Yaacov: el mensaje y la tarea.

TOLDOT - Génesis XXV,19 - XXVIII,9

Nuestras matriarcas tuvieron dificultades en concebir. Quizás, la enseñanza sea que el dar a luz, aunque todos lo consideremos como un proceso muy natural, requiere del cuidado, de la voluntad y de la intervención Divinas. El nacimiento de un ser humano es un hecho trascendental. Yitsjak implora a Dios, y su esposa Rivká concibe mellizos. El primogénito es pelirrojo y velludo y recibe el nombre de Esav. El segundo es llamado Yaacov, porque nace asiéndose del talón de su hermano. Son gemelos, no idénticos. En su vida práctica también son muy diferentes: mientras Esav se desarrolla como un hombre dedicado al campo y a la caza, Yaacov es un joven estudioso y hogareño.

El padre de los mellizos, Yitsjak, aparece como el más tímido de los patriarcas. Su ubicación entre los padres de nuestra tradición es como la del hijo intermedio, entre el primogénito y el menor de todos. Según nuestros jajamim, es enteramente un tsadik, una persona cuya fe es inquebrantable y tiene rasgos de santidad. Según el relato superficial de la Biblia, Yitsjak aparenta adolecer de iniciativa propia. Nunca se aventura fuera de Israel, hecho que  desde otra perspectiva es considerado también muy meritorio. Hasta los pozos de agua que descubre para satisfacer la sed de sus rebaños son los mismos ya conocidos. Yitsjak es un hombre pasivo, que como ya sabemos, demostró su disposición a ser sacrificado, al ofrecer su vida como muestra de su fe incondicional. No es de extrañar, entonces, que Yitsjak tuviese gran admiración por Esav, paradigma de las cualidades de las que él carecía. Esav es el símbolo de la fortaleza física, de la permanente disposición al desafío de las fuerzas de la naturaleza. Esav es hombre del campo y representaba para Yitsjak la realización de una ambición profunda  que nunca pudo materializar por su naturaleza apacible que llegaba a tener destellos de timidez.

La madre Rivká es una persona realista. Reconoce la fortaleza física de Esav, pero está consciente de que únicamente Yaacov tiene la suficiente capacidad para perpetuar los principios éticos y morales que son el fundamento de las nuevas enseñanzas que debían ser transmitidas a las generaciones futuras. Y, cuando llega el momento de señalar al heredero espiritual, Rivká interviene decisivamente, a fin de que ser Yitsjak el elegido.

La definición de los caracteres de los protagonistas es acentuada aún más cuando Esav, al regreso de una jornada de caza en el campo, codicia los alimentos que Yaacov había preparado. Esav está dispuesto a cederle la primogenitura a Yaacov por un pedazo de pan y una sopa de lentejas. “Si de todas maneras voy a morir, ¿para qué necesito la primogenitura?”, exclama Esav. Yaacov le exige un juramento como testimonio del intercambio de los alimentos por el derecho a la primogenitura. ¿En qué consistía aquella primogenitura? Al parecer, en aquellos tiempos, los primogénitos eran los sacerdotes de las familias y Esav no tenía esa vocación. Esav era cazador, de naturaleza inmediatista, requería la pronta satisfacción de sus necesidades. La demora del placer en aras de un futuro mejor no formaba parte de su personalidad. El “continuador” de la fe, la persona que debería enseñar a todo un mundo acerca del Dios único, debía tener visión de futuro. Yaacov demora la satisfacción del hambre momentánea para asegurar el pan de mañana, con todas las implicaciones del alimento, tanto del cuerpo como el del espíritu.

Yitsjak siente que las fuerzas lo abandonan, se está quedando ciego: sus ojos ya no le permiten admirar la naturaleza. Ha llegado el momento de la transmisión del manto del liderazgo. Se le encomienda a Esav cazar un animal para la comida de su padre. Rivká encuentra y aprovecha el momento crucial para asegurar la continuidad del mensaje de Avraham; rápidamente, prepara comida y disfraza a Yaacov con las pieles de un animal sobre los brazos y el cuello, a fin de disimular de esta manera su piel lampiña. Yaacov presenta los alimentos al padre; Yitsjak no oculta sus dudas y la ambigüedad de sentimientos frente al individuo que pretende ser Esav pero que también manifiesta algunas de las características de Yaacov. Dice el padre: Hakol, kol Yaacov, vehayadáyim yedei Esav, que quiere decir: la voz es la voz de Yaacov, pero las manos son las manos de Esav. El drama está por desarrollarse. La comida ha sido preparada con demasiada rapidez. El aroma de la ropa es el del campo y las velludas pieles dan la sensación de los robustos brazos de Esav. Pero la voz, que después de todo es una manifestación mucho más íntima y auténtica de la persona, la voz es la voz de Yaacov. ¿Qué hacer? Tal vez Yitsjak, frente a la duda, debió haber solicitado la ayuda de Rivká para cerciorarse de la identidad de quien iba a ser el recipiente de su última bendición. Es posible que esta simbiosis entre la fortaleza de Esav y la comprensión y la ternura simbolizadas por la voz de Yaacov, fueran la combinación ideal para llevar el mensaje a las futuras generaciones. El anciano padre se arriesga y le ofrece la ansiada bendición a quien tiene delante de él, a Yaacov.

En efecto, nuestro pueblo mantuvo vivo el mensaje de Yaacov durante los casi dos milenios del exilio y, a pesar de esto, fue objeto de persecuciones y vejaciones. La voz de Yaacov por sí sola parece no tener mucha oportunidad en nuestro mundo. Kol dealim guevar, traduce que el más fuerte es el que domina y lo afirma el Talmud. Los líderes espirituales del mundo pronuncian sermones pero los dueños de los secretos del átomo son los que dictan las reglas y los que las hacen cumplir. Se requiere, tal vez, de la combinación equilibrada entre fuerza e ideas, entre el poder y la moralidad, para sobrevivir en nuestro mundo imperfecto. Y éste es uno de los grandes dilemas de Medinat Israel. ¿Seremos como todas las naciones, con la policía y las fuerzas armadas que son instituciones necesarias para mantener el orden público y la seguridad nacional? (Isaac Bashevis Singer, durante una visita a nuestra comunidad, manifestó que el judío no está hecho para ser policía). ¿Se puede considerar, acaso, la posibilidad de Israel como un mercaz rujaní, un centro espiritual, según la concepción de Ajad Haam, una alternativa con probabilidad de sobrevivencia en el entorno árabe que continúa siendo hostil? Posiblemente la respuesta esté en algún punto intermedio. El problema esencial es el de saber percibir los ingredientes y medir correctamente sus porcentajes. ¿Hasta dónde podemos armarnos sin convertirnos en una Esparta? Golda Meir, ilustre Primera Ministra dama del Estado de Israel, comentó que estaba dispuesta a perdonarle todo a los árabes, menos el hecho de que su agresión hubiese obligado a los jóvenes israelís a portar armas y aprender a matar. ¿Cuáles eran los pensamientos y las emociones de los jóvenes que tenían que esquivar las piedras arrojadas por niños y mujeres en Judea, Samaria y Gaza durante el período de la Intifada? ¿Qué siente una madre árabe que envía a su pequeño a apedrear a otros seres, hijos a su vez de otras madres?

El dilema es difícil de resolver, pero al mismo tiempo sería históricamente injustificable bajar la guardia y poner en peligro la existencia de la Mediná. Nuestra generación es privilegiada porque después de dos milenios hemos regresado a la tierra que Dios prometiera a Avraham reiterando la misma promesa a los dos patriarcas siguientes. HaShem oz leamó yitén, HaShem yevarej et amó bashalom, traduce que Dios dará fuerza a Su pueblo, Dios bendecirá a Su pueblo con paz; es la afirmación del salmista. Necesitamos una mezcla muy equilibrada entre proeza física y fortaleza espiritual. En la medida que mantengamos un balance dinámico entre las enseñanzas de la Torá y las exhortaciones de los profetas y sepamos combinarlas con el talento ingenio tecnológico, podremos mantenernos firmes en la tierra ancestral y obtener la paz que, en su momento, deberá reinar en la región y en el mundo. Así lo esperamos.

Vida y muerte de Sará

JAYEI SARÁ - Génesis XXIII - XXV,18

Nuestra lectura semanal, Jayei Sará, que es la vida de  Sará, y el nombre de la esposa de Avraham, comienza con el relato de su fallecimiento. De esta forma tal vez se señala, que hay personas cuya vigencia persíste incluso después de su desaparición física. La influencia de su recia personalidad se deja sentir también después de su muerte. Sará fallece a los ciento veintisiete años. La Biblia nos informa de este hecho con cierta lentitud: “cien años, veinte años y siete años, los años de la vida de Sará”. Nuestros jajamim, siempre atentos a cualquier cambio en el lenguaje usual, cuestionan el por qué de la repetición de la palabra “años” en la enumeración de la edad de Sará. Se sugieren alternativas, tales como que a la edad de los cien años, Sará estaba tan libre de pecados como a la edad de los veinte; y que a los veinte era tan bella como a los siete; y así sucesivamente.

Personalmente, encuentro un mensaje adicional. La Torá nos señala las diferentes etapas en la vida, la niñez, la del adulto joven, la de la vejez, dónde cada una de estas edades tiene sus características y encantos particulares. O sea que Sará a los veinte, tenía las características propias una mujer de esa edad, y a cumplir un siglo era tal como alguien de cien años. Esto supone cierta sabiduría y un alma que había evolucionado para agradecer las bendiciones de cada momento de la vida. Es demasiado frecuente en nuestra sociedad actual el joven de catorce años que desea tener dieciocho para tener el derecho de conducir un automóvil, o para disponer de las prebendas que marcan la mayoría de edad. Y, ¿acaso nos resulta desconocida, la niña de doce años que desea tener dieciséis, para poder ser cortejada por algún joven? Más aún, los de sesenta años quisiéramos aparentar cuarenta y algunos están dispuestos incluso a someterse a intervenciones quirúrgicas de orden estético para tales propósitos. Desde luego, estamos frente a un problema complejo, con evidentes consecuencias emocionales que repercuten en la salud de la persona. A simple vista, parecería que estamos abusando un tanto de nuestro cuerpo al exigirle una edad diferente a la cronológica. Cada edad, obviamente, tiene sus propias modalidades y oportunidades y se requiere de la sabiduría para saber apreciar, aprovechar y vivir en todas sus dimensiones, el aquí y ahora de la vida de una persona.

Según nuestros sabios, Sará fallece al escuchar que su hijo Yitsjak es casi sacrificado. Avraham adquiere una propiedad, a perpetuidad, para enterrar a su esposa. Este lugar, Mearat Hamajpelá, se convierte en el sitio de sepultura para todos los patriarcas y sus esposas, con la excepción de nuestra matriarca Rajel. La ubicación de la sepultura es en Jevrón, un lugar de peregrinaje obligado para los creyentes.

La gran preocupación de Avraham, inquietud que es casi una obsesión, es la de asegurar la continuidad de sus enseñanzas. Su concepción del pacto entre Dios y la humanidad, que es la de un Dios que responde y reacciona frente a la conducta moral del hombre, tenía que ser transmitida a las generaciones futuras. En las tierras idólatras de Canaán no era posible conseguir a una joven que pudiese ser madre y educadora de quienes tendrían que llevar por encima de todo el conocimiento y el fervor de estas nuevas enseñanzas. Avraham le impone entonces un juramento a su siervo Eliézer para que se esmere en conseguir una esposa apropiada y adecuada para su hijo y heredero Yitsjak, una esposa que provenga de su hogar ancestral.

Al llegar a las afueras de Jarán, Eliézer decide guiarse por la siguiente prueba: la escogida será la primera joven que le ofrezca agua, para él y sus camellos. Parece, pues, que para Eliézer la cualidad esencial en una futura esposa es la bondad. La bella Rivká es la muchacha seleccionada por su amabilidad y después de un intercambio de obsequios con la familia de la doncella comienza el viaje de vuelta al hogar de Avraham. Antes de partir, los familiares despiden a Rivká con la bendición ajotenu at hayí lealfei revavá, “nuestra hermana que seas miles de diez miles”, o sea: que numerosos hijos emanen de ti. Estas mismas palabras se utilizan hoy en día, para bendecir a toda novia momentos antes de la ceremonia nupcial, la Jupá. En las cercanías del hogar de Avraham, Rivká nota a un joven que se pasea en el campo. Al escuchar que se trata de su prometido (tal vez debido a la emoción del encuentro) se cae del camello y luego se cubre el rostro con un velo. Para rememorar este hecho ocurrido con la primera joven casamentera mencionada en la Torá, toda novia se cubre la cara en el momento de la ceremonia de la boda, en señal de modestia. La unión entre Yitsjak y Rivká es la primera que se describe con abundancia de detalles y por lo tanto sirve de modelo para el futuro.

El Talmud le da una interpretación adicional al hecho de que, para la boda, la novia se cubre el rostro con un velo. Es para señalar a los novios, dice el Talmud, que no se fijen sólo en la belleza superficial, sino en la belleza interna, en la belleza espiritual de su futura cónyuge.

Nuestro relato continúa con la descripción del momento en que Yitsjak toma a Rivká como esposa, vayikaj et Rivká vatehí lo leishá vayeehaveha, que quiere decir: y tomó a Rivká y ella fue su esposa y la amó. Cuando el verbo lakóaj es utilizado con referencia a una mujer, nuestros jajamim le dan el significado de matrimonio. Así se desprende de varios versículos de la Torá entre los cuales figuran en forma destacada algunos que corresponden a la lectura de esta semana que ilustran la manera y los medios para realizar la ceremonia del matrimonio. Es interesante notar, según nuestra última cita, “y ella fue su esposa y la amó,” que el esposar antecede al amor en nuestro texto. En nuestra cultura en cambio, se concibe que el amor deba ser anterior al matrimonio. La concepción bíblica sirve, tal vez, para acentuar que el amor más profundo se desarrolla después del matrimonio. El amor se fortalece y se fortifica con la convivencia y con la mayor definición de los propósitos y de las metas comunes en la vida conyugal. El amor es más auténtico y duradero cuando marido y mujer enfrentan juntos las vicisitudes y los retos de la vida, así como cuando comparten sus bondades y bendiciones.

Las últimas líneas de nuestros capítulos cuentan que Avraham se casa con una esposa más y, más tarde, a los ciento setenta y cinco años, fallece. Yitsjak y Yishmael se reúnen durante el duelo, en el dolor de la muerte de su padre y lo entierran en la misma Mearat Hamajpelá donde yacen los restos de Sará. El sufrimiento y la tragedia son aquí factores de unión y de acercamiento. Los hermanos que habían escogido rumbos muy diferentes y antagónicos, se reencuentran en el dolor profundo por el fallecimiento del padre. La muerte borra, al menos momentáneamente, las marcadas diferencias entre Yitsjak y Yishmael y ambos llevan al patriarca a su sepultura. El final del período del duelo señala, nuevamente, su escogencia de caminos que se bifurcan, que se apartan, simbolizando la discrepancia existente entre la óptica espiritual de cada uno de ellos.

La responsabilidad de Dios

VAYERÁ- Génesis XVIII -XXII

     Algunos capítulos de esta semana sirven para la lectura bíblica de los días de Rosh HaShaná . La pregunta obvia es: ¿por qué se seleccionaron estos episodios de la vida de la primera pareja judía, cuando la Torá también contiene por ejemplo, los Diez Mandamientos, que sirven de base moral para la sociedad occidental, y que, por lo tanto, hubieran sido muy apropiados como tema principal para ese Día del Juicio? El haber preferido el episodio de akedat Yitzjak, la “atadura de Isaac” al mensaje de Sinaí, implica que nuestros jajamim le dieron importancia singular a este relato por su enseñanza ejemplar para las futuras generaciones. La noción de sacrificio es esencial en toda relación humana genuina y especialmente para nuestro encuentro con el Creador.

Desde otro punto de vista, el mensaje básico de estos capítulos es que Dios no desea los sacrificios humanos. Un principio esencial en nuestra tradición es vejai bahem, que quiere decir “y vivirán a través de ellas” (las mitzvot). La Torá nos enseña cómo vivir una vida más llena y más satisfactoria. En efecto, según el Talmud, en el Más Allá tendremos que responder a diferentes preguntas y una de ellas será: ¿por qué no aprovecharon más y por qué no disfrutaron más de este mundo? Desde luego, siempre dentro del marco de los parámetros establecidos por nuestra tradición.

Es esencial recordar que el mensaje de akedat  Yitzjak tiene una significación especial para una humanidad que incluía en su culto religioso el ofrecimiento sexual de doncellas vírgenes a sus dioses y que, en algún momento, también promueve sacrificios humanos. La tradición judía era, por tanto, muy revolucionaria, al declarar para todas las generaciones futuras que la fe en un Creador implica, por definición, vida y no muerte. La Torá tiene el objetivo de vejai bahem, la propuesta de una dirección y un norte para alcanzar una vida más plena, con un contenido trascendental.

Hay diversas hipótesis acerca de las razones por las cuales el hombre de la antigüedad ofrecía sacrificios humanos. Al final, ninguna de ellas descubre lo que la mente humana pretendía con esto. Es posible que se tratara de una reacción de temor ante los  “castigos” que recibían de sus dioses. Estos castigos estaban representados en algunos fenómenos naturales, como terremotos, inundaciones o plagas, cuyo origen desconocía y resultaban imposibles de controlar. Ofrecía, entonces, estos sacrificios como soborno para apaciguar tales fuerzas destructoras que percibía como un mensaje de dioses caprichosos. Esas ofrendas condicionadas, a cambio de algo, desde los encantamientos, hasta la vida de un ser querido, tal como un hermano o un hijo. ¿Acaso el hombre buscaba ejercer influencia en la conducta de deidades que consideraba arbitrarias y caprichosas y, en consecuencia, al no obtener la respuesta deseada, seguía a merced de la inexplicable falta de compasión de dichos seres superiores?

Un mensaje esencial del judaísmo es que hay una relación recíproca y de diálogo entre el hombre y su Dios. Esa es la noción de berit, a la cual aludimos en un comentario anterior. El comportamiento y las acciones de Dios no son arbitrarios. Nosotros, los seres humanos, poseemos los medios para influir en las grandes decisiones Divinas. Tenemos voz, aportamos una parte a la toma de las decisiones celestiales. Ese es el extraordinario significado de una conversación entre Avraham y Dios, según nuestra lectura semanal.

La Torá nos relata que tres hombres visitan a Avraham y, entre otras cosas, le anuncian la inminente destrucción de Sedom y Amorá. Este hecho atañe a Avraham, porque su sobrino Lot, que lo había acompañado al comienzo de su viaje a Canaán, se había residenciado en Sedom. Avraham no centra entonces su atención exclusivamente en su sobrino y su familia. La Torá reproduce una conversación entre Avraham y Dios, que consiste en un aparente cuestionamiento de la Justicia Divina. ¿Cómo es posible, pregunta Avraham, que quien juzga toda la tierra no haga justicia? Seguramente hay personas justas en Sedom y Amorá, ¿acaso se puede destruir a los justos al mismo tiempo que se elimina a los malvados?, señala Avraham. Estamos frente a una concepción totalmente diferente de la deidad. Avraham no es un iconoclasta porque destruye ídolos materiales. Avraham es un revolucionario porque rompe con conceptos y formulaciones que no permiten ningún intercambio, ningún diálogo, entre el ser humano y la deidad. De allí en adelante, Dios aportará una constitución, una Torá propia de El, que deberá regir sus actos. ¿Qué está escrito en los tefilín, que son las filacterias de Dios?, pregunta el Talmud. La interrogante tiene sentido sólo cuando se le atribuye igualmente a Dios responsabilidad por Sus acciones, a la misma e igual responsabilidad por Su frecuente ausencia del escenario de la historia, tal como sucede durante los años del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial.

Lot se salva de la destrucción de las ciudades, pero sus hijas concluyen que el mundo entero ha sido destruido. El fuego y el humo, el hedor del azufre y de la furia de la lluvia celestial  las llevan a concluir que están presenciando el fin de los tiempos. Frente a la posibilidad de presenciar el eclipse final de la especie humana, deciden emborrachar al padre, tienen relaciones sexuales con él y procrean a los antepasados de nuevos pueblos.

Es muy difícil juzgar la acción de las hijas de Lot. Nos encontramos en los albores de la historia de la civilización y muchas de las normas morales que hoy  consideramos fundamentales, Eran desconocidas entonces. Este es un ejemplo adicional de un comportamiento humano que se está dejando atrás para evolucionar paulatinamente hacia normas y conductas que pertenecen a un estadio moral superior.

La realidad actual es que estamos aún en plena evolución. En esta época existen versiones de las hijas de Lot en nuestras sociedades: por ejemplo, padres que abusan de sus hijos. Después de milenios de desarrollo y evolución, aún retrocedemos hacia lo primitivo. Los períodos de opresión conducen a las nuevas generaciones al deseo de liberarse por completo de los tabúes de otras épocas. EL resultado, en muchas oportunidades, es una inclinación hacia el libertinaje y el despojarse de todas las inhibiciones. La revolución sexual de nuestros tiempos, por mencionar un ejemplo, ha eliminado muchas hipocresías pero ha traído consigo el debilitamiento de las instituciones que han sido la base de nuestra sociedad. Al fin de cuentas, las enseñanzas de Avraham siguen vigentes.

Avraham el revolucionario

LEJ LEJÁ-Génesis XII -XVII

Según nuestra tradición, hay diez generaciones entre Adam y Nóaj, y otras diez generaciones entre este último y Avraham. En las últimas líneas de la lectura anterior se nos informa que Téraj, el padre de Avraham, abandona la ciudad de Ur y se dirige a Canaán. En el camino se detienen por un tiempo en Jarán donde fallece Téraj. Es entonces cuando Avraham escucha la orden Divina Lej lejá…, “vete del hogar de tus padres a la tierra que te mostraré”. Es oportuno, en este momento, recordar la primera anotación de Rashí en Bereshit que anticipa la respuesta a una posible pregunta. ¿Por qué empieza la Torá con Bereshit? Para hacernos saber que fue Dios quien creó este mundo y por lo tanto El, y únicamente El, tiene el derecho de otorgar cualquier parte de la geografía terrestre a un pueblo. Y es Dios quien ahora le ordena a Avraham emprender una travesía hacia Canaán, asegurándole luego que esas tierras serán legadas para siempre a sus descendientes, porque Dios, el Creador, puede disponer de cualquier parte de su creación.

Avraham es seleccionado por Dios como progenitor de un pueblo que va a romper con la normas y con la idolatría que imperan en el mundo en ese momento y que revolucionará el mundo de las ideas. Esa ruptura con el pasado tiene que ser completa. La enseñanza del Midrash de que Avraham destruye los ídolos en el hogar de su padre Téraj es muy aleccionadora. Para poder concebir la existencia de un solo Dios, Avraham tiene que ser, primero, iconoclasta. Tiene que cuestionar y separarse de lo que, con el tiempo, sería una proposición fracasada, para poder recomenzar con una visión nueva y revolucionaria del ser humano y de su lugar en el cosmos. El rompimiento tiene que ser con la familia, la sociedad y la geografía. Avraham acata, por lo tanto, su primera instrucción Lej lejá, porque para poder sembrar ideas nuevas tiene que ir al exilio, hacia una tierra desértica no contaminada por la multiplicidad de dioses y el culto corrupto que los acompaña. Con el desplazamiento de Avraham de su tierra ancestral, empieza la historia del pueblo judío. Es la historia de continuos traslados de lugar a lugar. Es la reseña del descubrimiento de un solo Dios y de los subsiguientes encuentros con El. Es el énfasis en los sentimientos de responsabilidad por familia y  pueblo pasiones que con el tiempo abarcarán a toda la humanidad.

Maasé avot simán labanim, “lo que ocurre con los patriarcas señala pauta para sus descendientes”, y efectivamente, la historia del pueblo judío puede estudiarse también desde la perspectiva de sus viajes periódicos, de las expulsiones y de los afincamientos. De su echar raíces en tierras que luego se ve obligado a desalojar. No cabe duda de que las fuentes del cosmopolitismo y del enfoque universal del pensamiento judío se consolidaron, en parte, como resultado de haberse visto obligado a adaptarse a entornos diferentes y a sociedades diversas. En múltiples ocasiones, el judío le dio una definición diferente al concepto de bienes inmuebles. Para el mundo gentil un bien inmueble está relacionado con la tierra, con algo que tiene una ubicación específica, ligado a la geografía y a todas las bienhechurías realizadas. Para el judío el único inmueble, en el sentido de las cosas que no pueden ser movidas o cambiadas, era el contenido de su intelecto. Permanencia era un calificativo para lo que había aprendido y no para lo que tenía, para lo que había llegado a ser y no para lo que había logrado poseer. Los muebles y los inmuebles le podían ser arrebatados, pero nadie podía despojar al judío de los bienes que su intelecto había acumulado, de lo que había estudiado y de lo que había aprendido.

Al llegar a Canaán, Dios le dice a Avraham que le va a entregar esas tierras a sus hijos y en agradecimiento, Avraham construye un altar al Eterno. Esta promesa se repite en estos capítulos, y la misma es ampliada para asegurarle que sus descendientes serán numerosos como el polvo de la tierra. Y cuando en una oportunidad, Avraham se queja por no tener hijos todavía, Dios le sugiere que cuente el número de estrellas en el cielo, porque sus descendientes serán tan numerosos como ellas. Esta vez, la promesa incluye un berit, que es un pacto con un ceremonial y además Avraham es informado del exilio futuro y de la esclavitud de sus descendientes en una tierra ajena (Egipto). Finalmente, este berit entre Avraham y Dios es formalizado exigiéndosele la circuncisión (berit milá) para él y para sus descendientes.

El berit milá se ha convertido en una de las ceremonias más importantes y más respetadas en la tradición judía. Se considera que el berit es el momento de la iniciación del recién nacido en el seno de su pueblo. En realidad, la falta del berit impide únicamente la participación en el consumo del Korbán Pésaj que es el cordero pascual de la noche del Séder de Pésaj. Sin embargo, en el folklore de nuestro pueblo, el berit es, sin duda, el rito indispensable para pertenecer a la comunidad judía. Para Rambam, el berit constituye una enseñanza muy importante, porque a través de esta ceremonia se enseña que el sacrificio personal, el dar de uno mismo, es indispensable en la relación hombre-hombre y en la relación hombre-Dios.

Uno de los párrafos de esta lectura semanal cuenta que Avraham tiene que “bajar” a Egipto. (En el lenguaje de la Biblia, a Israel se sube, y a Egipto se baja debido a la diferencia de altitud sobre el nivel del mar. De allí el concepto de aliyá, que es subida, porque el inmigrar a Israel es un ascenso, una subida). Avraham se dirige a Egipto con su esposa Sarai, porque hay una hambruna en Canaán. Avraham se percata de que por ser Sarai muy bella, ello puede resultar en que los egipcios, al saber que Sarai es su esposa lo asesinen para apoderarse de ella. Para evitar esta posibilidad, Avraham le pide a Sarai que oculte su relación matrimonial con él y que afirme que son hermanos. Según nuestros jajamim, Avraham no miente al decir que Sarai es su hermana, porque pertenecen a la misma familia. Sarai, además de ser la esposa de Avraham, era también su sobrina. Cabe destacar que era costumbre de aquellos tiempos apoderarse de toda bella mujer para disfrute del monarca, eliminando al esposo, si fuera necesario. Tradicionalmente, nos preocupamos por justificar el comportamiento de los patriarcas y muchas veces no tomamos en cuenta la cruel realidad del ambiente donde predicaban su mensaje. La costumbre generalizada de los egipcios de secuestrar a toda mujer hermosa para abusar sexualmente de ella, pasa casi inadvertida.

  La enseñanza de Avraham no es únicamente de orden intelectual y teológico. La gran revolución de los patriarcas es que el monoteísmo supone y obliga a un comportamiento humano práctico y muy definido. El entorno de aquel entonces era un mundo de robos y de secuestros, de ofrendas humanas para aplacar a los poderes sobrenaturales. Los primeros capítulos de la Torá hacen especial énfasis en lo cotidiano de la vida familiar, en episodios hogareños que enseñan que la creencia en un solo Dios tiene que tener eco en nuestra moral y en nuestro diario comportamiento. Dios está en los cielos, pero el hombre tiene que incorporarlo y darle entrada efectiva a su quehacer cotidiano en la tierra. Así enseña nuestra tradición, Dios creó el universo, pero fue Avraham quien introdujo a Dios en la tierra de los hombres. De otra manera, Dios hubiera permanecido sólo como motivo de especulación teológica para algunas mentes privilegiadas. Esta constante relación directa entre el Creador y el ser humano, de causa y efecto, es la enseñanza primordial de los patriarcas. Con el tiempo, Dios revelará al hombre, con todo detalle, cuáles son las implicaciones prácticas de esta relación. Esto se dará en el segundo libro Shemot, Éxodo, en el episodio de la revelación Divina de los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí.

El surgimiento de la ética universal

Nóaj - Génesis VI, 9 - XI

En los primeros capítulos de la Torá aprendimos la historia de Adam y Javá, la primera pareja humana, y su destierro del Gan Eden, el Jardín de Edén. Leímos acerca de la primera muerte humana que no es  resultado de enfermedad o la vejez. La primera muerte de un ser humano es producto de un asesinato. Caín asesina a Abel. Las razones y el por qué del asesinato no están ni claras ni definidas en el texto bíblico. Pero la lección importante es, según Elie Wiesel, estar consciente de que cuando una persona asesina a otro ser humano, está matando a un hermano. La Biblia prosigue con el relato de las primeras generaciones hasta culminar con la aparición de Nóaj, el héroe de la lectura de esta semana.

Según la concepción de nuestros jajamim, diberá Torá bileshón benei adam, la Torá utiliza vocablos y conceptos que están al alcance del entendimiento humano. Por lo tanto, en muchas ocasiones el texto utiliza términos que podrían interpretarse como la representación personal y humana de Dios, con el único propósito de transmitir un mensaje más comprensible. Por ejemplo, la Torá habla del “brazo extendido” de Dios, y según nuestras apreciaciones Dios es un ser totalmente espiritual y enteramente “otro” cuando se le compara con cualquier ser u objeto, que sea el resultado de Su creación. Dios carece de brazos, en el sentido usual de esa palabra. Las últimas líneas del texto de Bereshit rezan: “Y arrepentióse el Eterno de haber hecho al hombre en la tierra…” ¿Cuál es el significado del  arrepentimiento de Dios? ¿Acaso Dios cambia de opinión?

Los comentaristas científicos de la Biblia admitieron que para designar a Dios se utilizaron diferentes vocablos. Su estudio los llevó a concluir que nuestro texto de la Biblia es el producto de un editor que se basó en varias fuentes primarias, que fueron identificadas de acuerdo con el vocablo utilizado para señalar a Dios. Nuestros jajamim también notaron el uso de diferentes palabras para designar a Dios. Según la opinión de los jajamim, la Biblia es la palabra única revelada de Dios. En cuanto a la diversidad de vocablos, estas diferencias sirven para señalar ciertas cualidades específicas con las que se manifiesta la Divinidad. La palabra Elohim, por ejemplo, sirve para señalar la característica de absoluta justicia de Dios, y la palabra HaShem hace referencia a la misericordia Divina. Nuestros sabios dicen que en un principio Dios creó el universo con el criterio de justicia absoluta. Pero, los seres humanos somos humanos, erramos y necesitamos del perdón. Por lo tanto, Dios modificó su creación, añadiendo Su atributo de misericordia al proceso de la creación de nuestro mundo. El mundo se hizo entonces más acogedor para el ser humano.

Los capítulos de esta porción semanal relatan la historia de Nóaj, el único personaje a quien Dios considera merecedor de la vida, dentro de un mundo depravado. Dios decide que a través de Nóaj se le dará una nueva oportunidad al ser humano, a esta criatura que tiene características muy especiales. Los animales, por ejemplo, se contentan con hacer lo que deben hacer, cada uno de ellos de acuerdo con una programación basada en los instintos. El ser humano es diferente. Nunca está satisfecho con su condición individual. Siempre busca relacionarse con el mundo que lo rodea. Se empeña en algún cambio y busca mejorar su situación. La insatisfacción, es una de sus características básicas. Por tanto, es un ser que tiene la capacidad de construir o destruir lo que está en su entorno. No está dispuesto a ser un mero espectador. Siempre es protagonista y actor. Su actitud no es frente a las cosas apática. Es activo y dinámico. Nunca es parve. La historia de nuestro globo terrestre se relaciona estrechamente con el proceso constante de contaminación y destrucción del planeta por el ser humano.

En ese mundo en estado de deterioro, Nóaj sobresale, porque es una excepción. Nóaj es el único de su generación a quien Dios considera como el posible padre de una nueva sociedad para el mundo. La palabra clave es bedorotav, “de su generación”, porque Nóaj no sigue la corriente avasallante de la corrupción y de la depravación. Nuestros jajamim, consideran que la excepción de Nóaj es muy meritoria; en cambio otros sabios consideran que es una señal de su pobreza espiritual. Sustentan su opinión afirmando que en “su generación” Nóaj era justo y honesto, pero que de haber sido contemporáneo de un Avraham, no hubiese recibido tan honroso calificativo. ¿Por qué esta mezquindad con Nóaj? Es posible que nuestros jajamim critiquen el hecho de que Nóaj se hubiera salvado junto con su familia inmediata, pero nunca logró que su integridad se viera reflejada en ninguno de sus semejantes. Y si era realmente sincero en su comportamiento personal y firme en sus convicciones, ¿cómo se explica entonces que nadie se hubiese sumado a sus filas? Según el Midrash, Nóaj tardó ciento veinte años en construir la nave que le daría refugio durante el período del diluvio. Sin embargo, ninguno de sus congéneres se identificó con su visión espiritual ni imitó su conducta. Este hecho sugiere la posibilidad que el mismo Nóaj no estuviese muy convencido sobre el devenir de los acontecimientos y procede a construir el arca sólo, por lo que pudiera ocurrir.

Cuando las aguas del diluvio vuelven a su cauce, la en total desolación y destrucción de la tierra es total. ¿Qué sentido puede tener para Nóaj y sus familiares volver a arar y a labrar con el sudor de sus frentes, cuando todo podría serle arrebatado o destruido nuevamente? Pero, el ser humano tiene enormes reservas espirituales y posee talentos sin fin que lo llevan a volver a construir, incluso bajo la amenaza de la derrota. ¿Qué sentido tenía instruir a los niños en los ghettos de Europa durante la era nazi, cuando la muerte y la aniquilación eran inminentes? ¿Será porque por constitución somos optimistas y aun en las situaciones más apremiantes encontramos razones para soñar con un futuro más humano y promisorio? En el caso de Nóaj, Dios le ofrece el arco iris como una señal de un berit, que es un pacto, de Su compromiso de que jamás destruirá el mundo por segunda vez. Este berit requiere, como todo convenio, de dos partes, de dos interlocutores. Dios se compromete a darle sustento al mundo y a no destruirlo, y la humanidad se compromete a cumplir de ciertas reglas elementales y básicas, que según nuestra tradición se denominan las sheva mitzvot debenei Nóaj, que son las “siete reglas de los descendientes de Noé”.

El mensaje bíblico va tomando cuerpo. Básicamente, lo que se proclama es que el mundo y la humanidad no pueden coexistir sin ciertas reglas elementales de comportamiento. Es interesante notar que una de estas siete leyes básicas estipula el establecimiento de Cortes de Justicia. Se insiste en nuestros días acerca de la superioridad del concepto del amor y se alude a la severidad del judaísmo y de sus exigencias de pureza. Considero, sin embargo, que está muy claro que la justicia es un principio mucho más importante, fundamental e indispensable para el desenvolvimiento de toda sociedad, que conceptos tales como la nobleza y el amor, por mucha validez que ellos tengan. Con el tiempo, estos siete principios serán insuficientes para asegurar el futuro desenvolvimiento de la especie humana sobre la tierra. El Eterno decidirá entonces revelarse en el Monte Sinaí y seleccionar al pueblo judío para ser el portavoz de un código mucho más amplio que serviría de ejemplo e inspiración a las demás sociedades humanas.

La Bondad como Plan de la Creación

BERESHIT-Génesis I - VI,8

Los primeros capítulos de la Torá son fascinantes. La Biblia describe con abundancia de detalles tanto la creación del cosmos como la de nuestro primer antepasado universal Adam. Todo se lleva a cabo en seis días, y el séptimo día Shabat, es el día de descanso para todas las criaturas vivientes que han sido creadas. A diferencia, de los otros días sagrados de nuestro calendario, el Shabat es proclamado como el día cuando cesa el trabajo para toda la humanidad, la cual es condición esencial de la creación del mundo. El día semanal de descanso no tiene nada que ver ni con el color de la piel del individuo ni con la religión que éste profece o que incluso desconoce. Este concepto del derecho inherente al descanso, está siendo ampliado hoy en muchas sociedades donde a sus integrantes se les otorgan dos días de descanso semanales. En un futuro relativamente mediato, podríamos tener que enfrentar situaciones que obliguen a otorgar un número mayor de estos días para poder repartir el trabajo existente entre muchos. En la antigüedad en cambio, la noción de un día obligatorio de descanso semanal fue una idea revolucionaria cuya aceptación por los estamentos de poder requirió de un largo período de tiempo.

Nuestros jajamim entendieron que la creación del universo se hizo yesh meayin, una creación “de la nada”. O sea que Dios no utilizó ninguna materia existente para crear nuestro universo. Dios recurrió a elementos que existían antes para formar el mundo. Aristóteles, en cambio consideraba que la materia siempre existió y que el universo era el resultado de la transformación de dicha materia. Existen razonamientos, aparentemente válidos, que conducen a conclusiones similares a las del pensamiento griego. La tradición judía, en cambio, sostiene que únicamente Dios es anterior al universo. El, Dios, es el único Ser, la única existencia que no obedece a los parámetros de tiempo y de lugar, conceptos y medidas físicas pertenecientes a nuestro mundo, y, por lo tanto, creadas igualmente por Dios. Rambam en sus trece aní maamín, un poema que recitamos en la sinagoga y que resume estos trece principios, considera la eternidad de Dios como uno de los pilares de nuestra fe. Empieza con las palabras Adón Olam, el Eterno Señor, que es una referencia a la eternidad de Dios.

Los parshanim, los expositores del Pentateuco, están divididos en cuanto a la manera como se llevó a cabo la creación. Rashí, por ejemplo, considera que la creación total se realizó en el primer instante, (la teoría del big bang). Durante los siguientes seis días, se concretó la ubicación correcta de cada uno de los elementos de la creación. De tal modo, el sol y la luna, que regulan nuestros días, fueron creados en el primer instante. Su colocación celestial específica tuvo lugar recién en el cuarto día. Otros comentaristas comparten la noción de que el universo fue efectivamente creado en seis días. Obviamente, existen muchas interrogantes que se prestan a diversas explicaciones. Si el sol fue creado en el cuarto día, ¿cómo se mide el primer día de la creación? La duración del día depende del sol, o sea del tiempo de la rotación de la tierra alrededor de su eje y que puede medirse únicamente a través de algún punto de referencia externo. Por lo tanto, el primer día de la creación pudo haber tenido una duración de segundos o tal vez fue un lapso de centenares de millones de años.

En su primer comentario sobre el texto, Rashí cuestiona el comienzo de la Biblia con Bereshit, que es el relato de la creación del universo. Según la pregunta de Rabí Yitzjak, a quien Rashí cita la Biblia debería haber comenzado por un capítulo diferente. El capítulo que sugiere como propio para Bereshit es aquel en el que se ordena al pueblo judío seleccionar un cordero para ofrecerlo en sacrifico antes de la salida de Egipto. Parece, entonces que en la concepción de Rashí, y seguramente en la de muchos otros, la Biblia no es un libro de historia, sino el documento que contiene las instrucciones Divinas para el comportamiento humano. Por lo tanto, la Torá debería haber empezado con la primera enseñanza que recibieran nuestros antepasados. Según el criterio de nuestros jajamim, cada una de las palabras contenidas en este Libro de Libros tiene que ser analizada y estudiada. Cada versículo exige una reflexión para deducir lo que podemos aprender de cada relato bíblico. Incidentalmente, Rashí, tal como lo señalamos, cita a Rabí Yitzjak. En vista de que el padre de Rashí tenía el mismo nombre, (la palabra Rashí está compuesta por las iniciales de Rabí Shimón Yitzjaki) algunos fueron de la opinión que la cita de este Rabí Yitzjak fue producto de la imaginación de Rashí, que quiso rendir homenaje a su difunto padre quien tenía el mismo nombre, ya que la fuente primaria de esta cita no ha sido encontrada. El padre de Martín Buber, gran investigador de los textos sagrados de nuestra tradición, descubrió un texto original del Midrash Tanjuma, y en efecto, allí, en esa versión del Midrash, aparece el citado comentario de Rabí Yitzjak. (Esta versión del Midrash es conocida como el Tanjuma de Bober).

El lenguaje bíblico de los primeros capítulos tiene riquezas y tesoros especiales que se han incorporado a nuestro folklore y al lenguaje cotidiano. Por ejemplo, al final de la creación de cada día, la Torá dice: vayar Elohim ki tov, “y Dios vio que era bueno”. Según el relato de la Torá, Dios no concluyó un trabajo completo el día lunes, y al día siguiente, martes, Dios terminó la obra del lunes y la del día martes. Dado que al término del día viernes se da por terminada la obra de la creación, la Biblia reza: vayar Elohim… vehiné tov meod. “Dios vio… que era muy bueno”. Haciéndose eco de estas dos particularidades, se considera que los días martes y viernes son especialmente favorables para el inicio de una nueva empresa. Por este motivo, muchas personas escogen estos días para mudarse a un nuevo hogar. El martes por la repetición de la frase ki tov y el viernes por las palabras tov meod.

Este mismo versículo vayar Elohim…, “y Dios vio que era bueno”, también es motivo de un comentario muy original. Según el cual La Biblia parece implicar que Dios sería como un artista humano quien después de unas cuantas pinceladas sobre el lienzo, se aleja del mismo para gozar de una visión panorámica, y así poder emitir un juicio sobre la obra. Es como si Dios, al término de la creación del día, al pronunciar ki tov, emitiese un juicio favorable, aprobase lo hecho. Se sugiere que tal vez deberíamos traducir la palabra vayar, en el sentido de “mostrar”, o sea que en lugar de “y Dios vio”, deberíamos entender “y Dios mostró”, hizo visible su creación. O sea que Dios creó el mundo en una dimensión diferente y luego permitió que Su creación pudiera verse en nuestro mundo tridimensional. ¿Qué quieren decir, entonces, las palabras ki tov, “porque era bueno”? La referencia ya no es a la obra concluida. Según esta interpretación, ki tov, se refiere al mismo Dios, y quiere decir “porque Dios es bueno”. Dios mostró, o hizo visible Su creación, porque El es bueno. Bondad, por tanto, quiere decir compartir. Dios hizo visible al mundo para que la humanidad pudiera ser partícipe de Su creación. Una de las primeras lecciones que podríamos aprender del texto bíblico es que ser bueno quiere decir compartir las cosas. Ser bueno quiere decir ayudar a los que tienen menos. El afortunado tiene que repartir lo que tiene con el menos afortunado, el rico tiene que darle al pobre. Compartir quiere decir “partir con” lo que tenemos con otros seres humanos, tal como Dios lo hizo en el acto de la creación. Porque si no compartimos no puede haber existencia y sobrevivencia en nuestro universo. Ki tov, ser bueno, de acuerdo con esta interpretación, forma parte integral de la creación.