La etiología moral de la lepra – ¿Sufrirá el justo y el injusto será recompensado?

Parashá Tazría - Metzorá

                                 

En  opinión de numerosos estudiosos de la realidad religiosa y social de nuestro pueblo, Shabat y kashrut son los dos pilares fundamentales de nuestra tradición. Al igual que muchas otras generalizaciones que resultan frágiles frente a cuestionamientos serios, éstas también sucumben ante un análisis cuidadoso. Sin embargo, tiene un uso pragmático porque sirve para un análisis precoz de la condición religiosa del individuo o de una comunidad. Los mencionados pilares de la tradición son una especie de barómetro que sirven para medir el grado de observancia de nuestras leyes. Asumimos, generalmente, que las personas que observan Shabat y kashrut, también cumplen, con otras mitzvot. No corremos ningún riesgo si inferimos que las personas que son meticulosas con las numerosas leyes de Shabat, igualmente escuchan los sonidos del shofar, que es el cuerno de un cordero, en Rosh HaShaná y se abstienen de comer jametz, que son los alimentos leudantes prohibidos en Pésaj.

Dado que el kashrut distingue diariamente al hogar judío, esta mitzvá tiene una importancia singular en nuestra tradición. Además, toda una industria de alimentos ha surgido a su alrededor. Especialmente en festividad de Pésaj hay muchos preparativos en los hogares y los alimentos kasher lePésaj juegan un papel determinante en todas nuestras comunidades. Esta palabra, generalmente pronunciada kósher por los americanos, forma parte del idioma inglés, al menos el que utilizan todos, judíos y gentiles, en los grandes centros urbanos de los Estados Unidos. Taref o terefá, significa “no es kasher”, o sea un alimento prohibido. Estos dos vocablos kasher y taref, por lo tanto, desempeñan un papel singular y significativo en la vida hogareña y comunitaria del mundo judío contemporáneo.

Si nos remontamos un par de milenios atrás, a la época de la existencia del Beit HaMikdash, que es el sagrado Templo de Jerusalem, nos encontramos conque kasher y taref no son ubicuos en la vida cotidiana y no juegan el papel determinante de nuestros días. Tamé, que quiere decir lo que es ritualmente impuro; y tahor, lo que es ritualmente puro; son los dos conceptos claves que acaparan la atención y la preocupación cotidiana de la sociedad judía de aquel entonces. El servicio y el ritual del Beit HaMikdash cuyo alrededor giraba el grueso del culto religioso de la época, obliga a la consideración de estas dos condiciones rituales de un judío. El ingreso del feligrés al recinto del Templo y su posible participación en alguno de los rituales dependen de su estado de “pureza ritual” para ese momento. Para poder pasar de un estado de tamé al de tahor se tiene que cumplir con varios pasos que pueden incluir el ofrecimiento de sacrificios y las abluciones en un mikvé, una piscina de agua ritual, según lo que se indique para cada situación en particular.

Nuestros capítulos semanales dan comienzo a un análisis de este mundo de tahará, de la pureza ritual, con una descripción de la enfermedad nega tzaráat, usualmente identificada con la lepra. Si partimos del punto de vista de que la Biblia no es un texto de medicina, cabe preguntarnos, ¿qué lugar ocupa un tratado detallado acerca de esta contagiosa enfermedad tzaráat en un compendio de principios morales? Aparentemente, en la concepción de las sagradas escrituras, contraer esta enfermedad no es accidental, sino el castigo por un comportamiento dudoso o ciertamente inmoral. En Shemot (Éxodo) IV, 6, leemos, “y añadió el Eterno: pon ahora tu mano en tu pecho. Y puso (Moshé) su mano en su pecho y la retiró como leprosa, blanca como la nieve”. En el próximo versículo, Dios hace desaparecer la lepra, lo que constituye una demostración de poderes extraordinarios que Moshé podría utilizar para convencer al Faraón de que permitiese la salida de los hebreos de su territorio.

En realidad, ésta es la segunda demostración que Dios le hace a Moshé. La primera de ellas consiste en arrojar su bastón al suelo para que se convierta en una serpiente. ¿Cuál es el propósito de la segunda demostración, la lepra? Hay quien considera que tal vez la prueba de la lepra fue un castigo para Moshé, porque en el primer versículo de este mismo capítulo leemos, “y respondió Moshé, ¿y si ellos (los hebreos) no me creyeran y no me escucharan porque dijeran: no se te apareció el Eterno”? Esta falta de confianza en el pueblo que se desprende de las palabras de Moshé es la causa de que Dios ordene, aunque sólo sea momentáneamente, el azote de la lepra en la mano de Moisés. En el Talmud, Resh Lakish afirma que quien tenga sospechas de una persona que no es culpable sufre un castigo corporal y cita como prueba la mano leprosa de Moshé.

En Bemidbar (Números) XII, 1, dice el texto: “y hablaron Miryam y Aharón contra Moshé por causa de la mujer kushit (etíope) que él había tomado por mujer”. Algunos versículos más adelante leemos, “no es así con mi siervo Moshé, que Me es fiel en gran manera. Con él hablo cara a cara, en visión clara… Y cuando la nube se retiró del tabernáculo he aquí que Miryam se convirtió en leprosa, blanca como la nieve…”. Según este relato, la lepra que sufre Miryam también se debe al haber hablado en contra de Moshé.

De los dos casos citados se desprende entonces, que tzaráat es una aflicción resultante de alguna falta moral que no está ligada a una acción, sino a la calumnia o a la apreciación errónea del calibre moral del prójimo. Sin embargo, esta tzaráat se manifiesta como una enfermedad fisiológica y el kohén tiene la función de diagnosticar y luego indicar el tratamiento requerido. De acuerdo a ciertas tonalidades de color y de apariencia, se le indica al doliente si es necesario que se aparte del campamento comunitario por un período prudencial, hasta que la herida cure de acuerdo con la opinión del kohén. Las vestimentas del afligido tienen que ser lavadas, y luego salpicadas siete veces con el líquido que contiene también la sangre de un ave sacrificada. Su ropa se lava nuevamente  y tiene que quitarse los vellos del cuerpo, hacer una inmersión, salir fuera del ámbito de la comunidad por un período de siete días, para luego ser considerado tahor. En el octavo día tiene que ofrecer unos sacrificios acompañados de un complejo ceremonial. ¿Por qué se le exige el ofrecimiento de un sacrificio? ¿Acaso tiene la persona alguna responsabilidad moral por haberse enfermado? Forzosamente debemos concluir, según la perspectiva de la Torá, que uno contrae nega tzaráat por haber cometido una falta de tipo religioso moral que requiere kapará, la expiación a través de la ofrenda de algún sacrificio.

En otros libros bíblicos también encontramos episodios donde se menciona la lepra. El rey Uziyahu, por ejemplo, es castigado con lepra por intentar participar en el ritual de los sacrificios en el Templo. En la tradición judía hay una separación entre kéter malejut, que es la corona del reino, y kéter kehuná, que es la corona del sacerdocio. Por ello, Uziyahu fue exilado de la comunidad hasta el día de su muerte.

Si por un lado se considera que la lepra es un castigo, su curación se estima como el resultado de la intervención Divina. En los libros de los profetas se nos enseña que Naamán, el general del rey de Aram, es curado por el profeta Elisha, quien le ordena siete abluciones en el río Jordán. Mientras que el joven aprendiz del profeta, Guejazí, se contagia con la misma lepra, por haber recibido en contra de la voluntad del profeta, un regalo de Naamán. De esta manera, nuestra tradición le da una perspectiva moral a una enfermedad que azotó a la humanidad por siglos y que para muchos era el resultado del caprichoso comportamiento de la naturaleza y de la ira imprevista de los dioses que su imaginación había creado.

METZORÁ

¿Sufrirá el justo y el injusto será recompensado?

Levítico XIV – XV

                                       

Tal como lo constatamos anteriormente, nega tzaráat, que es la enfermedad que se identifica frecuentemente con la lepra, era un terrible azote para la humanidad. La Torá se hace eco de esa preocupación del ser humano, al dedicarle capítulos enteros a su diagnóstico, pronóstico y curación. El kohén, el sacerdote que ejerce las funciones medicinales en esta área, se ocupa adicionalmente de la “lepra de las vestimentas” y la “lepra de las casas”. El proceso de la curación de esta dolencia, implica ser excluido del ámbito comunitario, la inspección periódica de las lesiones y el ofrecimiento eventual de algunos sacrificios.

Cualquier reflexión sobre este tema requiere responder ante todo a la siguiente interrogante: ¿por qué se ocupa la Torá de una enfermedad? ¿Es acaso la Torá un texto de medicina? Obviamente la respuesta es negativa. Concebimos la Torá como una guía para nuestro comportamiento espiritual, moral y social. Todos los  relatos que contiene deben evidenciar una enseñanza moral. Porque la Torá no es un libro de historia, y desde la perspectiva de esta misma Torá, al ser creadas el hombre y la mujer fueron dotados con un intelecto que les permite investigar y descubrir, que tiene la capacidad de crear y de ingeniarse para enfrentar los desafíos de la naturaleza y descubrir sus mecanismos primarios. Esto incluye, desde luego, la posibilidad de encontrar los remedios y las curaciones de los males que nos aquejan.

Nuestros jajamim entendieron esta dificultad y sugieren que nega tzaráat no es una enfermedad fisiológica adicional, sino una manifestación externa de desviaciones morales que atañen particularmente al dominio de la injuria y de la calumnia. La dolencia nega tzaráat según esta concepción, viene a ser un fiel retrato a lo Dorian Gray que pone en evidencia el estado espiritual del doliente. Entonces, tal vez sería oportuno, investigar si en la visión judía, las enfermedades son accidentales en la naturaleza o el resultado de ciertos malos hábitos físicos, o si constituyen un castigo por errores cometidos en el ámbito de la ética y del culto.

Es posible documentar, con textos bíblicos, el argumento de que la enfermedad es un castigo por desobediencia a la palabra de Dios y por cometer aberraciones del orden moral. Podemos citar, por ejemplo, la muerte del hijo que nace de la unión entre Bat Sheva y el rey David. Recordemos que el rey envía a Uría, el esposo de Bat Sheva, a una muerte segura en las primeras filas de la batalla, para poder apoderarse de la bella mujer. (Esta explicación nos debe conducir a considerar un problema que causa mayor consternación aún, que es la muerte del recién nacido, totalmente inocente de los quehaceres de sus progenitores). El rey Ajav muere en el curso de una batalla porque se había apoderado del viñedo de Navot y así sucesivamente. ¿Cuál es el propósito del castigo? ¿Nos encontramos acaso frente a manifestaciones de venganza, debido al carácter severo del Dios de Israel, como sostienen algunos de los detractores de nuestra fe? Tal vez se puede considerar al castigo como una advertencia, que a veces es implacable, pero cuyo propósito principal es el de prevenir para que el error no se repita.

El libro bíblico de Iyov (Job) puede considerarse como un intento de respuesta al problema del sufrimiento de una humanidad que en numerosas ocasiones no puede encontrar una relación de causa y efecto entre el crimen y el castigo. Iyov se rebela ante la sugerencia de uno de sus amigos, Elifaz el Teimanita, que le dice, “has memoria: ¿quién murió siendo inocente? O, cuándo fue una persona recta destruida? Conforme a lo que he visto, los que siembran la iniquidad y aran la desdicha, cosechan lo mismo”. (Job IV; 7,8). En las páginas de la Mishná, Rabí Yanai expresa el sentimiento de muchos de sus contemporáneos al exclamar: “no está a nuestro alcance explicar la prosperidad de los malvados y el sufrimiento de los justos”. Esta es una clara admisión de la complejidad del problema y de lo insuficiente de nuestro razonamiento para explicar una realidad siempre conflictiva que resulta inconsistente con nuestra estimación de la justicia.

Nuestro maestro, Harav Yosef Dov Haleví Soloveitchik, solía enseñarnos, haciéndose eco de los exegetas, que la desobediencia de los Diez Mandamientos tenía como consecuencia inevitable cierto castigo. No es indispensable castigar, externamente, la falta de respeto a padre y madre. La disolución de las relaciones familiares  arrastra consigo sus propias nefastas consecuencias. Quien comete un asesinato, termina eventualmente como víctima de una acción similar. Así argumenta Soloveitchik. Siguiendo esta orientación en nuestro razonamiento, nuestros jajamim tal vez entendieron que nega tzaráat es una advertencia que señala que la injuria y la calumnia no perjudican únicamente al injuriado y al calumniado, sino que se devuelven para castigar a la persona culpable, o sea al que injuria y al que calumnia.

El hecho de que el kohén es la persona escogida para “curar” a este “leproso espiritual” implica que la aflicción no tiene que ser permanente y que por tanto el castigo es reversible. Se trata entonces de una admonición que le dice al hombre, cuidado con la calumnia, porque su resultado es comparable a la odiosa lepra. Y tal como esta lepra puede ser “curada” si se siguen las instrucciones del kohén ofreciendo sacrificios que constituyen una admisión de culpa, igualmente, la injuria puede ser expiada. De esta manera podemos considerar a nega tzaráat como un proceso aleccionador y de prevención, en lugar de un castigo permanente por un pecado cometido.

Para el piadoso, el sufrimiento se convierte en una ocasión para obtener la atención de Dios. El peor castigo para el hombre de fe es el aparente abandono de Dios, héster panim en el lenguaje de la Kabalá. Para el religioso auténtico, el sufrimiento es preferible a la indiferencia de la Deidad y opta por el dolor frente a la posibilidad de la apatía Divina. Así dice el salmista: “feliz es el hombre al que Tu instruyes (se puede traducir igualmente del hebreo, ‘al que Tu castigas’),  ¡ oh ! Eterno, y le enseñas Tu ley” (Salmos XCIV, 12).

Puede argumentarse también que el sufrimiento desarrolla y permite que salgan a relucir las cualidades de nobleza y, en ocasiones, de grandeza de los seres humanos. El sufrimiento nos hace más sensibles a las necesidades de otros y nos permite identificarnos, o al menos, comprender las miserias de los menos afortunados. ¿Cómo podríamos saborear lo dulce, si no probamos lo amargo? ¿Podríamos apreciar la dicha si desconocemos el sufrimiento y el dolor? Yisurim shel ahavá son los dolores de amor, en el lenguaje de los jajamim. Hermann Cohen, el gran filósofo judío dijo en una ocasión que sin leid no podía haber mittleid.

Las personas que poseen una fe profunda sostienen que los hombres tenemos una visión fraccionada de la realidad, que percibimos los hechos desde una perspectiva muy angosta. Por lo tanto, continuando con este argumento, hay ocasiones en las que el sufrimiento es un beneficio y no una dolencia. Recuerdo el relato de un sobreviviente del holocausto. En cierta oportunidad, cuando se estaba reuniendo una cantidad exacta de personas para ser enviadas a un campo de trabajo forzado, él, para aquel entonces un joven de diecisiete años, fue brutalmente desalojado de su puesto, por alguien que poseía una gran musculatura. Suponían que todos los que subían a ese vagón del tren se salvarían, a pesar del  trabajo forzado al que serían sometidos. Los que quedaron atrás, correrían directamente una suerte diferente, la muerte. Pero el destino fue diferente. El vagón de ese tren se dirigía a los hornos de gas. El joven que fue sacado violenta e injustificadamente de su lugar, sobrevivió para contar este relato.

Aun para quienes las dolencias tienen un origen fisiológico exclusivamente, el ingrediente emocional y espiritual juega un papel importante en el desarrollo y la evolución de la enfermedad. La interpretación tradicional de nuestra lectura semanal sugiere en cambio, que en ciertas enfermedades, el parámetro espiritual es esencial y la nega tzaráat viene a ser una manifestación superficial de una dolencia interna que, en su origen, es un mal moral.

We are commemorating another anniversary of the greatest tragedy

We are commemorating another anniversary of the greatest tragedy suffered by the Jewish people in its entire history: the planned, structured and executed extermination by the Nazis during World War II of 6 million Jews, a third of the world population of our people in that immoral and inhuman stage of Humanity.

Much has been written about this tragedy, but it will never be enough. It should be remembered that General Dwight D. Eisenhower ordered the concentration camps be filmed, especially the cadaverous appearance of the survivors. He thought that years later, what happened would be denied because the tragedy was unparalleled in the annals of human history. Who will believe that man was able to commit such crimes?

Why did the Germans build crematoria in some concentration camps? It would have been more efficient to simply dump the bodies in some field or perhaps bury them underground. Perhaps the hatred for the Jew was of such a magnitude that it blinded them, and the Nazis did not want to leave a trace of their existence and turn them into ash that the wind would take away. They diverted resources from the front lines of combat in order to execute their diabolical plan against the Jewish people: “the final solution”, their total extermination so that there would be no remnant of what they considered to be a plague for humanity.

Perhaps there was another fundamental or simultaneous purpose: to leave no trace of the crime, if there is nobody of crime, there is no proof of a crime. And what of some survivors who in the future could bear witness to what happened? No one will believe them, because what they would tell would be impossible to imagine.

For this reason, towards the end of the war, the German army took care to destroy the vestiges of some of the concentration camps, so as not to leave visual testimony, not to leave a trace.

Decades after the tragedy, what should be our attitude? I remember that the late president of Venezuela Carlos Andrés Pérez once told me: how long are you going to talk about what happened? And he was quite right, we can’t guide our lives by cultivating hatred, because as one survivor recently put it: “Hate is a disease that can destroy your enemy, but will eventually destroy you as well.”

On the other hand, forgetting would be a sin and a tragedy. History teaches us that indifference is a mistake that parallels crime. The attitude of many nations that saw what was happening in those days and did not react, made them accomplices by inaction. History teaches that you have to respond, react immediately to any expression of anti-Semitism. To be silent is to agree tacitly to what is happening!

But the past is no longer, the present is temporary and we have to look to the future that cannot be built on a base of rancor or hatred. We must not forget, but at the same time we have to focus on tomorrow and the day after, and the best example is the State of Israel, which thanks to its Chalutzim, the pioneers who turned the desert into a garden, along with survivors of WWII and those who escaped the rancor and discrimination in several Arab countries, are building a nation and a society that is also unequaled in modern times. Including their reaction to the fearsome COVID-19 is an example for other nations to follow in the footsteps of the State of Israel.

Zachor, we will remember, but at the same time, we will look to the future with optimism because our people are anchored in the morality taught by the Torah that has allowed us to survive after all the nations that in past centuries tried to destroy us have disappeared.

We will transit, in the words of the prayer we recite after reading from the Torah on Mondays and Thursday: “from affliction to relief, from darkness to light, from submission to redemption, now, quickly and at an early time.”

Rabbi Pynchas Brener

NO OLVIDAR – ENFRENTAR EL FUTURO

mika-zt5SZc8YOZU-unsplashEstamos conmemorando otro aniversario de la mayor tragedia sufrida por el pueblo Judío en toda su historia: el exterminio planificado, estructurado y ejecutado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial de 6 millones de judíos, una tercera parte de la población mundial de nuestro pueblo en esa etapa inmoral e inhumana de la Humanidad.

Mucho se ha escrito sobre esta tragedia, pero nunca será suficiente. Cabe recordar que el General Dwight D. Eisenhower ordenó se filme los campos de concentración, especialmente el aspecto cadavérico de los sobrevivientes. Pensó que años más tarde se negará lo ocurrido, porque la tragedia no tenía parangón en los anales de la historia humana. ¿Quién creerá que el hombre pudo haber sido capaz de cometer tales crímenes?

¿Por qué construyeron los alemanes crematorios en algunos campos de concentración? Hubiera sido más eficiente simplemente arrojar los cadáveres en algún campo o tal vez enterrarlos bajo tierra. Tal vez el odio por el judío era de tal dimensión que los había enceguecido y no querían dejar rastro de su existencia y convertirlos en ceniza que el viento se llevaría. Desviaron recursos del frente de combate para poder ejecutar su plan diabólico contra el pueblo judío: “la solución final”, su exterminio total para que no quede remanente alguno de lo que consideraban era una plaga para la humanidad.

Tal vez había otro propósito fundamental o simultáneo: no dejar rastro de su crimen, si no hay cuerpo de delito, no hay crimen. ¿Y qué de algunos sobrevivientes que en el futuro puedan dar testimonio de lo ocurrido? Nadie les creerá, porque lo que contarían sería imposible que haya ocurrido.

Por ello, hacia finales de la guerra, el ejército alemán se ocupó de tratar de destruir los vestigios de algunos campos de concentración, para no dejar testimonio visual, no dejar huella.

Décadas después de la tragedia, ¿Cuál debería ser nuestra actitud? Recuerdo que el finado presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez me dijo en una oportunidad: ¿hasta cuándo van a hablar de lo ocurrido? Y tenía gran parte de la razón, no podemos guiar nuestras vidas cultivando el odio, porque tal como lo apuntó un sobreviviente reciéntemente: “el odio es una enfermedad que puede destruir a tu enemigo, pero eventualmente te destruirá a ti”.

Pero olvidar, sería un pecado y una tragedia. La historia nos enseña que la indiferencia es un error paralelo al crimen, ya que la actitud de muchas naciones que vieron lo que estaba pasando en aquellos días y no reaccionaron, se convirtieron en cómplices debido a su inacción. La historia enseña que hay que reaccionar inmediatamente frente a cualquier expresión de antisemitismo. ¡Callar es otorgar!

Pero el pasado ya no es, el presente es pasajero y tenemos que mirar hacia el futuro que no puede construirse con el rencor ni el odio. No debemos olvidar, pero al mismo tiempo tenemos que concentrarnos en el mañana y el mejor ejemplo es el Estado de Israel que gracias a sus Jalutzim, los pioneros que convirtieron el desierto en jardín, junto con sobrevivientes de la guerra y quienes escaparon del rencor en varios países árabes, están construyendo una nación y una sociedad que tampoco tiene igual en los tiempos modernos. Incluso su reacción frente al temible COVID-19 es ejemplo a seguir para otras naciones.

Zajor, vamos a recordar, pero al mismo tiempo vamos a mirar el futuro con optimismo porque nuestro pueblo está anclado en la moralidad que enseña la Torá que nos ha permitido sobrevivir a todas las naciones que en el pasado intentaron destruirnos.

Transitaremos, en las palabras de la oración, “de la aflicción al alivio, de la oscuridad a la luz, del sometimiento a la redención, ahora, rápidamente y en una época pronta”.

Rabino Pynchas Brener

FALLECIÓ MI AMIGO FRED PRESSNER ZIJRONÓ LIVRAJÁ

Screen Shot 2020-04-18 at 9.35.36 PMRecuerdo a la familia: Josef zl y su bella esposa Silvia zl quienes residían frente al portón de la Unión Israelita de Caracas, al lado del Hotel Ávila.

Josef Pressner era un hombre recto y ejemplar que había sobrevivido la Shoá al igual que su esposa Silvia. Su ‘ben yajid’, hijo único Fred, nació terminada la guerra. En aquellos días no era fácil pensar en un futuro, en familia, después de la tragedia sufrida en carne propia y haberse cerciorado  del exterminio de la mayoría de los miembros de la familia. Siempre hubo recuerdo diario del horror, pero no se sembró el odio en la mente de Fred.

Fred pasó la gran parte de su juventud y vida adulta en la comunidad judía de Caracas, donde destacó en la comunidad y en la empresa.

Presidió la Unión Israelita de Carcas, Hebraica y la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), instituciones claves de la comunidad judía en las cuales ejerció con liderazgo, brillo y acierto.

Equipado con los valores de rectitud y honradez que recibió del seno de su familia, estuvo al lado del entendimiento rechazando la confrontación. Buscó y encontró una solución amigable y justa a cualquier situación. Nunca fue parte del problema. La controversia no era parte de su personalidad, sino el entendimiento y la cooperación.

La situación social y política de Venezuela de las últimas décadas lo obligó a emigrar a la ciudad de New York donde se reinventó en el mundo de los bienes raíces. Pero su corazón y sentimientos estaban anclados en Venezuela e Israel.

Junto con Irene, su esposa de casi medio siglo formó una bella familia con 3 hijas: Yaeli, Margaret y Tatiana, y numeroso nietos.

Años atrás publicamos una Agadá Sefaradí para Pésaj con traducción al Ladino y el arte extraordinario de Irene, quien para aquel entonces ya era una reconocida y talentosa artista.

Fred fue arrebatado por el COVID-19 que también atacó a Irene quien gracias a Dios sobrevivió y se encuentra en recuperación en casa.

Un virus venció a Fred, pero su sonrisa, constancia, sinceridad, lealtad, devoción por el pueblo Judío, por Venezuela e Israel quedaron grabadas en los corazones de todos quienes lo conocimos, apreciamos y valoramos.

Difícil pensar sobre Fred en términos pretéritos. Por haber sido un activista incansable lo creíamos invencible a los avatares de la vida, siempre superando obstáculos y resolviendo situaciones.

Su memoria es una bendición y fuente de estímulo para seguir su ejemplo: familia y trabajo por comunidad, amor por el pueblo Judío.

Nafshó tserurá bitsror hajayim.

El pecado, el perdón y la pureza ritual

SHEMINÍ

Moshé había procedido a la consagración de los kohanim y en el octavo día, sheminí, que corresponde al día de la erección del Mishkán en el desierto, se le dieron las instrucciones a Aharón para que hiciera la ofrenda de un becerro. Según nuestros jajamim este becerro era simbólico, porque se demostraba de tal manera que el pecado del éguel hazahav, el “becerro de oro”, en el que Aharón había tenido una participación importante, quedaba expiado y perdonado. Moshé tuvo, en un principio que decirle a Aharón, kerav el hamizbéaj acércate al altar, porque su hermano no se sentía seguro de sí mismo, después del mencionado episodio. Aharón, en el momento del sacrificio, tiene que pedir perdón por sus propios errores primero, y luego pedir el perdón por los pecados de todo el pueblo. No es cuestión de cortesía. Porque, únicamente una persona de integridad y de conducta intachables, puede interceder por otros. Por lo tanto, para poder pedir perdón por el pueblo, Aharón debe enfrentar, primero, su propia situación y obtener la dispensa por sus acciones.

En el judaísmo, la obtención del perdón es un proceso que requiere varias etapas. Ante todo es indispensable hakarat hajet, el reconocimiento y la admisión de haber errado. Porque uno tiene que llegar a admitir que ha pecado para poder cumplir con su propósito de enmienda y emprender un nuevo camino. La segunda etapa consiste en el arrepentimiento y el recogimiento sinceros por la falta cometida. El tercer y último paso es la firme determinación de no volver a cometer el mismo error en el futuro. La fórmula para la obtención del perdón es aparentemente simple y directa. Sin embargo, cada uno de los pasos enumerados está acompañado de angustia y necesita coraje. En el proceso de reconocer las faltas que cometemos es necesaria una apreciación objetiva y la confrontación honesta de las debilidades que nos caracterizan. Pero al mismo tiempo se activan en nuestro ser numerosos mecanismos emocionales que sirven para protegernos de las molestias y del dolor, tratan de racionalizar y justificar nuestras acciones impidiendo así que se produzca un genuino auto análisis.

El episodio de la trágica muerte de Nadav y Avihú, hijos de Aharón, es uno de los temas importantes de nuestra lectura. La Torá relata que estos kohanim se acercaron a Dios con su ofrenda, pero con un “fuego extraño” que no había sido ordenado y que fueron muertos en el acto. ¿Cuál es el significado de la expresión “fuego extraño”? Algunos expositores sugieren que Nadav y Avihú debían haber esperado a que el fuego descendiera del cielo para consumar su sacrificio y por no hacerlo así, perecieron. Rabí Eliézer sostiene que su falta consistió en que pretendieron explicar la ley y su aplicación en presencia de Moshé, el gran maestro del pueblo. Un  discípulo, no debería intentar dilucidar un texto o responder  una pregunta, sí su maestro y mentor se encuentra en el mismo lugar. Rabí Yishmael sugiere que Nadav y Avihú estaban ebrios en el momento del sacrificio, basándose probablemente en el hecho que la Torá instruye, a la conclusión del episodio, que todo kohén debe de abstenerse de tomar vino (bebidas alcohólicas) antes de entrar al Mishkán.

Cualquiera que fuese la interpretación de los sucesos, el castigo parece ser demasiado severo en relación a la falta cometida. No obstante, es posible especular, a raíz de este episodio, que el líder religioso tiene responsabilidades cuyo incumplimiento se refleja en castigos ejemplares. Las prerrogativas y los privilegios que el rol de kohén otorgan, están unidos a obligaciones y deberes mayores de que los que el pueblo tiene. Las acciones del kohén tienen eco y resonancia en la comunidad. Por lo tanto, cuando éste comete una falla intencional, el castigo tiende a ser ejemplar y severo.

El tema de kashrut, que trata acerca de las comidas permitidas y de los alimentos prohibidos, es el motivo central de algunos  capítulos. Según el entendimiento de los jajamim, el hombre y la mujer, en un principio, fueron vegetarianos. Después del episodio del diluvio el hombre recibe la dispensa para comer carne. Naturalmente, para comer carne es necesario matar a un animal y entre las leyes que recibe Nóaj, se encuentra una que prohíbe arrancar una extremidad del cuerpo de un animal vivo. Para comer la carne de un animal, dice esta ley, es necesario matar al animal primero.

En nuestra lectura se especifican los animales cuya carne nos es permitida. En el caso de los cuadrúpedos, estos requieren tener la pezuña partida y ser rumiantes. La Torá menciona tres animales que son rumiantes, pero cuya pezuña no está partida, tal como el camello. El cerdo es el ejemplo contrario citado, porque tiene la pezuña partida, pero no es rumiante. (Recuerdo haberlo leído, pero no puedo ubicar la fuente, que no se ha encontrado ningún animal, además de los que están mencionados en nuestra lectura, que posea únicamente una de las dos características mencionadas. O bien tienen las dos características, la pezuña partida y el ser rumiantes, o carecen de ambas). Pueda que esta ley sea la raíz de la expresión en yídish de mostrar dos jázer físel, que quiere decir mostrar la pata de cerdo. Porque si juzgamos al cerdo, únicamente por sus patas, llegamos a la conclusión que este animal es kasher. El dicho yídish nos alerta para no llegar a conclusiones apresuradas sobre la  base de evidencias incompletas.

En la práctica judía, el proceso de kashrut requiere de pasos adicionales para poder ingerir la carne de un animal. El punto esencial es que tenemos que partir de un animal kasher para poder comer su carne después de cumplir con cierto proceso adicional. En el caso de los peces, se requieren aletas y escamas para obtener el calificativo de kasher. En vista de que dado que los crustáceos y los moluscos no poseen estas características, no pueden calificarse de kasher. La Torá enumera una serie de aves que no deben formar parte de nuestra dieta. Son, generalmente, las aves de rapiña. La  halajá señala como kasher a las aves de corral. En el caso de una ave desconocida en un lugar, se requiere una masorá, que es un antecedente tradicional de haber sido ingerida como kasher en algún otro lugar. También están incluidos como kasher una serie de insectos, cuya identificación exacta en la nomenclatura moderna, nos es difícil. Por lo tanto, nos abstenemos totalmente de comer insectos. (Tengo entendido que en ciertas comunidades del Norte de África existía una tradición de comer ciertos insectos que, según la halajá habían sido identificados como permitidos). En las palabras de la Torá, el motivo de las leyes de kashrut está ligado con la noción de santidad. Leemos en Vayikrá (Levítico) XI, 44: “Por cuanto Yo soy el Eterno, vuestro Dios, vosotros os santificaréis, pues Yo soy santo, por lo cual no mancharéis vuestras almas con ninguno de los reptiles que reptan sobre la tierra”.

Existe una extensa literatura acerca de las razones para la observancia del kashrut. Los razonamientos con los cuales puede uno identificarse, no siempre son relevantes para otros. Personalmente, considero que el kashrut pertenece a las reglas que estimulan y fortalecen los mecanismos personales para desarrollar una mayor independencia y libertad de acción. Las complejas y minuciosas reglas en este campo no permiten que me convierta en dependiente de la comida o en un glotón. Me alimento para vivir, pero no vivo para comer. La observancia del kashrut me obliga a reflexionar y a ser cuidadoso en el proceso de consumir los alimentos. Después de todo, una criatura de Dios, aunque sea un animal, tuvo que ser sacrificada para que yo pueda alimentarme. (Incidentalmente, en el judaísmo, la caza como deporte está prohibida). No se puede disparar al primer animal que aparezca. Es necesario todo un proceso de preparación (shejitá, bediká, hadajá y melijá. El animal es sacrificado por un shojet, que es especialista en la materia, de acuerdo a un conjunto de reglas religiosas; su carne es puesta en remojo por un tiempo especifico y luego se cubre con sal durante otro lapso, antes de ser consumida) lo que nos hace estar  conscientes de que un ser vivo ha perdido la vida para saciar nuestra hambre. En últimas cuentas, es un factor adicional que me enseña a ser mesurado en el proceso de satisfacer el hambre, a controlar mis deseos y ser el dueño de mis pasiones, para poder ejercer el libre albedrío y poder tomar las decisiones, independientemente, de apetitos pasajeros. Es el propósito de sacralizar, de espiritualizar aun el acto más rutinario, como es el de comer. Retrasar un poco el placer, la satisfacción del apetito, es un comienzo de vigilancia que va algo más del hedonismo.

No sé por qué Dios nos envió esta plaga COVID-19

No sé por qué Dios nos envió esta plaga COVID-19. No me atrevo a especular al respecto. Saber la razón es ser Dios. Sin embargo, sé al mismo tiempo que Dios nos dio inteligencia e intelecto para investigar y enfrentar esta pandemia. Creo que no es productivo preguntar por qué. Más bien deberíamos analizar las consecuencias, dirigir nuestra atención a nuestras debilidades, a lo que podemos aprender de lo que sucedió. Estoy seguro que nos veremos fortalecidos por esta terrible experiencia porque ha unido a una humanidad, aunque globalizada, a menudo se dispersa en el tiempo mientras atendemos necesidades individuales. Más que nunca debemos concluir que compartimos la misma nave espacial, la Tierra: el planeta que debemos cuidar y proteger. Dios colocó a Adán en Gan Eden, en la tierra, leovdó uleshomró, para trabajar y cuidar, para participar en la “Creación” mejorando las diferentes manifestaciones y aspectos de la naturaleza.

También es un momento en el que la generosidad y la responsabilidad mutua salen a la luz. Confirma el adagio de que “no hay mal que no venga por algo bueno”.

Muchos quieren saber cómo superar la soledad, especialmente los ancianos que ahora están en cuarentena debido a las visitas familiares. En cierto sentido, la instrucción de “distanciamiento social” nos obliga a todos a experimentar la soledad.

Cuando Rabí Akivá respondió: “¿Cuál es el” gran “principio de la Torá?” no respondió diciendo “estudien más”, “observen las mitzvot con mayor intensidad”. Dijo citando la Torá: “veahavta lereacha kamocha”, “ama a tu prójimo como a tí mismo”, básicamente dijo: “haz algo por los demás” y ese es el mejor remedio para la soledad. Llame a un amigo que esté solo y pregúntele si tiene las necesidades básicas en estos días. Y si no puede cumplir ese requisito personalmente, busque quién puede hacerlo. Al ayudar a otros, pensarás menos en tu propia soledad.

Pronto llegaremos a la conclusión de que se deben gastar mayores recursos en un estudio más amplio y profundo de las ciencias básicas: biología y química, matemáticas y física, entre otras.

Es irónico que un microorganismo que solo puede verse con un microscopio potente haya hecho más daño que muchos desastres naturales, como huracanes y terremotos. Seguramente es una experiencia que conduce a la humildad, que muestra nuestra falta de conocimiento básico de los mecanismos internos y el funcionamiento de la vida.

En el pasado, Egipto sufrió 10 plagas, enviadas para obligar liberar a nuestros antepasados ​​de la esclavitud. En el Séder, derramamos parte del vino al recitar estas plagas, como una lágrima simbólica, por los egipcios que murieron a causa de las plagas.

Pésaj es la temporada de la libertad y la primavera. En estos días, oramos para que Dios nos libere a nosotros y a toda la humanidad de esta plaga actual.

Mantengámonos saludables siguiendo las instrucciones de los médicos, científicos y todos aquellos que trabajan en el campo de la salud, a quienes expresamos nuestro agradecimiento por estar de pie en este momento de emergencia, poniendo en riesgo su propia salud y bienestar.

Rabino Pynchas Brener

 

I don’t know why God sent us this COVID-19 plague.

I dare not speculate about it. To know the reason for this is to be God. However, I do know at the same time, that God gave us intelligence and intellect to investigate and confront this pandemic. I think it is not productive to ask why. We should rather analyze the consequences, direct our attention to where our weaknesses lie, to what we can learn from what happened. I am sure that we will be strengthened through this terrible experience because it has united humanity, although globalized, is often time dispersed while attending to individual needs. More than ever we must conclude we share the same spacecraft, the earth: the planet we must care for and protect. God placed Adam in Gan Eden, on the earth, leovdó uleshomró, to work and care for it, to participate in “Creation” by improving different manifestations and aspects of nature.

It is also a moment in which generosity and mutual responsibility come to light. It confirms the adage that “there is no evil that does not come for some good”.

Many want to know how to overcome loneliness, especially the elderly who are now quarantined from family visits. In a sense, the instruction of ‘social distancing’ obligates all of us to experience loneliness.

When Rabbi Akiva responded to: “What is the ‘great’ principle of the Torah?” he did not reply by saying ‘study more’, ‘observe the mitzvot with greater intensity’. He said quoting the Torah: “veahavta lereacha kamocha”, “love your neighbor as yourself”, he basically said: “do for others” and that is the best remedy for loneliness. Call a friend who is alone and ask him or her if they have the bare necessities these days. And if you cannot fulfill that requirement personally, look for who can do it. By helping others you will think less about your own loneliness.

We will soon come to the conclusion that greater resources have to be spent in a wider and deeper study of the basic sciences: biology and chemistry, mathematics and physics among others.

It is ironic that a micro-organism that can only be seen by a powerful microscope has done more damage than many natural disasters, such as hurricanes and earthquakes. It surely is a humbling experience, that shows our lack of basic knowledge of the inner mechanisms and workings of life.

In the past, Egypt suffered from 10 plagues, sent to force them to liberate our ancestors from slavery. At the Seder, we spilled some of the wine when reciting these plagues, as a symbolic tear, for the Egyptians who died because of the plagues.

Pesach is the season for freedom and spring. In these days we pray that God free us and all of humanity from this present plague.

Let us stay healthy by following the instructions of the doctors, scientists and all those who work in the field of health, as we express our gratitude to them for standing tall at this time of emergency, putting at riske their own health and welfare.

Rabbi Pynchas Brener

FALLECIÓ MI AMIGO DON GREGORIO SCHARIFKER z’l

Falleció mi entrañable amigo Gregorio Scharifker, zijronó livrajá, su memoria es una bendición.

Recuerdo primero al padre de Gregorio, don José, caballero erguido con pasos firmes al andar, reflejo de la rectitud de su fuero interno. Escribía con frecuencia en el semanario de la comunidad, especialmente en reacción a cualquier hecho que consideraba injusto.

Gregorio Scharifker heredó esa pasión por la verdad y la justicia, hecho que reflejó su actuar, especialmente en la B’nai B’rith y la Unión Israelita de Caracas, instituciones donde ocupó cargos directivos.

Era Doctor en Economía y ejerció cargos ejecutivos en la industria de los seguros, claramente admirado y respetado por todos quienes con él tuvieron contacto comercial.

Pero para muchos de sus amigos personales representaba valores morales: rectitud, honestidad, amistad.

No habían opciones en el campo social, para Gregorio el camino era claro: lo correcto y lo auténtico.

Su palabra era compromiso, no había bemoles en sus repuestas. Ejad bepé, ejad belev, reflejo del adagio hebreo que enseña que uno debe ser igual con la boca e igual con el corazón. No ocultaba sentimientos y por ello no sentía rencor hacia otros. Como testigo de un evento, su testimonio reflejaba la realidad del hecho.

Era amigo sincero. Su opinión era solicitada debido a su vasta experiencia y conocimientos, pero sobre todo porque no torcería la verdad para acomodar las posibles sensibilidades de algún interlocutor.

Devoto esposo de Sarita zl, fallecida años atrás, y cuya hermana Eva zl fuese mi devota secretaria de décadas en la Unión Israelita de Caracas.

Padre ejemplar que claramente dejó sello indeleble en la mente y corazón de sus hijos y nietos quienes igualmente reaccionan frente a las injusticias tan frecuentes en la sociedad actual.

Su hijo Benjamin, insigne químico, es el Rector de la Universidad Metropolitana después de haber ocupado el mismo cargo en la Universidad Simón Bolívar. Distingue más aún a Benjamin, su reacción inmediata frente a atropellos a la sociedad, como parte del ADN de la familia Scharifker. Su nieto Diego no ha quedado atrás en esa misma postura.

Su hijo Daniel es un distinguido patólogo y portador de los mismos genes.

Gregorio se despidió tranquilamente de este mundo con la respetable edad de 97 y dejó huella y sello de decencia, caballerosidad y rectitud en todos los ámbitos de la sociedad venezolana.

Nishmató tserurá bitsror hajayim. Paz eterna a sus restos.