LA IMPORTANCIA EXCEPCIONAL DEL ESTUDIO DE LA TORÁ

VAYIKRÁ Levítico I – V

Nuestra lectura le da nombre al tercer libro de “Los Cinco Libros” de Moshé, la Torá. En un sentido limitado, la palabra Torá hace referencia específica a un rollo de pergamino, confeccionado de piel animal y sobre el cual está escrito, por las manos entrenadas de un escriba, Sofer, en el hebreo original, el mensaje Divino, también conocido como Pentateuco o Jumash (versión impresa con puntuación del mismo texto). 

En una connotación más amplia, el vocablo Torá es utilizado para calificar toda enseñanza, aun las que están remotamente conectadas con el texto bíblico. Una interpretación personal acerca del sentido de algún versículo también es considerada parte integral del rubro Torá. Igualmente, cualquier comentario sobre un texto original de nuestros sabios, tal como el Talmud, es considerado parte del esquema total de Torá.

En una enseñanza de gran profundidad, reveladora de un aspecto fundamental de nuestra tradición, la Mishná, que es el documento fundamental del Talmud (la enseñanza oral), nos participa que el estudio de la Torá está por encima de otras Mitsvot, que son las normas por las cuales debemos regir nuestras acciones, incluyendo la de honrar a padre y madre, por ejemplo. Está claro que el estudio de la Torá y el respeto y honra por los padres no son actividades contrarias o mutuamente excluyentes. 

La Mishná citada nos enseña más bien, la importancia singular del estudio en la tradición judía. Talmud Torá, que es el estudio en texto original y de cualquiera de los comentarios y explicaciones sobre el mismo, viene a ser una actividad muy deseable, una especie de Mitsvá excepcional.

Según la Halajá, que es el compendio de reglas para nuestro comportamiento, es necesario recitar una bendición de agradecimiento y reconocimiento al Creador inmediatamente antes de cumplir con una Mitsvá. Esta regla no es acatada en el caso del estudio de la Torá. Haciéndose eco de este incumplimiento, el Talmud sugiere que la bendición HaMelamed Torá leAmó Israel, “Quien enseña Torá a Su pueblo Israel”, que se recita al inicio de las oraciones matutinas, desempeña esta función. Bajo este aspecto se nos instruye que una de las primeras obligaciones diarias es el estudio. Para nuestra sociedad de fin de siglo XX es obvio que el estudio es fundamental. Pero recordemos que esta Mishná se escribió, a más tardar en el tercer siglo y que probablemente refleja una enseñanza mucho más antigua.

Un estudio cuidadoso de la mencionada regla de recitar una Berajá, que es una bendición antes de cumplir con una Mitsvá, nos enseña que debe realizarse cada vez, inmediatamente antes del acto. Por ejemplo, uno debe recitar una Berajá antes de comer una fruta. Esta es una manera de agradecerle a Dios por nuestro sustento y de que tomemos conciencia del hecho de que es necesaria la intervención Divina para que la tierra nos brinde sus frutos. 

Antes de comer una fruta en la mañana, por ejemplo, debo recitar una Berajá y debo repetirla en la tarde si como una fruta de nuevo. En el caso del estudio de la Torá es suficiente, aparentemente la recitación de la Berajá apropiada en las oraciones de la mañana. ¿Por qué la diferencia entre Talmud Torá y otras Mitsvot? ¿Será porque en el caso del estudio nos encontramos frente a una “súper” Mitsvá?

La Halajá enseña que es suficiente una sola Berajá antes de comer cualquier cantidad de fruta. No es necesario repetir la Berajá antes de cada bocado. La regla indica que mientras se tenga intención de continuar comiendo, no se requiere la recitación de una nueva Berajá. Pero no se debe alegar que la Berajá que se recita en el desayuno tenga validez para el almuerzo. Han transcurrido entre tantas varias horas en las que uno se ha dedicado a diversas actividades, totalmente ajenas a la comida. 

De acuerdo con esta interpretación, después de un día de actividad comercial, profesional u otra, al comenzar un período de estudio en la noche se debería recitar una Berajá antes de leer cualquier texto sagrado. La Halajá no lo requiere. ¿Por qué? Tal vez porque la Halajá no concibe que abandonemos, aunque sea por un instante, la intención de estudiar, aun cuando estemos absortos en cualquier otra actividad. Por lo tanto, la Berajá matutina tiene vigencia durante todo el día para el estudio de la Torá y no es necesario repetirla.

En épocas anteriores se daba comienzo al estudio del Jumash con nuestra lectura de Vayikrá. Se iniciaba al niño de unos tres o cuatro años con un aprendizaje del orden de los sacrificios que se ofrecían en el Beit HaMikdash, que es el tema que predomina en estos capítulos. La intención probable era comunicarle al niño que en este mundo hay que ofrecer sacrificios. Toda relación significativa entre seres humanos requiere el dar de sí mismo. “No pain, no gain”, sin dolor no hay progreso, dicen los atletas americanos. Se solía esconder entre las páginas de este Jumash algunas monedas, golosinas o caramelos, con el propósito de que el niño al abrir el texto sagrado asociara al estudio con lo dulce u obtuviese el dinero para adquirirlo.

Este tercer libro de la Torá comienza con las palabras Vayikrá el Moshé, “Y llamó (el Eterno) a Moshé”, con la particularidad que la letra álef (la primera del alfabeto hebreo y que también es utilizada en las matemáticas modernas) que es la última de la palabra Vayikrá está escrita en un tamaño más pequeño que el de las otras letras del mismo vocablo. Los expositores del texto tienen diferentes sugerencias para esta aparente anomalía. 

Según la exégesis de Báal Haturim, por ejemplo, Moshé escribió la Álef pequeña como una manifestación de su humildad, porque de tal manera equipara el nivel de su profecía con la de otros profetas. Al quitársele la letra Álef, esta palabra se convierte en Vayikar que denota un llamado accidental u ocasional, que es el vocablo que se utiliza en capítulos posteriores, en el caso del profeta gentil Bileam.

Según nuestros Jajamim ha cesado la era de la profecía. La palabra directa de Dios no se escucha en nuestros tiempos, y, por lo general, dudamos de la salud mental de las personas que alegan haber escuchado un llamado Divino. Según algunos, nuestras generaciones no son merecedoras del contacto “personal” o “íntimo” con la deidad, por nuestras numerosas fallas y errores. Según otros, el llamado continúa; el problema reside en el hecho de que no estamos sintonizados y sensibilizados al mensaje de Dios, porque estamos embriagados con el avance de nuestra tecnología y obsesionados con la constante adquisición y acumulación de bienes materiales.

Sugiero que tal vez Dios ha cesado de comunicarse directamente con nosotros porque El no considera necesario hacerlo. Dios nos ha manifestado en la revelación en el Monte Sinaí, con absoluta claridad, el camino que debemos seguir en la vida y que constituye el contenido esencial de las sagradas escrituras. En cierta etapa de la historia de la humanidad nos envió Sus mensajeros, los profetas, para exhortarnos a no apartarnos del sendero que El nos había indicado. Lo que realmente hace falta es que seamos consecuentes con las enseñanzas que ya nos han sido dadas. 

Una “nueva” revelación sería una admisión de que la primera de éstas fue insuficiente o equivocada. ¿Acaso podemos sostener que Dios cambia de opinión o que lo que El hace no es perfecto? Nuestra tarea actual es la de leer y estudiar estos capítulos, para obtener de ellos un rumbo, una dirección. Nuestra tarea es la de interpretar y estudiar la palabra de Dios de acuerdo con la perspectiva y el entendimiento contemporáneo, tal como generaciones anteriores lo hicieran en su época. Aunque vivimos en un mundo de cambios y de constante desarrollo, existen imperativos morales y éticos que son eternos. La Torá es la fuente auténtica de estas normas para nuestra conducta.

THE EXCEPTIONAL IMPORTANCE OF TORAH STUDY

VAYIKRA Leviticus I –  V

Our reading gives name to Moshe’s third book of “The Five Books of Moses,” the Torah. In a limited sense, the word Torah refers specifically to a scroll of parchment, made of animal skin and on which is written, by the trained hands of a scribe, Sofer, in the original Hebrew, the Divine message, also known as Pentateuch or Chumash (printed version with punctuation of the same text).

In a broader connotation, the word Torah is used to qualify all teaching, even those that are remotely connected to the biblical text. A personal interpretation of the meaning of a verse is also considered an integral part under the Torah heading. Likewise, any commentary on an original text of our sages, such as the Talmud, is also considered part of the total framework of Torah.

In a deep, revealing teaching of a fundamental aspect of our tradition, the Mishnah, which is the fundamental document of the Talmud (oral teaching), it follows that the study of Torah is above other Mitsvot, which are the standards by which we must govern our actions, including honoring father and mother, for example. It is clear that the study of the Torah and the respect and honor for the parents are not contrary or mutually exclusive activities.

The Mishnah quoted teaches rather, the unique importance of study in the Jewish tradition. Talmud Torah, which is the original text study and any of the comments and explanations about it, becomes a highly desirable activity, a kind of exceptional Mitsvah.  

According to the Halachah, which is the compendium of rules for our behavior, it is necessary to recite a blessing of gratitude and recognition to the Creator immediately before fulfilling a Mitsvah. This rule is not applied in the case of the study of the Torah. Echoing this non-compliance, the Talmud suggests that the Hamelamed Torah le´amo Israel (“He Who teaches Torah to Israel”)blessingswhich is recited at the beginning of morning prayers, plays this role. We are thereby instructed that study is one of the first daily obligations. For our society in the beginning of the twenty first century it is obvious that study is fundamental. But let us remember that this Mishnah was written, no later than the third century and probably reflects a much older teaching.

Careful study of the aforementioned rule of reciting a Berachah, which is a blessing before fulfilling a Mitsvah, teaches us that it must be performed every time, immediately before the act. For example, one should recite a Berachah before eating fruit. This is a way to thank God for our livelihood and become aware of the fact that Divine intervention is necessary for the earth to bear fruit to us. 

Before eating a fruit in the morning, for example, one should recite a Berachah and must repeat it in the afternoon if one eats a fruit again. In the case of the study of the Tora it is sufficient, apparently the recitation of the appropriate Berachah in the morning prayers. Why the difference between Talmud Torah and other Mitsvot

Halachah teaches that a single Berachah is sufficient before eating any amount of fruit. It is not necessary to repeat the Berachah before each bite. This rule indicates that as long as it is intended to continue eating, the recitation of a new Berachah is not required. But it should not be argued that the Berachah that is recited at breakfast is valid for lunch. Many hours have passed and one has devoted himself to various activities, that have no relation to food. 

According to this reasoning, after a day of commercial, professional or other activity, at the beginning of a period of study at night a Berachah should be recited before reading any sacred text. Halachah doesn’t require it. Perhaps because the Halachah does not conceive that we abandon, even for an instant, the intention to study, even if we are engrossed in any other activity. Therefore, the morning Berachah is valid throughout the day for the study of the Torah, and it is not necessary to repeat it.

In earlier times the study of Chumash began with our reading of Vayikra. The child of about three or four years began with an apprenticeship of the order of sacrifices offered in the Beit HaMikdash, which is the theme that predominates in these chapters. The likely intention was to inform the child that sacrifices must be offered in this world. Every meaningful relationship between human beings requires giving of oneself.  “No pain, no gain, no pain no progress, American athletes say. Coins or candies used to be hidden among the pages of this Chumash, in order for the child to associate the study of the sacred text with the sweet or obtain the money to acquire it.

This third book of the Torah begins with the words Vayikra el Moshe, “And he called (the Eternal) Moshe“, with the particularity that the letter Álef (the first of the Hebrew alphabet and which is also used in modern mathematics) the last letter of the word Vayikra is written in a smaller size than that of the other letters of the same word. Text interpreters have different suggestions for this apparent anomaly. 

According to the exegesis of Baal Haturim, forexample, Moshewrote the small Álef as a manifestation of his humility, because in such a way he equates the level of his prophecy with that of other prophets. By removing the letter Álef, this word becomes Vayikar denoting an accidental or occasional call, which is the term used in later chapters, in the case of the gentile prophet Bileam.

According to our Chajamim, the age of prophecy has ceased. The direct word of God is not heard in our day, and we generally doubt the mental health of people who claim to have heard a Divine call. According to some, our generations are not worthy of “personal” or “intimate” contact with the deity, because of our numerous faults and mistakes. According to others, the call continues; the problem lies in the fact that we are not tuned into nor sensitized to God’s message, because we are intoxicated by the advancement of our technology and obsessed with the constant acquisition and accumulation of material goods.

We suggest that perhaps God has ceased to communicate directly with us because He does not consider it necessary to do so. God has manifested to us in the revelation on Mount Sinai, with absolute clarity, the path that we must follow in life and which constitutes the essential content of sacred scriptures. At some stage in human history, He sent us His messengers, the prophets, to exhort us not to stray from the path He had indicated to us. What is really needed is that we be consistent with the teachings that have already been given to us. 

A “new” revelation would be an admission that the first of these was insufficient or wrong. Can we argue that God changes His mind or that what He does is not perfect? Our current task is to read and study these chapters, to obtain from them a course, a direction. Our task is to interpret and study the word of God according to contemporary perspective and understanding, just as previous generations did in their day. Although we live in a world of change and constant development, there are moral and ethical imperatives that are eternal. The Torah is the true source of these standards for our bahvior.

RELIGIOUS DEMOCRATIZATION

PEKUDEI Exodus XXXVIII,21 – XL

The construction of the Mishkan, which is the tabernacle that was to serve our ancestors in their worship of the Creator, receives careful attention in our chapters. As we know from the previous readings, this is not the first time that our text details the different objects and works that were necessary for the Mishkan. Some biblical commentators and interpreters strive to find reasoning for this insistence and repetition. Before attempting to answer this question, it is important to note some modalities in the process of building this Mishkan.

The Mishkan was built with the participation of the entire society. Each member was encouraged to contribute Machtsit hashekel,which is an equal amount for all, to possibly prevent any person or group from taking over the operation of this Mishkan. In a way, the Kohanim who make up the priesthood of worship had no exclusivity of the sacred precinct, because the people, in their entirety, had participated in its construction and would continue to do so with its maintenance and contributions for the needs of this Mishkan.

The contribution of the different materials necessary for the construction of the Mishkan gave to each an additional way to express in a concrete way a religious concern and fervor. The Jew would feel, from then on, personally involved, and as an active factor in worship, a fact that is an essential characteristic and a fundamental pillar of the Jewish tradition.

Upon entering a synagogue, you immediately notice the difference with other sanctuaries. There is no symbolic office or sacrifice offered by a priest. The Chazan who conducts prayers in the synagogue, (albeit with a few exceptions) becomes largely the conductor who orders the recitation of prayers by the public, who, in turn, has to be an active participant in all aspects of religious service.

Initially, during the synagogue worship, each person called for an Aliyah, which is the reading of the Torah, effectively read, himself, the verses assigned to him. But when the Chachamim noticed that there were parishioners who could not fulfill this task and, therefore, were discriminated, they chose to delegate a specific person, appointed in advance (Baal keria),so that he would declaim and sing the reading on behalf of all.

Jewish teaching, therefore, is different from others, and even revolutionary, because it snatches the monopoly of the priesthood in religious worship. During the last stage of our history, prior to the destruction of the Beit HaMikdash, which was the Holy Temple of Jerusalem, the rivalry between two of the existing currents was accentuated. On the one hand, were the Tsedukim, Sadducees, who basically represented the Kohanim who make up the priesthood, and on the other hand we find the Perushim, Pharisees, who represented the Chachamim, the teachers and scholars of tradition.

The destruction of the Beit HaMikdash accelerated this rivalry that culminated in the intellectual dominance of the Perushim. The latter interpreted the Holy Scriptures and stamped with their teachings the essence of Jewish practice and faith. Their magna work is the Talmud which captures the discussions and controversies of the great study academies of Babylon and Palestine. From a certain narrow but refined perspective, the Talmud reveals, to a great extent, the geist, the soul of Judaism.

The Talmud could never be incorporated into the life of another order unless this group did not previously abandon its former religious identity. The Bible, on the other hand, was adopted by Christianity, which, although similar in some respects, is very different and “another” from Judaism in a large number of fundamental propositions. The aforementioned joint participation in the construction of the tabernacle in the desert is, then, a first step to the “popular religious democratization” that will be a fundamental premise of Judaism. 

The Divine decision to order the construction of this Mishkan seems to be, as we noted in an earlier chapter, a commitment to the notion of the existence of a God who is not visible. The people demanded some tangible representation of a concept that is entirely abstract. It was not possible to quickly erase the memory of the hundreds of years of Egyptian experience. Therefore, the Mishkan and the Menorá and all the objects contained in this sacred enclosure are symbols of ideas that were revolutionary at the time, but represent, at the same time, permanent truths.

For centuries, including that of the glorious era of the construction of the Beit HaMikdash during the kingdom of Shlomoh, continuedthe struggle to banish the customs and pagan ideas out of the bosom of our people. Monotheism was not immediately understood with the extraordinary revelation on Mount Sinai. It was necessary to destroy numerous idols and false concepts, in this process of maturation and development of new ideas that would revolutionize the whole world.

The destruction of the Second Beit HaMikdash and the banishment of our ancestors caused a national trauma of enormous proportions. In exile there was no possibility of offering the sacrifices that constituted daily worship in the Beit HaMikdash. The stage of history that had begun with the Mishkan after the Exodus of Egypt had come to an end. The stability of faith in the one God that had finally taken root and became part of Jewish identity, was now at risk. The Beit HaMikdash is not portable and could not be incorporated into a new religious lifestyle outside the ancestral land.

At this moment in history, the perspective of the Perushim who took forthemselves the flag of study and the effort for a deeper understanding of the principles of religious tradition became essential. With the loss of the Kohanim service in Jerusalem, the academies and study become the bases of Judaism. The Synagogue emerges vigorously, the roots of which had been timidly constituted during the last period of the existence of Beit HaMikdash.

The figure of Rabi (rabbi) the teacher, the expert interpreter of tradition, acquires prominence in the religious hierarchy. At some point in the Middle Ages, we find the professionalization of this Rabi who receives remuneration from the community (equivalent to what he would have perceived in another endeavor, if he were to spend similar time) in order to give himself, to the study and spiritual chores of society full-time.

In this way, there is the transition from a faith whose physical center is in Jerusalem, to a tradition that can be transported and brought to the ends of the world. Sacrifice had to be offered in the Beit HaMikdash, but prayers and study are not confined to a geographical area. This new adaptation of faith, forced by exile, reinforced the determination for survival and established our creative ingenuity in the search for new ways to express the spiritual truths we had inherited. However, the current possibility of residing in Medinat Israel opens new perspectives to develop with the experience gained in exile, a deeper appreciation and understanding of the great discovery of Patriarch Avraham which is the existence of one God and consequently that of brotherhood among all human beings. 

THE HOLINESS OF SHABBAT

Exodus XXXV – XXXVIII,20

The Torá insists on the special nature of Shabbat and especially on the need to abstain from melachah, which is forbidden work on that sacred day. The text makes specific mention of not lighting a fire on Shabbat. According to our Chachamim, there are thirty-nine categories of manual activities prohibited on Shabbat, including not lighting any fire, noted in our text. Why is it mentioned as an example of forbidden work, pinkt (especially) lo tevaarú esh, “you will not light a fire”?

Responding to this concern, the Talmud cites a difference of opinion between Rabbi Yosí and Rabbi Nathan. According to Rabbi Yosí, this prohibition’s specific mention seems an exceptional case, which serves to teach that the punishment for lighting fire in Shabbat is less than that received for disobeying any other melachah, forbidden labor. According to Rabbi Nathan, it follows from our text that each disobedience results in separate punishment. That is, the transgression of two prohibitions in Shabbat means receiving two punishments.

An objective reading of the same text, on the other hand, suggests that the ignition of fire is the typical example of what should not be done in Shabbat. After all, fire and heat are the agents we generally use to transform nature and its elements or give different uses to things. For example, we should not cook on Shabbat because due to heat, food becomes edible.

The Talmud speculates that Adam’s “first discovery” was the use of fire, the necessary instrument for most technological advancement. The development of civilization, as we know it, is inconceivable without the use of fire. The basic idea of “not working on Shabbat” apparently directs man to take advantage of what exists in nature but at the same time requires him to refrain from all activity that produces intentional creativity.

A power switch should not be pressed because doing so causes the electricity in the cables to become the light that radiates from a bulb. Before pressing the switch, one can not read in the room because of darkness. With the action of pressing a switch, we transform and alter the use given to that particular room, and therefore the ban. Abstention from all creative activity in Shabbat symbolically acknowledges and admits that the universe’s true creator is God and because He also ceased to create on that seventh day.

, the thirty-nine categories of “prohibited work” on Shabbat can be grouped under three general categories in his “Work on Shabbat according to Halachah.” These are “jobs” related to agriculture, those that are generally necessary for food preparation, and those used in handicrafts. We find a ban on sowing, plowing, mowing, harvesting, crushing, winnowing, and separating under the field of agriculture. Concerning the preparation of food, one should not ground, knead or bake.

Since the instruction of “do not work on Shabbat” is repeated along with instructions on the construction of the Mishkan, we deduce that all the necessary work for the construction of this tabernacle is indeed prohibited in Shabbat. The Mishkan activities were textile operations such as shearing, bleaching, plucking, and dyeing wool. Besides, operations such as spinning, knitting, splicing, untying, sewing, tearing were also carried out in the Mishkan. Likewise, the work involved elaborating leather such as hunting, sacrificing, skinning, tanning, scraping, cutting, writing, erasing. Included, of course, in the erection of this Mishkan are construction and destruction.

Under the goldsmithing heading, works are included not to turn on, turn off or finish. Finally, there is a prohibition of not transferring an object from a private domain to a public domain and vice versa; and the transport of an object in the same public domain.

The melachot of the above-mentioned categories of work contains additional prohibitions derived from them and whose overall sum is impressive. Therefore, our initial conclusion could be that on Shabbat day, there is a constant obsession with all that we “must not” do. “Don’t do” seems to be the essence of the sacred day. For some, it might be like this. Tradition, on the other hand, teaches something very different. 

The spirit and intent of the multiplicity of these prohibitions stimulate us to move away from our worldly chores so that we have the opportunity to concentrate on other activities, such as study and reflection, conversation, and blending with the various members of our families, who are, after all, the elements and beings, the relationships that have transcendence and purpose in our mortal lives.

Is the Halachic conception of Shabbat compatible with modern life? In a society where the media is everything, is it possible to isolate oneself, for a period of twenty-four hours per week, from the obligatory use of the smart telephone, television and car? The answer is neither obvious nor easy. It requires a special amount of discipline to lock oneself in an “authentic Jewish fortress” on Shabbat, having shared for six days of each week, the pace of life and technological advances of our times. In previous times the problem was even more acute because of the difficulty in earning a livelihood. Not working one day meant not eating that one day.

At the end of the day, enforcement of Shabbat laws has to result from a very personal, firm decision, which, of course, invariably has great consequences. Asher Ginsburg, better known as Achad Haam, used to cite that “more than the Jews cared for Shabbat, Shabbat took care of the Jews.” There are identification and symbiosis between Shabbat and the Jew, which are difficult to delineate accurately. At the dawn of the Reformist movement in Judaism, an attempt was made to replace Shabbat with Sunday.

Some argue that the decision was made to facilitate assistance to the synagogue at a time when Saturday was a working day for the vast majority. Others argue that it was an additional attempt to “Christianize” Judaism and to differentiate the Jew as little as possible from the other members of society who offered him, for the first time, the option of citizenship. The change of Shabbat for Sunday gave the Jew the chance to attend his own Jewish “church” on the same day the rest of the population headed to Christian churches. One way or another, Judaism could not absorb this obvious imitation of the gentile world and returned to the celebration of Shabbat, on the correct day of the week while reformers continued their novel ideological principles.

The initial recitation of six psalms alluding to six days a week in Kabbalat Shabbat’s prayers was instituted by the Tsfat Kabbalists. These mystics used to go out into the fields during Friday twilight to receive Shabbat Malketa, the “Queen of Shabbat” approaching. We found the origin of this custom in the Talmud, where it is recounted that some sages dressed in their best clothes used to greet each other by saying, “We will receive Queen Shabbat.”

What was said symbolically in the time of the Talmud, apparently felt like a reality in the world of Kabbala. And in our times too, every family that observes Shabbat can bear witness that there is a peace and a cloak of holiness that envelops every corner of the home where the laws of this day are consecrated.

MITSVA: TORAH ORDINANCE IN THIS PARASHA

CONTAINS 1 PROHIBITION

  1. 114.Exodus 35:3 A court shall not execute capital punishment in Shabbat

LA DEMOCRATIZACIÓN RELIGIOSA

PEKUDEI Éxodo XXXVIII,21 – XL

La construcción del Mishkán, que es el tabernáculo que le servirá a nuestros antepasados en su culto al Creador, recibe minuciosa atención en nuestros capítulos. Tal como conocemos de las lecturas anteriores, no es ésta la primera vez que nuestro texto detalla los diferentes objetos y trabajos que fueron necesarios para el Mishkán. Algunos expositores e intérpretes bíblicos se esfuerzan por encontrar un razonamiento para esta insistencia y repetición. Antes de intentar responder a esta interrogante, es importante notar cierta modalidad en el proceso de la construcción de este Mishkán.

El Mishkán se construye con la participación de toda la sociedad. Se exhorta a cada miembro para que contribuya con Majtsit hashékel, que es una cantidad igual para todos, para evitar posiblemente que alguna persona o grupo se apodere de la conducción y del funcionamiento de este Mishkán. En cierta forma, los Kohanim que componen el sacerdocio del culto, no tienen exclusividad del recinto sagrado, porque el pueblo, en su totalidad, ha participado en su construcción y continuará haciéndolo con su mantenimiento y con sus contribuciones para las necesidades de este Mishkán

El aporte de los diferentes materiales necesarios para la construcción del Mishkán le ha dado a cada uno una vía adicional para expresar de manera concreta su inquietud y fervor religiosos. El judío se sentirá, de aquí en adelante, involucrado personalmente y como factor activo en el culto de la fe, hecho que es una característica esencial y un pilar fundamental de la tradición judía.

Al entrar a una sinagoga se nota de inmediato la diferencia entre ésta y otros templos. No existe un oficio o sacrificio simbólico ofrecido por un sacerdote. El jazán que dirige los rezos en la sinagoga, (aunque con algunas excepciones) viene a ser en gran medida, director de orquesta que pone orden a la recitación de las plegarias por parte del público, el que, a su vez, tiene que ser un participante activo en todos los aspectos del servicio religioso. 

En un principio, durante el culto en la sinagoga, cada persona llamada para una aliyá, que es la lectura de la Torá, efectivamente leía, él mismo, los versículos de la porción que se le había asignado. Pero cuando los Jajamim notaron que en los oficios había feligreses que no podían cumplir con esta tarea y, que, por lo tanto, quedaban discriminados, optaron por delegarle a una persona, designada de antemano (Báal keriá), para que a nombre de todos declamara y cantara la lectura.

La enseñanza judía, por lo tanto, es diferente a la de otros, y hasta revolucionaria, porque arrebata el monopolio del sacerdocio en el culto religioso. Durante la última etapa de nuestra historia, anterior a la destrucción del Beit HaMikdash, que era el Templo sagrado de Jerusalem, se acentuó la rivalidad entre dos de las corrientes existentes. Por un lado, estaban los Tsedukim, Saduceos que representan básicamente a los Kohanim que componen el sacerdocio, y por el otro lado encontramos a los Perushim, Fariseos que agrupa a los Jajamim que son los maestros y estudiosos de la tradición.

La destrucción del Beit HaMikdash aceleró esta rivalidad que culminó con el predominio intelectual de los Perushim. Estos últimos interpretaron las Sagradas Escrituras y estamparon con sus enseñanzas la esencia de la práctica y de la fe judía. Su obra magna es el Talmud que recoge las discusiones y las polémicas de las grandes academias de estudio de Babilonia y de Palestina. Desde cierta estrecha, pero afinada perspectiva, el Talmud revela, de manera muy auténtica, el geist, el espíritu del judaísmo. 

El Talmud nunca podría ser incorporado a la vida de otro grupo si este grupo no abandonase previamente su identidad religiosa anterior. La Biblia, en cambio, fue adoptada por el cristianismo, el cual, aunque similar en algunos aspectos, es muy diferente y “otro” del judaísmo en un gran número de proposiciones fundamentales. La mencionada participación mancomunada en la construcción del tabernáculo en el desierto constituye, entonces, un primer paso para la “democratización religiosa popular” que será una premisa fundamental del judaísmo. 

La decisión Divina de ordenar la construcción de este Mishkán parece ser, como ya anotamos en un capítulo anterior, un compromiso con la noción de la existencia de un Dios que no es visible. El pueblo exige alguna representación tangible de un concepto que es enteramente abstracto. No era posible borrar rápidamente la memoria de la experiencia egipcia de centenares de años. Por lo tanto, el Mishkán y la Menorá y todos los objetos que contiene este recinto sagrado son símbolos de ideas que fueron revolucionarias en su momento, pero que representan, al mismo tiempo, verdades permanentes.

Por siglos, incluyendo el de la gloriosa época de la construcción del Beit HaMikdash durante el reino de Shelomó, continuó la lucha por desterrar las costumbres y las ideas paganas del seno de nuestro pueblo. El monoteísmo no se impuso de inmediato con la maravillosa revelación en el Monte Sinaí. Fue necesario destruir numerosos ídolos y falsos conceptos, en un proceso de maduración y desarrollo de las nuevas ideas que revolucionarían al mundo entero.

La destrucción del segundo Beit HaMikdash y el destierro de nuestros antepasados causaron un trauma nacional de enormes proporciones. En el exilio no había la posibilidad de ofrecer los sacrificios que constituían el culto diario en el Beit HaMikdash. La etapa que había comenzado con el Mishkán después del Éxodo de Egipto había llegado a su conclusión. Peligraba ahora la estabilidad de la fe en el Dios único que finalmente se había arraigado y formaba parte de la identidad judía. El Beit HaMikdash no es portátil y no podía ser incorporado a un nuevo estilo de vida religiosa fuera de la tierra ancestral.

En este momento de la historia se impone con mayor fuerza la perspectiva de los Perushim que toman para sí la bandera del estudio y del esfuerzo por una comprensión más profunda de los principios de la tradición religiosa. Con la pérdida del culto de los Kohanim que se realizaba en Jerusalem, surgen las academias y las tertulias. Aflora con vigor la Sinagoga, cuyas raíces se habían constituido, tímidamente, durante el último período de la existencia del Beit HaMikdash

La figura del Rabí (rabino) que es el maestro, el experto intérprete de la tradición, adquiere prominencia en la jerarquía religiosa. En algún momento de la Edad Media, nos encontramos con la profesionalización de este Rabí que percibe una remuneración de la comunidad (equivalente a lo que hubiera percibido por otro oficio, si le dedicase un tiempo similar) a fin de entregarse, a tiempo completo, al estudio y a los quehaceres espirituales de la sociedad.

De tal modo, se da la transición de una fe cuyo centro físico está en Jerusalem, a una tradición que puede ser transportada y llevada a los confines del mundo. El sacrificio tiene que ofrecerse en el Beit HaMikdash, pero las oraciones y el estudio no están circunscritos a un área geográfica. Esta nueva adaptación de la fe, obligada por el exilio, reforzó la determinación por la sobrevivencia y afinó nuestro ingenio creativo en la búsqueda de nuevas modalidades para expresar las verdades espirituales que habíamos heredado. Sin embargo, la posibilidad actual de residir en Medinat Israel abre nuevas perspectivas para desarrollar con la experiencia obtenida en el exilio, una apreciación y comprensión más profundas del gran descubrimiento del patriarca Avraham que es la existencia de un solo Dios y en consecuencia, el de la hermandad entre todos los seres humanos.

LA SANTIDAD DEL SHABAT

VAYAKHEL Éxodo XXXV – XXXVIII,20

La Torá insiste sobre la naturaleza especial del Shabat y en especial acerca de la necesidad de abstenerse de melajá, que es el trabajo prohibido en ese día sagrado. El texto hace mención específica de no encender fuego en Shabat. Según nuestros Jajamim hay treinta y nueve categorías de actividades manuales que están prohibidas en Shabat, incluye la de no encender fuego alguno, señalada en nuestro texto. ¿Por qué se menciona como un aparente ejemplo de los trabajos prohibidos, pinkt (especialmente) lo tevaarú esh, “no encenderéis fuego”? 

Respondiendo a esta inquietud, el Talmud, cita una diferencia de opinión entre Rabí Yosí y Rabí Natán. Según Rabí Yosí, la mención específica de esta prohibición parece un caso excepcional, que sirve para enseñar que el castigo por encender fuego en Shabat es menor que el que se recibe por desobedecer cualquier otra melajá, labor prohibida. Según Rabí Natán de nuestro texto se deduce, que cada desobediencia resulta en un castigo aparte. O sea, la trasgresión de dos prohibiciones en Shabat, significa recibir dos castigos. 

Una lectura objetiva del mismo texto, en cambio, nos sugiere que el encendido del fuego es el ejemplo típico de lo que no debe hacerse en Shabat. Después de todo, el fuego y el calor son los agentes que utilizamos generalmente para transformar la naturaleza y sus elementos, o para darle un uso diferente a las cosas. Por ejemplo, no se debe cocinar en Shabat, porque por efecto del calor los alimentos se vuelven comestibles. 

El Talmud especula que el “primer invento” de Adam fue la utilización del fuego, el instrumento necesario para todo avance tecnológico. El desarrollo de la civilización, tal como la conocemos, es inconcebible sin el uso del fuego. La idea básica de “no trabajar en Shabat” busca aparentemente que el hombre puede utilizar y aprovechar lo que existe en la naturaleza, pero al mismo tiempo debe abstenerse de toda actividad de creatividad intencional. 

O sea que no se debe pulsar el interruptor de electricidad, porque al hacerlo, se propicia que la electricidad existente en los cables se transforme en la luz que irradia del bombillo. Antes de pulsar el interruptor no se puede leer en la habitación por la oscuridad, pero después sí se puede. Con mi acción he transformado y alterado el uso que se puede dar a esa habitación en particular, y por ello, la prohibición. La abstención de toda actividad creativa en Shabat, hace que reconozca y admita, simbólicamente, que el auténtico creador del universo es Dios, porque El también cesó de crear en ese séptimo día.

Las treinta y nueve categorías de “trabajos prohibidos” en Shabat pueden agruparse bajo tres categorías generales de acuerdo con el Dr. Michael Gutmann en su “Trabajo en Shabat de acuerdo con la halajá”. Estos son los “trabajos” relacionados con la agricultura, los que están presentes generalmente en la preparación de los alimentos y los que se utilizan en la artesanía. Bajo el rubro de la agricultura nos encontramos con la prohibición de sembrar, arar, segar, cosechar, trillar, aventar y separar. Con referencia a la preparación de los alimentos no se debe moler, amasar y hornear.

Dado que la instrucción de “no trabajar en Shabat” se repite junto con las instrucciones acerca de la construcción del Mishkán, deducimos que efectivamente están prohibidos en Shabat todos los trabajos que fueron necesarios para la construcción de este tabernáculo. Numerosas actividades del Mishkán eran operaciones textiles tales como esquilar, blanquear, desplumar y teñir la lana. Además, se realizaban operaciones tales como hilar, tejer, empalmar, desatar, coser, rasgar. Igualmente, los trabajos involucrados en la elaboración del cuero tales como cazar, sacrificar, despellejar, curtir, raspar, cortar, escribir, borrar. Incluidos, desde luego, en la erección de este Mishkán están el construir y el destruir. 

Bajo el rubro de los trabajos de orfebrería se incluye encender, apagar y terminar. Por último, está la prohibición de no transferir un objeto de un dominio privado a un dominio público y viceversa; y el transporte de un objeto en el mismo dominio público.

Las melajot, que son las categorías de trabajo arriba mencionadas, contienen prohibiciones adicionales que se derivan de ellas y cuya suma global es impresionante. Nuestra conclusión inicial podría ser por lo tanto, que en el día de Shabat la obsesión constante es con todo lo que “no” debemos hacer. “No hagas” parece ser la esencia del día sagrado. Para algunos, pueda ser que sea así. La tradición, en cambio, enseña algo muy diferente. 

El espíritu y la intención de la multiplicidad de estas prohibiciones propicia el que podamos, alejarnos airosamente de nuestros quehaceres mundanos para que tengamos la oportunidad de concentrarnos en otras actividades, tales como el estudio y la reflexión, la conversación y la compenetración con los diversos miembros de nuestras familias, que son, después del todo, las cosas, los seres y las relaciones que tienen trascendencia y propósito en nuestras vidas mortales.

¿Es acaso la concepción halájica del Shabat compatible con la vida moderna? En una sociedad donde los medios de comunicación lo son todo, ¿es posible aislarse, por un período de veinticuatro horas semanales, del obligado uso del teléfono, de la televisión y del automóvil? La respuesta ni es obvia ni fácil. Requiere una dosis especial de disciplina encerrarse en una “fortaleza judaica auténtica” en Shabat, después de haber compartido durante seis días de cada semana, el ritmo de vida y los avanzados tecnológicos de nuestros tiempos. En tiempos anteriores el problema era más agudo aún por la escasez de los medios de subsistencia. El no trabajar un día, significaba que no se comía un día.

A fin de cuentas, la observancia de las leyes de Shabat, tiene que ser el resultado de una firme decisión muy personal, lo que, desde luego, tienes invariablemente, grandes consecuencias. Asher Ginsburg, mejor conocido como Ajad Haam, solía citar que “más que los judíos cuidaran el Shabat, el Shabat cuidó de los judíos”. Existe una identificación y una simbiosis entre el Shabat y el judío, que son difíciles de delinear con precisión. En los albores del movimiento Reformista en el judaísmo se hizo el intento de sustituir el domingo por el Shabat. ¿Cuáles fueron las consideraciones para este paso, que fue abandonado con el tiempo? 

Hay quienes sostienen que la decisión fue tomada para facilitar la asistencia a la sinagoga en épocas cuando el sábado era un día laboral para las grandes mayorías. Otros sostienen que fue un intento adicional de “cristianizar” el judaísmo y de diferenciar al judío lo menos posible de los otros miembros de la sociedad que le ofrecían, por primera vez, la opción de la ciudadanía. El cambio del domingo por el Shabat, le daba la posibilidad al judío de asistir a su propia “iglesia” judía el mismo día en que el resto de la población se dirigía a las iglesias cristianas. De una manera u otra, el judaísmo no pudo absorber esta obvia imitación y retornó a la celebración del Shabat, mientras los reformistas siguieron con sus novedosos principios ideológicos.

La recitación inicial de seis salmos que aluden a los seis días de la semana en el rezo de Kabalat Shabat, fue instituido por los Kabalistas de Tsfat. Estos místicos solían salir a los campos durante crepúsculo del viernes para recibir a Shabat malketá, a la “Reina de Shabat” que se acercaba. Encontramos el origen de esta costumbre en el Talmud donde se relata que los sabios vestidos con sus mejores ropas solían saludarse diciendo, “vamos a recibir a la Reina Shabat”. 

Lo que se decía en forma simbólica en los tiempos del Talmud, se sentía aparentemente como una realidad en el mundo de la Kabalá. Y en nuestros tiempos también, toda familia que observa el Shabat puede dar testimonio de que existe una paz y un manto de santidad que envuelve todos los rincones de ese hogar donde las leyes de este día son consagradas.

MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ

CONTIENE 1 PROHIBICIÓN

  1. 114.Éxodo 35:3 Una corte no deberá ejecutar la pena capital en Shabat

MOSHE LIDER, MOSHE PASTOR

KI TISA_Exodus XXX,11 – XXXIV

The census of our ancestors in the desert took place by counting the coins. Everyone was required to contribute machtsit hashekel and in this way the total population of our people could be easily determined. Moshe added up the money and the number of Hebrews equaled double the number of shekalim. The Jajamim point out that this contribution of machtsit hashekel was required three times. For the general construction of the Mishkan, which was the tabernacle of the desert; for the adanim, they are the bases that were used to assemble it; and for the acquisition of animals for daily sacrifice.

The contribution of machtsit hashekel, half of a shekel (name of the current monetary unit of the State of Israel) alludes to the fact that when one contributes to some institution or purpose one cannot aspire to accomplish it all. The maximum contribution is machtsit, half, because the cooperation of others and additional factors are usually required. Moreover, the word machtsit suggests that one is never up to date with his contributions. As much as one contributes, it can barely reach half of what could have been done. 

It is interesting to note that the word used in our text is venatenu,“and they will give” that in the original Hebrew can also be read from right to left, as well as from left to right. This fact is very illustrative of the fact that one receives to the extent that one bestows. Much of human relations, such as friendship, fraternity, love, are proportional to this interdependence and the exchange of feelings between the parties, which must act in both ways. Above all, the fact that daily sacrifices were acquired through this public contribution made everyone a participant in the cult on an equal footing.

Our chapters make special mention of a certain Betsalel, of the tribe of Yehudá, who was the conceptual artist and craftsman of the Tabernacle. (The most renowned school of plastic arts in Israel bears this name). While characterizing Betsalel, the Torahuses the expression Jajam lev, which means intelligence from the heart. This expression suggests that perhaps, in biblical language, intellectual faculty is located in the heart. Of course, we speak of a literary symbolism. 

When we refer in everyday language to a person who has a good heart, are we at the same time affirming that human feelings can be physically located in this heart? In the language of the Mishnah, on the other hand, the heart is used as the symbol and the place where feelings are located. Therefore, the study of our texts requires that we identify correctly the literary figures used at that time, such as the social and political realities that prevailed in those days.

The weekly reading teaches that even the process of building the Tabernacle, which by definition is sacred work, must be governed by the laws of Shabbat. This sacred day is called brit olam, which is an eternal covenant. According to the text, Shabbat is “a sign forever” that the Lord made heaven and earth in six days and on the seventh day ceased to create and rested. In this way, once again the Torah emphasizes the unique importance of the weekly day of rest, which has become the focus of fundamental human rights and the basis of all labor legislations.

A central theme of our reading is the construction of an eggel hazahav that is a “golden calf”, because Moshe took too long to descend from Mount Sinai. The revolutionary notion of one God, unique and invisible to human gaze, cannot survive a single moment of uncertainty.  Aharón, Moshe’s brother, collaborates with the people in the elaboration of this idol, as a delaying tactic.

This episode is tragic in the extreme, because it is a demonstration of the instability and weakness of the faith of our ancestors, who, a few days after Divine revelation, retreat to the prototype of idolatry. Rambán and other commentators suggest that the “calf” is nothing more than a physical representation of Moshe, because when the latter reappears, all nostalgia for idolatry that reigned everywhere in Egypt ceases immediately.

The development of this painful moment allows Moshe to demonstrate his gigantic personality and extraordinary spirit.  Moshe is the eved HaShem, God’s servant, par excellence. But he is equally the leader and pastor of his people. As a result of the worship of the “calf” by the people, God warns Moshe that He intends to destroy the “chosen people” to select another people that will also be numerous. Moshe reacts by pronouncing a reasoned and emotional plea, exclaiming:  Shuv mecharon apecha vehinachem al hara’a leamecha,”reconsider Your wrath and do not do evil to Your people”.

Moshe argues that the other nations will conclude that God is powerless to bring His people to the Promised Land. “Remember Your servants Avraham, Yitschak, and Yaacov, whom You promised under oath”, continues Moshe, using all possible arguments in defense of his people, his flock, who, though they had rebelled and disobeyed, remain his family and people.

The Zohar, the foremost work of the Kabalah, differentiates between the prayers and pleas of three key biblical characters: Noach, Avraham and Moshe. The Zohar recalls that when God participated Noach that He is about to destroy humanity and every living being, he reacts with resignation and without protest. At no point is there any reproach for the Divine decision. According to Noach, God’s Will is absolute and does not allow human being to challenge Him or call into question His righteousness.

By way of difference, the Zohar suggests, that when Avraham is informed of the imminent destruction of Sedom and Amora, a confrontation between man and his God develops in our text. In Avraham’s conception, God must be correct, even at the level of limited human understanding. Avraham admits that every crime must be punished and if the inhabitants of Sedom and Amora are guilty of immoralities, they must suffer the consequences of their actions.

Moshe’s caseis totally different. Moshe has witnessed with his own eyes the yoke of slavery. He had to flee pharaoh’s palace because he had defended, with his own hands, one of the injustices committed against his people. Moshe had to resist Pharaoh’s “hardening of the heart,” but he also had to overcome the apathy of his people and their reluctance to face a future of instability in the desert.

At every moment they will remind Moshe that there was security and abundant food in Egypt, and, therefore, what was the purpose of being led to die in the desert. ¿Weren’t there enough burial places in the country of the great pyramids and worship of the dead? Moshe’s relationship with his people is complex, even though there is a cluster of common experiences that unifies them. In biblical language, nafsho keshura benafsho, just as Yaacov’s soul was bound to the soul of his youngest son Binyamin, the spirit of Moshe was blended into an eternal alliance with the geist of his people, the Hebrew people.  

We face a new development of the leader’s relationship of affection and responsibility for his community. For Moshe, even though the Jewish people sin and disobey, though they are wrong and deviate from the correct road, they are still his people. This idea will reappear in the Mishnah with the maxim: Israel af al pi shechata, Israel hu, “Israel even when they sin, remain Israel.”

Far from being the relentless and stern driver of the Jewish people, Moshe shows he possesses    the sensibility of a father who understands the faults and weaknesses of a son. He criticizes his son, but eventually forgives because he never stops loving him. He loves him even in times when he is wandered further away and has abandoned parental teachings, because a father never ceases to hope for the return of the son to the path of morality.

MITSVA: TORAH ORDINANCE IN THIS PARASHA

CONTAINS 4 POSITIVE MITSVOT AND 5 PROHIBITIONS

  1. 105.Exodus 30:13 Give annually half of a shekel (currency)
  2. 106.Exodus 30:19-20 Washing hands and feet when serving in the Temple
  3. 107.Exodus 30:25 Making oil for anointment

108 Exodus 30:32 A person who is not authorized should not pour on himself anointing oil

109 Exodus 30:32 Do not produce anointment oil that has not been authorized in accordance with the established formula

  1. 110.Exodus 30:37 Do not make incense that has not been authorized in accordance with the established formula
  2. 111.Exodus 34: 12.15 Neither eat nor drink from the offering for an idol
  3. 112.Exodus 34:21 Allowing the earth to rest in the year of Shemita (seventh year)
  4. 113.Exodus 34:25 Do not eat meat and milk that have been cooked together

MOSHÉ LIDER, MOSHÉ PASTOR

KI TISÁ_ Éxodo XXX,11 – XXXIV

El censo de nuestros antepasados en el desierto se llevó a cabo a contando las monedas. A cada uno se le exigió un aporte de majtsit hashékel y de esta manera se pudo determinar fácilmente la población total de nuestro pueblo. Se sumó el dinero y el doble de los shekalim aportados arrojó el número de hebreos. Los jajamim señalan que este aporte de majtsit hashékel fue exigido tres veces. Para la construcción general del Mishkán, que era el tabernáculo del desierto; para los adanim, que son las bases que se utilizaron para armar el mismo; y para la adquisición de los animales para el sacrificio diario.

La contribución de majtsit hashékel, la mitad de un shékel (el nombre de la actual unidad monetaria del Estado de Israel) alude al hecho que cuando uno contribuye a alguna causa no puede aspirar a terminarlo todo. El máximo aporte es majtsit, la mitad, porque se requiere usualmente el concurso de personas y factores adicionales. Además, la palabra majtsit sugiere que uno nunca esta al día con sus contribuciones. Por más que uno aporte, apenas puede alcanzar a una mitad de las posibilidades. 

Es interesante notar que la palabra utilizada en nuestro texto es venatenú, “y darán” que en el original hebreo se puede leer igualmente tanto de derecha a izquierda, como de izquierda a derecha. Este hecho es muy ilustrativo del hecho de que uno recibe en la medida que uno otorga. Gran parte de las relaciones humanas, tales como la amistad, la fraternidad, el amor, son proporcionales a esta interdependencia y el intercambio de los sentimientos entre las partes, que deben actuar en ambos sentidos. Por último, el hecho que los sacrificios diarios eran adquiridos a través de esta contribución pública, hacía que todos participaran del culto en igualdad de condiciones.

Nuestros capítulos hacen mención especial de un tal Betsalel, de la tribu de Yehudá, que fue el artista conceptual y artesano del tabernáculo. (La escuela de artes plásticas de mayor renombre en Israel lleva este nombre). La Torá, al caracterizar a este Betsalel, utiliza la expresión jajam lev, que quiere decir inteligencia de corazón. Esta expresión sugiere que tal vez, en el lenguaje bíblico, la facultad intelectual se ubica en el corazón. Desde luego, nos encontramos únicamente frente a un simbolismo literario. 

Cuando en lenguaje cotidiano nos referimos a una persona que posee un buen corazón, ¿acaso estamos afirmando al mismo tiempo que los sentimientos humanos se pueden localizar físicamente en este corazón? En el idioma de la Mishná, en cambio, el corazón es utilizado como el símbolo y el lugar donde se ubican los sentimientos. Por lo tanto, el estudio de nuestros textos requiere que se conozcan las figuras literarias utilizadas en esa época, como las realidades sociales y políticas que predominaban en aquellos días.

La lectura semanal enseña que aun el proceso de la construcción del tabernáculo, que por definición es una labor sagrada, debe regirse por las leyes del Shabat. Este día sagrado es denominado brit olam, que es un pacto eterno. Según el texto, el Shabat es “una señal para siempre” de que el Señor hizo el cielo y la tierra en seis días y en el séptimo día cesó de crear y descansó. De esta manera, una vez más la Torá hace énfasis en la importancia singular del día semanal de descanso, que se ha convertido en el eje de los derechos humanos fundamentales y la base de cualquier legislación sobre el trabajo.

Un tema central de nuestra lectura es la construcción de un éguel hazahav que es un becerro de oro, debido a que Moshé tarda excesivamente en descender del Monte Sinaí. La revolucionaria noción de un solo Dios, único e invisible a la mirada humana, no puede sobrevivir ni a un solo momento de incertidumbre. Aharón, el hermano de Moshé, colabora con la muchedumbre en la elaboración de este ídolo, como una táctica dilatoria.

Este episodio es trágico en extremo, porque es una demostración de la inestabilidad y de la debilidad de la fe de nuestros antepasados, que, a escasos días de la revelación Divina, retroceden al prototipo de la idolatría. Rambán y otros comentaristas sugieren que el “becerro” no es más que una representación física de Moshé, porque al reaparecer este último, cesa rápidamente toda nostalgia por la idolatría que reinaba por doquier en Egipto.

El desarrollo de este momento doloroso permite que Moshé demuestre su gigantesca personalidad y su espíritu extraordinario. Moshé es el éved HaShem, que quiere decir el sirviente de Dios, por excelencia. Pero igualmente es el líder y el pastor de su pueblo. Como resultado de la adoración del “becerro” por el pueblo, Dios le advierte a Moshé que se propone destruir el “pueblo elegido” para seleccionar otro pueblo al que también será numeroso. Moshé reacciona entonando una súplica razonada y emocional, exclamando Shuv mejarón apeja vehinajem al haraá leameja, “reconsidera Tu ira, apiádate y no le hagas mal a Tu pueblo”. 

Moshé argumenta que los otros pueblos de la tierra concluirán que Dios es impotente para llevar a Su pueblo a la Tierra Prometida. “Recuerda a Tus siervos Avraham, Yitsjak y Yaacov, a quienes prometiste bajo juramento” continua Moshé, utilizando todos los argumentos posibles en defensa de su pueblo, de su rebaño, el que, aunque se rebela y desobedece, sigue siendo su familia y su gente.

El Zóhar, la obra magna del mundo de la Kabalá, diferencia entre las plegarias y las súplicas de tres personajes bíblicos claves que son Nóaj, Avraham y Moshé. El Zóhar destaca que cuando Dios le participa a Nóaj que está por destruir a la humanidad y a todo ser viviente, éste reacciona con resignación y sin protesta. En ningún momento se le escucha algún reproche por la decisión Divina. En la concepción de Nóaj, aparentemente, la voluntad de Dios tiene una cualidad absoluta que no permite que el ser humano lo rete o que ponga en tela de juicio Su justicia. 

En cambio, sugiere el Zóhar, cuando se le informa a Avraham de la inminente destrucción de Sedom y Amorá, se desarrolla en nuestro texto una confrontación entre el hombre y su Dios. ¿Cómo es posible, cuestiona Avraham que quien juzga a toda la tierra no haga justicia? ¿Es posible que se castigue al justo simultáneamente con el malvado? En la concepción de Avraham, Dios tiene que ser correcto, aun al nivel de la limitada comprensión humana. Avraham admite que todo crimen debe recibir su castigo y si los habitantes de Sedom y Amorá son culpables de las inmoralidades señaladas, deben sufrir las consecuencias de sus acciones.

El caso de Moshé es totalmente diferente. Moshé ha presenciado con sus propios ojos el yugo de la esclavitud. Tiene que huir del palacio del Faraón por haber defendido, con sus manos, una de las injusticias que se cometían contra su pueblo. Moshé tiene que luchar contra la “dureza del corazón” del Faraón, pero igualmente tiene que vencer la apatía de su pueblo y su reticencia a enfrentar un futuro de interrogantes e inestabilidad en el desierto. 

A cada momento recordarán que, si en Egipto había seguridad y abundante comida, cuál era entonces la finalidad de ser conducidos a morir en el desierto. ¿No había suficientes sepulturas en el país de las grandes pirámides y de la adoración de los muertos? La relación de Moshé con su pueblo no es objetiva. Existe un cúmulo de experiencias comunes que los unifica. En el lenguaje bíblico, nafshó keshurá benafshó, tal como el alma de Yaacov estaba atada al alma de su hijo menor Binyamín, el espíritu de Moshé estaba compenetrado en una alianza eterna con el geist de su pueblo, el pueblo hebreo.

Nos encontramos frente a un nuevo desarrollo de la relación de afecto y responsabilidad del líder por su comunidad. Para Moshé, aun cuando el pueblo judío peca y yerra, aunque se equivoca y se desvía del camino, no cesa de ser su pueblo. Esta idea reaparecerá en la Mishná con la máxima, Israel af al pi shejatá, Israel hu, “Israel aun cuando peca, continua siendo Israel”.

Lejos de ser el implacable y severo conductor del pueblo judío, Moshé muestra poseer la sensibilidad del padre que comprende las fallas y las debilidades de un hijo. Recrimina a este hijo, pero eventualmente perdona porque jamás deja de quererlo. Lo ama incluso en los momentos cuando está más alejado y ha abandonado las enseñanzas paternas, porque un padre nunca deja de abrigar la esperanza, que transforma en convicción, del retorno del hijo al sendero de la moralidad.

MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ

CONTIENE 4 MITSVOT POSITIVAS Y 5 PROHIBICIONES

  1. 105.Éxodo 30:13 Dar anualmente la mitad de un shékel (moneda)
  2. 106.Éxodo 30:19-20 Lavarse las manos y los pies cuando sirviendo en el Templo
  3. 107.Éxodo 30:25 Elaborar aceite para unción

108 Éxodo 30:32 La persona que no está autorizada no debe derramar sobre sí aceite de unción

109 Éxodo 30:32 No elaborar aceite de unción que no ha sido autorizado de acuerdo con la fórmula

  1. 110.Éxodo 30:37 No elaborar incienso que no ha sido autorizado de acuerdo con la fórmula
  2. 111.Éxodo 34: 12,15 Ni comer ni beber de la ofrenda para un ídolo
  3. 112.Éxodo 34:21 Permitir que la tierra descanse en el año de Shemitá (séptimo año)
  4. 113.Éxodo 34:25 No comer carne y leche que han sido cocinados juntos