La naturaleza dialogal de la plegaria

ÉKEV - Deuteronomio VII,12 - XI,25

Nuestros capítulos afirman que ékev, como consecuencia del cumplimiento de las Mitsvot, las ordenanzas Divinas, el Eterno velará por el Berit, el pacto que cerró con nuestros antepasados. Nuestro cumplimiento de las Mitsvot trae como resultado vaahevjá uverajejá vehirbejá, “y (Dios) te amará, te bendecirá y te multiplicará”. Señalamos que el concepto del amor está presente y mencionado varias veces, en este texto bíblico. En efecto, el vocablo amor juega un papel muy importante en un capítulo de lecturas anteriores que es muy notable por ser considerado como el pilar de nuestra fe. Hacemos referencia a Shemá Israel, al párrafo que comienza con la afirmación: “Escucha Israel, El Eterno, nuestro, Dios es Uno”.

En el idioma hebreo lishmoa, que quiere decir escuchar, significa en especial, entender y obedecer. De tal modo, Shemá Israel no es únicamente una invitación a escuchar una afirmación acerca de la unicidad Divina. Shemá nos dice que es necesario entender las implicaciones de esta unicidad de manera general en lo referente al universo, y en particular, a sus consecuencias sobre el comportamiento humano.

Por un lado, la unicidad de Dios nos lleva a concebir la posibilidad de un ordenamiento lógico en las estructuras y en las leyes que rigen el cosmos. La noción de la existencia de un creador y diseñador único del universo nos permite pensar que cada efecto tiene una causa. Esta concepción monoteísta se convierte en la génesis de la ciencia que explora y clasifica para encontrar una explicación convincente de los fenómenos de la naturaleza. Al mismo tiempo, el Dios único, es un factor de democracia dentro de la diversidad que encontramos en la especie humana. El mismo Creador es el responsable por la existencia de todos los seres sin excepción.

Una característica generalmente aceptada, de la tradición judía afirma que la acción es primordial. Ikar hamaasé, lo fundamental es la acción, reza un lema de nuestros Jajamim. En la tradición judía, la fe y la creencia no conducen necesariamente a la salvación. Es indispensable la práctica de las buenas acciones y la conducta honorable para ser merecedor del visto bueno religioso. Sin embargo, la importancia que se le otorga a la frase Shemá Israel nos sugiere que el mero escuchar es un desideratum moral. ¿Acaso no se considera que nuestra época sufre de sordera, porque no escucha el clamor de los menos afortunados?

El párrafo bíblico mencionado, Shemá Israel, afirma que la unicidad de Dios exige como consecuencia, veahavtá et HaShem Eloheja bejol levavjá…, “y amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón…. Claro que no se puede ordenar el amor hacia otra persona o hacia otro ser. Por definición, consideramos que la espontaneidad es la cualidad que define al amar genuino y, por tanto, no puede estar compuesto por un conjunto de sentimientos fabricados artificialmente o impuestos de manera obligatoria. Se puede llegar a veahavtá tal vez, como resultado de cierto comportamiento global y como una consecuencia de estar inmerso en vehaguita bo yomam valaila, en el estudio constante de la Torá, como una vía y un medio para un acercamiento al Creador.

Mi maestro Harav Yosef Dov Haleví Soloveitchik enseña que se dispone de cuatro vías para acercarse a Dios. A través de este medio el hombre transciende el abismo que separa lo infinito de lo finito. Estos caminos son: Talmud Torá, que es el estudio, ahavat HaShem, que es el amor a Dios, shemirat haMitsvot, que es el cumplimiento de las ordenanzas, y tefilá, que quiere decir la oración.

Si partimos de la premisa de que Dios lo sabe todo, Talmud Torá se convierte en un instrumento para acercarnos e identificarnos con Su conocimiento. Es una manera de establecer una frontera con el intelecto de Dios. Al estudiar, compartimos los conocimientos Divinos y efectuamos una fusión entre lo finito y lo infinito. Dios se revela a través de la naturaleza que es el cosmos y en el orden moral, que en el judaísmo es la Torá. La investigación del universo y una mejor comprensión de los parámetros éticos y morales, son una manera de apreciar y aprehender, aunque sin jamás llegar a comprender totalmente, la esencia de la Divinidad. La tradición judía ordena el estudio como el bien más preciado al enunciar Talmud Torá kenégued kulam, que el estudio de la Torá sobrepasa a todo (los otros actos virtuosos).

El amor a Dios, ahavat HaShem, tiene que ser la consecuencia de una vida que se rige por el cumplimiento de las normas ordenadas por la Divinidad. Una vida de Mitsvá sirve para que nuestras emociones y sentimientos se movilicen, para reconocer en toda experiencia y suceso la intervención benévola de la deidad. Ahavat HaShem es la irresistible respuesta interna a la aprehensión de la Presencia Divina en el universo, que es la que le da sustento y existencia al cosmos. En ausencia de Dios, la existencia y el ser son una imposibilidad.

El hombre sirve a Dios a través del ejercicio de su voluntad moral para llegar a decisiones de contenido ético. El propósito de la halajá, según Soloveitchik, es el de doblegar la voluntad del hombre a la voluntad de Dios. El propósito es buscar la relevación del hombre a un nivel espiritual, guiando sus impulsos e instintos biológicos para que tengan un contenido y una significación trascendentales. La meta de la Mitsvá es la transformación de lo mecánico y habitual en nuestras vidas, en acciones que se sitúan en el plano espiritual, de kedushat haguf, la santificación del cuerpo. En algunas otras religiones se considera que el cuerpo es corrupto e irredimible. En el judaísmo, en cambio, se busca la síntesis y la fusión entre cuerpo e intelecto para forjar al ser espiritual. Aunque Talmud Torá está dirigido esencialmente al intelecto, la Mitsvá, en cambio, involucra a todo el ser, para lograr la armonía y la integración entre cuerpo y mente.

  Talmud Torá, ahavat HaShem y Mitsvá son actividades humanas que tienen el propósito de fomentar el acercamiento y el encuentro con la Deidad. Pero Tefilá tiene una característica adicional que es la existencia del interlocutor y de la reciprocidad. El ser humano eleva su plegaria a Dios, y Este le responde. (La respuesta también puede ser negativa, pero es una respuesta). En un sentido figurado el hombre asciende el monte de la oración y Dios desciende desde los cielos que encuentran a mitad de camino. Así reza la Biblia en el libro de Shemot, Vayéred HaShem al Har Sinai…, vayáal Moshé: “y Dios descendió sobre el Monte Sinaí…, y Moshé ascendió” (para que se produzca un encuentro entre ambos). La oración no es un monólogo sino un diálogo participativo. En Tefilá hay movimiento de parte de ambos, mientras que en las primeras modalidades mencionadas, el hombre es el ser activo y Dios es el ente pasivo.

La tradición judía califica a Dios como Shomea Tefilá, quien escucha la oración, porque sin el interlocutor, el rezo se convierte en un acto de auto sugestión y cesa de ser un diálogo. La profecía es una vía para la comunicación de Dios con el hombre (según Rambam, el naví, el profeta, es una persona de una gran preparación espiritual que le permite estar conectada al mensaje Divino). Los Anshei Knéset Haguedolá, los integrantes de “La Gran Asamblea”, instituyeron la plegaria, al término del período de la profecía, para poder continuar con la relación Divina, e iniciar un nuevo período en nuestra historia espiritual, esta vez en forma de diálogo. Aunque la oración tiene una dosis importante de Tejiná, que es la petición, su motivación primaria es el encuentro con la deidad.

Estas ideas están claramente expuestas y contenidas en las palabras de nuestro texto semanal, Veatá Israel ma HaShem Eloheja shoel meimaj, “y ahora Israel ¿qué requiere de ti el Eterno tu Dios”, ki im leyirá et HaShem Eloheja laléjet bejol derajav uleahavá otó, “sino que Le temas y sigas Sus caminos amándole”, velaavod et HaShem Eloheja bejol levavejá uvejol nafshejá, “y sirviéndole con todo tu corazón y con toda tu alma”. Lishmor et Mitsvot HaShem veet jukotav asher anojí metsavejá hayom, “cumpliendo Sus mandatos y preceptos que hoy te prescribo”, (porque el propósito básico y esencial de todo lo antedicho es) letov laj, “para tu bien”.

Los pecados de Moshé

Deuteronomio III,23 - VII,11 - VAETJANÁN

Moshé conducirá al pueblo hasta los límites de Canaán, pero no cruzará el río Yardén. Ese fue el mandato del Señor. Vaetjanán, y Moshé rogó para que se modificara este severo fallo, pero sus plegarias no obtienen la respuesta ansiada. Mipnei ma nitavé Moshé likanés leErets Israel, “¿por qué deseó Moshé entrar a la Tierra de Israel?”, cuestiona el Talmud. En la búsqueda de respuesta se descarta la posibilidad que Moshé anhelara deleitarse con los abundantes y maravillosos frutos de esa tierra. Después de todo, el personaje que ejemplifica la devoción por un ideal y la entrega total a su pueblo, se abstendrá del intento de alterar la voluntad Divina por un beneficio personal. Los Jajamim mantienen que Moshé sabía que muchas Mitsvot eran aplicables únicamente en Erets Israel y tenía el deseo irresistible de cumplir con ellas y poder observar todas las posibles ordenanzas del Creador.

Los Jajamim describen un diálogo con Dios en el cual Moshé alega que quien salvó a los judíos de Egipto, es quien debe acompañarlos en la conquista de la Tierra Prometida. Pero Dios le responde, shishá avonot asita, cometiste, Moshé, seis faltas y por lo tanto no puedes entrar a Canaán. ¿Cuáles fueron estas faltas de Moshé?

La primera infracción hace referencia al hecho de que en el inicio de su designación para salvar a nuestros antepasados, Moshé reacciona diciendo shelaj na beyad tishlaj, envía Tus mensajes por mano de aquel que has de enviar. Esta fue una manifestación de la apatía de Moshé para cumplir el mandato Divino. Tal vez lo que sale a relucir en esta ocasión es una dosis de timidez y falta de auto estima y por lo tanto Moshé no debería ser culpado. Sin embargo, la lección que pudiera enseñarnos es que el llamado de una sociedad agobiada debe tener preferencia sobre cualquier consideración personal.

La impaciencia de Moshé en sus negociaciones con Paró, que es el Faraón, es el tema de su segundo error. La intervención de Moshé ante Paró resulta en el cese de la entrega de cierto material, pero exigiendo de los hebreos la elaboración diaria de la misma cantidad de ladrillos. Con toda razón, Moshé exclama, “desde el momento que me presenté ante Paró para hablarle en Tu Nombre, empeoró la situación de este pueblo”, vehatsel lo hitsalta et ameja, “y no lo liberaste”.

Moshé desconoce el alcance del plan Divino que incluye el “endurecimiento” del corazón de Paró, con propósitos probablemente didácticos. (Este endurecimiento del corazón de Paró fue comentado en nuestras entregas de Shemot, aunque de manera resumida, debido a la colisión entre el principio esencial de la libertad humana y la intervención Divina que altera o influye en nuestra voluntad de acción). Nos encontramos frente a una de las incógnitas principales de todo sistema teológico, porque la limitada inteligencia humana no puede abarcar el propósito final de la infinita sabiduría Divina. Llegamos a nuestras conclusiones sobre la base de conocimientos limitados, mientras la deidad hace un despliegue momentáneo de los sucesos históricos de la humanidad. La mencionada reacción de Moshé en este caso es una nueva manifestación de una fe insuficiente en la conducción Divina de los acontecimientos. La certeza en la Providencia de Dios, requiere confiar en kol ma deavid rajmaná letav avid, en que los propósitos y los resultados de toda intervención Divina son provechosos.

Moshé da muestra de una tercera duda cuando el pueblo exige carne, por estar hartos y cansados del Man, el maná que descendía desde las alturas. La vacilante reacción de Moshé frente a la petición de su gente, demuestra incertidumbre acerca de la capacidad Divina de proveer la carne que el pueblo pide en el desierto.

Durante el episodio de la rebelión en el desierto, Moshé proclama públicamente que si Kóraj fallece de muerte natural se podrá concluir que lo HaShem shelajani, que no fue Dios quien me envió. Se deduce entonces que en la eventualidad de la muerte natural de Kóraj, Moshé deja de ser el enviado de Dios y se convierte en un líder político que apela a los sentimientos nacionales del pueblo. Desde el prisma bíblico no existe separación entre la fe y el nacionalismo. Por ejemplo, para el pueblo los Regalim, las festividades religiosas, tienen al mismo tiempo un significado nacional. Samuel Belkin, el finado presidente de Yeshiva University de New York, nos enseña que para Filón, el sistema ideal de gobierno para el pueblo judío es una teocracia, o sea una democracia basada en los principios de la tradición religiosa judía.

En el episodio de Mará cuando el pueblo se queja por la falta de agua, Moshé golpea la roca para que brote el preciado líquido. En la opinión de algunos, en este caso la trasgresión consistió en golpear la roca, en lugar de hablarle, como el señor se lo había indicado. Otros opinan que el pecado de Moshé radica en referirse a nuestros antepasados con la expresión shimú na hamorim, “escúchenme ahora, rebeldes”. Un líder no debe faltarle el respeto a su pueblo y no puede menospreciar la dignidad de sus seguidores. El calificativo de hamorim, que significa los rebeldes, era una demostración de que Moshé estaba perdiendo objetividad, así como el respeto a sus seguidores, a los cuales no valoraba debidamente. Aquel que conduce los destinos de una nación y despierta la inspiración de las masas, debe demostrar aprecio y amor por su pueblo.

El sexto y último error de Moshé consiste en su menosprecio por la generación de relevo que tenía que ampliar, profundizar y afianzar la tradición y la recientemente adquirida noción de libertad. Moshé designa a los hijos de los que salieron de Egipto como tarbut anashim jataim, los que queréis seguir el camino de vuestros padres pecadores.

Los motivos mencionados no aparentan ser suficientes para justificar el castigo severo que Moshé recibe de no pisar la tierra de Canaán. Moshé, según nuestros Jajamim presenta un argumento adicional en su diálogo con Dios. Moshé razona de la forma siguiente: Yosef, que dedicó toda su vida al desarrollo de la sociedad y de la nación egipcia, fue enterrado en Israel. Por tanto, es injusto que él, Moshé, que dedica todas sus energías para llevar al pueblo elegido a la tierra elegida, sea enterrado fuera de Israel, en un lugar desconocido.

La respuesta de Dios es cortante e hiriente. Mi shehodé beartsó nikbar beartsó, quien reconoce su tierra (su origen) es enterrado en su tierra. Yosef se identifica en todo momento como hebreo. La esposa de Potifar lo conoce como tal, al igual que el panadero y el copero de Paró, a quienes Yosef dice gunov gunavti meErets haivrim, fui secuestrado de la tierra de los hebreos. En cambio, al principio, Moshé no se idenrtifica como miembro del pueblo esclavizado. Al recibir la ayuda de Moshé, las hijas de Yitró le cuentan a su padre: Ish mitsrí hitsilanu, un hombre egipcio nos salvó, porque Moshé no les hizo saber que era hebreo.

Yosef nace en Canaán, pero se educa y prospera en Egipto. Es claro que el impacto de los años de su niñez y de su juventud fue imborrable. Por eso, nuestros Jajamim sugieren que las carretas que Yosef envía a su anciano padre, tras diecisiete años de ausencia, le hacen recordar a Yaacov la ley de eglá arufá que ambos habían comentado años atrás. Porque guirsá deyankutá delá mishtakjei, el aprendizaje de la juventud no se olvida y aparentemente Yosef aún recordaba el tema de la última lección que había estudiado con su padre. Moshé en cambio, nace en Egipto y su entorno cultural es la Corte real egipcia. En el transcurso de su vida adulta, Moshé busca y encuentra sus raíces ancestrales. Entonces se produce una metamorfosis en su personalidad. Pero la guirsá deyankutá de Moshé, la tutela y el cuidado que en su niñez recibió en la corte de Paró también forman parte de su composición personal. Moshé adquirió un aire y un porte reales durante esos años formativos al lado de la hija de Paró, que luego le permitieron especular sobre la posibilidad de dirigir el éxodo del pueblo judío desde la esclavitud hacia la libertad. Pero aquellos años en palacio fueron decisivos en su formación dejando una huella que colorea y compromete su total identificación con el destino de su pueblo.

Moshe’s sins

VAETCHANAN - Deuteronomy III, 23 - VII, 11

Moshe will lead the people to the limits of Canaan, but will not cross the Jordan River. That was the Lord’s command. Vaetchanan, and Moshé requested that this severe decree be modified, but his prayers do not obtain the desired response. Mipnei ma nitaveh Moshe leekanes leErets Israel, “Why did Moshe want to enter the Land of Israel?”, asks the Talmud. The reason that Moshe yearned to delight in the abundant and wonderful fruits of that land, is ruled out. After all, the individual who exemplifies devotion to an ideal and total surrender to the necessities of his people will refrain from attempting to alter the Divine will for personal gain. The Chachamim maintain that Moshe knew that many Mitsvot were applicable only in Erets Israel and had an irresistible desire to comply with them, in order to observe all possible ordinances of the Creator.
The Chachamim describe a dialogue with God in which Moshe alleges that whoever saved the Jews from Egypt is the one who must accompany them in the conquest of the Promised Land. But God answers him: Shisha avonot asita, you committed, Moshe, six faults and therefore you cannot enter Canaan. What were these failures of Moshe?
The first offense refers to the fact that at the beginning of his designation to save our ancestors, Moshe reacts saying shelaj na beyad tishlaj, send Your messages by the hand of the one you are to send. This was a manifestation of Moshe’s unwillingness to fulfill the Divine mandate. Perhaps it shows a dose of shyness and a lack of self-esteem and, therefore, Moshe should not be blamed. However, the lesson it must teach is that the response to a burdened society must take precedence over any personal consideration.
Moshe’s impatience in his negotiations with Par’o, that is the Pharaoh, is the subject of his second mistake. Moshe’s intervention before Par’o results in the cessation of delivery of certain materials, and required that the Hebrews make the same quantity of bricks daily. Therefore, Moshé exclaims, “from the moment I appeared before Par’o to speak to him in Your Name, the situation of Your people worsened,” Vehatsel lo hitsalta et ameja, “and you did not liberate Your people.”
Moshe does not know the scope of the Divine plan that includes the “hardening” of Par’os heart, for probable didactic purposes. (This hardening of Par’o’s heart was commented in our installments on Shemot, Exodus, although briefly, due to the collision between the essential principle of human freedom and Divine intervention that alters or influences our will to action). We are faced with one of the main dilemmas in any theological system, because limited human intelligence cannot encompass the ultimate purpose of infinite Divine wisdom. We come to our conclusions, therefore, on the basis of limited knowledge. However, Moshe’s mentioned reaction in this case is a new manifestation of insufficient faith in the Divine conduct of events. Certainty in the Providence of God requires trusting in “kol ma deavid rachmana letav avid”, that the purpose and result of all Divine intervention are for our benefit.
Moshe shows a third doubt when the people demand meat, because they are fed up and tired of “Man”, the manna that descended from above. Moshe’s hesitant reaction to the request of his people, demonstrates uncertainty about the Divine ability to provide the meat that people ask for in the desert.
During the episode of the desert rebellion, Moshe publicly proclaims that if Korach dies a natural death, it can be concluded that lo “HaShem shelajani”, that it was not God who sent me. It follows then that in the event of Korach’s natural death, Moshe would have ceased to be God’s envoy and would have become a political leader who appeals to the national sentiments of the people. From the biblical prism there is no separation between faith and nationalism. For example, for the people the “Regalim”, the religious holidays, have at the same time a national meaning. Samuel Belkin, the late president of Yeshiva University of New York, teaches that for Philo, the ideal system of government for the Jewish people is a theocracy, that is, a democracy based on the principles of the Jewish religious tradition.
In the episode of Marah when the people complain about the lack of water, Moshe hits the rock so that the precious liquid sprouts. In the opinion of some, the transgression consisted in hitting the rock in this case, instead of speaking to it, as the Lord had indicated. Others believe that Moshe’s sin lies in his referring to our ancestors with the expression “Shim’u na hamorim”, “listen to me now, you rebellious people.

A leader dare not disrespect his people and cannot underestimate the dignity of his followers. The adjective “hamorim”, rebels, was a demonstration that Moshe was losing objectivity, as well as respect for his followers, whom he apparently stopped valueing properly. He who guides the destinies of a nation and awakens the inspiration of the masses, must show appreciation and love for his people, at all times.
Moshe’s sixth and final mistake consists in his disregard for the replacement generation that had to expand, deepen and strengthen tradition and the recently acquired notion of freedom. Moshe designates the children of those who left Egypt as “tarbut anashim chataim”, those who want to follow the path of the sinful.
The reasons mentioned do not appear to be sufficient to justify the severe punishment Moshe receives of not setting foot in the land of Canaan. Moshe, according to our Chachamim, presents an additional argument in his dialogue with God. Moshe reasons as follows: Yosef, who devoted his whole life to the development of society and the Egyptian nation, was buried in Israel. Therefore, it is unfair that he, Moshe, who dedicated all his energies to bring the chosen people to the chosen land, should be buried outside Israel, in an unknown place.
God’s response is cutting and hurtful: “Mi shehodé beartsó nikbar beartsó”, he who recognizes his land (his origin) is buried in his land. Yosef identifies himself at all times as a Hebrew. Potiphar’s wife knows him as such, like the baker and butler of Par’o, when Yosef says “gunov gunavti meErets haivrim”, I was kidnapped from the land of the Hebrews. Instead, Moshe at first, did not identify himself as a member of the enslaved people. Upon receiving Moshe’s help, Yitr’o’s daughters tell their father: “Ish mitsrí hitsilanu”, an Egyptian man saved us, because Moshe did not let them know that he was a Hebrew.
Yosef was born in Canaan, but was educated and prospered in Egypt. It is clear that the impact of the years of his childhood and youth was indelible. Therefore, our Chachamim suggest that the wagons that Yosef sends to his elderly father, after seventeen years of absence, remind Yaacov of the law of “egla arufa” that both had commented on years ago. Because Girsa deyankuta dela mishtakjei, “the learning of youth is not forgotten” and apparently Yosef still remembered the theme of the last lesson he had studied with his father. Moshe, on the other hand, was born in Egypt and his cultural environment was the Egyptian Royal Court. In the course of his adult life, Moshe searches for and finds his ancestral roots. Then a metamorphosis occurs in his personality. But Moshe’s “girsa deyankuta”, the guardianship and care he received in his childhood in the court of Par’o are also part of his personal composition. Moshe acquired a regal air and bearing during those formative years alongside Par’o’s daughter, that later allowed him to assume the role of leading the exodus of the Jewish people from slavery to freedom. But those years in the palace were decisive in its formation, leaving a mark that may have also compromised his total identification with the destiny of its people.

FALLECIÓ MI AMIGO ALBERTO GALSKY z’l

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Mi difunto padre, el rabino Abram Brener z’l, sirvió durante 30 años la comunidad judía de Lima, Perú. Fue su rabino, shojet y mohel. En aquellos días, final de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, la carnicería solo ofrecía carne Kasher de res. Mi padre había convertido en casa un espacio que anteriormente era usado como lavadero, como sitio para la Shejitá, el sacrificio ritual según las leyes de kashrut. En aquellos días, se compraba el ave vivo en un mercado para traerlo a mi casa. El padre de Alberto solía visitarnos, en ocasiones, acompañado por una mujer de servicio con los pollos. Era ocasión también para una tertulia, aunque a veces presente, no entendía la conversación. Pero sabía que mi padre estimaba al señor Galsky y lo calificaba como “kliger yid”, hombre inteligente, más aún como persona que entendía el meollo, la raíz responsable por algún efecto o evento.

Me fui del Perú en 1947 y no recuerdo detalles de esta familia, hasta el arribo de tres hermanos Galsky a Caracas. Esta familia había creado una industria pesquera muy importante en el Perú, país que que goza de abundancia de peces, en parte debido a la corriente El Niño que cursa lo largo de su costa. El cuarto hermano, Isaac z’l permaneció en Lima y se ocupó de la industria. Lamentablemente fallecido unos años atrás, había pasado por varias cirugías mayores y su cuerpo físico finalmente se rindió. Lo visité en Lima cuando invitado a celebrar una ceremonia religiosa para la familia de uno de mis amigos de infancia, y encontré a Isaac z’l rodeado de familia y sobre todo con un renombre de benefactor de muchas instituciones en Lima.

El hermano Salomon es un industrial de renombre en Caracas y recuerdo que en una ocasión cuando le pedí ayuda para la publicación de uno de mis libros, me respondió que lo haría ya que lo solicitaba, pero quería que sepa que le interesa más proyectos “vivos”, directamente con gente necesitada. Me quedó grabada la respuesta, pero continué con mis libros por considerar que también tenían valor.

El centro comunitario Hebraica en Caracas tiene un gimnasio que incorpora todos los instrumentos y aparatos necesarios para la promoción de la salud física que porta el nombre “Gimnasio Galsky” gracias a la generosidad de Clara, Alberto y Salomon Galsky

Por eso, no me sorprendió ver el patrocinio de la familia Galsky en el letrero de entrada a “K Space”, lugar de encuentro para solteros, que ofrece numerosos programas dirigidos exitosamente por el rabino Yossi Smierc que ya tiene en su haber varias docenas de “Shidujim”, parejas que contrajeron matrimonio que se conocieron por primera vez en “K Space”. Allí se ayuda a gente, a individuos que ansían conectarse con otras personas de carne y hueso, y acercarse a la tradición judía.

Llego por último al fallecido Alberto para señalar que el entorno, la herencia familiar moldeó su actuar. Pero eso es insuficiente. Alberto tenía características personales que considero excepcionales. Citaré un solo ejemplo. Soy testigo del caso de un miembro de la comunidad judía quien prestó atención especial a Alberto cuando llegó a Caracas. Alberto se encargó luego del pago de la educación de los hijos de este miembro de la comunidad que tenía recursos limitados. Pagó por sus viajes al exterior y le ayudó materialmente durante varios años en Miami. Cuando ese amigo estaba en ya en las últimas semanas de vida debido a una terrible enfermedad, Alberto se comunicó conmigo y sugirió que llamara al enfermo para darle ánimo de vida. Hice la llamada y quedé sorprendido por la reacción del enfermo quien me dijo que se sentía inmensamente alagado y honrado por mi llamada y que le había ofrecido ese día una dosis de esperanza. Me hizo pensar otra vez acerca de la importancia de extender un brazo fraternal, una palabra de aliento a otra persona, especialmente cuando el individuo siente que no ocupa un lugar de privilegio en la sociedad. Pensé que había hecho una mitzvá especial ese día con mi llamada. Pero la realidad es que Alberto fue quien solicitó esa llamada. Me hizo reflexionar que Alberto no tan solo apoyaba materialmente a ese individuo, tenía empatía por él, se situaba en su situación para preguntarse qué más podía hacer para aliviar el sufrimiento del enfermo. La mitzvá realmente le pertenecía a Alberto, yo solo había sido su “shalíaj” su emisario para realizar la buena acción.

En ocasiones, Alberto me llamaba para asistir al almuerzo semanal que ofrecía los martes, día en el cual reunía entre 20 y 30 amigos para una comida generosa y suntuosa en su oficina. No era solamente una experiencia culinaria. Invariablemente estaban presentes un par de rabinos para enseñar, para presentar una explicación sobre algún tema de la tradición o sobre la lectura semanal de la Torá. Rabí Jananyá ben Teradyón había dicho de acuerdo con la Mishná: “Si dos se sientan juntos y no hay un intercambio de palabras de Torá entre ellos, ésta se convierte en una reunión de burlones…, pero si intercambian palabras de Torá la Presencia Divina se posa sobre ellos…”. Qué maravilloso es tener la facultad de invitar la Presencia Divina. Alberto tenía esa facultad.

Construyó una magnífica casa en un área privilegiada de Miami y en varias ocasiones estuve presente para celebrar alguna fecha familiar. Pero siempre había rabinos presentes para invitar la Presencia Divina también con sus enseñanzas. No ostentaba lujos personales, pero tenía mano abierta para ayudar directamente a numerosas personas y causas que consideraba justas y que tendrían efecto sobre la educación y el bienestar de los más necesitados.

Salomon me dijo que Alberto no cuidaba con suficiente esmero su salud personal por más que lo estimulaba hacerlo. Claramente, daba mayor atención a las necesidades ajenas, con devoción por sus hijos, esposa y familia.

Nuestros patriarcas se distinguieron en ciertas áreas de manera individual: Avraham en guemilut jasadim, ayuda al prójimo; Yitschak en devoción y sacrificio; Yaacov en el estudio de la Torá. Alberto fue digno discípulo de Avraham, siempre pensó en mejorar la condición humana de otros, devoto y sincero con sus amigos, incentivó el estudio de la Torá.

Zijró baruj, su memoria es una bendición

A foray into the religious history of humanity

Devarim (English) Deuteronomy I - III, 22

The fifth of the Chumashim, which are the biblical books that make up the Pentateuch, is called Devarim, Deuteronomy, which means the second law or the repetition of the law. In our Chumash many laws are reiterated and, notably, the Ten Commandments. For our Chachamim there is no superfluous word in the sacred text, and therefore they seek and find new teachings in what appears to be a repetition.

Devarim gathers Moshe’s speeches in the last days of his life. The first speech consists of a summary of the trips of our ancestors through the desert, with special emphasis on some outstanding events, such as the episode of the Meraglim, the spies who were sent to investigate the promised land. The apparent purpose of recounting the various experiences in the desert is to highlight the ever-present Divine Providence, which protected the Jewish people throughout the journey.

A large part of this Chumash Devarim is dedicated to Moshe’s second speech which includes, as we already mentioned, the Aséret Hadibrot, the Ten Commandments. A series of additional Mitsvot are also detailed on permitted and prohibited foods, the various festivals, the obligation of tithing, the selection of judges, and other laws. Before Moshe’s third speech begins, a digression is made to alert the people to the blessings and curses they will receive, respectively, as the law is fulfilled or disobeyed.

Moshe’s third speech, which also contains paragraphs written in the form of poetry, underlines the need for unequivocal loyalty to the Creator and the instruction to read the book Devarim, (according to some, only certain chapters of this Chumash) publicly, every seven years in a ceremony called Hakhel. The singing of Moshe (Haazinu), the blessing of Moshe (Vezot HaBeracha), the appointment of Yehoshua as the successor in leadership of the people, and some details of the death of Moshe, lead us to the conclusion of the Torah.

Careful reading of our text reveals that certain groups of laws were omitted from Devarim. Ramban’s father alerts us to the fact that the rules that govern the Kohanim and the Korbanot, which are sacrifices, are not mentioned in our chapters. This is explained by the fact that priests are considered to be very jealous in the performance of their duties and do not need to a repetition of the instructions. On the other hand, on many occasions the exhortation is reiterated to the people not to fall into the cult of idolatry. It was necessary to remind our ancestors insistently about the danger of behaving like all peoples, kechol hagoyim, especially at the beginning of the period of the conquest of the Promised Land. Since the inhabitants of Canaan were idolaters, it was important to warn the Hebrews not to imitate their cult. Despite this, the practice of idolatry constitutes the primary national spiritual problem during the existence of the first Beit HaMikdash.

The opposition to all kinds of idolatry is emphasized because the Torah fundamentally teaches a completely opposite idea: Monotheism. Adín Steinzaltz, a modern thinker and great scholar of mysticism and the Talmud, reminds us that Avraham’s monotheistic formulation, as we noted, is the cardinal notion of Torah and does not constitute a revolutionary idea. Steinsaltz’s perspective with reference to the intellectual development of humanity is based on the fact that in the beginning, humanity affirmed the existence of a single God. That was, after all, the reality of man in Gan Eden, the Garden of Eden. In Bereshit we read about the frequent encounters and dialogues between primitive man and the Creator.

Steinsaltz believes that despite the constant encounter of humans with the divinity, the monotheistic notion of antiquity is primary and primitive. Idolatry constitutes from this prism, a narrow intellectual advance for our species, because it is associated with different natural phenomena that begin to identify with some particular deity. Man becomes aware of what is happening around him, although this leads him to erroneous conclusions regarding the deity. Avraham’s monotheistic teaching is not novel in nature but constitutes a case of rediscovery of a known truth.

Devarim also presents us with some laws that are novel. We read about divorce; the Yibum obligation, which is to marry the widow of a brother who left no children and other rules. Although we meet these laws for the first time in Devarim, we understand that all the Mitsvot were enacted on Mount Sinai or in the Mishkan, which is the Tabernacle, during the first year after the Exodus from Egypt.

Abarbanel raises the question of whether we can consider these discourses by Moshe as an integral part of the authentic word of God. According to the Talmud, for example, the division of the Tanach, the Sacred Scriptures or the Bible, indicates at the same time a hierarchy with respect to the relative Kedusha, sanctity, of each of the parts. Ketuvim, which is the third portion of the Tanach, has a lower degree of Kedusha than the second part called Neviim. The Torah, the Five Books of Moses, is the one with the highest degree of Kedusha, a fact that implies that each word of its text was dictated by the Creator. Abarbanel maintains, for example, that not all of Moshe’s discourses were included in our text. God chose only those that have transcendence, granting them holiness by incorporating them into the Torah. The Torah does not collect or echo all the events that occurred at the dawn of our History. The Torah is a Divine and selective edition of the events considered by Him as instructive and timeless, containing a set of Mitsvot that are indispensable for the emotional and spiritual development of man and to make possible his coexistence with fellow men.

Una incursión en la historia religiosa de la humanidad

DEVARIM - Deuteronomio I - III,22

El quinto de los Jumashim, que son los libros bíblicos que componen el Pentateuco, se denomina Devarim, Deuteronomio, que quiere decir la segunda ley o la repetición de la ley. En nuestro Jumash se reiteran muchas leyes y, notablemente, los Diez Mandamientos. Para nuestros Jajamim no existe ningún vocablo superfluo en el texto sagrado, y por lo tanto, buscan y encuentran nuevas enseñanzas en lo que parece ser una repetición.

Devarim recoge los discursos de Moshé en los últimos días de su vida. El primer discurso consiste en un resumen de los viajes de nuestros antepasados por el desierto, con especial énfasis en algunos acontecimientos resaltantes, tales como el episodio de los Meraglim, que son los espías que fueron enviados para investigar la tierra prometida. El propósito aparente de volver a relatar las diversas experiencias en el desierto es el de subrayar la omnipresente Providencia Divina, que protegió al pueblo judío durante todo el trayecto.

Una gran parte de este Jumash Devarim, está dedicado al segundo discurso de Moshé que incluye, como ya mencionamos, los Aséret Hadibrot, que son Los Diez Mandamientos. También se detallan una serie de Mitsvot adicionales sobre los alimentos permitidos y los prohibidos, las diversas festividades, la obligación del diezmo, la selección de los jueces y otras leyes. Antes de dar comienzo al tercer discurso de Moshé, se hace una digresión para alertar al pueblo acerca de las bendiciones y de las maldiciones que recibirán, respectivamente, según se cumpla o se desobedezca la ley.

El tercer discurso de Moshé, que también contiene párrafos escritos en forma de poesía, insiste en la necesidad de una lealtad inequívoca al Creador y la instrucción de leer el libro Devarim, (según algunos, únicamente ciertos capítulos de este Jumash) públicamente, cada siete años en una ceremonia que se denomina Hakhel. El canto de Moshé (Haazinu), la bendición de Moshé (Vezot HaBerajá), el nombramiento de Yehoshua como el sucesor en el liderazgo del pueblo y algunos detalles de la muerte de Moshé, nos conducen a la conclusión de la Torá.

La lectura cuidadosa de nuestro texto revela que ciertos grupos de leyes fueron omitidos en Devarim. El padre de Rambán nos alerta sobre el hecho de que las normas que rigen a los Kohanim y a los Korbanot, que son los sacrificios, no están mencionadas en nuestros capítulos. Esto se explica por el hecho de que se considera que los sacerdotes son muy celosos en el cumplimiento de sus labores y no necesitan la repetición de las instrucciones. En cambio, en numerosas oportunidades se le reitera al pueblo la exhortación de no caer en el culto de la idolatría. Era menester recordarle insistentemente, a nuestros antepasados, acerca del peligro de comportarse igual que todos los pueblos, kejol hagoyim, especialmente, al comienzo del período de la conquista de la Tierra Prometida. Dado que los habitantes de Canaán eran idólatras, fue importante advertirles a los hebreos que no imitasen ese culto. A pesar de lo cual, la práctica de la idolatría constituye el problema espiritual nacional primordial durante los siglos del primer Beit HaMikdash.

La oposición a todo tipo de idolatría se debe a que la Torá enseña fundamentalmente una idea totalmente opuesta: el monoteísmo. Adín Steinzaltz, un pensador moderno y gran erudito del misticismo y del Talmud, nos hace recordar que la formulación monoteísta de Avraham, y que es, como anotamos, la noción cardinal de la Torá no constituye una idea revolucionaria. Esta perspectiva de Steinsaltz con referencia al desarrollo intelectual de la humanidad está basada en el hecho que en un principio, el ser humano afirma la existencia de un solo Dios. Esa era, después de todo, la realidad del hombre en Gan Eden, que es el Jardín de Edén. En Bereshit leemos acerca de los encuentros frecuentes y diálogos entre el hombre primitivo y el Creador.

Steinsaltz opina, que no obstante el encuentro constante del ser humano con la divinidad, la noción monoteísta de la antigüedad es primaria y primitiva. La idolatría constituye desde este prisma, estrecho un avance intelectual para nuestra especie, porque se asocia a diferentes fenómenos naturales que comienzan a identificarse con alguna deidad en particular. El hombre toma conciencia de lo que ocurre a su alrededor, aunque esto lo lleva a conclusiones erróneas con referencia a la deidad. La enseñanza monoteísta de Avraham no es novedosa en su naturaleza, sino que constituye un caso del redescubrimiento de una verdad conocida.

Devarim también nos presenta algunas leyes que son novedosas. Leemos acerca del divorcio; sobre la obligación de Yibum, que consiste en casarse con la viuda de un hermano que no tenga hijos y otras normas. Aunque nos encontramos con estas leyes por primera vez en Devarim, entendemos que todas las Mitsvot fueron promulgadas en el Monte Sinaí o en el Mishkán, que es el tabernáculo, durante el primer año después del éxodo de Egipto.

Abarbanel plantea la interrogante de si podemos considerar estos discursos de Moshé como parte íntegra de la palabra auténtica de Dios. Según el Talmud, por ejemplo, la división del Tanaj, que son las escrituras sagradas o Biblia, señala al mismo tiempo una jerarquía con respecto a la relativa Kedushá, la santidad, de cada una de las partes. Ketuvim, que es la tercera porción del Tanaj, posee un grado inferior de Kedushá a la segunda parte denominada Neviim. La Torá es la que posee el grado supremo de Kedushá, hecho que implica que cada palabra de su texto fue dictada por el Creador. Abarbanel sostiene, por ejemplo, que no todos los discursos de Moshé fueron incluidos en nuestro texto. Dios escogió únicamente los que tienen trascendencia, otorgándoles santidad al incorporarlos a la Torá. La Torá no recoge ni se hace eco tampoco de todos los hechos ocurridos en los albores de nuestra Historia. La Torá es una edición Divina y selectiva de los acontecimientos considerados por El como aleccionadores, que contiene un conjunto de Mitsvot que son indispensables para el desarrollo emocional y espiritual del ser humano y para hacer posible la convivencia con sus semejantes.

Promesa, culpa y absolución – El rol de los Sabios

MATOT - MASEI Números XXX,2 - XXXII

Estudiar nuestras fuentes religiosas nos enfrenta a una exigencia adicional: la necesidad de entender las realidades social y política propias del momento histórico que nos interesa. Por ejemplo, una apreciación de nuestro entorno moderno, que es esencialmente materialista, supone una obsesiva preocupación por la adquisición constante de objetos y bienes y de toda índole. Esta hambre insaciable por lo material es la actitud que prevalece hoy en nuestra cultura occidental. En otros sistemas culturales, el orden de los valores suele ser diferente. Por lo tanto, evaluar otras culturas de acuerdo a nuestro patrón jerárquico de los valores, nos conduce, con frecuencia, a interpretar incorrectamente las causas y el significado de los acontecimientos.

Muchos sostienen que en nuestro entorno cultural no se le da suficiente importancia a la palabra, a una promesa. Nuestros pronunciamientos y compromisos verbales son tratados a la ligera. En el mundo bíblico, en cambio, un voto, una promesa, un juramento, son considerados claves y obligantes. Motsá sefateja tishmor veasita, “lo que emana de tus labios cuidarás y cumplirás”, es un dictamen fundamental de la Torá. (En el mundo latinoamericano, en particular, no se hace énfasis en el cumplimiento de los compromisos verbales). Nuestro texto comienza con un análisis de las promesas, de la obligatoriedad de su cumplimiento y de las condiciones bajo las cuales se pueden modificar, calificar o anular las mismas. Se parte probablemente de la premisa de que el ser humano, ente pensante, debe reflexionar antes de pronunciarse en cualquier sentido. La habilidad humana de concebir el universo a través de modelos intelectuales, hecho que se relaciona con su competencia lingüística, (aptitud que separa al ser humano de cualquier otra creación) supone guardar y cuidar celosamente esta facultad.

Hay ciertas promesas, néder en hebreo, que desde su inicio carecen de validez. Por ejemplo, el néder havai, que quiere decir una promesa que se fundamenta en un hecho imposible, tal como el prometer un camello volador. Cuando uno hace involuntariamente una promesa, ésta se denomina néder shegagá, y también carece de valor. Néder onsim se refiere a una promesa que no se puede cumplir debido a que ocurre algo inesperado, por ejemplo, una dolencia súbita que impide que la realización de cierta acción en un momento dado.

Nuestros jajamim diferencian entre néder y shevuá que es un juramento. El sujeto del néder es un objeto o una circunstancia, (excepto el néder de donar una suma para beneficencia o para el Beit HaMikdash, en cuyo caso la propia persona queda comprometida) mientras que el sujeto de la shevuá es el propio ser humano. Carece de validez el néder que hace una equivalencia entre lo que está permitido con lo que está prohibido según la Torá. Por ejemplo, no tiene validez afirmar que una manzana me será prohibida como si fuera carne de cerdo. (A menos que la prohibición se hubiese dado por otro pronunciamiento verbal, tal como la promesa de ofrecer cierto animal en sacrificio. El resultado es que desde aquel momento en adelante no se pueda ingerir la carne de ese animal, porque pertenece de inmediato al Beit HaMikdash). Al mismo tiempo no se puede jurar sobre algo que contradice nuestros preceptos. No tiene sentido una shevuá en la que uno afirma que va a ingerir  carne de cerdo, tal como carece de validez una shevuá en la cual se promete no colocarse los tefilín para el rezo matutino de Shajarit.

Está claro que nuestra tradición no simpatiza con las promesas y los juramentos. En opinión de nuestros jajamim los seres humanos debemos actuar correctamente sin el recurso extremo del néder y de la shevuá. Si una persona se arrepiente inmediatamente después de hacer una promesa es posible anularla retroactivamente. El proceso de hatarat nedarim, que es una especie de absolución, permite que un erudito o tres personas, lo eximan a uno de una promesa, preguntándole primero, por si acaso hubiese hecho la promesa a sabiendas de cuáles serían las consecuencias de la misma. Según nuestros capítulos, un esposo puede relevar a su esposa de una promesa y un padre puede hacer lo mismo con su hija menor de edad.

Aunque los jajamim opinan tov sheló tidor, que es preferible no prometer, se consideran ciertas excepciones. Por ejemplo, hacer un néder de abstenerse de bebidas alcohólicas, es provechoso según Rambam y Rambán. Algunos autores del Talmud opinan que algunas promesas demuestran cierta arrogancia. El néder de abstenerse de comer carne, por ejemplo, (cuando no se especifica un lapso determinado, hace que  se considere que la promesa dura treinta días) es una especie de demostración de sentirse superior, porque la persona señala que puede vivir sin cierto esplendor, mientras que otros no lo pueden hacer.

Nuestros capítulos también se refieren al tema de la persona que da muerte a otra persona sin intención de hacerlo. (Esta persona es denominada shogueg, que hace alusión a la falta de intención de matar, pero no supone la ausencia total de culpa. Se estima que hubo descuido o falta de previsión, que resultó en la muerte de un ser humano). La Torá ordena la construcción de seis ciudades, en hebreo ir miklat, que sirven de refugio para estas personas. Además, las cuarenta y dos ciudades de la tribu de Leví también eran consideradas ciudades de refugio. Según el texto bíblico, el goel hadam, que quiere decir el redentor de la sangre derramada (probablemente un pariente cercano del muerto, o tal vez se trata de alguien designado específicamente para vengar esa muerte) podía matar a la persona que había cometido el crimen, a pesar de que no existía la intención de matar. El ir miklat ofrecía protección contra el goel hadam. Según los jajamim, si el goel hadam violara el amparo de estos lugares, sería sentenciado a su vez por haber cometido un crimen mortal.

La persona en cuestión debía permanecer en el ir miklat hasta el momento de la muerte del Kohén Gadol, que era el jefe de los kohanim que estaba en funciones cuando el crimen se cometió. Desde ese momento, el que había cometido involuntariamente el crimen podía regresar a su lugar de residencia sin temer por la venganza del goel hadam. ¿Cuál es la relación entre el Kohén Gadol y el crimen cometido? Desde cierta perspectiva el líder de la comunidad es igualmente responsable de todo lo que sucede, incluyendo los crímenes que se han cometido. El argumento se basa en el hecho de que el asesinato da testimonio de que la afectividad del mentor no fue adecuada a, pues de haberlo sido, hubiese inspirado y motivado a sus feligreses a abstenerse de cometer un crimen. En la tradición judía, mitá mejapéret, la muerte es la gran expiadora de los pecados, y por lo tanto el fallecimiento del Kohén Gadol libera de culpa a los involucrados. Según Abarbanel, la muerte del Kohén Gadol es motivo de luto y tristeza nacional y la magnitud de este dolor colectivo, sirve para amortiguar la ira del goel hadam con el fin de que desista de su propósito de venganza.

Según el comentarista Sforno, Dios conoce el grado de culpabilidad de quien perpetró el crimen y puede determinar con certeza si hubo o no la intención de asesinar a otra persona. La longevidad del Kohén Gadol, por  tanto, está de alguna manera  relacionada con la relativa inocencia de quien incurrió en el crimen. Hay quienes permanecen en un ir miklat por el resto de sus vidas debido a la larga vida del Kohén Gadol. Esta explicación  presenta la dificultad de que los años de vida del Kohén Gadol son una función del grado de culpabilidad de otra persona. Podríamos salir de nuestro apuro, al considerar, tal como lo mencionamos, que el Kohén Gadol está indirectamente involucrado en lo que sucede en la sociedad y es, por lo tanto, responsable por el comportamiento individual de los miembros de su comunidad.

MASEI

El rol de los Sabios

Números XXXIII – XXXVI

Nuestros capítulos describen detalladamente los viajes de los hebreos por el desierto, señalando las localidades que tocaron en su travesía hacia la tierra prometida. En el lugar denominado Hor Hahar, cerca de la tierra de Edom, fallece Aharón, el jefe de los Kohanim. Aharón muere a la edad de los ciento veintitrés años, a escasos meses del inicio de la conquista de Israel. Moshé también fallece en el desierto y surge un nuevo, liderato encabezado por Yehoshua que será el conductor del pueblo en la tarea de transformarse en una nación en la tierra de Canaán.

El pueblo judío está preparado para esta tarea por los siglos de esclavitud en Egipto, que la dan su valor real a la libertad. También le ha sido comunicado, en el Monte Sinaí un sistema complejo y completo de leyes, para que pueda desarrollarse ordenadamente en un medio independiente. Desde luego que el proceso de conquista de Canaán es largo y tedioso, pero más difícil aún es la transformación de la familia descendiente de Yaacov, en pueblo, en nación. Los dos grandes líderes, Aharón y Moshé, fallecen y una nueva generación toma las riendas del mando y la tutela del pueblo. La figura dominante entre los hermanos había sido, indiscutiblemente, la de Moshé. MiMoshé ad Moshé lo kam keMoshé, se solía decir que desde la época del bíblico Moshé hasta los días de Maimónides, no había surgido ninguna personalidad comparable. Los descendientes de Moshé no heredan su liderazgo y sus hijos desaparecen de las páginas de la historia. El caso de Aharón, que desempeña un rol secundario al de su hermano, es diferente, porque sus hijos sí son sus herederos reales y espirituales. El Beit HaMikdash como núcleo principal para el pueblo judío dependía para su funcionamiento de los kohanim, los descendientes de Aharón.

Moshé crece en el palacio de Paró, que es el Faraón. Moshé conoce y se desenvuelve en la corte real y desconoce la calle y la esclavitud. Moshé está condicionado, desde su niñez, para el liderazgo y la nobleza. Recién de adulto tropieza con la realidad del destino de su gente que es la servidumbre. Moshé puede dirigir e instruir, liderizar e inspirar, pero no pertenece al amejá, que es el pueblo. Moshé pertenece a los selectos y a la realeza. Le es, probablemente, difícil descender a un nivel popular. Su suegro Yitró, le reclama en una oportunidad que el pueblo tiene que estar de pie todo el día para poder tener acceso a su juicio, mientras que él, Moshé, permanece sentado. (Guardando las distancias del caso, es interesante notar que Teodoro Herzl, el gran líder del sionismo político, también desconoce los pogroms y las persecuciones. Herzl sufre un shock cultural por el caso del Capitán Dreyfus al descubrir que el antisemitismo existía en el entorno de la civilizada Europa).

Aharón en cambio, nace, crece y se desarrolla en el seno del pueblo hasta llegar a la posición de líder. Pero sus raíces, al igual que la del resto de sus correligionarios, están en la amargura de la esclavitud. En el episodio del éguel hazahav, Aharón se identifica con su gente, siente su desconsuelo por la tardanza de Moshé y entiende su temor, desconcierto e incertidumbre al suponerse perdidos, abandonados, en el desierto hostil. La inseguridad fomentada por las décadas de esclavitud se  siente aún. Sólo otra generación que desconozca el yugo egipcio podrá construir una sociedad que permita las opciones y la libertad.

El contraste entre las personalidades de Moshé y Aharón tal vez puede considerarse desde la siguiente perspectiva. Moshé es el  transmisor de la voluntad Divina al pueblo. Moshé es el portavoz de la Ley, del imperativo que se le exige a la sociedad para su elevación y superación. Aharón en cambio es el defensor y abogado, el mediador e interlocutor para la presentación de las necesidades del pueblo ante el trono Divino. Aharón es quien se empeña en crear puentes y acercar la comunidad al Creador. El rol de Moshé es traer el mensaje de Dios a la tierra. El papel de Aharón es el de elevar lo mundano a lo celestial. El punto de partida de Moshé es el Eterno. Para Aharón el centro de su preocupación es Am Israel. Mientras Moshé es el mensajero de Dios, Aharón es el defensor de los intereses del pueblo. Hemos enumerado algunas diferencias que no son absolutas ya que nuestro propósito es didáctico. En numerosas oportunidades Moshé intercede para que las necesidades del pueblo sean satisfechas, mientras que Aharón y sus descendientes se dedican al culto religioso y al servicio de Dios.

Para los sabios del Talmud la característica esencial de Aharón es su compromiso con shalom, que es la paz. Todos debemos aprender del ejemplo de Aharón, según nuestros jajamim. Debemos ser ohev shalom y rodef shalom, ser amantes de la paz y tener la paz como propósito. Este concepto de shalom es utilizado en la culminación de la bendición que los kohanim imparten al pueblo por orden Divina. La plegaria central de todo servicio religioso, la amidá, concluye con una bendición que califica a Dios como quien bendice a Su pueblo Israel con shalom.

Según el Talmud, los estudiosos propagan la paz por el mundo al proclamar, talmidei jajamim marbim shalom baolam. En la antigüedad la pax romana se había convertido en el eje fundamental de la política de Roma. Pero ésta era una paz obtenida gracias a la fuerte marcha de sus legiones. Era una paz que ocultaba los conflictos ideológicos y que no permitía la expresión de algún pensamiento conflictivo o diferente al de los Patricios o a los del Senado de Roma. En la tradición judía, en cambio, shalom es la armonía que surge del análisis serio de las diferentes alternativas que el intelecto concibe. Shalom es la concordancia y la coincidencia de las conclusiones, después del estudio exhaustivo de los diversos caminos posibles.

Ser un rodef shalom hace referencia a un estado mental. Es una meta distante y, tal vez, inalcanzable, pero al encaminarnos por este sendero nos aproximamos al shalom. Al reducir la distancia entre las diferentes opiniones, se obtiene un mayor acercamiento y entendimiento entre los seres humanos y, por ende, mayor tolerancia.

Moshé y Aharón representan cierta separación entre los poderes. Moshé se asemeja más al líder político, mientras que Aharón es el que conduce el ritual (en especial del orden de los sacrificios), y es el instructor de las masas. Es natural que esta diferenciación no es la exacta, porque Moshé es considerado tradicionalmente como el maestro por excelencia y conocido como Moshé Rabenu, “Nuestro Maestro Moshé”. Con el tiempo, los descendientes de Aharón fueron los primeros maestros populares y los que intervenían y adjudicaban en los casos de tsaráat, que es la lepra, y los de la tumá, que es la impureza ritual, en general.

Durante la última etapa del segundo Beit HaMikdash, en la época de los Jashmonaim, los kohanim también eran los reyes. Hay quienes sostienen que éste fue el momento de mayor gloria del pueblo judío en la antigüedad. Para otros, la coincidencia del sacerdocio con la autoridad civil constituye un conflicto de intereses de consecuencias negativas para la sociedad. La destrucción del segundo Beit HaMikdash relevó a los kohanim de su posición de importancia (debido a la imposibilidad de continuar con el servicio de los sacrificios) y los jajamim, que son los eruditos, asumieron, desde aquel entonces, el liderazgo espiritual del pueblo judío.