco que, sin embargo, ocupa la atención de los exégetas. El Pirkei Avot incluye este evento como una de las diez acciones de Dios en el crepúsculo del último día de la Creación. A primera vista, se podría pensar que había cosas más básicas y trascendentales que podían haber ocupado al Creador en aquel momento crucial. Por ello, tal vez se debe revisar nuevamente este episodio para descubrir cuál es la implicación o la lección que ofrece.

Es posible que los jajamim concluyeran que una burra que habla no constituye un milagro sino una aberración, una falla de diseño de la naturaleza. El gran milagro lo constituye el hecho que todos los burros rebuznan, los caballos relinchan y los perros ladran. Una burra parlante era una monstruosidad y no un fenómeno admirable. Por ello, incluyeron la “boca parlante” de la burra de Bileam en el último momento de la Creación para señalar que este animal no constituía una “falla de fábrica”, sino que desde un principio había sido creada con esta facultad.

Najmánides de Gerona considera que Dios quería aleccionar a Bileam con la “burra parlante”. Solamente Dios podía otorgar la facultad del habla, incluso a una burra. Por lo tanto, Bileam debía obedecer las instrucciones de Dios cuando se valía de la palabra que debía ser utilizada para bendecir y no para maldecir. Efectivamente, Bileam, después de varios intentos de maldecir al pueblo hebreo, concluye que Dios lo había escogido como un profeta para el mundo gentil y, como tal, sólo podía utilizar sus facultades para la construcción y no para la destrucción, para la bendición y no para la maldición.

Maimónides de Córdoba opina que los seres humanos no podemos ver a los ángeles que habitan una dimensión espacial diferente. Por ello, Bileam no se percató de la presencia del ángel, e incluso, el habla de la burra ocurrió en una especie de “visión”, o tal vez se desarrolló en la mente de Bileam. En el marco de una relación cercana y familiar con un animal existe la tendencia de atribuirle características humanas a un burro, por ejemplo. Es de notar que hay quienes le dan nombres de personas a un animal doméstico y muchas veces entablan una conversación, como si el animal respondiera a las interrogantes que se le plantean.

El hecho de que Bileam se inhibiera de maldecir a los hebreos produjo un efecto moralizante. Los habitantes de la región tuvieron que concluir que este pueblo gozaba de una protección divina especial. Su éxodo de la esclavitud egipcia no tenía un propósito parroquial, se trataba de una lección universal: la esclavitud es inmoral, todos los seres humanos tienen derecho a la dignidad que incluye la libertad, en primer plano.

El episodio de la “burra parlante” tenía un objetivo didáctico particular para Bileam: su facilidad de palabra y profecía era un bien que Dios le había otorgado y que, de acuerdo con Su voluntad, podía ofrecer a otros, incluso a un animal.

Las facultades extraordinarias de Bileam podían haber sido utilizadas para fines malévolos. En efecto, existen los desastres en potencia con los cuales la naturaleza intimida constantemente al género humano. Sin embargo, el mayor peligro lo constituye el hombre mismo, quien con astucia y mal utilizada sagacidad puede amenazar la sobrevivencia de la especie. Más aún, el uso perverso de un intelecto desarrollado puede conducir a los mayores desastres.

Nuestros capítulos, enseñan, sin embargo, que la Providencia de Dios se hace presente y se vale incluso de una “burra parlante” para frenar el indebido uso de las facultades que tienen un origen divino, tal como en el caso de Bileam que había recibido de Dios el don de la profecía para el mundo gentil.