RABBI MOSHE KWALBRUN z’l PASSED ON

My friend, Rabbi Moshe Kwalbrun, zichrono livracha, passed on.
Rabbi Kwalbrun was a Talmid Chacham in several ways.
He was first and foremost a Talmid, a student of Torah and Talmud. A Talmid of the human psyche as a result of his university training.
He was a constant Talmid, reading and studying daily, ever looking forward to giving a Shiur even after leaving the active rabbinate, having served the Bell Park Jewish Center of Queens NY for more than 4 decades.
He was a Talmid for decades in the weekly shiur of Rav Dovid Cohen, one of the outstanding present-day Talmidei Chachamim.
He was a Chacham, an intelligent observer of the social and political reality of a society that is constantly questioning what was for centuries accepted.
On many an occasion, I would call him for a “vort”, a thought about the weekly reading of the Torah, or an insight for a forthcoming Jewish Holy Day. Rabbi Kwalbrun had an inexhaustible treasure of ideas and was ready to share them. I did not always admit publicly the source of an insight I delivered from the pulpit, an idea I had gotten from Rabbi Kwalbrun, and that I later tried to give some additional content.
I met him first when he was an Assistant to Rabbi Israel Mowshowitz, a Rabbi’s Rabbi who served for decades in Queens NY. Rabbi Kwalbrun was a great associate to Rabbi Mowshowitz, and as an insightful Talmid, Rabbi Kwalbrun learned much from the elder Rabbi whom he loyally served.
Rabbi Kwalbrun was tireless and worked years beyond his retirement from the Bell Park Jewish Center. He was a practicing psychologist and a prison Chaplain.
However, foremost and above all, he was the loving husband of Shirley and devoted father to the other women in his life: his 3 daughters, and the grandchildren he adored.
Rabbi Kwalbrun did not pass unnoticed, he contributed to every gathering and conversation and left his indelible mark in the hearts of all who heard him, read him or met him.

Rabbi Kwalbrun was already in the decade of Gvurot and was a Gibor Chayil, a solider and servant in Tsivot HaShem.

Nishmato tsrurah bitsror hachayim.

El Templo a imagen y semejanza Ecos del Templo de Jerusalem

Parashá TZAV Levítico VI - VIII

   El sistema y el orden de los sacrificios son el tema principal de nuestros capítulos. La Torá detalla los diferentes momentos y razones para el ofrecimiento de un korbán, que es un sacrificio. En lecturas anteriores de la Torá se nos había participado que un korbán tenía que ser mikem, “de ustedes” o sea que la ofrenda, en su esencia requiere el ofrecimiento personal, porque sacrificar implica dar algo de sí mismo.

El universo de los sacrificios nos es ajeno a las mayorías y probablemente colide con algunos conceptos básicos de nuestra mentalidad actual. Para empezar, ¿cuál podría ser el posible propósito de estos sacrificios? Está claro que la intención no es la de “alimentar” a Dios con la carne y la sangre del animal ofrecido. Hay quienes sugieren que es una vía adicional para acercarse al Creador. Nos dicen que el korbán es el instrumento que el hombre utiliza para comunicarse con Dios y al mismo tiempo para tomar mayor conciencia de Su existencia y de Su providencia. Si esta era la intención original, ¿en qué forma podemos suplir actualmente esta necesidad cuando, debido a la destrucción del Beit HaMikdash, no podemos continuar con los sacrificios? El Talmud, anticipando nuestra pregunta, reseña una conversación en la cual Avraham le plantea a Dios esta misma pregunta. ¿”Cómo obtendrá el pueblo judío el perdón por sus pecados en ausencia de los sacrificios”? La respuesta que se obtiene es, “cuando Israel recite el orden bíblico de las ofrendas, lo consideraré como si los hubiesen ofrecido en realidad y les perdonaré sus pecados”. De esta manera la tradición judía se refugia en la palabra y en el estudio y señala a éste última, como el factor que puede compensar las circunstancias transitorias y que, en última instancia, entroniza al estudio como el bien supremo.

El orden de nuestros rezos diarios se rige por los sacrificios del Beit HaMikdash. Apoyándose en el hecho que había un korbán denominado tamid, los jajamim ordenaron un servicio diario denominado Shajarit que debe recitarse en las primeras horas de la mañana que coincide con el horario de este sacrificio. Para recordar las ofrendas del incienso, en las tardes, sobre un altar dorado, mizbéaj hapenimí, se instituyó el servicio de Minjá. Según el Zóhar, la recitación del orden del ofrecimiento del incienso sirve para remover las impurezas del mundo para que las plegarias sean atendidas. Igualmente se sugirió la recitación de Arvit o Maariv para hacer alusión al ofrecimiento de las horas de la noche. Dado que en los días festivos se ofrecían ofrendas adicionales, nuestros rezos reflejan este hecho con la inclusión del servicio de Musaf.

El culto dentro de la Sinagoga es, por lo tanto, un eco de lo que acontecía en el Templo de Jerusalem y el hogar de cada uno tiene ciertas características que igualmente hacen alusión al mismo Beit HaMikdash. La mesa de la casa debe considerarse como un altar y los alimentos como sacrificios, así opinan nuestros jajamim. Por lo tanto, nos lavamos las manos antes de comer, porque el kohén, según la instrucción bíblica tenía que lavarse las manos antes de la ofrenda. En el Beit HaMikdash había un kiyor, un recipiente con agua santificada de donde se derramaba ese líquido sobre las manos y los pies del kohén antes de los sacrificios.

El día empezaba en el Templo con el cuidado y limpieza de la menorá, el candelabro que se había confeccionado martillando una pieza maciza de oro. A continuación se procedía a remover del altar las cenizas sobrantes del día anterior. Se mantenían alimentadas tres llamas en el altar. El korbán se ofrecía sobre la maarajá guedolá, la primera gran llama del centro del altar. La segunda llama, maarajá sheniyá shel ketóret, ubicada en el sur oeste del altar, era utilizada para los inciensos. La tercera llama, maarajá lekiyum haesh permanecía siempre encendida en caso que algunas de las otras llamas se apagasen.

El primer korbán mencionado es el olat tamid, el ofrecimiento constante de todos los días. Se adquiría el animal para el sacrificio con los dineros de la contribución comunitaria de majtzit hashékel, dándole a todos igual participación en este servicio del Templo. El sacrificio es una demostración de la disposición al cumplimiento de la voluntad Divina. Este korbán era incinerado en su totalidad. Se procedía luego con un ofrecimiento de harina con aceite de olivo, minjat nesajim, para luego derramar vino sobre el altar.

La desobediencia “sin intención” de las reglas del Shabat requieren el ofrecimiento de un jatat, un sacrificio de expiación. Desde la perspectiva tradicional, aun cuando la acción carezca de intención específica de obviar la ley, no se puede alegar total inocencia. La persona que está consciente en todo momento de sus responsabilidades no incurre en falta. La infracción de la ley por descuido, revela despreocupación y falta de seriedad frente a un imperativo Divino.

Las ofrendas comunitarias por la paz se denominan shalmei tzibur y se llama asham al korbán de culpa que se ofrece por alguna desobediencia. Si uno jurase en falso con referencia a un objeto que le había sido encomendado para su cuidado o por cometer un robo, o como el resultado de algún préstamo, tenía que ofrecer la ofrenda asham guezelot. El uso indebido para beneficio propio de un objeto perteneciente al culto religioso del Templo, exige la ofrenda asham meilot. (Es obvio que en el clima de corrupción administrativa de numerosas sociedades contemporáneas, un Beit HaMikdash del siglo XX tendría dificultades para atender a todos los asham meilot que deberían ofrecerse). Un nazir (persona que había asumido el compromiso de abstenerse de beber vino, cortarse el pelo, y de no tener contacto con un cadáver) tenía que ofrecer un asham nazir si, accidentalmente, tenía contacto con un cadáver. Al octavo día, después de pronunciársele curado al metzorá, un leproso, éste tenía que ofrecer un asham metzorá. En la interpretación de nuestros sabios, la lepra era una manifestación externa de una enfermedad espiritual interna. Metzorá era interpretado como motzí ra, en particular como motzí shem ra, aquel que calumnia e injuria con falsedades a su prójimo. Una duda sobre la necesidad de traer al Templo un jatat, (anteriormente mencionado) requiere el ofrecimiento de un asham talui, por una culpa dudosa.

El salvarse de algún peligro o el superar una enfermedad severa es motivo para una ofrenda de todá, de agradecimiento a la Providencia. De tal modo, los momentos significativos de la vida eran acompañados una ofrenda, bien de expiación o bien de agradecimiento a Dios. Debemos notar que las infracciones intencionales no podían expiarse con un korbán. Los sacrificios no son artefactos para “faltar a la ley” y luego arrepentirse. El korbán es un instrumento de acercamiento a la divinidad ya sea en los momentos de alegría o en los de recogimiento.

Aunque carecemos hoy de un Beit HaMikdash, el principio del sacrificio continúa vigente. En toda relación humana de importancia y significación se requiere de nuestro dar, de nuestro aporte personal y en última instancia, de nuestra entrega total.

Sadia Cohen Z”L

Falleció mi amigo Sadia Cohen Zrihen, zijronó livrajá, su memoria sea una bendición.

Falleció mi amigo Sadia Cohen Zrihen, zijronó livrajá, su memoria sea una bendición.Saadia Cohen

Lo conocí durante décadas en Caracas y aprendí mucho de él. Tenía intuición e inteligencia, prudencia y orgullo.

Tenía un fino olfato por la vida comunitaria y política del país. Cuando aún en Melilla, España, su experiencia y lecturas, los estragos de la guerra civil y el gobierno del dictador Francisco Franco lo equiparon con vivencias e imágenes que décadas más tarde le sirvieron para entender e interpretar con gran acierto lo que estaba ocurriendo en la vida social y política de Venezuela en las últimas dos décadas.

Como empresario era arriesgado y prudente, simultáneamente. Identificó el momento apropiado para retirarse de la vida comercial en Caracas, ciudad que amó y a cuyo desarrollo contribuyó.

El Estado de Israel era un norte en su vida, y no tan solo a través de generosas contribuciones, sino también con estadías para interiorizarse con las necesidades del país que luego tradujo en acción, al tender un puente significativo entre Israel y España a través de la Fundación don Juan de Borbón que fundó y patrocinó. Era un hijo orgulloso del pueblo judío.

En numerosas oportunidades, especialmente durante los últimos años me reuní con Sadia, anfitrión sagaz por su evaluación de la posición muchas veces tenue del pueblo judío en el mundo: el flagelo del antisemitismo y la apremiante situación venezolana.

Nos encontramos personalmente en Caracas, New York, Miami, Madrid ciudades que conocía y valoraba individualmente, porque reconocía las bondades particulares de cada una de ellas.

Amaba la tradición judía y sabía entonar las plegarias, apoyaba a quienes extendían su mano en búsqueda de ayuda.

Pero ante todo y sobre todo, fue un hombre de familia. Querido y devoto esposo de Simy durante décadas, padre que se preocupó por sus hijos, respondiendo a inquietudes y necesidades. Como abuelo era seguramente ejemplar.

Ya lo echo de menos y no puedo pensar que una mente tan activa y productiva, que un corazón lleno de generosidad no se encuentre más entre nosotros.

Por ello y mucho más atesoraré la amistad que me extendió al mismo tiempo que elevo oraciones por la tranquilidad y paz de sus restos mortales. Su querida esposa y devotos hijos mantendrán su memoria y ejemplo de vida con ternura y amor.

Nishmató tserurá bitsror hajayim.

La importancia excepcional del estudio de la Torá

VAYIKRÁ - Levítico I - V

                                      

Nuestra lectura le da nombre al tercer libro de “Los Cinco Libros” de Moshé, la Torá. En un sentido limitado, la palabra Torá hace referencia específica a un rollo de pergamino, confeccionado de piel animal ts sobre el cual está escrito, por las manos entrenadas de un escriba, sofer, en el hebreo original, el mensaje Divino, también conocido como Pentateuco o jumash (versión impresa con puntuación del mismo texto). En una connotación más amplia, el vocablo Torá es utilizado para calificar toda enseñanza, aun las que están remotamente conectadas con el texto bíblico. Una interpretación personal acerca del sentido de algún versículo también es considerada parte integral del rubro Torá. Igualmente, cualquier comentario sobre un texto original de nuestros sabios, tal como el Talmud, es considerado parte del esquema total de Torá.

En una enseñanza de gran profundidad, reveladora de un aspecto fundamental de nuestra tradición, la Mishná, que es el documento fundamental del Talmud (la enseñanza oral), nos participa que el estudio de la Torá está por encima de otras mitzvot, que son las normas por las cuales debemos regir nuestras acciones, incluyendo la de honrar a padre ts madre, por ejemplo. Está claro que el estudio de la Torá ts el respeto ts honra por los padres no son actividades contrarias o mutuamente excluyentes. La Mishná citada nos enseña más bien, la importancia singular del estudio en la tradición judía. Talmud Torá, que es el estudio en texto original ts de cualquiera de los comentarios ts explicaciones sobre el mismo, viene a ser una actividad muy deseable, una especie de mitzvá excepcional.

Según la halajá, que es el compendio de reglas para nuestro comportamiento, es necesario recitar una bendición de agradecimiento ts reconocimiento al Creador inmediatamente antes de cumplir con una mitzvá. Esta regla no es acatada en el caso del estudio de la Torá. Haciéndose eco de este incumplimiento, el Talmud sugiere que la bendición hamelamed Torá leamó Israel, “Quien enseña Torá a Su pueblo Israel”, que se recita al inicio de las oraciones matutinas, desempeña esta función. Bajo este aspecto se nos instruye que una de las primeras obligaciones diarias es el estudio. Para nuestra sociedad de fin de siglo XX es obvio que el estudio es fundamental. Pero recordemos que esta Mishná se escribió, a más tardar en el tercer siglo ts que probablemente refleja una enseñanza mucho más antigua.

Un estudio cuidadoso de la mencionada regla de recitar una berajá, que es una bendición antes de cumplir con una mitzvá, nos enseña que debe realizarse cada vez, inmediatamente antes del acto. Por ejemplo, uno debe recitar una berajá antes de comer una fruta. Esta es una manera de agradecerle a Dios por nuestro sustento ts de que tomemos conciencia del hecho de que es necesaria la intervención Divina para que la tierra nos brinde sus frutos. Antes de comer una fruta en la mañana, por ejemplo, debo recitar una berajá ts debo repetirla en la tarde si como una fruta de nuevo. En el caso del estudio de la Torá es suficiente, aparentemente la recitación de la berajá apropiada en las oraciones de la mañana. ¿Por qué la diferencia entre Talmud Torá ts otras mitzvot? ¿Será porque en el caso del estudio nos encontramos frente a una “súper” mitzvá?

La halajá enseña que es suficiente una sola berajá antes de comer cualquier cantidad de fruta. No es necesario repetir la berajá antes de cada bocado. La regla indica que mientras se tenga intención de continuar comiendo, no se requiere la recitación de una nueva berajá. Pero no se debe alegar que la berajá que se recita en el desayuno tenga validez para el almuerzo. Han transcurrido entre tanto varias horas en las que uno se ha dedicado a diversas actividades, totalmente ajenas a la comida. De acuerdo con esta interpretación, después de un día de actividad comercial, profesional u otra, al comenzar un período de estudio en la noche  se debería recitar una berajá antes de leer cualquier texto sagrado. La halajá no lo requiere. ¿Por qué? Tal vez porque la halajá no concibe que abandonemos, aunque sea por un instante, la intención de estudiar, aun cuando estemos absortos en cualquier otra actividad. Por lo tanto la berajá matutina tiene vigencia durante todo el día para el estudio de la Torá ts no es necesario repetirla.

En épocas anteriores se daba comienzo al estudio del jumash con nuestra lectura de Vayikrá. Se iniciaba al niño de unos tres o cuatro años con un aprendizaje del orden de los sacrificios que se ofrecían en el Beit HaMikdash, que es el tema que predomina en estos capítulos. La intención probable era comunicarle al niño que en este mundo hay que ofrecer sacrificios. Toda relación significativa entre seres humanos requiere el dar de sí mismo. No pain, no gain, sin dolor no hay progreso, dicen los atletas americanos. Se solía esconder entre las páginas de este jumash algunas monedas, golosinas o caramelos, con el propósito de que el niño al abrir el texto sagrado asociara al estudio con lo dulce u obtuviese el dinero para adquirirlo.

Este tercer libro de la Torá comienza con las palabras Vayikrá el Moshé, “TS llamó (el Eterno) a Moshé”, con la particularidad que la letra álef (la primera del alfabeto hebreo ts que también es utilizada en las matemáticas modernas) que es la última de la palabra vayikrá está escrita en un tamaño más pequeño que el de las otras letras del mismo vocablo. Los expositores del texto tienen diferentes sugerencias para esta aparente anomalía. Según la exégesis de Báal Haturim, por ejemplo, Moshé escribió la álef pequeña como una manifestación de su humildad, porque de tal manera equipara el nivel de su profecía con la de otros profetas. Al quitársele la letra álef, esta palabra se convierte en vayikar que denota un llamado accidental u ocasional, que es el vocablo que se utiliza en capítulos posteriores, en el caso del profeta gentil Bileam.

Según nuestros jajamim ha cesado la era de la profecía. La palabra directa de Dios no se escucha en nuestros tiempos, ts, por lo general, dudamos de la salud mental de las personas que alegan haber escuchado un llamado Divino. Según algunos, nuestras generaciones no son merecedoras del contacto “personal” o “íntimo” con la deidad, por nuestras numerosas fallas ts errores. Según otros, el llamado continúa; el problema reside en el hecho de que no estamos sintonizados ts sensibilizados al mensaje de Dios, porque estamos embriagados con el avance de nuestra tecnología ts obsesionados con la constante adquisición ts acumulación de bienes materiales.

Sugiero que tal vez Dios ha cesado de comunicarse directamente con nosotros porque El no considera necesario hacerlo. Dios nos ha manifestado en la revelación en el Monte Sinaí, con absoluta claridad, el camino que debemos seguir en la vida ts que constituye el contenido esencial de las sagradas escrituras. En cierta etapa de la historia de la humanidad nos envió Sus mensajeros, los profetas, para exhortarnos a no apartarnos del sendero que El nos había indicado. Lo que realmente hace falta es que seamos consecuentes con las enseñanzas que ya nos han sido dadas. Una “nueva” revelación sería una admisión de que la primera de éstas fue insuficiente o equivocada. ¿Acaso podemos sostener que Dios cambia de opinión o que lo que El hace no es perfecto? Nuestra tarea actual es la de leer ts estudiar estos capítulos, para obtener de ellos un rumbo, una dirección. Nuestra tarea es la de interpretar ts estudiar la palabra de Dios de acuerdo con la perspectiva ts el entendimiento contemporáneo, tal como generaciones anteriores lo hicieran en su época. Aunque vivimos en un mundo de cambios ts de constante desarrollo, existen imperativos morales ts éticos que son eternos. La Torá es la fuente auténtica de estas normas para nuestra conducta.

La santidad del Shabat – La democratización religiosa

VAYAKHEL - Éxodo XXXV - XXXVIII,20 - PEKUDEI Éxodo XXXVIII,21 - XL

La Torá nuevamente insiste sobre la naturaleza especial del Shabat y en especial acerca de la necesidad de abstenerse de melajá, que es el trabajo prohibido en ese día sagrado. El texto hace mención específica de no encender fuego en Shabat. Según nuestros jajamim hay treinta y nueve categorías de actividades manuales que están prohibidas en Shabat, incluye la de no encender fuego alguno, señalada en nuestro texto. ¿Por qué se menciona como un aparente ejemplo de los trabajos prohibidos, pinkt (especialmente) lo tevaarú esh, “no encenderéis fuego”? Respondiendo a esta inquietud, el Talmud, cita una diferencia de opinión entre Rabí Yosí y Rabí Natán. Según Rabí Yosí, la mención específica de esta prohibición, parece un caso excepcional, que sirve para enseñar que el castigo por encender fuego en Shabat es menor que el que se recibe por desobedecer cualquier otra melajá. Según Rabí Natán de  nuestro texto se deduce, que cada desobediencia resulta en un castigo aparte. O sea, la trasgresión de dos prohibiciones en Shabat, significa recibir dos castigos.

Una lectura objetiva del mismo texto, en cambio, nos sugiere que el encendido del fuego es el ejemplo típico de lo que no debe hacerse en Shabat. Después de todo, el fuego y el calor son los agentes que utilizamos generalmente para transformar la naturaleza y sus elementos, o para darle un uso diferente a las cosas. Por ejemplo, no se debe cocinar en Shabat, porque por efecto del calor  los alimentos se vuelven comestibles. El Talmud especula que el “primer invento” de Adam fue la utilización del fuego, el instrumento necesario para todo avance tecnológico. El desarrollo de la civilización, tal como la conocemos, es inconcebible sin el uso del fuego. La idea básica de “no trabajar en Shabat” busca aparentemente que el hombre puede utilizar y aprovechar lo que existe en la naturaleza, pero al mismo tiempo debe abstenerse de toda actividad de creatividad intencional. O sea que no se debe pulsar el interruptor de electricidad, porque al hacerlo, se propicia que la electricidad existente en los cables, se transforme en la luz que irradia del bombillo. Antes de pulsar el interruptor no se puede leer en la habitación por la oscuridad, pero después sí se puede. Con mi acción he transformado y alterado el uso que se puede dar a esa habitación en particular, y por ello, la prohibición. La abstención de toda actividad creativa en Shabat, hace que reconozca y admita, simbólicamente, que el auténtico creador del universo es Dios, porque El también cesó de crear en ese séptimo día.

Las treinta y nueve categorías de “trabajos prohibidos” en Shabat pueden agruparse bajo tres renglones generales de acuerdo con el Dr. Michael Gutmann en su “Trabajo en Shabat de acuerdo con la halajá”. Estos son los “trabajos” relacionados con la agricultura, los que están presentes generalmente en la preparación de los alimentos y los que se utilizan en la artesanía. Bajo el rubro de la agricultura nos encontramos con la prohibición de sembrar, arar, segar, cosechar, trillar, aventar y separar. Con referencia a la preparación de los alimentos no se debe moler, amasar y hornear.

Dado que la instrucción de “no trabajar en Shabat” se repite junto con las instrucciones acerca de la construcción del Mishkán, deducimos que efectivamente están prohibidos en Shabat todos los trabajos que fueron necesarios para la construcción de este tabernáculo. Numerosas actividades del Mishkán eran operaciones textiles tales como esquilar, blanquear, desplumar y teñir la lana. Además, se realizaban operaciones tales como hilar, tejer, empalmar, desatar, coser, rasgar. Igualmente, los trabajos involucrados en la elaboración del cuero tales como cazar, sacrificar, despellejar, curtir, raspar, cortar, escribir, borrar. Incluidos, desde luego, en la erección de este Mishkán están el construir y el destruir. Bajo el rubro de los trabajos de orfebrería se incluye encender, apagar y terminar. Por último está la prohibición de no transferir un objeto de un dominio privado a un dominio público y viceversa; y el transporte de un objeto en el mismo dominio público.

Las melajot, que son las categorías de trabajo arriba mencionadas, contienen prohibiciones adicionales que se derivan de ellas y cuya suma global es impresionante. Nuestra conclusión inicial podría ser por lo tanto, que en el día de Shabat la obsesión constante es con todo lo que “no” debemos hacer. “No hagas” parece ser la esencia del día sagrado. Para algunos, pueda ser que sea así. La tradición, en cambio, enseña algo muy diferente. El espíritu y la intención de la multiplicidad de estas prohibiciones propicia el que podamos, alejarnos airosamente de nuestros quehaceres mundanos para que tengamos la oportunidad de concentrarnos en otras actividades, tales como el estudio y la reflexión, la conversación y la compenetración con los diversos miembros de nuestras familias, que son, después del todo, las cosas, los seres y las relaciones que tienen trascendencia y propósito en nuestras vidas mortales.

¿Es acaso la concepción halájica del Shabat compatible con la vida moderna? En una sociedad donde los medios de comunicación lo son todo, ¿es posible aislarse, por un período de veinticuatro horas semanales, del obligado uso del teléfono, de la televisión y del automóvil? La respuesta ni es obvia ni fácil. Requiere una dosis especial de disciplina encerrarse en una “fortaleza judaica auténtica” en Shabat, después de haber compartido durante seis días de cada semana, el ritmo de vida y los avanzados tecnológicos de  nuestros tiempos. En tiempos anteriores el problema era más agudo aún por la escasez de los medios de subsistencia. El no trabajar un día, significaba que no se comía un día.

A fin de cuentas, la observancia de las leyes de Shabat, tiene que ser el resultado de una firme decisión muy personal, lo que, desde luego, tienes invariablemente, grandes consecuencias. Asher Ginsburg, mejor conocido como Ajad Haam, solía citar que “más que los judíos cuidaran el Shabat, el Shabat cuidó de los judíos”. Existe una identificación y una simbiosis entre el Shabat y el judío, que son difíciles de delinear con precisión. En los albores del movimiento Reformista en el judaísmo se hizo el intento de sustituir el domingo por el Shabat. ¿Cuáles fueron las consideraciones para este paso, que fue abandonado con el tiempo? Hay quienes sostienen que la decisión fue tomada para facilitar la asistencia a la sinagoga en épocas cuando el sábado era un día laboral para las grandes mayorías. Otros sostienen que fue un intento adicional de “cristianizar” el judaísmo y de diferenciar al judío lo menos posible de los otros miembros de la sociedad que le ofrecían, por primera vez, la opción de la ciudadanía. El cambio del domingo por el Shabat, le daba la posibilidad al judío de asistir a su propia “iglesia” judía el mismo día en que el resto de la población se dirigía a las iglesias cristianas. De una manera u otra, el judaísmo no pudo absorber esta obvia imitación y retornó a la celebración del Shabat, mientras los reformistas siguieron con sus novedosos principios ideológicos.

La recitación inicial de seis salmos que aluden a los seis días de la semana en el rezo de Kabalat Shabat, fue instituido por los Kabalistas de Tzefat. Estos místicos solían salir a los campos durante crepúsculo del viernes para recibir a Shabat malketá, a la “Reina de Shabat” que se acercaba. Encontramos el origen de esta costumbre en el Talmud donde se relata que los sabios vestidos con sus mejores ropas solían saludarse diciendo, “vamos a recibir a la Reina Shabat”. Lo que se decía en forma simbólica en los tiempos del Talmud, se sentía aparentemente como una realidad en el mundo de la Kabalá. Y en nuestros tiempos también, toda familia que observa el Shabat puede dar testimonio de que existe una paz y un manto de santidad que envuelve todos los rincones de ese hogar donde las leyes de este día son consagradas.

PEKUDEI

La democratización religiosa

Éxodo XXXVIII,21 – XL

                                     

La construcción del Mishkán, que es el tabernáculo que le servirá a nuestros antepasados en su culto al Creador, recibe minuciosa atención en nuestros capítulos. Tal como conocemos de las lecturas anteriores, no es ésta la primera vez que nuestro texto detalla los diferentes objetos y trabajos que fueron necesarios para el Mishkán. Algunos expositores e intérpretes bíblicos se esfuerzan por encontrar un razonamiento para esta insistencia y repetición. Antes de intentar responder a esta interrogante, es importante notar cierta modalidad en el proceso de la construcción de este Mishkán.

El Mishkán se construye con la participación de toda la sociedad. Se exhorta a cada miembro para que contribuya con majtzit hashékel, que es una cantidad igual para todos, para evitar posiblemente que alguna persona o grupo se apodere de la conducción y del funcionamiento de este Mishkán. En cierta forma, los kohanim que componen el sacerdocio del culto, no tienen exclusividad del recinto sagrado, porque el pueblo, en su totalidad, ha participado en su construcción y continuará haciéndolo con su mantenimiento y con sus contribuciones para las necesidades de este Mishkán. El aporte de los diferentes materiales necesarios para la construcción del Mishkán le ha dado a cada uno una vía adicional para expresar de manera concreta su inquietud y fervor religiosos. El judío se sentirá, de aquí en adelante, involucrado personalmente y como factor activo en el culto de la fe, hecho que es una característica esencial y un pilar fundamental de la tradición judía.

Al entrar a una sinagoga se nota de inmediato la diferencia entre ésta y otros templos. No existe un oficio o sacrificio simbólico ofrecido por un sacerdote. El jazán que dirige los rezos en la sinagoga, (aunque con algunas excepciones) viene a ser en gran medida, director de orquesta que pone orden a la recitación de las plegarias por parte del público asistente, el que a su vez, tiene que ser un participante activo en todos los aspectos del servicio religioso. En un principio, durante el culto en la sinagoga, cada persona llamada para una aliyá, que es la lectura de la Torá, efectivamente leía, él mismo, los versículos de la porción que se le había asignado. Pero cuando los jajamim notaron que en los oficios había feligreses que no podían cumplir con esta tarea y, que por lo tanto, quedaban discriminados, optaron por delegarle a una persona, designada de antemano (báal keriá), para que a nombre de todos declamara y cantara la lectura.

La enseñanza judía, por lo tanto, es diferente a la de otros, y hasta revolucionaria, porque arrebata el monopolio del sacerdocio en el culto religioso. Durante la última etapa de nuestra historia, anterior a la destrucción del Beit HaMikdash, que era el Templo sagrado de Jerusalem, se acentuó la rivalidad entre dos de las corrientes existentes. Por un lado estaban los Tzedukim, Saduceos que representan básicamente a los kohanim que componen el sacerdocio, y por el otro lado encontramos a los Perushim, Fariseos que agrupa a los jajamim que son los maestros y estudiosos de la tradición.

La destrucción del Beit HaMikdash aceleró esta rivalidad que culminó con el predominio intelectual de los Perushim. Estos últimos interpretaron las Sagradas Escrituras y estamparon con sus enseñanzas la esencia de la práctica y de la fe judía. Su obra magna es el Talmud que recoge las discusiones y las polémicas de las grandes academias de estudio de Babilonia y de Palestina. Desde cierta estrecha, pero afinada perspectiva, el Talmud revela, de manera más auténtica que la misma Biblia, el geist del judaísmo. El Talmud nunca podría ser incorporado a la vida de otro grupo si este grupo no abandonase previamente su identidad anterior. La Biblia, en cambio, fue adoptada por el cristianismo, el cual aunque similar en algunos aspectos, es muy diferente y “otro” del judaísmo en un gran número de proposiciones fundamentales. La mencionada participación mancomunada en la construcción del tabernáculo en el desierto, constituye, entonces, un primer paso para la “democratización religiosa popular” que será una premisa fundamental del judaísmo.

La decisión Divina de ordenar la construcción de este Mishkán parece ser, como ya anotamos en un capítulo anterior, un compromiso con la noción de la existencia de un Dios que no es visible. El pueblo exige alguna representación tangible de un concepto que es enteramente abstracto. No era posible borrar rápidamente la memoria de la experiencia egipcia de centenares de años. Por lo tanto, el Mishkán y la menorá y todos los objetos que contiene este recinto sagrado son símbolos de ideas que fueron revolucionarias en su momento, pero que representan, al mismo tiempo, verdades permanentes.

Por siglos, incluyendo el de la gloriosa época de la construcción del Beit HaMikdash durante el reino de Shelomó, continuó la lucha por desterrar las costumbres y las ideas paganas del seno de nuestro pueblo. El monoteísmo no se impuso de inmediato con la maravillosa revelación en el Monte Sinaí. Fue necesario destruir numerosos ídolos y falsos conceptos, en un proceso de maduración y desarrollo de las nuevas ideas que revolucionarían al mundo entero.

La destrucción del segundo Beit HaMikdash y el destierro de nuestros antepasados causaron un trauma nacional de enormes proporciones. En el exilio no había la posibilidad de ofrecer los sacrificios que constituían el culto diario en el Beit HaMikdash. La etapa que había comenzado con el Mishkán después del Éxodo de Egipto había llegado a su conclusión. Peligraba ahora la estabilidad de la fe en el Dios único que finalmente se había arraigado y formaba parte de la identidad judía. El Beit HaMikdash no es portátil y no podía ser incorporado a un nuevo estilo de vida religiosa fuera de la tierra ancestral.

En este momento de la historia se impone con mayor fuerza la perspectiva de los Perushim que toman para sí la bandera del estudio y del esfuerzo por una comprensión más profunda de los principios de la tradición religiosa. Con la pérdida del culto de los kohanim que se realizaba en Jerusalem, surgen las academias y las tertulias. Aflora con vigor la Sinagoga, cuyas raíces se habían constituido, tímidamente, durante el último período de la existencia del Beit HaMikdash. La figura del Rabí (rabino) que es el maestro, el experto intérprete de la tradición, adquiere prominencia en la jerarquía religiosa. En algún momento de la Edad Media, nos encontramos con la profesionalización de este Rabí que percibe una remuneración de la comunidad (equivalente a lo que hubiera percibido por otro oficio, si le dedicase un tiempo similar) a fin de entregarse, a tiempo completo, al estudio y a los quehaceres espirituales de la sociedad.

De tal modo, se da la transición de una fe cuyo centro físico está en Jerusalem, a una tradición que puede ser transportada y llevada a los confines del mundo. El sacrificio tiene que ofrecerse en el Beit HaMikdash, pero las oraciones y el estudio no están circunscritos a un área geográfica. Esta nueva adaptación de la fe, obligada por el exilio, reforzó la determinación por la sobrevivencia y afinó nuestro ingenio creativo en la búsqueda de nuevas modalidades para expresar las verdades espirituales que habíamos heredado. Sin embargo, la posibilidad actual de residir en Medinat Israel abre nuevas perspectivas para desarrollar con la experiencia obtenida en el exilio, una apreciación y comprensión  más profundas del gran descubrimiento del patriarca Avraham que es la existencia de un solo Dios y en consecuencia, el de la hermandad entre todos los seres humanos.