ABSOLUCIÓN PURIFICACIÓN ARREPENTIMIENTO
NITSAVIM_DEUTERONOMIO XXIX,9 – XXX
La lectura de nuestros capítulos coincide con el período anual de los Yamim Noraim, los días espiritualmente solemnes, Rosh HaShaná y Yom Kipur. Estos días deben ser dedicados a la Teshuvá que es el retorno a nuestras raíces (que incluye el arrepentimiento por las fallas cometidas) y la búsqueda de la Kapará que es el perdón Divino. Nuestro texto hace referencia a este tema al afirmar Veshavtá ad HaShem Eloheja veshamatá bekoló, que quiere decir y retornarás (hasta) a El y escucharás (acatarás) Su voz.
Harav Soloveitchik diferencia entre los dos vocablos Kapará que quiere decir expiación o absolución y Tahará que significa purificación. Así reza el texto en el Séfer Vayikrá, Ki vayom hazé yejaper alejem letaher etjem, mikol jatotejem, lifnei HaShem titeharu, que quiere decir por cuanto ese día (el Kohén Gadol) hará expiación por vosotros, para purificaros de todos vuestros pecados ante el Eterno. Citando nuestra tradición, Soloveitchik señala que el propio día de Yom Kipur nos otorga Kapará, que es la absolución. Pero, Tahará que es una especie de purificación (limpieza espiritual) tiene que ser lograda por cada uno de nosotros.
El judaísmo considera que toda falta o pecado produce un castigo como consecuencia de este. En otras palabras, pecado y castigo constituyen un par, un binomio. El pecado nos conduce, invariablemente, a ciertos resultados nefastos. Según una Mishná, Sejar averá, averá, significa que el castigo por los pecados es el tener que vivir con la culpa emocional de haber cometido el error. En otra Mishná, en cambio, leemos Sejar mitsvá behai alma leka, que quiere decir que en este mundo no se recibe la recompensa (y el castigo) por las acciones. Pero, en algún momento y en algún lugar las consecuencias de nuestras acciones se manifiestan.
El día de Yom Kipur es el momento de la absolución Divina por los errores cometidos. Tal como los mandatarios terrestres tienen la prerrogativa de otorgar el perdón, así también el Creador nos perdona anualmente por nuestros errores. Nuestros Jajamim, con el probable propósito de evitar que se abuse de la generosidad Divina, nos advierten que uno no debe llevar una vida alegre y despreocupada, sin controles, pensando que el día de Yom Kipur nos absuelve totalmente. Podemos considerar que Yom Kipur nos otorga una nueva oportunidad en la vida. Conceptualmente afirmamos, hagamos borrón y cuenta nueva. Una vez cumplido el castigo (y en Yom Kipur perdonado por Dios) el pecado queda borrado y anulado.
Cabe entonces preguntarnos, ¿volverá acaso esta persona a pecar de nuevo? Una vez obtenido el perdón Divino, ¿qué impide que la persona vuelva a reincidir en los mismos errores, que nuevamente cometa faltas? Es aquí donde introducimos el concepto de Tahará, que como dijimos quiere decir purificación. Con Kapará se obtiene el perdón, pero la noción de Tahará sugiere un cambio radical en la personalidad del ser humano, para que no reincida en los errores del pasado. La absolución puede venir desde afuera, pero la transformación de la personalidad tiene que venir desde adentro, de nuestro más profundo fuero.
Hay quienes critican nuestros sistemas carcelarios porque castigan, pero no transforman al criminal. En algunas oportunidades, se convierten más bien en cursos de postgrado para los pequeños malhechores a quiénes endurecen y fortalecen en su camino criminal.
Adín Steinsaltz cita una fábula en la que los animales de la selva decidieron hacer Teshuvá porque concluyeron que sus pecados eran la causa de sus males. El tigre y el lobo admiten que acechan y matan a otros animales y se les perdona por su crimen. Después de todo es parte de la naturaleza de estos animales el acosar y devorar a otras criaturas que son más débiles. Así, cada uno de los animales se confiesa en voz alta y es perdonado por sus faltas. Finalmente, la oveja dice que en una oportunidad se comió la paja que servía de forro para las botas de su amo. Todos los demás animales concluyen de inmediato que esa era la causa de todos sus males. Procedieron a sacrificar a la oveja y consideraron que con ese acto de ajusticiamiento habían obtenido, para todos, el perdón deseado.
La moraleja obvia de que el mundo está dispuesto a perdonar a los fuertes, pero que es implacable con los débiles, es posiblemente, una interpretación superficial de la fábula. Para Steinzaltz la enseñanza de la fábula reside en nuestra disposición personal de enfrentar únicamente los pecadillos. De esta manera nos escapamos de la ineludible necesidad de un examen profundo, de nuestro espíritu. Evitamos el doloroso enfrentamiento con nuestras grandes fallas, que es lo que permite iniciar el proceso de Tahará, la purificación, y que puede darse solamente cuando se produce un cambio de personalidad radical.
Teshuvá es el retorno hacia el prototipo ideal del judío. Este retorno requiere remontarse al pasado y reescribir los sucesos, como si fuera posible revivir lo ocurrido. No es suficiente el arrepentimiento por lo sucedido. Es necesario trasladarse en un eje temporal hacia el pasado, enfrentar la misma situación que condujo al error, y actuar, esta vez, (desde el punto de vista de la metafísica) decisiva firmemente, moral y responsablemente. Si nuestro presente y futuro dependen en gran medida de nuestras actuaciones pasadas, es obvio que debemos revivir lo sucedido en forma diferente, para que la influencia de ese pasado también sea diferente en nuestro comportamiento futuro.
Para dar comienzo a un sincero proceso de teshuvá se requiere llegar a la conclusión, en las palabras del profeta Hoshea, Ki jashaltá baavoneja, “porque tropezaste en tu iniquidad.” Cuando sentimos el vacío de nuestras vidas, la falta de dirección y de sentido en nuestra existencia, estamos afirmando Ki jashalta baavoneja y permitimos el inicio del proceso de Teshuvá. Teshuvá carece de final.
Teshuvá es un proceso de acercamiento hacia las raíces, que nunca termina, porque nunca llega. Así dice el citado Hoshea, Shuva Israel ad HaShem Eloheja, que quiere decir retorna Israel, ad, “hasta” (acercándonos cada vez más, pero obviamente sin poder llegar a la divinidad propia) el Señor, tu Dios. El versículo de nuestro texto semanal que citamos inicialmente también menciona el retorno ad, el acercarse, porque es imposible llegar al Ser que es infinito, con pisadas humanas las que por definición son finitas.
Teshuvá requiere que se descarten las conductas que condujeron al error, y se asuman nuevas estructuras de comportamiento. Desde cierto punto de vista, de lo que se trata es de canalizar en una nueva dirección los impulsos, que en el pasado nos llevaron al pecado. Así dicen nuestros Jajamim, si no fuera por el Yétser hará, que es la inclinación hacia el mal, el hombre no se casaría, ni construiría un hogar. El Yétser hará, es tan sólo una predisposición que puede ser modificada a fin de derivarla hacia una dirección distinta a la anterior. Teshuvá es imponer una orientación diferente y positiva tanto a nuestra vida como a nuestro modo de ser.
ABSOLUTION PURIFICATION REPENTANCE
NITSAVIM_DEUTERONOMY XXIX,9 – XXX
The reading of our chapters coincides with the annual period of the Yamim Nora’im, the spiritually solemn days, Rosh HaShanah, and Yom Kippur. These days should be dedicated to Teshuvah, the return to our roots (which includes repentance for the failures committed), and the pursuit of the Kaparah, Divine forgiveness. Our text refers to this theme by stating Veshavta ad HaShem Elohecha veshamata bekolo, which means, and you will return (until) to Him, and you will listen (abide by) His voice.
Harav Soloveitchik differentiates between the two words Kaparah, atonement or absolution, and Taharah, purification. Thus reads the text in Sefer Vayikra, Ki vayom hazeh yechaper alechem letaher etchem, mikol chatotechem, lifnei HaShem titeharu, which means “on that day (the Kohen Gadol) will make atonement for you, to purify you of all your sins before the Eternal.” Citing our tradition, Soloveitchik points out that the very day of Yom Kippur grants Kaparah, absolution. However, Taharah, purification (spiritual cleansing) must be achieved by everyone.
Judaism considers that every fault or sin produces punishment. In other words, sin and punishment constitute a pair, a pair. Sin invariably leads to dire outcomes. According to a Mishnah, Sechar averah, averah, means that the punishment for sin is having to live with the emotional guilt of making the mistake. In another Mishnah, on the other hand, we read Sechar mitsvah behai alma leka, which means that one does not receive the reward (or punishment) for actions in this world. But, at some point and somewhere, the consequences of our actions produce their effects.
The day of Yom Kippur is the time of Divine absolution for mistakes made. Just as the earthly rulers have the prerogative to grant forgiveness, so too does the Creator forgive us annually for our mistakes. Our Chachamim, with the probable intent of preventing the abuse of Divine generosity, warn us that one should not lead a joyful and carefree life without controls, thinking that the day of Yom Kippur will absolve us totally. We should consider that Yom Kippur gives us a new chance in life. Conceptually we affirm, let’s make a clean slate. The sin is erased and nullified once the punishment is meted (and on Yom Kippur forgiven by God).
We must therefore ask ourselves, will this person sin again? Once divine forgiveness is obtained, what prevents the person from repeating the same mistakes, from committing faults again? Here, we introduce the concept of Taharah, which, as we said, means purification. With Kaparah we obtain forgiveness, but the notion of Taharah suggests a radical change in the personality of the human being so that he does not repeat the mistakes of the past. Absolution can come from outside, but personality transformation must come from within, from our deepest inner self.
Some criticize our prison systems because they punish but do not transform the criminal. On some occasions, they become postgraduate courses for petty wrongdoers whom they harden and strengthen in their criminal path.
Adin Steinsaltz quotes a fable in which the jungle animals decided to do Teshuvah because they concluded that their sins were the cause of their evils. The tiger and wolf admitted they stalk and kill other animals and were forgiven for their crime. After all, it is part of the nature of these animals to harass and devour weaker creatures. Thus, each of the animals confessed aloud and was forgiven for their faults. Finally, the sheep said that he ate the straw that served as a lining for his master’s boots on one occasion. All other animals immediately concluded that this was the cause of all their ills. They proceeded to sacrifice the sheep and considered that they had obtained the needed forgiveness for all with this act of execution.
The obvious moral that the world is willing to forgive the strong but relentless with the weak is probably a superficial interpretation of the fable. For Steinzaltz the teaching of the fable lies in our personal disposition to face only peccadilloes. In this way, we escape from the inescapable need for a deep examination of our spirit, our inner self. We avoid the painful confrontation with our serious faults, which allows us to initiate the process of Taharah, purification, which can occur only when a radical personality change occurs.
Teshuvah is the return to the ideal prototype of the Jew. This return requires going back to the past and rewriting the events as if it were possible to relive what happened. Regret for what happened is not enough. It is necessary to move in a temporal axis to the past, face the same situation that led to the error, and act, this time (from the point of view of metaphysics) decisively, firmly, morally, and responsibly. If our present and future depend largely on our past actions, it is obvious that we must relive what happened differently so that the influence of that past is also different in our future behavior.
To begin a sincere process of Teshuvah it is necessary to come to conclude, in the words of the prophet Hoshea, Ki chashalta ba’avonecha, “because you stumbled in your iniquity.” When we feel the emptiness in our lives, the lack of direction and meaning in our existence, we affirm Ki chashalta ba’avonecha and thereby allow the beginning of the process of Teshuvah. On the other hand, Teshuvah has no end.
Teshuvah is a never-ending process of approaching the roots. So says the aforementioned Hoshea, Shuvah Israel ad HaShem Elohecha, which means return Israel, ad, “until” (getting closer and closer, but obviously unable to reach divinity) the Lord, your God. The verse of our weekly text we quoted initially also mentions the return ad, the approach because it is impossible to reach the infinite Being with human footprints that are finite.
Teshuvah requires that the behavior that led to the error be discarded and new behavioral structures be assumed. From a certain point of view, it is a question of channeling impulses in a new direction, which led us to sin in the past. Our Chachamim say, were it not for the Yetser, the inclination towards evil, man would not marry, nor would he build a home. The Yetser is only a predisposition that can be modified to point towards a different direction from the previous one. Teshuvah means to impose a different and positive orientation both on our lives and our way of being.
A WANDERING ARAMAIC WAS MY FATHER
KI TAVO_DEUTERONOMY XXVI – XXIX,8
Once settled in Israel, Moses instructs our ancestors regarding their obligations, even though he will not lead them to the conquest of the Promised Land. The first of these Mitsvot is related to the Bikurim, the first fruits (of the seven species that characterize the Land of Israel) that are to be offered to the Kohen in the place chosen by God. The delivery of these fruits is accompanied by a Sipur, the recitation of several verses of our text that highlight that Providence led our destiny from the moment the patriarch Yaacov descended to Egypt until the moment of the conquest.
After several centuries of slavery and a nomadic journey through the desert, the people were eager to till the new lands so that they could feed themselves with the fruit of their efforts. Like every peasant, they intensely anticipated the opportunity to savor the fruits they had produced through their labor. But the Torah requires that the first-fruits be destined for religious worship. The teaching is clear. Man has to recognize that God, through nature, is the one who makes the fruit grow. Man plows, sows and waters, but in order to harvest it requires the energy and the possibility of reproducing that the earth gives to the seed. Everything comes from God.
The Torah does not stipulate the number of fruits to be presented to Kohen in a basket at the aforementioned Bikurim. The Kohen could retain the basket if it was made of wicker, but if it was made of any metal it had to be returned to the donor. The Talmud suggests a minimum amount of fruit corresponding to a sixtieth of the total product. Rambam, based on the Talmud, describes the process of selecting the first fruits. Upon entering the orchard, Rambam says, the trees are inspected, and a ribbon is tied over the firstfruits, (even if they are not yet ripe), separating them this way so that they become part of the Bikurim. One should bring the Bikurim to Yerushalayim and not send them through a messenger. The Kohen that receives the Bikurim, could consume them only in Yerushalayim.
The tradition consists of placing the basket on the shoulder and according to the Mishnah, even king Agrippa himself did it so, carrying himself the Bikurim once on the Har haBayit, the Temple Mount, up to the Azarah, the interior of the Beit HaMikdash. At that time the Leviyim sang the words of the psalm, Aromimecha HaShem ki dilitani…, “I will praise you, Eternal, for You have sustained me and did not enable my enemies to rejoice”. The basket was presented to the Kohen at the same time as some verses of our text were repeated, verses which Rambam calls Vidui, confession. This Vidui was to be recited in Hebrew and at its conclusion, the basket was placed next to the Mizbeach, the altar.
On the other hand, Shema Israel, which is the basic affirmation of our faith, can be recited in any language. Because the most important thing is to understand the idea contained in Shema Israel. It is essential to understand the intellectual scope of the affirmation of the existence of one God. But, in the case of Bikurim, there is a splendorous ceremonial and the very delivery of the fruits to the Kohen contains the essential message that our efforts are futile without Divine Providence. At first, those who knew well the text that accompanies Bikurim, recited it by heart, and those who did not listened to its reading. But since people who did not know the textual words well began to refrain from presenting Bikurim, the Chachamim instituted that the original text be read aloud to all, without distinction.
The Torah commands that, for the ceremony of Bikurim, Ve’anita ve’amarta, we should raise our voice and recite, Arami oved avi, remembering that our patriarch Yaacov had been a wandering Aramaic before going down to Egypt. During the Egyptian yoke, God heard our lament and echoed our suffering. God took us out of bondage and brought us to the land where milk and honey flow. Bikurim, the first fruits obtained thanks to divine goodness constitute a cause for rejoicing and joy.
As a consequence of the Meraglim episode, the spies who had come of age in Egypt, perished in the desert and, therefore, did not participate in the conquest of the land. Those who were now in charge of presenting Bikurim were their descendants or those who had been minors at the time of the departure from Egypt. The exodus was then, a recent event in the history of our people. However, our Chachamim insist that the Torah instructions are valid for all ages and the original text must be repeated.
Centuries later, each one that appeared in front of the Kohen recited equally, Arami oved avi…, vayare’u otanu hamitsrim vaya’anunu,”A wandering Aramaic was my father…, but the Egyptians mistreated us”. This statement implies that there is still, in each person, the feeling of having been mistreated by the Egyptians, despite the many centuries that separate us from that time. Similarly, Mosheh Rabenu states in an earlier chapter Lo et avotenu karat HaShem et haberit hazot…, which means, not (only) with our parents did He enter into this covenant (at Mount Sinai) but (also) with us, we, who are alive here and now.
The night of the Seder, we recite in the Hagadah, Chayav adam lir’ot et atsmo ke’ilu hu yatsa mimitsrayim, which means that everyone should consider as if he himself had participated in the exodus from Egypt. We leap and locate ourselves in the same place and time of our ancestors in Egypt.
Indeed, we recite these same verses from our weekly text and elaborate on additional details, to point out that Yetsi’at mitsrayim is an inseparable fact of our formation and nationality. Yetsi’at mitsrayim bears witness to God’s intervention in History and His response to our supplications. Yes, there is One Who answers prayers and yes, there is He Who cares about the oppressed. Especially in the moments when we feel the apparent absence of divinity, Yetsiat mitsrayim affirms that divine intervention happens at the right time.
The history (religious and ideological) of the Jewish people does not consist of an analysis of facts and thoughts that belong to the past and that have a possible influence on our present and on our future. Our past history is an integral part of our present. Verb tenses are not clearly defined in the grammar of the Hebrew language. Just as E’in mukdam umeuchar baTorah, which means that the Torah account does not follow a chronological order. In a sense the events that, at different times, happened to our ancestors are current, and part of our present.
We never allowed Israel to belong exclusively to the account of the exploits of other times. At all times, Erets Israel was an integral part of our discussions and studies, of our writings and prayers. We raised our prayers for rain in Shemini Atseret during the long exile of nearly two thousand years at the time when it was necessary for Israel, just as we would have done if we had resided then on the Promised Land.
Exile was a real physical fact. But ideally, we never leave that land. Therefore, the return to Israel in our time did not require transcendental emotional adjustments for the Jew and neither did it necessitate a period of social and political consolidation.
MITSVAH: ORDINANCE OF THE TORAH IN THIS PARASHAH
CONTAINS 3 POSITIVE MITZVOT AND 3 PROHIBITIONS
- Deuteronomy 26:5 Reciting a statement as you bring the First Fruits to the Temple
- Deuteronomy 26:13 Reciting a statement as sou bring Tithing to the Temple
- Deuteronomy 26:13 Do not ingest the Second Tithe in a state of mourning
- Deuteronomy 26:14 Do not ingest the Second Tithe while in a state of ritual impurity
- Deuteronomy 26:14 Do not spend the money for food and drink for which the Second Tithe has been exchanged
- Deuteronomy 28:9 Imitating God’s Ways by fulfilling His commandments
UN ARAMEO ERRANTE FUE MI PADRE
KI TAVÓ_DEUTERONOMIO XXVI – XXIX,8
Una vez asentados en Israel, Moshé instruye a nuestros antepasados con respecto a sus obligaciones, a pesar de que él no los conducirá a la conquista de la tierra prometida. La primera de estas Mitsvot tiene relación con los Bikurim que son los primeros frutos (de las siete especies que caracterizan a la Tierra de Israel) que deben ser ofrecidos al Kohén en el lugar elegido por Dios. La entrega de estos frutos está acompañada por un sipur, la recitación de varios versículos de nuestro texto que destacan que la Providencia condujo nuestro destino desde el momento en que el patriarca Yaacov descendió a Egipto hasta el momento de la conquista.
Después de varios siglos de esclavitud y de una travesía nómada por el desierto, el pueblo estaba ansioso de labrar las nuevas tierras para poder alimentarse con el fruto de sus esfuerzos. Al igual que todo campesino, anticipaban intensamente la oportunidad de saborear los frutos que habían producido con su trabajo. Pero la Torá les exige que los primeros frutos destinen al culto religioso. La enseñanza es clara. El hombre tiene que reconocer que Dios, a través de la naturaleza, es quien hace crecer al fruto. El hombre ara, siembra y riega, pero para poder cosechar se requiere del vigor y de la posibilidad de reproducirse que la tierra le otorga a la semilla, todo lo que proviene de Dios.
La Torá no estipula la cantidad de frutos que deben ser presentadas al Kohén en una cesta en el momento de los mencionados Bikurim. El Kohén podía retener la cesta si estaba confeccionada de mimbre, pero si era de algún metal debía devolverla al donante. El Talmud sugiere una cantidad mínima de frutas correspondiente a una sesentava parte del producto total. Rambam, basándose en el Talmud, describe el proceso de la selección de los primeros frutos. Al entrar al huerto, dice Rambam, se inspeccionan los árboles y se amarra una cinta sobre los primeros frutos, (incluso si todavía no están maduros), separándolos de esta manera para que formen parte de los Bikurim. Uno mismo debe traer los Bikurim a Yerushaláyim y no enviarlos a través de un mensajero. El Kohén que recibía los Bikurim, podía consumirlos únicamente en Yerushaláyim.
La tradición consiste en colocar la cesta sobre el hombro y según la Mishná, hasta el mismo rey Agripas lo hizo, cargando él mismo los Bikurim una vez en el Har haBáyit, el Monte del Templo, hasta la azará, el interior del Beit HaMikdash. En aquel momento los Leviyim entonaban el canto de las palabras del salmo, Aromimejá HaShem ki dilitani…, “te ensalzaré, Eterno, porque Tú me has sostenido y no toleraste que mis enemigos se regocijaran de mi”. La cesta era presentada al Kohén al mismo tiempo que se repetían unos versículos de nuestro texto a los cuales Rambam denomina Vidui, que quiere decir confesión. Este Vidui debía recitarse en hebreo y a su conclusión se colocaba la cesta al lado del Mizbéaj, que es el altar.
En cambio, Shemá Israel, que es la afirmación básica de nuestra fe, puede ser recitada en cualquier idioma. Porque lo más importante es entender la idea contenida en Shemá Israel. Lo esencial es comprender el alcance intelectual de la afirmación de la existencia de un solo Dios. Pero, en el caso de los Bikurim, hay un ceremonial esplendoroso y la misma entrega de los frutos al Kohén contiene el mensaje esencial de que nuestros esfuerzos son vanos sin la Divina Providencia. En un principio, quienes conocían bien el texto que acompaña a los Bikurim, lo recitaban de memoria, y los que no lo sabían, escuchaban su lectura. Pero dado que las personas que no conocían bien las palabras textuales empezaron a abstenerse de presentar los Bikurim, los Jajamim instituyeron que el texto original fuera leído en voz alta para todos, sin distinción alguna.
La Torá ordena que, para la ceremonia de los Bikurim, Veanita veamartá, deba alzarse la voz y recitar, Aramí oved aví, recordando que nuestro patriarca Yaacov había sido un arameo errante antes de bajar a Egipto. Durante el yugo egipcio, Dios escucha nuestro lamento y se hace eco de nuestro sufrimiento. Dios nos saca de la esclavitud y nos trae a la tierra donde fluye la leche y la miel. Y he aquí los Bikurim, los primeros frutos obtenidos gracias a la bondad Divina que constituyen motivo de regocijo y de alegría.
Como consecuencia del episodio de los Meraglim, los espías, todos los que habían llegado a la mayoría de edad en Egipto, perecen en el desierto y, por lo tanto, no participan en la conquista de la tierra. Los que ahora se encargan de presentar los Bikurim son sus descendientes o aquellos que habían sido menores de edad en el momento de la salida de Egipto. El éxodo era entonces un hecho reciente en la historia de nuestro pueblo. Sin embargo, nuestros Jajamim insisten en que las instrucciones de la Torá son válidas para todas las épocas y el texto original se debe repetir.
Siglos después, cada uno se presentará delante del Kohén recitando igualmente, Aramí oved aví…, vayareu otanu hamitsrim vayaanunu, “Un arameo errante era mi padre…, pero los egipcios nos maltrataron”. Esta afirmación implica que aún persiste, en cada persona, el sentimiento de haber sido maltratado por los egipcios, no obstante, los muchos siglos que nos separan de esa época. De manera similar, Moshé Rabenu afirma en un capítulo anterior Lo et avotenu karat HaShem et haberit hazot…, que quiere decir, no (sólo) con nuestros padres concertó este pacto (en el Monte Sinaí) sino (también) con nosotros, que estamos vivos aquí y ahora.
La noche del séder, recitamos en la Hagadá, Jayav adam lirot et atsmó keilu hu yatsá mimitsráyim, que quiere decir que cada uno debe considerar como si él mismo hubiese participado en el éxodo de Egipto. Hacemos un salto y nos ubicamos en el lugar y en la época de nuestros antepasados en Egipto.
En efecto, recitamos estos mismos versículos de nuestro texto semanal y abundamos en detalles adicionales, para señalar que Yetsiat mitsráyim es un hecho inseparable de nuestra formación y nacionalidad. Yetsiat mitsráyim da testimonio de la intervención de Dios en la historia y de Su respuesta a nuestras súplicas. Sí existe Quien responde a las plegarias y sí existe, Quien se interesa por los oprimidos. Especialmente en los momentos cuando sentimos la aparente ausencia de la divinidad, Yetsiat mitsráyim afirma que en el momento oportuno se da la intervención Divina.
La historia (religiosa e ideológica) del pueblo judío no consiste en un análisis de hechos y de pensamientos que pertenecen al pasado y que tienen posible influencia sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro. Nuestra historia pasada es parte integral de nuestro presente. Los tiempos verbales no están claramente definidos en la gramática del idioma hebreo. Tal como Ein mukdam umeujar baTorá, que quiere decir que el relato de la Torá no sigue un orden cronológico, en cierto sentido los sucesos que, en diferentes épocas, les acaecieron a nuestros antepasados son actuales y forman parte de nuestro presente.
Nunca permitimos que Israel perteneciera exclusivamente al relato de las hazañas de otros tiempos. En todo momento, Erets Israel era parte integral de nuestras discusiones y estudios, de nuestros escritos y oraciones. Elevamos nuestras plegarias por la lluvia en Sheminí Atséret durante el largo exilio de casi dos mil años en el momento que ésta era necesaria para Israel, al igual que lo hubiéramos hecho de haber residido entonces sobre la Tierra Prometida.
El exilio fue un hecho físico real. Pero idealmente, nunca abandonamos esa tierra. Por lo tanto, el retorno en nuestro tiempo a Israel no exigió ajustes emocionales trascendentales para el judío y tampoco se hizo necesario un período de consolidación social y política lo que para otros pueblos suele ser una realidad en la etapa inicial de su formación nacional independiente.
MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ
CONTIENE 3 MITSVOT POSITIVAS Y 3 PROHIBICIONES
- Deuteronomio 26:5 Recitar una declaración al traer los primeros frutos al Templo
- Deuteronomio 26:13 Recitar una declaración al traer el diezmo al Templo
- Deuteronomio 26:13 No ingerir el Segundo Diezmo en un estado de luto
- Deuteronomio 26:14 No ingerir el Segundo Diezmo mientras en estado de impureza ritual
- Deuteronomio 26:14 No gastar el dinero para alimento y bebida por el cual se ha canjeado el Segundo Diezmo
- Deuteronomio 28:9 Imitar los caminos de Dios cumpliendo Sus Mandamientos
UN ARAMEO ERRANTE FUE MI PADRE
KI TAVÓ_DEUTERONOMIO XXVI – XXIX,8
Una vez asentados en Israel, Moshé instruye a nuestros antepasados con respecto a sus obligaciones, a pesar de que él no los conducirá a la conquista de la tierra prometida. La primera de estas Mitsvot tiene relación con los Bikurim que son los primeros frutos (de las siete especies que caracterizan a la Tierra de Israel) que deben ser ofrecidos al Kohén en el lugar elegido por Dios. La entrega de estos frutos está acompañada por un sipur, la recitación de varios versículos de nuestro texto que destacan que la Providencia condujo nuestro destino desde el momento en que el patriarca Yaacov descendió a Egipto hasta el momento de la conquista.
Después de varios siglos de esclavitud y de una travesía nómada por el desierto, el pueblo estaba ansioso de labrar las nuevas tierras para poder alimentarse con el fruto de sus esfuerzos. Al igual que todo campesino, anticipaban intensamente la oportunidad de saborear los frutos que habían producido con su trabajo. Pero la Torá les exige que los primeros frutos destinen al culto religioso. La enseñanza es clara. El hombre tiene que reconocer que Dios, a través de la naturaleza, es quien hace crecer al fruto. El hombre ara, siembra y riega, pero para poder cosechar se requiere del vigor y de la posibilidad de reproducirse que la tierra le otorga a la semilla, todo lo que proviene de Dios.
La Torá no estipula la cantidad de frutos que deben ser presentadas al Kohén en una cesta en el momento de los mencionados Bikurim. El Kohén podía retener la cesta si estaba confeccionada de mimbre, pero si era de algún metal debía devolverla al donante. El Talmud sugiere una cantidad mínima de frutas correspondiente a una sesentava parte del producto total. Rambam, basándose en el Talmud, describe el proceso de la selección de los primeros frutos. Al entrar al huerto, dice Rambam, se inspeccionan los árboles y se amarra una cinta sobre los primeros frutos, (incluso si todavía no están maduros), separándolos de esta manera para que formen parte de los Bikurim. Uno mismo debe traer los Bikurim a Yerushaláyim y no enviarlos a través de un mensajero. El Kohén que recibía los Bikurim, podía consumirlos únicamente en Yerushaláyim.
La tradición consiste en colocar la cesta sobre el hombro y según la Mishná, hasta el mismo rey Agripas lo hizo, cargando él mismo los Bikurim una vez en el Har haBáyit, el Monte del Templo, hasta la azará, el interior del Beit HaMikdash. En aquel momento los Leviyim entonaban el canto de las palabras del salmo, Aromimejá HaShem ki dilitani…, “te ensalzaré, Eterno, porque Tú me has sostenido y no toleraste que mis enemigos se regocijaran de mi”. La cesta era presentada al Kohén al mismo tiempo que se repetían unos versículos de nuestro texto a los cuales Rambam denomina Vidui, que quiere decir confesión. Este Vidui debía recitarse en hebreo y a su conclusión se colocaba la cesta al lado del Mizbéaj, que es el altar.
En cambio, Shemá Israel, que es la afirmación básica de nuestra fe, puede ser recitada en cualquier idioma. Porque lo más importante es entender la idea contenida en Shemá Israel. Lo esencial es comprender el alcance intelectual de la afirmación de la existencia de un solo Dios. Pero, en el caso de los Bikurim, hay un ceremonial esplendoroso y la misma entrega de los frutos al Kohén contiene el mensaje esencial de que nuestros esfuerzos son vanos sin la Divina Providencia. En un principio, quienes conocían bien el texto que acompaña a los Bikurim, lo recitaban de memoria, y los que no lo sabían, escuchaban su lectura. Pero dado que las personas que no conocían bien las palabras textuales empezaron a abstenerse de presentar los Bikurim, los Jajamim instituyeron que el texto original fuera leído en voz alta para todos, sin distinción alguna.
La Torá ordena que, para la ceremonia de los Bikurim, Veanita veamartá, deba alzarse la voz y recitar, Aramí oved aví, recordando que nuestro patriarca Yaacov había sido un arameo errante antes de bajar a Egipto. Durante el yugo egipcio, Dios escucha nuestro lamento y se hace eco de nuestro sufrimiento. Dios nos saca de la esclavitud y nos trae a la tierra donde fluye la leche y la miel. Y he aquí los Bikurim, los primeros frutos obtenidos gracias a la bondad Divina que constituyen motivo de regocijo y de alegría.
Como consecuencia del episodio de los Meraglim, los espías, todos los que habían llegado a la mayoría de edad en Egipto, perecen en el desierto y, por lo tanto, no participan en la conquista de la tierra. Los que ahora se encargan de presentar los Bikurim son sus descendientes o aquellos que habían sido menores de edad en el momento de la salida de Egipto. El éxodo era entonces un hecho reciente en la historia de nuestro pueblo. Sin embargo, nuestros Jajamim insisten en que las instrucciones de la Torá son válidas para todas las épocas y el texto original se debe repetir.
Siglos después, cada uno se presentará delante del Kohén recitando igualmente, Aramí oved aví…, vayareu otanu hamitsrim vayaanunu, “Un arameo errante era mi padre…, pero los egipcios nos maltrataron”. Esta afirmación implica que aún persiste, en cada persona, el sentimiento de haber sido maltratado por los egipcios, no obstante, los muchos siglos que nos separan de esa época. De manera similar, Moshé Rabenu afirma en un capítulo anterior Lo et avotenu karat HaShem et haberit hazot…, que quiere decir, no (sólo) con nuestros padres concertó este pacto (en el Monte Sinaí) sino (también) con nosotros, que estamos vivos aquí y ahora.
La noche del séder, recitamos en la Hagadá, Jayav adam lirot et atsmó keilu hu yatsá mimitsráyim, que quiere decir que cada uno debe considerar como si él mismo hubiese participado en el éxodo de Egipto. Hacemos un salto y nos ubicamos en el lugar y en la época de nuestros antepasados en Egipto.
En efecto, recitamos estos mismos versículos de nuestro texto semanal y abundamos en detalles adicionales, para señalar que Yetsiat mitsráyim es un hecho inseparable de nuestra formación y nacionalidad. Yetsiat mitsráyim da testimonio de la intervención de Dios en la historia y de Su respuesta a nuestras súplicas. Sí existe Quien responde a las plegarias y sí existe, Quien se interesa por los oprimidos. Especialmente en los momentos cuando sentimos la aparente ausencia de la divinidad, Yetsiat mitsráyim afirma que en el momento oportuno se da la intervención Divina.
La historia (religiosa e ideológica) del pueblo judío no consiste en un análisis de hechos y de pensamientos que pertenecen al pasado y que tienen posible influencia sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro. Nuestra historia pasada es parte integral de nuestro presente. Los tiempos verbales no están claramente definidos en la gramática del idioma hebreo. Tal como Ein mukdam umeujar baTorá, que quiere decir que el relato de la Torá no sigue un orden cronológico, en cierto sentido los sucesos que, en diferentes épocas, les acaecieron a nuestros antepasados son actuales y forman parte de nuestro presente.
Nunca permitimos que Israel perteneciera exclusivamente al relato de las hazañas de otros tiempos. En todo momento, Erets Israel era parte integral de nuestras discusiones y estudios, de nuestros escritos y oraciones. Elevamos nuestras plegarias por la lluvia en Sheminí Atséret durante el largo exilio de casi dos mil años en el momento que ésta era necesaria para Israel, al igual que lo hubiéramos hecho de haber residido entonces sobre la Tierra Prometida.
El exilio fue un hecho físico real. Pero idealmente, nunca abandonamos esa tierra. Por lo tanto, el retorno en nuestro tiempo a Israel no exigió ajustes emocionales trascendentales para el judío y tampoco se hizo necesario un período de consolidación social y política lo que para otros pueblos suele ser una realidad en la etapa inicial de su formación nacional independiente.
MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ
CONTIENE 3 MITSVOT POSITIVAS Y 3 PROHIBICIONES
- Deuteronomio 26:5 Recitar una declaración al traer los primeros frutos al Templo
- Deuteronomio 26:13 Recitar una declaración al traer el diezmo al Templo
- Deuteronomio 26:13 No ingerir el Segundo Diezmo en un estado de luto
- Deuteronomio 26:14 No ingerir el Segundo Diezmo mientras en estado de impureza ritual
- Deuteronomio 26:14 No gastar el dinero para alimento y bebida por el cual se ha canjeado el Segundo Diezmo
- Deuteronomio 28:9 Imitar los caminos de Dios cumpliendo Sus Mandamientos
UN ARAMEO ERRANTE FUE MI PADRE
KI TAVÓ_DEUTERONOMIO XXVI – XXIX,8
Una vez asentados en Israel, Moshé instruye a nuestros antepasados con respecto a sus obligaciones, a pesar de que él no los conducirá a la conquista de la tierra prometida. La primera de estas Mitsvot tiene relación con los Bikurim que son los primeros frutos (de las siete especies que caracterizan a la Tierra de Israel) que deben ser ofrecidos al Kohén en el lugar elegido por Dios. La entrega de estos frutos está acompañada por un sipur, la recitación de varios versículos de nuestro texto que destacan que la Providencia condujo nuestro destino desde el momento en que el patriarca Yaacov descendió a Egipto hasta el momento de la conquista.
Después de varios siglos de esclavitud y de una travesía nómada por el desierto, el pueblo estaba ansioso de labrar las nuevas tierras para poder alimentarse con el fruto de sus esfuerzos. Al igual que todo campesino, anticipaban intensamente la oportunidad de saborear los frutos que habían producido con su trabajo. Pero la Torá les exige que los primeros frutos destinen al culto religioso. La enseñanza es clara. El hombre tiene que reconocer que Dios, a través de la naturaleza, es quien hace crecer al fruto. El hombre ara, siembra y riega, pero para poder cosechar se requiere del vigor y de la posibilidad de reproducirse que la tierra le otorga a la semilla, todo lo que proviene de Dios.
La Torá no estipula la cantidad de frutos que deben ser presentadas al Kohén en una cesta en el momento de los mencionados Bikurim. El Kohén podía retener la cesta si estaba confeccionada de mimbre, pero si era de algún metal debía devolverla al donante. El Talmud sugiere una cantidad mínima de frutas correspondiente a una sesentava parte del producto total. Rambam, basándose en el Talmud, describe el proceso de la selección de los primeros frutos. Al entrar al huerto, dice Rambam, se inspeccionan los árboles y se amarra una cinta sobre los primeros frutos, (incluso si todavía no están maduros), separándolos de esta manera para que formen parte de los Bikurim. Uno mismo debe traer los Bikurim a Yerushaláyim y no enviarlos a través de un mensajero. El Kohén que recibía los Bikurim, podía consumirlos únicamente en Yerushaláyim.
La tradición consiste en colocar la cesta sobre el hombro y según la Mishná, hasta el mismo rey Agripas lo hizo, cargando él mismo los Bikurim una vez en el Har haBáyit, el Monte del Templo, hasta la azará, el interior del Beit HaMikdash. En aquel momento los Leviyim entonaban el canto de las palabras del salmo, Aromimejá HaShem ki dilitani…, “te ensalzaré, Eterno, porque Tú me has sostenido y no toleraste que mis enemigos se regocijaran de mi”. La cesta era presentada al Kohén al mismo tiempo que se repetían unos versículos de nuestro texto a los cuales Rambam denomina Vidui, que quiere decir confesión. Este Vidui debía recitarse en hebreo y a su conclusión se colocaba la cesta al lado del Mizbéaj, que es el altar.
En cambio, Shemá Israel, que es la afirmación básica de nuestra fe, puede ser recitada en cualquier idioma. Porque lo más importante es entender la idea contenida en Shemá Israel. Lo esencial es comprender el alcance intelectual de la afirmación de la existencia de un solo Dios. Pero, en el caso de los Bikurim, hay un ceremonial esplendoroso y la misma entrega de los frutos al Kohén contiene el mensaje esencial de que nuestros esfuerzos son vanos sin la Divina Providencia. En un principio, quienes conocían bien el texto que acompaña a los Bikurim, lo recitaban de memoria, y los que no lo sabían, escuchaban su lectura. Pero dado que las personas que no conocían bien las palabras textuales empezaron a abstenerse de presentar los Bikurim, los Jajamim instituyeron que el texto original fuera leído en voz alta para todos, sin distinción alguna.
La Torá ordena que, para la ceremonia de los Bikurim, Veanita veamartá, deba alzarse la voz y recitar, Aramí oved aví, recordando que nuestro patriarca Yaacov había sido un arameo errante antes de bajar a Egipto. Durante el yugo egipcio, Dios escucha nuestro lamento y se hace eco de nuestro sufrimiento. Dios nos saca de la esclavitud y nos trae a la tierra donde fluye la leche y la miel. Y he aquí los Bikurim, los primeros frutos obtenidos gracias a la bondad Divina que constituyen motivo de regocijo y de alegría.
Como consecuencia del episodio de los Meraglim, los espías, todos los que habían llegado a la mayoría de edad en Egipto, perecen en el desierto y, por lo tanto, no participan en la conquista de la tierra. Los que ahora se encargan de presentar los Bikurim son sus descendientes o aquellos que habían sido menores de edad en el momento de la salida de Egipto. El éxodo era entonces un hecho reciente en la historia de nuestro pueblo. Sin embargo, nuestros Jajamim insisten en que las instrucciones de la Torá son válidas para todas las épocas y el texto original se debe repetir.
Siglos después, cada uno se presentará delante del Kohén recitando igualmente, Aramí oved aví…, vayareu otanu hamitsrim vayaanunu, “Un arameo errante era mi padre…, pero los egipcios nos maltrataron”. Esta afirmación implica que aún persiste, en cada persona, el sentimiento de haber sido maltratado por los egipcios, no obstante, los muchos siglos que nos separan de esa época. De manera similar, Moshé Rabenu afirma en un capítulo anterior Lo et avotenu karat HaShem et haberit hazot…, que quiere decir, no (sólo) con nuestros padres concertó este pacto (en el Monte Sinaí) sino (también) con nosotros, que estamos vivos aquí y ahora.
La noche del séder, recitamos en la Hagadá, Jayav adam lirot et atsmó keilu hu yatsá mimitsráyim, que quiere decir que cada uno debe considerar como si él mismo hubiese participado en el éxodo de Egipto. Hacemos un salto y nos ubicamos en el lugar y en la época de nuestros antepasados en Egipto.
En efecto, recitamos estos mismos versículos de nuestro texto semanal y abundamos en detalles adicionales, para señalar que Yetsiat mitsráyim es un hecho inseparable de nuestra formación y nacionalidad. Yetsiat mitsráyim da testimonio de la intervención de Dios en la historia y de Su respuesta a nuestras súplicas. Sí existe Quien responde a las plegarias y sí existe, Quien se interesa por los oprimidos. Especialmente en los momentos cuando sentimos la aparente ausencia de la divinidad, Yetsiat mitsráyim afirma que en el momento oportuno se da la intervención Divina.
La historia (religiosa e ideológica) del pueblo judío no consiste en un análisis de hechos y de pensamientos que pertenecen al pasado y que tienen posible influencia sobre nuestro presente y sobre nuestro futuro. Nuestra historia pasada es parte integral de nuestro presente. Los tiempos verbales no están claramente definidos en la gramática del idioma hebreo. Tal como Ein mukdam umeujar baTorá, que quiere decir que el relato de la Torá no sigue un orden cronológico, en cierto sentido los sucesos que, en diferentes épocas, les acaecieron a nuestros antepasados son actuales y forman parte de nuestro presente.
Nunca permitimos que Israel perteneciera exclusivamente al relato de las hazañas de otros tiempos. En todo momento, Erets Israel era parte integral de nuestras discusiones y estudios, de nuestros escritos y oraciones. Elevamos nuestras plegarias por la lluvia en Sheminí Atséret durante el largo exilio de casi dos mil años en el momento que ésta era necesaria para Israel, al igual que lo hubiéramos hecho de haber residido entonces sobre la Tierra Prometida.
El exilio fue un hecho físico real. Pero idealmente, nunca abandonamos esa tierra. Por lo tanto, el retorno en nuestro tiempo a Israel no exigió ajustes emocionales trascendentales para el judío y tampoco se hizo necesario un período de consolidación social y política lo que para otros pueblos suele ser una realidad en la etapa inicial de su formación nacional independiente.
MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ
CONTIENE 3 MITSVOT POSITIVAS Y 3 PROHIBICIONES
- Deuteronomio 26:5 Recitar una declaración al traer los primeros frutos al Templo
- Deuteronomio 26:13 Recitar una declaración al traer el diezmo al Templo
- Deuteronomio 26:13 No ingerir el Segundo Diezmo en un estado de luto
- Deuteronomio 26:14 No ingerir el Segundo Diezmo mientras en estado de impureza ritual
- Deuteronomio 26:14 No gastar el dinero para alimento y bebida por el cual se ha canjeado el Segundo Diezmo
- Deuteronomio 28:9 Imitar los caminos de Dios cumpliendo Sus Mandamientos
Un Significado de “Amar al Prójimo”
LA GUERRA Y LA PAZ EN LA PERSPECTIVA BÍBLICA
KI TETSÉ_DEUTERONOMIO XXI,10 – XXV
El tema primario de nuestra lectura semanal es el de las guerras que invariablemente ocurren periódicamente. En particular, nuestra generación a la que ha tocado ser testigo del exterminio de una tercera parte del pueblo judío, los horrores de Bosnia, y del África Central conoce el sufrimiento y la desesperación, la crueldad y la inhumanidad que son el resultado de la guerra. Porque ein báyit asher ein bo met, no existe hogar judío que no haya sufrido en carne propia el Holocausto que los nazis cometieron.
Por lo tanto, una de las características esenciales de la era mesiánica, que es sinónimo de armonía y de convivencia, de entendimiento y de amor entre los seres humanos, es la ausencia de conflictos bélicos. Estas son las palabras del profeta Yeshayahu: Vehayá beajarit hayamim…, vejitetú jarvotam leitim vajaninotehem lemazmerot, lo yisá goi el goi jérev veló yilmedú od miljamá; que quiere decir, “y ocurrirá al fin de los días…, y convertirán sus espadas en arados, y sus lanzas en hoces, ninguna nación levantará espada contra otra nación, ni aprenderán más la guerra”. En nuestros días, que son anteriores a esta era mesiánica, debemos estudiar el texto bíblico que contiene una serie de ordenanzas cuyo objetivo es el de mitigar el drama de toda guerra.
La conquista inicial de la tierra de Canaán se lleva a cabo luchando y derramando sangre. En la tradición judía estas guerras se ubican bajo el rubro de Miljémet mitsvá, un concepto que se puede traducir como el de una guerra ordenada por la Divinidad en el primer período de nuestra historia colectiva. Desde luego que la noción de una guerra sancionada u ordenada por Dios colide con una de nuestras ideas básicas sobre la deidad.
El texto de la bendición de los Kohanim, por ejemplo, concluye implorando que Dios nos otorgue la paz. La palabra Shalom que significa paz, es utilizada para el saludo diario destacando de esta manera nuestro anhelo constante de armonía y tranquilidad. La fe auténtica en Dios debe resultar en una especie de paz interna. En fin, no podemos concebir al Creador sin que ello implique a la noción de paz. En el Kadish, que se ha transformado en una oración por los fallecidos, afirmamos, Osé shalom bimeromav, Hu yaasé shalom alenu, que quiere decir, “Quien hace la paz en las alturas, El nos otorgará la paz (en la tierra)”.
En busca de respuesta a la dificultad planteada, podemos subrayar que el momento histórico al cual hacemos referencia, se caracteriza por los sacrificios humanos y las más grandes aberraciones en el comportamiento social. Por lo tanto, los efectos de la conquista pueden considerarse como un castigo para los pueblos conquistados. Sin embargo, se puede señalar que había opciones diferentes. Posiblemente, el camino a seguir debía haber sido el didáctico. En lugar de exterminar a los residentes de la tierra prometida de Canaán, existía la opción de que nuestros antepasados les enseñaran la verdad descubierta por el patriarca Avraham.
Está claro, por ejemplo, que los Aséret hadibrot, que son los Diez Mandamientos, podían haber sido utilizados para diseminar una nueva ley moral en esas tierras. Otra posibilidad podía haber sido la insistencia en el cumplimiento de las Sheva mitsvot debenei Nóaj, que son las siete leyes básicas de la época de Nóaj. De esta manera, los residentes de Canaán se hubieran podido incorporar a la gran familia monoteísta que se estaba creando en el seno de la humanidad. Pero existía el enorme peligro que el pueblo judío también pudiera sucumbir a la idolatría.
Las investigaciones científicas de la historia y de la arqueología nos llevan a la conclusión de que en el pasado hubo personajes extraordinarios que concibieron la noción de un solo Dios. El célebre Faraón Ikhnaton, por ejemplo, era esencialmente monoteísta. No obstante, ninguno de estos descubrimientos religiosos sobrevivió en la sociedad. Fueron intentos fugaces, destellos de luz que se consumen instantáneamente. Su corta duración se deba, tal vez, al hecho de que aparecen en medio del politeísmo reinante y no pueden resistir ni a su embate constante ni al reto del facilismo y del placer característico de la idolatría.
Es curioso observar que el politeísmo se distingue por su tolerancia. Los griegos que concentraron a sus múltiples dioses en el Monte Olimpo podían concebir la existencia de deidades adicionales. Por tanto, cuando conquistaban tierras nuevas, acostumbraban a rendir homenaje a la deidad local, porque consideraban que éste los había ayudado en su victoria. En cambio, el monoteísmo, es muy celoso. No permite que el Dios único otorgue espacio vital alguno a otro dios. Existe un solo Dios y nadie más.
Es muy probable que el judaísmo también hubiera sucumbido ante la idolatría que reinaba por doquier. La historia nos enseña que durante el período del primer Beit HaMikdash, el Templo de Jerusalem, la idolatría y su concomitante casta sacerdotal a veces se involucraban en ritos ajenos, lo que constituía un problema fundamental para el desarrollo espiritual de nuestro pueblo. Por lo tanto, era necesario erradicar, en lo posible, todo vestigio de la atractiva y contagiosa idolatría que fomenta la licencia sexual y la ciega embriaguez religiosa.
Además de la mencionada guerra de conquista de la Tierra Prometida, nuestra tradición considera dos tipos adicionales de guerra. En el caso de agresión externa se debe responder con miljémet jová, que quiere decir una guerra obligada. El Mélej, que es el rey de Israel, no requiere del consentimiento de ningún cuerpo deliberante para enfrentar una agresión bélica de esta naturaleza. En cambio, en el caso de Miljémet reshut, que hace referencia a una guerra optativa cuyo propósito sea el de agrandar los límites del país, se necesita la aprobación previa del Sanhedrín, el cuerpo de setentiún notables religiosos.
Después las fuerzas armadas deben ser informadas sobre el propósito de la guerra. (En el período de la guerra de Vietnam, nos encontramos con el hecho que la nación norteamericana desconocía al propósito y el alcance del conflicto. Esta fue una de las razones por las que el gobierno no obtuvo el apoyo mayoritario de su pueblo). Nuestro texto inicial que reza, Ki tetsé lamiljamá al oiveja, quiere decir que cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, argumenta para que nuestros Jajamim exijan que se compruebe que realmente se trata de Oiveja, que significa tus enemigos.
De acuerdo con las instrucciones de nuestro texto, los oficiales tenían que hablarle al pueblo señalando, Mi haish asher baná báyit jadash veló janajó yelej veyashov leveitó…, “qué hombre hay que haya construido una casa y no la haya estrenado, que se vaya y vuelva a su casa, no sea que muera en la guerra y otro estrene su casa”. El haber plantado una viña y el haber esposado una mujer y no haber convivido, eran igualmente razones suficientes para no tener que participar en la guerra. Igualmente podían abstenerse de ir a la guerra Hayaré veharaj levav, “el temeroso y el de corazón débil”.
Primero se le debe ofrecer al adversario la posibilidad de la paz, según el Talmud. La aceptación por el enemigo de las leyes básicas de Nóaj, es una razón suficiente para no matar a ningún ser viviente. En tal caso, se puede imponer la servidumbre y exigir el pago de ciertos impuestos. Cuando se establece un sitio a una ciudad debe descuidarse la vigilancia de uno de los lados del perímetro, para permitir que escape quien desee salvarse. No se deben cortar los árboles que dan frutos comestibles y hay que permitir la entrada del agua necesaria.
En el Talmud nos encontramos con la siguiente observación: Kol zemán sheIsrael mistaklín klapei maalá hem mitgabrim, veim lav noflim, que quiere decir que mientras (el pueblo de) Israel tiene su mirada fijada hacia el cielo es victorioso; si no, la caída es inevitable. Esta enseñanza hace alusión al mérito relativo del propósito de las guerras las que deben tener metas y beneficios sociales importantes. Desde luego que hay quienes argumentan que toda guerra es diabólica, aun sí se toma en cuenta la posibilidad de que algunos de sus objetivos tengan una intención noble. Los países latinoamericanos, por ejemplo, prefieren sus propias dictaduras frente a la alternativa, por ejemplo, de una intervención armada norteamericana. La actual situación política de Venezuela y Nicaragua son ejemplos de esa conducta.
No obstante, las instrucciones contenidas en nuestro texto que fueron interpretadas ampliamente por nuestros Jajamim para atenuar los desastres de los conflictos bélicos, nuestras aspiraciones y deseos tienen como norte el entendimiento y la armonía entre los pueblos. Jarvotam leitim, la conversión de las espadas en arados es el símbolo y el lema para una mayor humanización de nuestro conflictivo globo terráqueo.
MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ
CONTIENE 27 MITSVOT POSITIVAS Y 47 PROHIBICIONES
- Deuteronomio 21:11 Ley referente a la mujer bella capturada en la guerra
- Deuteronomio 21:14 No vender la mujer bella capturada en la guerra
- Deuteronomio 21:14 No obligar a trabajar como esclava a la mujer bella capturada en la guerra después de haber tenido relaciones con ella
- Deuteronomio 21:22 Colgar a la persona ejecutada cuando así es indicado
- Deuteronomio 21:23 No dejar al ahorcado que trasnoche en la horca y no permitir que un cadáver trasnoche en su hogar, a menos que sea en su honor
- Deuteronomio 21:23 Enterrar al que fue sentenciado por la corte a morir, o cualquier otra persona el mismo día de su muerte
- Deuteronomio 22:1 Devolver la propiedad perdida a su dueño
- Deuteronomio 22:3 No evitar la vista de un objeto perdido
- Deuteronomio 22:4 No ignorar al animal caído tu prójimo por el peso de su carga
- Deuteronomio 22:4 Ayudar a levantar una carga pesada de un judío
- Deuteronomio 22:5 La mujer no debe vestir ropa de hombre
- Deuteronomio 22:5 El hombre no debe vestir ropa de mujer
- Deuteronomio 22:6 No apoderarse del ave madre mientras los huevos o los polluelos están en el nido
- Deuteronomio 22:7 Ahuyentar al ave madre del nido antes tomar los huevos o polluelos
- Deuteronomio 22:8 Construir un pretil alrededor de un techo u hoyo peligrosos
- Deuteronomio 22:8 No dejar un techo u hoyo peligrosos sin pretil
- Deuteronomio 22:9 No sembrar una mezcla de semillas en un viñedo en la Tierra de Israel
- Deuteronomio 22:9 No comer el producto de una mezcla de semillas en un viñedo de la Tierra de Israel
- Deuteronomio 22:10 No trabajar con animales de especie diferente juntos
- Deuteronomio 22:10 No vestir tela de lino y lana
- Deuteronomio 22:13 La mitsvá de Kidushín (esposar una mujer)
- Deuteronomio 22:19 El hombre que disemina un informe maligno sobre la inmoralidad de su esposa permanecerá con ella por siempre
- Deuteronomio 22:19 El hombre que disemina un informe maligno sobre la inmoralidad de su esposa no puede divorciar esa mujer
- Deuteronomio 22:24 La Corte debe lapidar la persona así sentenciada
- Deuteronomio 22:26 No castigar a la persona que ha sido obligada a transgredir
- Deuteronomio 22:29 El violador debe casarse con su víctima
- Deuteronomio 22:29 El violador no puede divorciar a su víctima
- Deuteronomio 23:3 El hombre esterilizado no debe casarse con una joven judía
- Deuteronomio 23:4 El bastardo, producto de una unión adúltera o incestuosa no debe casarse con una joven judía
- Deuteronomio 23:6 Una persona perteneciente a los pueblos de Amón o Moav no debe casarse con una joven judía
- Deuteronomio 23:7 No hacer las paces con las naciones Amón o Moav antes de una guerra
- Deuteronomio 23:9 Un descendiente de Esav no puede casarse con una persona judía incluso después de haberse convertido al judaísmo, ni puede hacerlo su hijo o hija
- Deuteronomio 23:8 Un egipcio no puede casarse con una persona judía incluso después de haberse convertido al judaísmo, ni puede hacerlo su hijo o hija
- Deuteronomio 23:11 La persona ritualmente impura no debe ingresar el campo (Monte del Templo) de los Levitas
- Deuteronomio 23:13 Preparar un lavatorio fuera del campo durante la guerra
- Deuteronomio 23:14 Preparar una pala para cada persona en el ejército para que pueda tapar su excremento
- Deuteronomio 23:16 No devolver a la Tierra de Israel a un esclavo que huyó a la diáspora
- Deuteronomio 23:18 No oprimir a un esclavo que huyó de su amo en la diáspora hacia la Tierra de Israel
- Deuteronomio 23:11 No tener relaciones con una mujer fuera del matrimonio
- Deuteronomio 23:19 No llevar como ofrenda al Templo la paga de una prostituta o el precio-valor de un perro
- Deuteronomio 23:20 No prestar dinero con intereses de un judío
- Deuteronomio 23:21 Cobrar intereses al no-judío
- Deuteronomio 23:22 No postergar el voto de hacer una ofrenda, ni postergar la ofrenda de un animal consagrado para las Tres Festividades
- Deuteronomio 23:24 Cumplir las promesas y juramentos
- Deuteronomio 23:25 Permitir que el obrero coma ciertos productos mientras trabaja
- Deuteronomio 23:25 El obrero no debe mayor cantidad de los productos que le son permitidos
- Deuteronomio 23:26 Un obrero no debe comer de la cosecha de su empleador durante su trabajo
- Deuteronomio 24:1 Quien desea divorciar a su esposa debe hacerlo a través de un Get (documento de divorcio)
- Deuteronomio 24:4 El divorciado no puede casarse con la mujer que divorció después de que ésta se haya casado y divorciado nuevamente con otro o enviudado
- Deuteronomio 24:5 El recién casado no debe separarse de su esposa durante el primer año de matrimonio
- Deuteronomio 24:5 El recién casado debe permanecer con su esposa durante el primer año de matrimonio
- Deuteronomio 24:6 No empeñar objetos con los que se prepara alimentos para el sustento
- Deuteronomio 24:8 No arrancar marcas de tsaráat
- Deuteronomio 24:10 No agarrar por fuerza una prenda de empeño del deudor
- Deuteronomio 24:12 No retener una prenda de empeño de su dueño cuando la necesite
- Deuteronomio 24:13 Devolver la prenda de empeño cuando su dueño la necesite
- Deuteronomio 24:15 Pagar al obrero en el día que trabajó
- Deuteronomio 24:16 Una persona no puede dar testimonio en un juicio sobre un familiar cercano
- Deuteronomio 24:17 No pervertir la justicia en el caso de un converso o un huérfano
- Deuteronomio 24:17 No tomar una prenda de empeño de una viuda
- Deuteronomio 24:19 Dejar las gavillas olvidadas para los pobres
- Deuteronomio 24:19 No agarrar las gavillas de granos o la fruta olvidadas
- Deuteronomio 25:2 Azotar a la persona que transgrede ciertas prohibiciones
- Deuteronomio 25:3 No dar azotes adicionales ni pegar a un judío
- Deuteronomio 25:4 No ponerle bozal a un animal doméstico mientras trabaja
- Deuteronomio 25:5 La viuda sin hijos no debe casarse con otra persona sino con el hermano de su difunto esposo
- Deuteronomio 25:5 La viuda sin hijos debe casarse con el hermano del esposo difunto
- Deuteronomio 25:9 La mitsvá de jalitsá (libera a la mujer de casarse con el hermano de su difunto esposo)
- Deuteronomio 25:12 Salvar a la persona perseguida por un asesino, atacando al asesino
- Deuteronomio 25:12 No tener piedad de un asesino que persigue
- Deuteronomio 25:13 No mantener balanzas o pesas imprecisas, aún cuando no estén en uso
- Deuteronomio 25:17 Recordar lo que hizo Amalek al pueblo judío cuando salió de Egipto
- Deuteronomio 25:19 Erradicar los descendientes de Amalek
- Deuteronomio 25:19 No olvidar lo que hizo Amalek al pueblo judío cuando salió de Egipto
WAR AND PEACE IN BIBLICAL PERSPECTIVE
KI TETSE_DEUTERONOMY XXI,10 – XXV
The primary theme of our weekly reading is that of wars that invariably occur periodically. In particular, our generation, which has witnessed the extermination of a third of the Jewish people, the horrors of Bosnia, and of Central Africa, knows the suffering and despair, cruelty and inhumanity that are the result of war. Because ein bayit asher ein bo met, there is no Jewish home that has not suffered firsthand the Holocaust that the Nazis committed.
Therefore, one of the essential characteristics of the messianic era, which is synonymous with harmony and coexistence, understanding and love among human beings, is the absence of war and conflicts. These are the words of the prophet Yeshayahu: Vehayah beacharit hayamim…, vechitetu charvotam le’itim vachaninotehem lemazmerot, lo yisa goi el goi cherev velo yilmedu od milchamah; which means, “and it will happen at the end of days…, and they will turn their swords into ploughshares, and their spears into sickles, no nation will raise a sword against another nation, nor will they learn war anymore”. In our day, which predates this messianic age, we must study the biblical text containing a series of ordinances whose purpose is to mitigate the drama of war.
The initial conquest of the land of Canaan was accomplished by fighting and shedding blood. In the Jewish tradition these wars are placed under the heading of Milchemet mitsvah, a concept that can be translated as that of a war ordered by the Divinity in the first period of our collective history. Of course, the notion of a God-sanctioned or ordained war, collides with one of our basic ideas about deity.
The text of the Kohanim Blessing, for example, concludes by imploring that God grant us peace. The word Shalom, peace, is used for the daily greeting, thus highlighting our constant longing for harmony and tranquility. Authentic faith in God must result in a kind of inner peace. In short, we cannot conceive of the Creator without implying the notion of peace. In the Kaddish, which has been transformed into a prayer for the deceased, we affirm, Oseh shalom bimeromav, Hu ya’aseh shalom alenu, which means, “He Who makes peace in the heights, He will grant us peace (on earth)”.
In search of an answer to the difficulty posed, we can emphasize that the historical moment to which we refer, was characterized by human sacrifices and the greatest aberrations in social behavior. Therefore, the effects of the conquest can be considered as a punishment for the conquered peoples. However, it can be noted that there were different options. Possibly, the way forward could have been the didactic one. Instead of exterminating the residents of the promised land of Canaan, there was an option for our ancestors to teach them the truth discovered by the patriarch Avraham.
It is clear, for example, that the Aseret hadibrot, the Ten Commandments, could have been used to spread a new moral law in those lands. Another possibility could have been the insistence on compliance with the Sheva mitsvot debenei Noach, which are the seven basic laws of the Noach era. The residents of Canaan could thus have been incorporated into the great monotheistic family that was being created within humanity. But there was an enormous danger that the Jewish people might succumb to idolatry.
Scientific investigations of history and archaeology lead us to the conclusion that in the past there were extraordinary personalities who conceived the notion of a single God. The celebrated Pharaoh Ikhnaton, for example, was essentially monotheistic. However, none of these religious discoveries survived in society. They were fleeting attempts, flashes of light that were instantly consumed. Their short duration was due perhaps because they appeared in the midst of the reigning polytheism and could not resist either their constant onslaught or the challenge of easiness and pleasure characteristic of idolatry.
It is curious to note that polytheism is distinguished by its tolerance. The Greeks who concentrated their multiple gods on Mount Olympus could conceive of the existence of additional deities. Therefore, when they conquered new lands, they used to pay homage to the local deity, because they believed that they had helped them in their victory. Monotheism, on the other hand, is very jealous. It does not allow the one God to grant any living space to any other god. There is only one God, and no one else.
It is very likely that Judaism would also have succumbed to the idolatry that reigned everywhere. History teaches us that during the period of the first Beit HaMikdash, the Temple of Jerusalem, idolatry and its concomitant priestly caste were sometimes present there as well, and that constituted a fundamental problem for the spiritual development of our people. It was therefore necessary to eradicate, as far as possible, every vestige of the attractive and contagious idolatry that fosters sexual license and blind religious drunkenness.
In addition to the aforementioned war of conquest of the Promised Land, our tradition considers two additional types of war. In the case of external aggression, one must respond with Milchemet Chovah, which means a forced war. The Melech, the king of Israel, does not require the consent of any deliberative body to face a warlike aggression of this nature. On the other hand, in the case of Milchemet Reshut, an optional war whose purpose is to enlarge the boundaries of the country, he needed the prior approval of the Sanhedrin, the body of setentiún religious notables.
The next step was to inform the armed forces about the purpose of the war. (In the period of the Vietnam War, we found the fact that the American nation was unaware of the purpose and scope of the conflict. This was one of the probable reasons why the government did not get the support of the majority of the people). Our initial text that reads, Ki tetse lamilchamah al oivecha, which means that when you go out to war against your enemies. Our Chachamim demand that it be proven that it really is the case of Oivecha, your enemies.
According to the instructions in our text, the officers had to speak to the people pointing out, Mi ha’ish asher banah bayit jadash velo chanacho yelech veyashov leveito…, “what man there is, who has built a house and has not inaugurated it, let him return to his house, unless he dies in war, and another opens his house”. Having planted a vineyard and having married a woman and not consummated this marriage, were also sufficient reasons not to have to participate in the war. These could also refrain from going to war: Hayare veharach levav, “the fearful and the weak-hearted”.
The adversary must first be offered the possibility of peace, according to the Talmud. The acceptance by the enemy of the basic laws of Noach is reason enough not to kill any human being. In such a case, servitude may be imposed, and payment of certain taxes may be demanded. When a siege is established around a city, the surveillance of one side of the perimeter must be neglected, to allow those who wish to save themselves and escape. Trees bearing edible fruit should not be cut down and the necessary water should be allowed in.
In the Talmud we find the following observation: Kol zeman sheIsrael mistaklín klapei maalah hem mitgabrim, ve’im lav noflim, which means that while (the people of) Israel have their gaze fixed heavenward they are victorious; otherwise, the fall is inevitable. This teaching alludes to the relative merit of the purpose of wars which should have important social goals and benefits. Of course, there are those who argue that any war is diabolical, even if it takes into account the possibility that some of its objectives have noble intentions. The Latin American countries, for example, prefer their own dictatorships to the alternative, for example, of American armed intervention. The present situation in Venezuela a Nicaragua are perfect examples of this attitude.
Notwithstanding, the instructions contained in our text, which were widely interpreted by our Chachamim to mitigate the disasters of war, our aspirations and desires are aimed at understanding and harmony among peoples. Charvotam le’itim, the conversion of swords into plows is the symbol and motto for a greater humanization of our troubled globe.
MITSVAH: ORDINANCE OF THE TORAH IN THIS PARASHAH
CONTAINS 27 POSITIVE MITSVOT AND 47 BANS
- Deuteronomy 21:11 Law concerning the beautiful woman captured in war
- Deuteronomy 21:14 Do not sell the beautiful woman captured in war
- Deuteronomy 21:14 Not to force the beautiful woman captured in war to work as a slave after having had sex with her
- Deuteronomy 21:22 Hang the executed person when so directed
- Deuteronomy 21:23 Do not leave the hung person after dark on the gallows and do not allow a corpse after night in his home, unless it is in his honor
- Deuteronomy 21:23 Bury the one who was sentenced by the court to die, or anyone else on the same day of his death
- Deuteronomy 22:1 Returning lost property to its owner
- Deuteronomy 22:3 Failure to avoid sight of a lost object
- Deuteronomy 22:4 Do not ignore the fallen animal of your neighbor by the weight of its burden
- Deuteronomy 22:4 Helping to lift a heavy burden from a Jew
- Deuteronomy 22:5 A woman should not wear men’s clothing
- Deuteronomy 22:5 Men should not wear women’s clothing
- Deuteronomy 22:6 Do not seize the mother bird while the eggs or chicks are in the nest
- Deuteronomy 22:7 Scare the mother bird away from the nest before taking the eggs or chicks
- Deuteronomy 22:8 Build a parapet around a dangerous roof or pit
- Deuteronomy 22:8 Do not leave a dangerous roof or hole without a parapet
- Deuteronomy 22:9 Do not sow a mixture of seeds in a vineyard in the Land of Israel
- Deuteronomy 22:9 Do not eat the product of a seed mixture in a vineyard in the Land of Israel
- Deuteronomy 22:10 Do not work together with animals of different species
- Deuteronomy 22:10 Do not wear a linen and wool fabric
- Deuteronomy 22:13 The mitsvah of Kidushin (to marry a woman)
- Deuteronomy 22:19 The man who spreads an evil report about his wife’s immorality shall remain with her forever
- Deuteronomy 22:19 The man who spreads an evil report about his wife’s immorality cannot divorce her
- Deuteronomy 22:24 The Court must stone the person so sentenced
- Deuteronomy 22:26 Do not punish the person who has been forced to transgress
- Deuteronomy 22:29 The rapist must marry his victim
- Deuteronomy 22:29 The rapist cannot divorce his victim
- Deuteronomy 23:3 A sterilized man should not marry a young Jewish woman
- Deuteronomy 23:4 A bastard, the product of an adulterous or incestuous union, should not marry a young Jewish woman
- Deuteronomy 23:6 A person belonging to the peoples of Amon or Mo’av should not marry a young Jewish woman
- Deuteronomy 23:7 Not making peace with the Amon or Mo’av nations before a war
- Deuteronomy 23:9 A descendant of Esav cannot marry a Jewish person even after he has converted to Judaism, nor can his son or daughter
- Deuteronomy 23:8 An Egyptian cannot marry a Jewish person even after he has converted to Judaism, nor can his son or daughter
- Deuteronomy 23:11 The ritually impure person should not enter the field (Temple Mount) of the Levites
- Deuteronomy 23:13 Preparing an off-field lavatory during the war
- Deuteronomy 23:14 Prepare a shovel for each person in the army so that he can cover his excrement
- Deuteronomy 23:16 Do not return to the Land of Israel a slave who fled into the diaspora
- Deuteronomy 23:18 Do not oppress a slave who fled from his master in the diaspora to the Land of Israel
- Deuteronomy 23:11 Not having sex with a woman outside of marriage
- Deuteronomy 23:19 Do not bring as an offering to the Temple the pay of a prostitute or the price-value of a dog
- Deuteronomy 23:20 Do not lend or borrow money with interest from a Jew
- Deuteronomy 23:21 Charging interest to the non-Jew
- Deuteronomy 23:22 Do not postpone the vow to make an offering, nor postpone the offering of a consecrated animal for the Three Feasts
- Deuteronomy 23:24 Fulfilling promises and oaths
- Deuteronomy 23:25 Allow the worker to eat certain products while working
- Deuteronomy 23:25 The worker should not increase the quantity of the products permitted to him.
- Deuteronomy 23:26 A worker should not eat from his employer’s harvest during his work
- Deuteronomy 24:1 Whoever wishes to divorce his wife must do so through a Get (divorce document)
- Deuteronomy 24:4 The divorced cannot marry the woman who divorced after the woman has remarried and divorced another or widowed
- Deuteronomy 24:5 The newlywed should not be separated from his wife during the first year of marriage
- Deuteronomy 24:5 The newlywed must remain with his wife during the first year of marriage
- Deuteronomy 24:6 Do not pawn objects with which food is prepared for sustenance
- Deuteronomy 24:8 Do not tear marks from tsara’at
- Deuteronomy 24:10 Do not forcibly grab a pledge of the debtor
- Deuteronomy 24:12 Do not retain a pawn from its owner when he needs it
- Deuteronomy 24:13 Return the pawn garment when its owner needs it
- Deuteronomy 24:15 Pay the worker on the day he worked
- Deuteronomy 24:16 A person cannot testify in a trial about a close relative
- Deuteronomy 24:17 Do not pervert justice in the case of a convert or orphan
- Deuteronomy 24:17 Do not take a pawn from a widow
- Deuteronomy 24:19 Leaving the forgotten sheaves for the poor
- Deuteronomy 24:19 Do not grab the sheaves of forgotten grains or fruit
- Deuteronomy 25:2 Whipping a person who transgresses certain prohibitions
- Deuteronomy 25:3 Do not give additional whippings or beat a Jew
- Deuteronomy 25:4 Do not muzzle a pet while working
- Deuteronomy 25:5 The childless widow should not marry another person but her late husband’s brother
- Deuteronomy 25:5 The childless widow must marry the brother of the deceased husband
- Deuteronomy 25:9 The mitsvah of Chalitsah (frees the woman from marrying her late husband’s brother)
- Deuteronomy 25:12 Saving the person pursued by a murderer by attacking the killer
- Deuteronomy 25:12 Having No Mercy on a pursuing murderer
- Deuteronomy 25:13 Do not keep inaccurate scales or weights, even when not in use
- Deuteronomy 25:17 Remember what Amalek did to the Jewish people when they left Egypt
- Deuteronomy 25:19 Eradicate the descendants of Amalek
- Deuteronomy 25:19 Do not forget what Amalek did to the Jewish people when he left Egypt