Las plagas y el designio Divino
Parashá Bo - Éxodo X - XIII,16
El mensaje de la Biblia es eterno. Por tanto es preciso plantearnos continuamente ¿cuál es el significado de cada relato para las generaciones futuras? ¿Por qué forman parte del texto ciertos episodios y otros están ausentes de la narrativa? En nuestro caso, por ejemplo, ¿qué debemos aprender de las diez plagas que Dios envió a los egipcios? Aún no hemos podido responder a cabalidad al problema moral que suscita el endurecimiento del corazón del Faraón por parte de Dios.
Si Dios modifica el comportamiento de un ser humano, entonces no se le puede considerar después responsable por sus actos. No debería haber ni castigo ni recompensa para el hombre cuando se interfiere con su libre albedrío. Hay quienes sostienen, por ejemplo, que no se le puede sugerir a una persona que actúe en contra de sus principios morales básicos durante un trance hipnótico. En el trance hipnótico sólo se pueden reforzar las tendencias que ya existían antes. Y en nuestro caso, el endurecimiento del corazón del Faraón se produjo por su disposición previa para el mal y la crueldad. El caso es que la actitud del Faraón da pie para que se castigue a su pueblo con las diez plagas, las que sirven a la vez de lección. ¿Cuál es esta enseñanza, que suspende, aunque sea momentáneamente, el derecho humano al libre albedrío?
Apartémonos temporalmente del relato de nuestros capítulos para reflexionar sobre la omnipresente e imperativa necesidad intelectual de limar todas las asperezas, el empeño de resolver las aparentes contradicciones y la búsqueda para encontrar la armonía total en las Sagradas Escrituras. Partiendo del punto de vista de que la Torá es la auténtica y manifiesta voluntad de Dios, tenemos el derecho, y más aún el deber, de exigir “exactitud y verdad” en el texto bíblico, en el sentido más estricto de las palabras. Es muy probable que el texto bíblico contenga afirmaciones muy claras, pero al mismo tiempo encontramos numerosas instancias deliberadamente ambiguas. Esta característica obliga a cada individuo y a cada generación, a interpretar ciertos pasajes o sucesos de acuerdo a puntos de vista pertinentes a su propia época. No hay duda de que nuestra idea de la democracia es diferente a los conceptos del siglo pasado. Nuestra preocupación actual por la discriminación racial y los derechos de la mujer, forman parte de la extensa agenda de nuestra compleja sociedad moderna. La importancia que se les dio a estos temas en otras épocas fue de orden diferente. Sugiero que hoy en día cuando leemos un texto bíblico, lo hacemos desde con una óptica que refleja nuestra posición frente al fermento social e intelectual de fines de siglo XX óptica que no es necesariamente la misma, o paralela, a la de épocas anteriores.
Regresemos, pues, a las plagas. Habíamos dicho que la labor de Moshé era múltiple. Tenía que convencer a los egipcios de que permitieran el éxodo de nuestros antepasados y tenía que demostrarle a los hebreos esclavizados que sin libertad, la vida humana es un despropósito. Las plagas fueron el instrumento utilizado para esa doble finalidad. Era necesario demostrarle a los egipcios la superioridad del Dios único. La derrota de los dioses egipcios serviría al mismo tiempo para dar a los hebreos el coraje necesario para que pudieran desafiar directamente a sus opresores.
La primera plaga consiste en que las aguas del Nilo se convierten en sangre. Se deduce del texto bíblico que el Faraón le rendía culto a esas aguas todas las mañanas, porque todo el Delta egipcio depende de las aguas del Nilo para su cultivo. La primera plaga representa una derrota del dios Nilo, el dios de la fertilidad. Y así sucesivamente, todas las plagas pueden interpretarse como la demostración de la fortaleza superior del Dios de los hebreos, que no está limitada a un área específica. (Hay quienes perciben la historia religiosa como el proceso del desarrollo de una concepción inicial de un Dios personal, hacia la de un Dios familiar, de allí a la de un Dios tribal con un dominio circunscrito geográficamente. De allí pasamos a un Dios nacional, para llegar a considerarlo el Dios universal). La diosa de la fertilidad estaba representada por una mujer con cabeza de rana y era la protectora de las comadronas. Por lo tanto, la segunda plaga que consistió en la súbita abundancia de ranas, tiene como propósito convertir al símbolo de esta diosa en un azote.
Un estudio detallado de estas plagas permite observar que la primera, la cuarta y la séptima plagas fueron anunciadas al Faraón a orillas del Nilo, durante las horas de la mañana. Se distinguen tres grupos de plagas que culminan con la décima, la muerte de los primogénitos. Cada una de las primeras dos plagas de cada grupo son precedidas por una advertencia de Moshé. La tercera plaga ocurre sin advertencia alguna. Algunas afectan al cuerpo de los egipcios. Otras afectan únicamente sus propiedades. La última de cada grupo de tres es más severa que las anteriores. La penúltima plaga jóshej, oscuridad, era de tipo tangible y palpable y no permitía movimiento alguno. Esta plaga testimoniaba la derrota del dios egipcio más relevante que era el dios de la luz, el dios sol, Ra.
La última plaga, la muerte de los primogénitos, afecta personalmente al Faraón, al igual que a todos los egipcios. Recordemos que en la cultura egipcia, el Faraón era considerado un dios y los primogénitos conformaban la casta sacerdotal. (La venta de la primogenitura entre Esav y Yaacov, estaba ligada a los derechos del sacerdocio en la familia).
Las tribus hebreas se convencen de la superioridad de su Dios, y se disponen a salir de Egipto. Pero, periódicamente, recordarán, con nostalgia, su permanencia en Egipto. Durante los cuarenta años de su travesía por el desierto, no desaprovecharán oportunidad para recordar y volcarse sentimentalmente y con añoranza hacia la gloria y la grandeza de Egipto. Resultó más fácil sacar al pueblo hebreo de Egipto que erradicar de sus corazones la influencia de la cultura egipcia. No es casual que la gran mayoría de nuestros rezos y oraciones, festividades y tradiciones, aluden a este hecho, zéjer litziat mitzráyim, “en recuerdo de la salida de Egipto”.
Además, y tal vez en primer lugar, yetziat mitzráyim, “la salida de Egipto”, es una demostración de la intervención de Dios en la historia de la humanidad. La noción de rezo, de implorar al Ser Supremo, tiene sentido únicamente, si concebimos que El responde, que interviene cuando una situación lo amerita. Yetziat mitzráyim es el precedente que nos estimula en nuestra fe. Porque tal como Dios escuchó la súplica de nuestros antepasados en Egipto, igualmente responderá siempre que una situación apremiante lo exija.
Es aparente que el héster panim “la Divinidad que se oculta” durante la época Nazi, por ejemplo, nos envuelve en dolor y en angustia. ¿Cómo es posible que aparentemente Dios haya sido sordo a los lamentos de niños y ancianos, que con el Shemá Israel sobre sus labios marcharon, empujados por la maldad, hacia su propia muerte? La presencia y la ausencia Divina en la historia de la humanidad, obedece a reglas que no conocemos enteramente. Hanistarot laShem Eloheinu, “las cosas ocultas están en el dominio de Dios”. La vida se presenta con sus contradicciones y dilemas que resultan en dudas frecuentes y en pérdidas temporales de la fe.
Pero igualmente se dan numerosas situaciones que reconfortan y refuerzan nuestra seguridad en la Providencia Divina. Los ángeles están siempre seguros y los diablos siempre niegan. Únicamente los humanos tenemos la capacidad de desarrollarnos y de crecer. Tal como lo expresara tan felizmente un jasid al regreso de una temporada en la que celebraría una festividad religiosa con su Rebe, “en la yeshivá se concibe intelectualmente a Dios, pero en los alrededores del Rebe se siente existencialmente a Dios”. Desde luego que muchas personas pierden la fe porque sienten el abandono en los momentos de mayor necesidad. Pero también existen aquellos que en los momentos de densas tinieblas y terror, jamás dejaron de sentir la presencia de Dios. Para ellos, el sufrimiento era pasajero, porque en su más recóndita intimidad siempre tuvieron a Dios muy cerca.
El Valor del Individuo
Moshé: profeta de la liberación
Parashá VAERÁ -Éxodo VI,2 - IX
Las experiencias descritas en los capítulos anteriores del episodio del sne, la zarza ardiente que no se consumía, transforman la personalidad y el desarrollo futuro de la vida de Moshé. Moshé escucha entonces la voz de Dios que le dice: …shal naaleja meal ragleja, ki haMakom asher atá omed alav, admat kódesh hu”,… “quítate los zapatos de los pies, porque el lugar sobre el cual estás parado, es tierra sagrada”. El contacto directo que el ser humano tiene con la tierra es a través de los pies que pisan el suelo. La civilización ha ordenado que cubramos con pieles u otros materiales, al menos las plantas de nuestros pies, para evitar lacerarnos con los objetos cortantes que suelen encontrarse en muchas partes. Al calzar zapatos evitamos el posible dolor de una herida, pero, simultáneamente, nos apartamos táctil mente de la tierra y perdemos el contacto directo con el suelo.
Para el hombre moderno, por lo tanto, caminar descalzo sobre la grama o sobre las arenas de una playa, es experimentar nuevas sensaciones. En el ejercicio del liderazgo de un pueblo, por ejemplo, no se pueden cubrir, simbólicamente hablando, las plantas de los pies, posiblemente para no perder la sensibilidad frente a lo áspero y duro que puede ser el “piso” de las masas. Un dirigente no debe aislarse en una torre de marfil, y desde allí a distancia a través de lecturas u otros medios de información, enterarse de las realidades de la vida cotidiana de una sociedad. El conductor del destino de su pueblo no debe aislarse del mundo ni dejar que lo rodeen constantemente los aduladores que aplauden sus acciones porque su interés básico es congraciarse con el poder únicamente para su beneficio personal.
En un principio, Moshé, en su humildad y modestia (la Biblia caracteriza a Moshé en capítulos posteriores, como anav meod, “muy modesto”) alega que no es la persona adecuada para liberar a los hebreos de la esclavitud egipcia. En uno de los diálogos, Moshé cuestiona, ¿qué responderé cuando me pregunten cuál es el nombre del Dios que me envía? La respuesta que Dios le indica que diga es Ehyé, “Seré” es quien te envía. Dios es ser. Dios es existencia. Sin Dios no hay, uno no es, no se existe. En la concepción judaica no se define la naturaleza de Dios como el Ser quien puede realizar una proeza, por más importante y difícil que sea llevarla a cabo. No es el dios de los truenos o el de las tormentas; el dios de la fertilidad o de la abundancia. Sin Dios simplemente no hay vida; sin El, no hay nada.
Moshé tenía una doble misión. Tenía que presentar el caso del pueblo judío ante el Faraón y tenía que convencer al pueblo hebreo de que el rumbo hacia la Tierra Prometida a través de un inhóspito desierto, era preferible a la seguridad que Goshen les daba. Porque Goshen era sinónimo de cárcel y esclavitud y el desierto significaba la libertad. Recientemente, en un caso célebre una olá, “la que asciende” (término utilizado para una mujer que inmigra a Israel) de la Unión Soviética y en la actualidad residente de Netanya, regresó lamentándose a su casa. Había salido de compras y se encontró con varias zapaterías en una misma calle. La gran variedad de los zapatos le impidió tomar la decisión de cuál par comprar. En cambio, argumentaba, en la Unión Soviética el proceso era más simple. Se adquiría, generalmente, el único par en venta, con la esperanza de que la talla fuese la adecuada. Vivir en libertad presenta dificultades de adaptación para muchas personas. Habrá, tal vez, quienes prefieren la falsa sensación de seguridad de la tiranía a la opción de la libertad. El pueblo judío afirma en estos capítulos que más vale el pan ácimo (matzá), el símbolo de la libertad, que cualquier manjar en esclavitud.
La primera intervención de Moshé, acompañado por su hermano Aharón, fracasa. Ellos afirman que tienen que salir al desierto para hacer sacrificios a Dios. El Faraón concluye que esta petición es debida a la inclinación de los hebreos al ocio y ordena que de ese momento en adelante no se les suministre los materiales necesarios para elaborar los ladrillos que se utilizaban en las construcciones. Pero, no se rebaja la cuota diaria de ladrillos que los hebreos tenían que entregar. Por razones obvias, las iniciativas de Moshé son calificadas como negativas por nuestros antepasados. Pero, dice la Biblia, el plan Divino anticipaba las reacciones del Faraón y el propósito era castigarlo probablemente con la finalidad, de que sirviera de ejemplo a los futuros tiranos. Dios le dice a Moshé que le diga al pueblo: …vehotzetí otam, “…y los voy a sacar”; vehitzaltí etjem, “y los voy a salvar”; …vegaaltí etjem, “…y los voy a redimir”; velakajtí etjem li leam, “y los voy a adquirir como mi pueblo”. Para nuestros jajamim, los dos versículos citados (Éxodo VI;6,7), constituyen una promesa cuádruple que sirven de apoyo bíblico para la tradición de ingerir cuatro copas de vino durante la noche del séder, (“orden”, cena ritual de la noche de Pésaj, que conmemora del éxodo de Egipto). La cuádruple promesa también se hace notar en las arbá kushiyot, “las cuatro preguntas” que sirven de introducción al relato de lo que aconteció en Egipto. El número cuatro reaparece cuando se consideran los diferentes caracteres de hijos a quiénes hay que transmitir el mensaje de libertad en la noche del séder.
En el siguiente versículo 8, leemos vehevetí etjem el haáretz, “y los traeré a la tierra”. ¿Debe considerarse esta promesa como parte del proceso de la redención? Nuestros sabios no se ponen de acuerdo. Por eso se coloca una copa adicional sobre la mesa del séder (la solución salomónica consiste en colocar una copa adicional, sin beber del vino de la misma) que se denomina la copa del profeta Eliyahu. Este profeta fue escogido porque, según la tradición, anunciará la llegada del Mashíaj y resolverá todas nuestras dudas religiosas, incluyendo la obligatoriedad de colocar una quinta copa en el séder.
Debido al trabajo forzado al que está siendo sometido en Egipto, el pueblo ni escucha ni desea entender el mensaje de Moshé. Y cuando Dios le insiste que se dirija nuevamente al Faraón, Moshé exclama, “¿si los hijos de Israel no quieren escucharme, es posible que me escuche el Faraón”? La labor de Moshé era doble. Tenía que estimular el deseo de los hebreos de liberarse del yugo y tenía que convencer al Faraón de que permitiera el éxodo de los esclavizados.
La Torá describe seguidamente, con abundancia de detalles, las diferentes plagas con las que se aflige a los egipcios para obligar al Faraón a ceder en su obstinada posición. Pero, al mismo tiempo, se nos informa de antemano que Dios endurecerá el corazón del Faraón y al negarse éste a acceder a las demandas de Moshé, vendrán las plagas como un castigo y una demostración del poderío Divino. Este hecho nos obliga a considerar un dilema ético básico: ¿por qué se envían las plagas como castigo, cuando es Dios quien no permite que el Faraón responda afirmativamente a las peticiones de Moshé? Castigo y recompensa tienen sentido únicamente cuando existe la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Pero si nuestra decisión está ordenada de antemano por un poder superior, ¿dónde reside nuestra responsabilidad personal? Hay quienes sugieren que el Faraón era un déspota desalmado y Dios endurece más un corazón que ya había demostrado ser insensible y por lo tanto lo apropiado del castigo. La respuesta al grave problema moral que se presenta no es enteramente satisfactoria y, por lo tanto, la necesidad de continuar reflexionando en busca de una solución más adecuada.
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La misión de Moshé
SHEMOT - Éxodo I - VI,1
Estos son los primeros capítulos del segundo libro de la Torá que se denomina Shemot, que quiere decir Nombres. Para la Biblia el nombre de una persona no es arbitrario. Tiene una significación importante. Por ejemplo, nuestros jajamim afirman que fuimos salvados de Egipto por varias razones, siendo una de ellas el hecho de que no cambiamos nuestros nombres. Hay quienes señalan que a través de los nombres que las personas asumen es factible reconocer el grado de asimilación de un grupo a la sociedad mayoritaria. El hecho de haber conservado los nombres hebreos, es una demostración de la resistencia del pueblo judío de aquella época a asimilarse a la sociedad egipcia y de su apego a los patrones culturales y religiosos de los patriarcas.
En la Biblia se le concede un énfasis particular al significado idiomático de los nombres. El primer hombre se llama Adam porque fue formado de la adamá, que es la tierra. Su esposa recibe el nombre de Javá, porque es la madre de toda jai, que quiere decir un ser viviente. Hay quienes explican que el nombre Javá proviene de una raíz hebrea que quiere decir expresar o verbalizar conceptos. La capacidad intelectual del habla no consiste únicamente en traducir procesos mentales a palabras. La ciencia de la lingüística enseña que el lenguaje es el producto de un mecanismo intelectual sumamente complejo. A través del uso de las palabras se expresan ideas las cuales, en esencia, son construcciones mentales. Pero es válido igualmente afirman que el lenguaje genera ideas nuevas las cuales en ausencia de un lenguaje no podrían concebirse.
Con la desaparición de la generación de Yosef y sus hermanos, se empiezan a sentir nuevas corrientes en Egipto. Los hebreos habían prosperado y se habían multiplicado. Cuando todo está bien, suelen presentarse los problemas. Vayákom mélej jadash, “y se erigió un nuevo rey” que no quiso reconocer el aporte de Yosef al bienestar del país. Nuestros jajamim tienen opiniones divergentes con referencia a este nuevo rey. Algunos dicen que se trata efectivamente de un nuevo monarca que asciende al trono. Otros sostienen que el mismo rey sufrió un cambio. El rey siguió siendo el mismo. Pueda que esta sea la raíz del dicho popular en yídish que afirma men tor nit beten oif a náyem mélej, “no se debe orar por un nuevo rey”.
¿En qué consiste el argumento de este nuevo rey? El Faraón teme que en caso de una guerra, los hebreos pudieran plegar sus energías a las de los enemigos y vealá min haáretz, “y ascienda de la tierra (abandone Egipto)”. Es cierto que nuestros antepasados fueron colocados en la abundancia en la tierra de Goshen, pero en realidad eran prisioneros en una especie de ghetto dorado. El Faraón sospechaba que nuestros antepasados podrían aprovechar un estado de guerra para escapar de su cautiverio, a pesar de la fertilidad de la tierra de Goshen. La política egipcia consistió, entonces, en cambiar radicalmente la condición económica de los hebreos, obligándolos al trabajo forzado, aumentando periódicamente el rigor de las tareas, sin darles compensación alguna. El plan del Faraón buscaba, probablemente, que los hebreos olvidaran su preocupación por los derechos humanos básicos y la noción de la libertad, haciendo todo lo posible para dificultarles la satisfacción de sus necesidades básicas. Hay quienes argumentan que incluso en estos tiempos, resulta una forma aberrante de sometimiento, y esa es la política de los gobiernos represivos, haciendo que la atención de sus ciudadanos se concentre en la adquisición de sus necesidades más básicas, quitándoles así, el tiempo y la energía necesarias para luchar por valores más altos: la libertad y los derechos humanos consagrados.
El Faraón continúa preocupado ante la posibilidad de que el pueblo judío se reproduzca rápidamente y pueda representar una amenaza irreprimible tanto por su decidida voluntad y como por su creciente índice de natalidad. Se proclama entonces un nuevo edicto que exige que las comadronas a todo varón hebreo en el momento de su nacimiento. En vista de que esta orden no es acatada con el suficiente rigor, la misma es modificada exigiendo que todo varón recién nacido sea arrojado al río.
Vayélej ish mibeit Leví, vayikaj et bat Leví; “entonces un hombre perteneciente a la casta de Leví tomó a una hija de Leví”. Este versículo es notable porque da testimonio de la valiente decisión de continuar con una vida familiar normal, aun bajo la amenaza de tener que perder algún hijo en esa unión. Nuestros jajamim señalan a esta pareja, que decide reiniciar su vida conyugal como los futuros padres de Moshé, destinado a liberar a nuestros antepasados del yugo egipcio. Miryam, la hija mayor de esta pareja de la tribu de Leví, había cuestionado la decisión de sus padres por no llevar una vida de pareja, debido a la orden faraónica. El Faraón ordenó la muerte de los varones, únicamente argumentó Miryam, pero una decisión tan tajante, tampoco daba la posibilidad de procrear niñas. Este diálogo alegórico sirve para darle mayor énfasis a la firme resolución de Amram, el padre de Moshé, de no aceptar que un tirano paralizara el desenvolvimiento esencial de una sociedad y no permitir que agrediera la dignidad humana aun bajo la amenaza de muerte. En este siglo, en ausencia de toda noción de moralidad bajo los Nazis, aun en los mismos campos de concentración, hubo quienes que trataron de llevar una vida conyugal “normal” a pesar de las ominosas consecuencias que esto implicaba.
Tres meses después de nacido, Moshé es colocado en una cesta y echado al Nilo. La hija del Faraón escucha su llanto y identifica como uno de los niños hebreos. Según nuestros jajamim ella reconoce su condición de hebreo porque había sido circuncidado y eventualmente le da el nombre Moshé, porque fue sacado de las aguas. El rescate de Moshé es presenciado por Miryam, quien le sugiere a la hija del Faraón que puede conseguirle una mujer hebrea para amamantar al bebé. De tal modo, Yojéved, la auténtica madre de Moshé, continúa cuidándolo. Una vez terminado el período de la lactancia, Moshé se residencia en el palacio del Faraón.
Ya en posición importante en la Corte del Faraón, Moshé decide ver con sus propios ojos la situación de sus hermanos hebreos. Moshé mata a un capataz egipcio que maltrataba a un hebreo. Al día siguiente, cuando desea intervenir en una disputa entre dos hebreos, (según nuestros jajamim se trata de Datán y Aviram que participarán en la futura rebelión liderizada por Kóraj) su autoridades, cuestionada demostrando que su acción del día anterior era de conocimiento público. Aparentemente, Datán y Aviram lo denuncian ante el Faraón. Moshé decide huir de Egipto y se dirige a Midyán, donde se casa con Tziporá, hija de Yitró. Allí se convierte en pastor de ovejas. Un día- que será decisivo para la historia de nuestro pueblo- Moshé tiene la visión de una zarza ardiente que no se consume y la imagen de un ángel que surge del fuego. Moshé escucha la voz de Dios que le encomienda regresar a Egipto para sacar a sus hermanos de la esclavitud, pero deberá castigar a los egipcios por su crueldad. Moshé llega a Egipto y visita frecuentemente la corte. Se produce el azote de las diez plagas porque el Faraón no cumple las promesas que hace para librarse de los fuertes castigos que Dios le impone a él y a su pueblo.
No me gusta la palabra Tolerancia
Reflexiones íntimas del Rabino Brener sobre Judaísmo y otros temas
El culto de la muerte o la consagración de la vida
VAYEJÍ - Génesis XLVII,28 - L
Día a día el hambre se acentuaba en Egipto y sus habitantes habían gastado todos sus recursos en la compra de víveres. Para sobrevivir le vendieron a Yosef su ganado y más adelante le cedieron sus tierras, quedando como esclavos. Por lo tanto, el texto de la Hagadá reza, avadim hayinu lefaró bemitsráyim, fuimos los esclavos del Faraón en Egipto”. No fuimos los esclavos de los egipcios, porque, a su vez, los egipcios, también eran esclavos del Faraón. Yosef decreta la entrega del veinte por ciento de la producción agrícola al tesoro nacional y el resto para el sustento de las familias que siembran las tierras. El sacerdocio egipcio recibe una cuota diaria de pan y por esto les permite retener sus tierras.
El relato bíblico de nuestra lectura semanal señala que Yaacov cumple ciento cuarenta y siete años, habiendo pasado los últimos diecisiete en Egipto, y está por fallecer. Yaacov hace llamar a Yosef y le encomienda trasladar sus restos mortales a la tierra ancestral. Un culto muy importante alrededor de la muerte se había desarrollado en Egipto. Las pirámides son las extraordinarias tumbas de los potentados, donde eran enterrados con sus ropajes más finos, con comida y provisiones para el viaje hacia el Más Allá. Yaacov no desea identificarse con esa especulación (o teología) que coloca el énfasis en una vida ulterior. El judaísmo es una teoría para la vida, que acentúa y valora este mundo y por lo tanto constituye una perspectiva muy diferente a la egipcia. El éxodo no significa únicamente la ruptura con las cadenas de la esclavitud física. El éxodo de Egipto señala una actitud de rebeldía frente a la óptica de los habitantes de ese país y señala una vía alterna, diferente enteramente a la escala de valores allí reinantes.
En una visita a Caracas hace una década, el artista israelí Yaacov Agam argumentó que su arte era un arte judío. Frente a esa afirmación reaccione negativamente. Recordaba las enseñanzas de mi maestro, el finado Dr. Joseph Lookstein, Canciller de la Universidad Bar Ilán y profesor de Yeshiva University. Lookstein solía decir que la sociología judía no existía como tal. Porque no había nada de particularmente judío en la sociología. La sociología es una ciencia que tiene algo que decir sobre los grupos humanos de cualquier origen geográfico o particularidad étnica. Se puede hablar, en cambio, solía decir, de la sociología de los judíos, tal como, por ejemplo, se podía estudiar la sociología de los grupos hispanos, o de las colonias francesas del siglo XVIII. Siguiendo esta línea de argumento supuse que tampoco existía el arte, judío. Agam, sin embargo, se mantenía firme en su punto de vista insistiendo que el arte es, por lo general estático e inmóvil. En cambio, decía, mi arte es dinámico y tiene movimiento. El Judaísmo es una opción diferente frente a la cultura egipcia, continuaba Agam, porque en Egipto se adoraba y admiraba lo inmutable y lo eterno. Las pirámides son una especie de desafío frente al transcurrir de los siglos. Son una manifestación de la victoria del ser humano frente a lo efímero y temporal. La muerte representaba para el egipcio la eternidad. La vida, por ser pasajera, no era merecedora de su atención exclusiva. Únicamente lo eterno podría considerarse sagrado.
Para el judaísmo, ni el lugar ni una edificación (con las notables excepciones del Monte del Templo y del Beit HaMikdash) poseen santidad. El judaísmo santifica el tiempo, los momentos del año que tienen un significado especial, tal como los días festivos sagrados, con el Shabat a la cabeza. Mientras que en Egipto se aprecia y glorifica lo permanente, el judaísmo entroniza el cambio. El crecimiento, el desarrollo y por lo tanto la vida misma, dependen de la posibilidad de cambio y esto radica su importancia vital. Según Agam, su arte, es el arte del cambio y del movimiento. Sus obras se modifican “cambian,” dependiendo de la posición del espectador y del ángulo de visión.
Regresemos a nuestro relato bíblico y nos encontramos con Yosef, acompañado por sus dos hijos, visitando nuevamente a su anciano padre. Acompañado por sus dos hijos. Yaacov está enfermo. Es la primera vez que se menciona el estado de enfermedad en la Torá. Algunos expositores sugieren que, anteriormente, los seres humanos morían repentinamente, sin ninguna señal previa. La enfermedad, como síntoma de una muerte próxima, le otorga a la persona la oportunidad de tomar ciertas decisiones de último momento, que pueden ser de importancia trascendental. Yaacov no reconoce en un principio a los hijos de Yosef pero los bendice al enterarse de su identidad. (Es posible que la relación entre abuelos y nietos no estuviera aún lo suficientemente desarrollada en la sociedad humana). Una parte de la bendición de Yaacov, yesimjá Elohim keEfráyim vejiMenashé, que quiere decir que Dios te considere como a Efráyim y Menashé, servirá de modelo para la bendición de los hijos en las generaciones futuras.
Esta vez, en su lecho de muerte, Yaacov llama a todos sus hijos y dice, “...et asher yikrá etjem beajarit hayamim”,… lo que les acontecerá en el fin de los días”. Dado que lo que sigue es una descripción de la personalidad, o de algún acontecimiento importante en la vida de cada uno de sus hijos, y omite el “final de los días”, nuestros jajamim opinan que, en sus últimos momentos la inspiración divina abandona a Yaacov. En un contexto diferente, había sugerido un significado diferente al término ajarit hayamim, “el fin de los días”. Leemos en el versículo de Devarim (Números) XXXI, 29, que Moshé le dice al pueblo judío, ki yadati ajarei motí…, vekarat etjem haraá beajarit hayamim; “porque sé, que después de mi muerte…, y les ocurrirá el mal en el fin de los días”. En muchas oportunidades los versículos de la Biblia establecen paralelismos. Eso quiere decir que la misma idea se expresa en la primera y en la segunda parte de una oración. Al analizar este recurso literario del paralelismo, ajarei motí, “después de mi muerte,” tiene igual significado que ajarit hayamim, “el fin de los días”. Por lo tanto, sugiero que ajarit hayamim no significa necesariamente, el fin de los días de la humanidad, o sea que no hace referencia a algún concepto apocalíptico. El sentido de ajarit hayamim puede ser simplemente el fin de los días de una persona. Por lo tanto, en nuestro relato, es muy probable que Yaacov no tuviera la intención de predecir y anticipar el desenvolvimiento del futuro de la humanidad, sino opinar acerca de cuál sería el comportamiento de su familia después de su muerte, tomando en cuenta los rasgos individuales de cada uno de sus hijos.
Considero que el concepto de la unidad familiar y el de las relaciones entre sus diversos integrantes fueron evolucionando a través del tiempo. Cuando Caín exclama, “¿acaso soy el guardián de mi hermano?” podría estar enunciando, sin ironía alguna, un hecho que consideraba natural. Caín opinaba, tal vez, que cada uno es entera y únicamente responsable por sí mismo. ¿Cómo explicamos la celeridad y el empeño de Avraham en sacrificar a su hijo Yitsjak, sin por lo menos cuestionar la autenticidad de la orden recibida? ¿Por qué no exige que se le repita el severo y cruel mensaje? ¿No podría haber algún error en su transmisión? ¿Cómo podemos explicar que Yitsjak se dejase engañar por unas pieles que Yaacov se coloca sobre los brazos en el momento de recibir la bendición paterna? ¿Acaso Yitsjak, a pesar de su ceguera, no podía diferenciar entre sus hijos?. Creo que, paso a paso, se fue desarrollando el concepto de las relaciones y el de las responsabilidades paternales y filiales. Yaacov es el primero de los patriarcas en conocer y reconocer individualmente el carácter y la idiosincrasia de cada uno de sus doce hijos. Así lo demuestra en su lecho de muerte al nombrarlos y amonestarlos por sus errores. Tal vez ésta, sea una razón adicional para que el pueblo judío porte el nombre de Benei Israel, los hijos de Yaacov, porque fue el primer patriarca que conoció de cerca a cada uno de sus hijos.