YAACOV: EL MENSAJE Y LA TAREA

TOLEDOT_GÉNESIS XXV,19 – XXVIII,9

Nuestras matriarcas tuvieron dificultades en concebir. Quizás, la enseñanza sea que el dar a luz, aunque todos lo consideremos como un proceso muy natural, requiere del cuidado, de la voluntad y de la intervención Divinas. El nacimiento de un ser humano es un hecho trascendental. Yitsjak implora a Dios, y su esposa Rivká concibe mellizos. El primogénito es pelirrojo y velludo y recibe el nombre de Esav. El segundo es llamado Yaacov, porque nace asiéndose del talón de su hermano. Son gemelos, no idénticos. En su vida práctica también son muy diferentes: mientras Esav se desarrolla como un hombre dedicado al campo y a la caza, Yaacov es un joven estudioso y hogareño.

El padre de los mellizos, Yitsjak, aparece como el más tímido de los patriarcas. Su ubicación entre los padres de nuestra tradición es como la del hijo intermedio, entre el primogénito y el menor de todos. Según nuestros jajamim, es enteramente un tsadik, una persona cuya fe es inquebrantable y tiene rasgos de santidad. 

Según el relato superficial de la Biblia, Yitsjak aparenta adolecer de iniciativa propia. Nunca se aventura fuera de Israel, hecho que desde otra perspectiva es considerado también muy meritorio. Hasta los pozos de agua que descubre para satisfacer la sed de sus rebaños son los mismos ya conocidos. Yitsjak es un hombre pasivo, que como ya sabemos, demostró su disposición a ser sacrificado, al ofrecer su vida como muestra de su fe incondicional. No es de extrañar, entonces, que Yitsjak tuviese gran admiración por Esav, paradigma de las cualidades de las que él carecía. 

Esav es el símbolo de la fortaleza física, de la permanente disposición al desafío de las fuerzas de la naturaleza. Esav es hombre del campo y representaba para Yitsjak la realización de una ambición profunda que nunca pudo materializar por su naturaleza apacible que llegaba a tener destellos de timidez.

La madre Rivká es una persona realista. Reconoce la fortaleza física de Esav, pero está consciente de que únicamente Yaacov tiene la suficiente capacidad para perpetuar los principios éticos y morales que son el fundamento de las nuevas enseñanzas que debían ser transmitidas a las generaciones futuras. Y, cuando llega el momento de señalar al heredero espiritual, Rivká interviene decisivamente, a fin de que ser Yitsjak el elegido. 

La definición de los caracteres de los protagonistas es acentuada aún más cuando Esav, al regreso de una jornada de caza en el campo, codicia los alimentos que Yaacov había preparado. Esav está dispuesto a cederle la primogenitura a Yaacov por un pedazo de pan y una sopa de lentejas. “Si de todas maneras voy a morir, ¿para qué necesito la primogenitura?”, exclama Esav. Yaacov le exige un juramento como testimonio del intercambio de los alimentos por el derecho a la primogenitura. 

¿En qué consistía aquella primogenitura? Al parecer, en aquellos tiempos, los primogénitos eran los sacerdotes de las familias y Esav no tenía esa vocación. Esav era cazador, de naturaleza inmediatista, requería la pronta satisfacción de sus necesidades. La demora del placer en aras de un futuro mejor no formaba parte de su personalidad. El “continuador” de la fe, la persona que debería enseñar a todo un mundo acerca del Dios único debía tener visión de futuro. Yaacov demora la satisfacción del hambre momentánea para asegurar el pan de mañana, con todas las implicaciones del alimento, tanto del cuerpo como el del espíritu.

Yitsjak siente que las fuerzas lo abandonan, se está quedando ciego: sus ojos ya no le permiten admirar la naturaleza. Ha llegado el momento de la transmisión del manto del liderazgo. Se le encomienda a Esav cazar un animal para la comida de su padre. Rivká encuentra y aprovecha el momento crucial para asegurar la continuidad del mensaje de Avraham; rápidamente, prepara comida y disfraza a Yaacov con las pieles de un animal sobre los brazos y el cuello, a fin de disimular de esta manera su piel lampiña. 

Yaacov presenta los alimentos al padre; Yitsjak no oculta sus dudas y la ambigüedad de sentimientos frente al individuo que pretende ser Esav pero que también manifiesta algunas de las características de Yaacov. Dice el padre: Hakol, kol Yaacov, vehayadáyim yedei Esav, que quiere decir: la voz es la voz de Yaacov, pero las manos son las manos de Esav. El drama está por desarrollarse. La comida ha sido preparada con demasiada rapidez. El aroma de la ropa es el del campo y las velludas pieles dan la sensación de los robustos brazos de Esav

Pero la voz, que después de todo es una manifestación mucho más íntima y auténtica de la persona, la voz es la voz de Yaacov. ¿Qué hacer? Tal vez Yitsjak, frente a la duda, debió haber solicitado la ayuda de Rivká para cerciorarse de la identidad de quien iba a ser el recipiente de su última bendición. Es posible que esta simbiosis entre la fortaleza de Esav y la comprensión y la ternura simbolizadas por la voz de Yaacov, fueran la combinación ideal para llevar el mensaje a las futuras generaciones. El anciano padre se arriesga y le ofrece la ansiada bendición a quien tiene delante de él, a Yaacov.

En efecto, nuestro pueblo mantuvo vivo el mensaje de Yaacov durante los casi dos milenios del exilio y, a pesar de esto, fue objeto de persecuciones y vejaciones. La voz de Yaacov por sí sola parece no tener mucha oportunidad en nuestro mundo. Kol dealim guevar, traduce que el más fuerte es el que domina y lo afirma el Talmud. Los líderes espirituales del mundo pronuncian sermones, pero los dueños de los secretos del átomo son los que dictan las reglas y los que las hacen cumplir. 

Se requiere, tal vez, de la combinación equilibrada entre fuerza e ideas, entre el poder y la moralidad, para sobrevivir en nuestro mundo imperfecto. Y éste es uno de los grandes dilemas de Medinat Israel. ¿Seremos como todas las naciones, con la policía y las fuerzas armadas que son instituciones necesarias para mantener el orden público y la seguridad nacional? (Isaac Bashevis Singer, durante una visita a nuestra comunidad, manifestó que el judío no está hecho para ser policía). 

¿Se puede considerar, acaso, la posibilidad de Israel como un Mercaz rujaní, un centro espiritual, según la concepción de Ajad Haam, una alternativa con probabilidad de sobrevivencia en el entorno árabe que continúa siendo hostil? Posiblemente la respuesta esté en algún punto intermedio. El problema esencial es el de saber percibir los ingredientes y medir correctamente sus porcentajes. ¿Hasta dónde podemos armarnos sin convertirnos en una Esparta? 

Golda Meir, ilustre Primera Ministra dama del Estado de Israel, comentó que estaba dispuesta a perdonarle todo a los árabes, menos el hecho de que su agresión hubiese obligado a los jóvenes israelís a portar armas y aprender a matar. ¿Cuáles eran los pensamientos y las emociones de los jóvenes que tenían que esquivar las piedras arrojadas por niños y mujeres en Judea, Samaria y Gaza durante el período de la Intifada? ¿Qué siente una madre árabe que envía a su pequeño a apedrear a otros seres, hijos a su vez de otras madres?

El dilema es difícil de resolver, pero al mismo tiempo sería históricamente injustificable bajar la guardia y poner en peligro la existencia de la Mediná. Nuestra generación es privilegiada porque después de dos milenios hemos regresado a la tierra que Dios prometiera a Avraham reiterando la misma promesa a los dos patriarcas siguientes. HaShem oz leamó yitén, HaShem yevarej et amó bashalom, traduce que Dios dará fuerza a Su pueblo, Dios bendecirá a Su pueblo con paz; es la afirmación del salmista. 

Necesitamos una mezcla muy equilibrada entre proeza física y fortaleza espiritual. En la medida que mantengamos un balance dinámico entre las enseñanzas de la Torá y las exhortaciones de los profetas y sepamos combinarlas con el talento ingenio tecnológico, podremos mantenernos firmes en la tierra ancestral y obtener la paz que, en su momento, deberá reinar en la región y en el mundo. Así lo esperamos.

YAACOV: THE MESSAGE AND THE TASK

TOLDOT_GENESIS XXV,19 – XXVIII,9

The matriarchs had difficulty conceiving. Perhaps, the teaching is that giving birth, although we consider it a very natural process, requires Divine care, will, and intervention. The birth of a human being is a transcendental fact. Yitschak implores God, and his wife Rivkah conceives twins. The firstborn is red-haired and hairy and is called Esav. The second is called Yaacov, because he is born by holding on to his brother’s heel. They are twins, not identical. In their everyday life, they are also very different: while Esav develops as a man of the field, a hunter, Yaacov is a young scholar and a homebody.

The twins’ father, Yitschak, appears as the timidest of the patriarchs. His place among the patriarchs of our tradition is like that of the intermediate son, between the firstborn and the youngest of all. According to our Chachamim, he is a complete Tsadik, a person whose faith is unwavering and has traits of holiness.

According to the superficial account of the Bible, Yitschak appears to suffer from his own initiative. He never ventures outside of Israel, a fact that from another perspective is also considered meritorious. Even the water wells he discovers to satisfy the thirst of his flocks are those that are already known. Yitschak is a passive man, who as we already know, demonstrated his willingness to be sacrificed, by offering his life as a sign of unconditional faith. No wonder, then, that Yitschak had great admiration for Esav, a paradigm of the qualities he lacked.

Esav is the symbol of physical strength, of a permanent disposition to challenge the forces of nature. Esav is a man of the countryside and represented for Yitschak the realization of a deep ambition that he could never materialize because of his gentle nature that included flashes of shyness.

Mother Rivkah is a real person. She recognizes Esav’s physical strength but is aware that only Yaacov has the adequate capacity to perpetuate the ethical and moral principles that are the foundation of the new teachings that were to be passed on to future generations. And, when the time comes to point to the spiritual heir, Rivkah intervenes decisively, so that Yitschak will be the chosen one.

The definition of the characters of the protagonists is further accentuated when Esav, on the return of a day of hunting in the field, covets the food that Yaacov had prepared. Esav is willing to cede the birthright to Yaacov for a piece of bread and lentil soup. “If I’m going to die anyway, why do I need the birthright?” exclaims Esav. Yaacov demands an oath as a testimony to the exchange of food for the right to primogeniture.

What was that birthright? Apparently, in those times, the firstborn were the priests of the families and Esav did not have that vocation. Esav was a hunter, of an immediatism nature, requiring the prompt satisfaction of his needs. The delay of pleasure for the sake of a better future was not part of his personality. The “continuator” of faith, the person who should teach an entire world about the one God needed to have a vision of the future. Yaacov delays the satisfaction of momentary hunger to secure the bread of tomorrow.

Yitschak feels that strength is abandoning him, he is going blind: his eyes no longer allow him to admire nature. The time has come for the transmission of the mantle of leadership. Esav is tasked with hunting an animal for his father’s food. Rivkah seizes this crucial moment to ensure the continuity of Avraham’s message. She quickly prepares food and disguises Yaacov with the skins of an animal on his arms and neck, in order to disguise the smoothness of his skin.

Yaacov presents the food to the father. Yitschak does not hide his doubts and the ambiguity of feelings towards the individual who pretends to be Esav but who also manifests some of Yaacov’s characteristics. Says the father: “Hakol, kol Yaacov, vehayadayim yede’i Esav”, which means: “the voice is the voice of Yaacov, but the hands are the hands of Esav. The drama is about to unfold. The food has been prepared too quickly. The aroma of the clothes is that of the countryside and the veiled skins give the feeling of the sturdy arms of Esav.

But the voice, which after all is a much more intimate and authentic manifestation of the person, the voice is the voice of Yaacov. Perhaps Yitschak, in the face of doubt, should have requested   Rivkah’s help to ascertain the identity of who was to be the recipient of his last blessing. It is possible that this symbiosis between the strength of Esav and the understanding and tenderness symbolized by Yaacov’s voice were the ideal combination to carry the message to future generations. The elderly father takes a risk and offers the long-awaited blessing to the one before him, Yaacov.

Indeed, our people kept Yaacov’s message alive during the nearly two millennia of exile and, despite this, were subjected to persecution and humiliation. Yaacov’s voice alone doesn’t seem to have much of a chance in our world. “Kol de’alim gevar”, translates that the strongest is the one who dominates, such is the affirmation of the Talmud. The spiritual leaders of the world deliver sermons, but the owners of the secrets of the atom are the ones who dictate the rules and enforce them. 

It requires, perhaps, a balanced combination of strength and ideas, between power and morality, to survive in our imperfect world. And this is one of the great dilemmas of Medinat Israel. Will we be like all nations, with police and armed forces that are necessary institutions to maintain public order and national security? (Isaac Bashevis Singer, during a visit to our community, stated “a Jew is not made to be a policeman”). 

Can one consider, perhaps, the possibility of Israel as a Mercaz ruchani, a spiritual center, according to the conception of Achad Ha’am, an alternative with a probability of survival in the Arab environment that remains hostile? Possibly the answer is somewhere in between. The essential problem is to know how to measure the ingredients and correctly weigh their percentages. How far can we arm ourselves without becoming a Sparta? 

Golda Meir, illustrious Prime Minister of the State of Israel, commented that she was willing to forgive everything to the Arabs, except the fact that their aggression had forced young Israelis to bear arms and learn to kill.  Samaria and Gaza during the period of the Intifada? What does it feel like to be an Arab mother who sends her little one to stone other beings, children, and mothers?

The dilemma is difficult to resolve, but at the same time, it would be historically unjustifiable to let our guard down and jeopardize the existence of the Medinah. Our generation is privileged because after two millennia we have returned to the earth that God promised Avraham reiterating the same promise to the next two patriarchs. “HaShem oz leamo yiten, HaShem yevarech et amo bashalom”, translates that God will give strength to His people, God will bless His people with peace. it is the affirmation of the psalmist.

We need a very balanced mix of physical prowess and spiritual strength. To the extent that we maintain a dynamic balance between the teachings of the Torah and the exhortations of the prophets and know how to combine them with technological ingenuity, we can stand firm in the ancestral land and obtain the peace that, in due course, should reign in the region and in the world. We surely hope and pray for it.

VIDA Y MUERTE DE SARÁ

JAYEI SARÁ_GÉNESIS XXIII – XXV,18

Nuestra lectura semanal, Jayei Sará, que es la vida de Sará, y el nombre de la esposa de Avraham, comienza con el relato de su fallecimiento. De esta forma tal vez se señala, que hay personas cuya vigencia persíste incluso después de su desaparición física. La influencia de su recia personalidad se deja sentir también después de su muerte. Sará fallece a los ciento veintisiete años. La Biblia nos informa de este hecho con cierta lentitud: “cien años, veinte años y siete años, los años de la vida de Sará”. Nuestros jajamim, siempre atentos a cualquier cambio en el lenguaje usual, cuestionan el por qué de la repetición de la palabra “años” en la enumeración de la edad de Sará. Se sugieren alternativas, tales como que, a la edad de los cien años, Sará estaba tan libre de pecados como a la edad de los veinte; y que a los veinte era tan bella como a los siete; y así sucesivamente.

Personalmente, encuentro un mensaje adicional. La Torá nos señala las diferentes etapas en la vida, la niñez, la del adulto joven, la de la vejez, dónde cada una de estas edades tiene sus características y encantos particulares. O sea que Sará a los veinte, tenía las características propias una mujer de esa edad, y a cumplir un siglo era tal como alguien de cien años. Esto supone cierta sabiduría y un alma que había evolucionado para agradecer las bendiciones de cada momento de la vida. 

Es demasiado frecuente en nuestra sociedad actual el joven de catorce años que desea tener dieciocho para tener el derecho de conducir un automóvil, o para disponer de las prebendas que marcan la mayoría de edad. Y, ¿acaso nos resulta desconocida, la niña de doce años que desea tener dieciséis, para poder ser cortejada por algún joven? Más aún, los de sesenta años quisiéramos aparentar cuarenta y algunos están dispuestos incluso a someterse a intervenciones quirúrgicas de orden estético para tales propósitos. 

Desde luego, estamos frente a un problema complejo, con evidentes consecuencias emocionales que repercuten en la salud de la persona. A simple vista, parecería que estamos abusando un tanto de nuestro cuerpo al exigirle una edad diferente a la cronológica. Cada edad, obviamente, tiene sus propias modalidades y oportunidades y se requiere de la sabiduría para saber apreciar, aprovechar y vivir en todas sus dimensiones, el aquí y ahora de la vida de una persona.

Según nuestros sabios, Sará fallece al escuchar que su hijo Yitsjak es casi sacrificado. Avraham adquiere una propiedad, a perpetuidad, para enterrar a su esposa. Este lugar, Mearat Hamajpelá, se convierte en el sitio de sepultura para todos los patriarcas y sus esposas, con la excepción de nuestra matriarca Rajel. La ubicación de la sepultura es en Jevrón, un lugar de peregrinaje obligado para los creyentes.

La gran preocupación de Avraham, inquietud que es casi una obsesión, es la de asegurar la continuidad de sus enseñanzas. Su concepción del pacto entre Dios y la humanidad, que es la de un Dios que responde y reacciona frente a la conducta moral del hombre, tenía que ser transmitida a las generaciones futuras. En las tierras idólatras de Canaán no era posible conseguir a una joven que pudiese ser madre y educadora de quienes tendrían que llevar por encima de todo el conocimiento y el fervor de estas nuevas enseñanzas. Avraham le impone entonces un juramento a su siervo Eliézer para que se esmere en conseguir una esposa apropiada y adecuada para su hijo y heredero Yitsjak, una esposa que provenga de su hogar ancestral.

Al llegar a las afueras de Jarán, Eliézer decide guiarse por la siguiente prueba: la escogida será la primera joven que le ofrezca agua, para él y sus camellos. Parece, pues, que para Eliézer la cualidad esencial en una futura esposa es la bondad. La bella Rivká es la muchacha seleccionada por su amabilidad y después de un intercambio de obsequios con la familia de la doncella comienza el viaje de vuelta al hogar de Avraham. Antes de partir, los familiares despiden a Rivká con la bendición ajotenu at hayí lealfei revavá, “nuestra hermana que seas miles de diez miles”, o sea: que numerosos hijos emanen de ti. 

Estas mismas palabras se utilizan hoy en día, para bendecir a toda novia momentos antes de la ceremonia nupcial, la Jupá. En las cercanías del hogar de Avraham, Rivká nota a un joven que se pasea en el campo. Al escuchar que se trata de su prometido (tal vez debido a la emoción del encuentro) se cae del camello y luego se cubre el rostro con un velo. Para rememorar este hecho ocurrido con la primera joven casamentera mencionada en la Torá, toda novia se cubre la cara en el momento de la ceremonia de la boda, en señal de modestia. La unión entre Yitsjak y Rivká es la primera que se describe con abundancia de detalles y por lo tanto sirve de modelo para el futuro.

El Talmud le da una interpretación adicional al hecho de que, para la boda, la novia se cubre el rostro con un velo. Es para señalar a los novios, dice el Talmud, que no se fijen sólo en la belleza superficial, sino en la belleza interna, en la belleza espiritual de su futura cónyuge.

Nuestro relato continúa con la descripción del momento en que Yitsjak toma a Rivká como esposa, vayikaj et Rivká vatehí lo leishá vayeehaveha, que quiere decir: y tomó a Rivká y ella fue su esposa y la amó. Cuando el verbo lakóaj es utilizado con referencia a una mujer, nuestros jajamim le dan el significado de matrimonio. Así se desprende de varios versículos de la Torá entre los cuales figuran en forma destacada algunos que corresponden a la lectura de esta semana que ilustran la manera y los medios para realizar la ceremonia del matrimonio. 

Es interesante notar, según nuestra última cita, “y ella fue su esposa y la amó,” que el esposar antecede al amor en nuestro texto. En nuestra cultura en cambio, se concibe que el amor deba ser anterior al matrimonio. La concepción bíblica sirve, tal vez, para acentuar que el amor más profundo se desarrolla después del matrimonio. El amor se fortalece y se fortifica con la convivencia y con la mayor definición de los propósitos y de las metas comunes en la vida conyugal. El amor es más auténtico y duradero cuando marido y mujer enfrentan juntos las vicisitudes y los retos de la vida, así como cuando comparten sus bondades y bendiciones.

Las últimas líneas de nuestros capítulos cuentan que Avraham se casa con una esposa más y, más tarde, a los ciento setenta y cinco años, fallece. Yitsjak y Yishmael se reúnen durante el duelo, en el dolor de la muerte de su padre y lo entierran en la misma Mearat Hamajpelá donde yacen los restos de Sará. El sufrimiento y la tragedia son aquí factores de unión y de acercamiento. Los hermanos que habían escogido rumbos muy diferentes y antagónicos se reencuentran en el dolor profundo por el fallecimiento del padre. La muerte borra, al menos momentáneamente, las marcadas diferencias entre Yitsjak y Yishmael y ambos llevan al patriarca a su sepultura. El final del período del duelo señala, nuevamente, su escogencia de caminos que se bifurcan, que se apartan, simbolizando la discrepancia existente entre la óptica espiritual de cada uno de ellos.

LIFE AND DEATH OF SARAH

CHAYE’I SARAH_GENESIS XXIII – XXV,18

Our weekly reading, Chaye’i Sarah, which is the life of Sarah, the name of Avraham’s wife, begins with the account of his passing. In this way, it is pointed out that there are people whose significance persists even after their physical disappearance.  The influence of his strong personality is also felt after his death. Sarah dies at the age of one hundred and twenty-seven. The Bible informs us of this fact with some deliberate slowness: “one hundred years, twenty years and seven years, the years of Sarah’s life.” Our Chachamim, attentive to any changes in the usual language, question the reason for the repetition of the word “years” in the enumeration of the age of Sarah. Alternatives are suggested, such as that, at the age of one hundred, Sarah was as free from sins as at the age of twenty; and that at twenty she was as beautiful as at seven; and so on.

Personally, I find an additional message. The Torah points out the different stages in life, childhood, that of the young adult, that of old age, where each of these ages has its characteristics and charms. So, Sarah, at twenty, had the characteristics of a woman of this age, and at the age of one century, she was like someone of a hundred years. This assumes wisdom and a soul that had evolved to be grateful for the blessings of every stage of life. 

It is all too common in our society for the fourteen-year-old to wish to be eighteen to have the right to drive a car or to have the perks that mark the age of the majority. And don’t we find nowadays the twelve-year-old girl who wishes she were sixteen so that she could be courted by some young man? Moreover, those of us in our sixties who would like to appear forty-some are even willing to undergo aesthetic surgical interventions for such purposes.

Of course, we are facing a complex problem, with obvious emotional consequences that affect the health of the person. At first glance, we are abusing our bodies somewhat by demanding a different age than the chronological one. Each age, obviously, has its own modalities and opportunities, and wisdom is required to know how to appreciate, take advantage and live in all its dimensions, the here and now of a person’s life.

According to our sages, Sarah dies upon hearing that her son Yitzchak is almost sacrificed. Avraham acquires property, in perpetuity, to bury his wife. This place, “Me’arat Hamachpelah”, becomes the burial place for the patriarchs and their wives, except for our matriarch Rachel. The location of the burial is in Chevron, a place of obligatory pilgrimage for believers.

Avraham’s great concern, a restlessness that is almost an obsession, is to ensure the continuity of his teachings. His conception of the covenant between God and humanity, which is that of a God who responds and reacts to man’s moral conduct, had to be passed on to future generations. In the idolatrous lands of Cana’an it was not possible to get a young woman who could be a mother and educator of those who will have to transmit the knowledge and fervor of these new teachings. Avraham then imposes an oath on his servant Eli’ezer to look for a suitable wife for his son and heir Yitzchak, a wife who comes from his ancestral home.

Arriving on the outskirts of Haran, Elie’zer decides to be guided by the following test: the chosen one will be the first young woman to offer him water, for him and his camels. It seems, then, that for Eli’ezer the essential quality in a future wife is goodness. The beautiful Rivkah is the girl selected for her kindness and after an exchange of gifts with the maiden’s family, the journey back to Avraham’s home begins. Before leaving, the relatives bid farewell to Rivkah with the blessing “Achotenu at hayí lealfei revavah”, “our sister may you become thousands of ten thousand”, that is, may numerous descendants emanate from you.

These same words are used today, to bless every bride a few minutes before the wedding ceremony, the Chupah. Approaching Avraham’s home, Rivkah notices a young man strolling in the countryside. Informed that it is her fiancé (perhaps due to the emotion of the encounter) she falls off the camel and then covers her face with a veil. To recall this event that occurred with the first young bride mentioned in the Torah, every future bride will cover her face at the time of the wedding ceremony, as a sign of modesty. The union between Yitschak and Rivkah is the first to be described in the abundance of detail and therefore serves as a model for future times.

The Talmud gives an additional interpretation to the fact that, for the wedding, the bride covers her face with a veil. It is to point out to the groom, says the Talmud, not to look only at the superficial beauty, but at the inner splendor, at the spiritual magnificence of his future spouse.

Our account continues with the description of the moment when Yitschak takes Rivkah as his wife, “Vayikach et Rivka vatehi lo le’ishah vaye’ehaveha”, which means: “and he took Rivkah and she was his wife and loved her. When the verb Lakoach is used with reference to a woman, our Chachamim give it the meaning of marriage. This is clear from several verses of the Torah, among which are some that correspond to this week’s reading that illustrates the way and means to perform the marriage ceremony.

It is interesting to note, according to our last quote, “and she was his wife and loved her,” that marriage precedes love in our text. In our culture, on the other hand, it is conceived that love must be prior to marriage. The biblical conception serves, perhaps, to emphasize that the deepest love develops after marriage. Love is strengthened and fortified by sharing, living together, and with common purposes and goals in conjugal life. Love is most authentic and lasting when husband and wife face life’s vicissitudes and challenges together, as well as when they share in its goodness and blessings.

The last lines of our chapters relate that Avraham marries one more wife and that he dies at the age of one hundred and seventy-five. Yitschak and Yishmael meet and share in the pain of their father’s death and bury him in the same Me’arat Hamachpelah where Sarah’s remains lie. Suffering and tragedy are shown as factors of union and rapprochement. The brothers who had chosen very different and antagonistic paths are reunited in deep grief over the death of their father. Death erases, at least momentarily, the marked differences between Yitschak and Yishmael who together lead the patriarch to his grave. The end of the period of mourning signals, again, their different choice of paths symbolizing the discrepancy between their life spiritual optics.

FALLECIÓ MI AMIGO OSCAR HALFEN

Al llegar a Caracas con mi familia en 1967 noté que la dirigencia de la Unión Israelita de Caracas estaba en manos de gente muy dedicada y entregada al servicio comunitario, pero perteneciente a una generación mayor que la mía.

Pensando en la continuidad de la institución y tal vez para sentirme cómodo con gente contemporánea, cronológicamente hablando, reuní un grupo de jóvenes miembros de esta institución entre los cuales destacaron Silvia y Oscar Halfen.

Nos reunimos periódicamente en diferentes casas y entablamos amistad que duró decenios. Oscar y Silvia formaron parte de ese conjunto selecto que denominamos “Asociación de Jóvenes de la Unión Israelita”, agrupación conocida por sus siglas AJUIC. Muchos miembros de este grupo se incorporaron luego al quehacer comunitario y de esa manera aseguraron continuidad para la institución que sigue con brillo, incluso en esta época difícil para el Yishuv.

Oscar continuó con su interés social y llegó a ocupar con brillo la presidencia de la Unión Israelita, líder de la comunidad Ashkenazí que incorpora Sinagoga, Colegios, Cementerio, Beit Avot, en fin, un amplio menú de instituciones claves para el desarrollo de toda Kehilá.

La educación fue uno de los temas principales que abordó este grupo y logró cambios fundamentales para su mejoría y desarrollo.

Cabe destacar igualmente el rol fundamental que desempeñó el Estado de Israel en la vida comunitaria que incluyó apoyo económico, viajes de intercambio, visitas de los líderes políticos y religiosos fundamentales del joven Estado. Como presidente, Oscar fue el anfitrión para muchas de esas personalidades.

Lo anterior es importante pero el aspecto básico que destaco es la personalidad singular de Oscar. Fue un distinguido médico, pediatra de mis 3 hijos y amigo de décadas. Oscar era un hombre sincero, devoto, leal, patriarca de una tribu, junto con su querida Silvia, de hijos, nietos y bisnietos.

Oscar era un hombre de paz que buscó el denominador común para limar diferencias, miró a la sociedad con optimismo y con su conducta de alta moralidad y ética sentó ejemplo no tan solo para su familia sino para todos quienes tuvimos el honor de contarlo como amigo y consejero, en muchas oportunidades.

Oscar fue heredero de genes extraordinarios. Sus padres procrearon tres varones, dos médicos y un ingeniero, cada uno de ellos destacado en su profesión.

Conocí al abuelo materno conocido como “El Tote” que asistía a la sinagoga con regularidad y atendía diversos servicios religiosos.

La falta de Oscar se sentirá especialmente en el seno de su familia, pero también en los corazones de quienes lo admiramos y apreciamos por sus dones de gente. Y como muchos dicen, no solo era médico, era un MENCH.

GOD’S RESPONSIBILITY

VAYERA_GENESIS XVIII -XXII

Some chapters of this week`s reading are used on the days of Rosh Hashanah. The obvious question is: Why were these episodes of the life of the first Jewish couple selected, when the Torah also contains, for example, the Ten Commandments, which serve as the moral basis for Western society, and which, therefore, would have been very appropriate as the main theme for that Day of Judgment. To have preferred the episode of Akedat Yitzchak, the “binding of Isaac” to the message of Sinai, implies that our Chajamim gave singular importance to this story for its exemplary teaching for future generations. The notion of sacrifice is apparently essential in every genuine human relationship and especially for our encounter with the Creator.

From another point of view, the basic message of these chapters is that God does not desire human sacrifices. An essential principle in our tradition is Vejai bahem, which means “and you shall live through them” (the Mitsvot). The Torah teaches how to live a fuller and more fulfilling life. Indeed, according to the Talmud, in the hereafter we will have to answer different questions and one of them will be: Why didn’t you take greater advantage of it and why didn’t you enjoy this world more? Of course, always within the framework of the parameters established by our tradition.

It is essential to remember that Akedat Yitzchak’s message has special significance for a humanity that included in its religious worship the sexual offering of virgin maidens to their gods and that, at some point, also promoted human sacrifices. Jewish tradition was therefore very revolutionary, declaring for all future generations that faith in a Creator implies, by definition, life and not death. The Torah has the goal of Vechai bahem, the directive and north to achieve a fuller life, with a transcendental content.

There are several hypotheses about the reasons why man of antiquity offered human sacrifices. In the end, none of them could explain what the human mind intended with this. It is possible that this was a reaction of fear to the “punishments” they received from their gods. These punishments were represented in some natural phenomena, such as earthquakes, floods or plagues, whose origin was unknown and were impossible to control. Man, then offered these sacrifices as a bribe to appease such destructive forces that he perceived as messages from capricious gods. Those conditional offerings, from incantations to the life of a loved one, such as a sibling or a child, in exchange for something, Did man seek to exert influence on the conduct of deities whom he considered arbitrary and capricious? Because by failing to obtain the desired response, he would remain at the mercy of the inexplicable lack of compassion of such higher beings.

An essential message of Judaism is that there is a reciprocal and dialogic relationship between man and his God. That is the notion of Brit, to which we alluded in a previous comment. God’s behavior and actions are not arbitrary. We, human beings, possess the means to influence Divine decisions. We have a voice; we participate in the making of heavenly decisions. That’s the extraordinary meaning of a conversation between Avraham and God, according to our weekly reading.

The Torah relates that three men visit Avraham and, among other things, announce to him the imminent destruction of Sedom and Amorah. This fact concerns Avraham, because his nephew Lot, who had accompanied him at the beginning of his journey to Canaan, had chosen to reside in  Sedom. Avraham does not then focus his attention exclusively on his nephew and his family. The Torah reproduces a conversation between Avraham and God, which consists in an apparent questioning of Divine Justice.

How is it possible, Avraham questions, that He Who judges the entire earth not do justice? Surely there are righteous people in Sedom and  Amorah, Can the righteous be destroyed at the same time as the wicked are eliminated?  We are facing a totally different conception of the deity.  Avraham is not an iconoclast because he destroys material idols. Avraham is a revolutionary because he breaks with concepts and formulations that do not allow any exchange, any dialogue, between a human being and the deity.

From then on, God will provide a constitution, a Torah which must govern His actions as well. What is written in the tefillin, the phylacteries belonging to God? The question makes sense only when God is also attributed responsibility for His actions, responsibility for His frequent absence from the stage of History, as is the case during the Holocaust years of World War II.

Lot is saved from the destruction of the cities, but his daughters conclude that the whole world has been destroyed. The fire and smoke, the sulphury smell and the fury of the heavenly rain led them to conclude that they were witnessing the end times. Faced with the possibility of the final eclipse of the human species, they decide to get the father drunk, have sexual relations with him and procreate the ancestors of new peoples.

It is very difficult to judge the action of Lot’s daughters. We are at the dawn of the history of civilization and many of the moral norms that we consider fundamental today were unknown then. This is a further example of human behavior that is being left behind to gradually evolve into norms and behaviors that belong to a higher moral stage.

The current reality is that we are still in full evolution. At present, there are versions of Lot’s daughters in our societies: for example, parents who abuse their sons. After millennia of development and evolution, we still regress to the primitive. Periods of oppression lead new generations to wish to completely free themselves from the taboos of other eras. The result, on many occasions, is an inclination toward debauchery and the stripping away all inhibitions. The sexual revolution of our times, to mention one example, has eliminated many hypocrisies, but has brought with it the weakening of the institutions that have been the basis of our society. Notwithstanding the distance in time, Avraham’s teachings continue to be relevant.

LA RESPONSABILIDAD DE DIOS

VAYERÁ_GÉNESIS XVIII -XXII

Algunos capítulos de esta semana sirven para la lectura bíblica de los días de Rosh HaShaná. La pregunta obvia es: ¿por qué se seleccionaron estos episodios de la vida de la primera pareja judía, cuando la Torá también contiene, por ejemplo, los Diez Mandamientos, que sirven de base moral para la sociedad occidental, y que, por lo tanto, hubieran sido muy apropiados como tema principal para ese Día del Juicio. El haber preferido el episodio de Akedat Yitsjak, la “atadura de Isaac” al mensaje de Sinaí, implica que nuestros Jajamim le dieron importancia singular a este relato por su enseñanza ejemplar para las futuras generaciones. La noción de sacrificio es esencial en toda relación humana genuina y especialmente para nuestro encuentro con el Creador.

Desde otro punto de vista, el mensaje básico de estos capítulos es que Dios no desea los sacrificios humanos. Un principio esencial en nuestra tradición es Vejai bahem, que quiere decir “y vivirán a través de ellas” (las Mitsvot). La Torá enseña cómo vivir una vida más llena y satisfactoria. En efecto, según el Talmud, en el Más Allá tendremos que responder a diferentes preguntas y una de ellas será: ¿por qué no aprovecharon más y por qué no disfrutaron más de este mundo? Desde luego, siempre dentro del marco de los parámetros establecidos por nuestra tradición.

Es esencial recordar que el mensaje de Akedat Yitsjak tiene una significación especial para una humanidad que incluía en su culto religioso el ofrecimiento sexual de doncellas vírgenes a sus dioses y que, en algún momento, también promueve sacrificios humanos. La tradición judía era, por tanto, muy revolucionaria, al declarar para todas las generaciones futuras que la fe en un Creador implica, por definición, vida y no muerte. La Torá tiene el objetivo de Vejai bahem, la propuesta de una dirección y un norte para alcanzar una vida más plena, con un contenido trascendental.

Hay diversas hipótesis acerca de las razones por las cuales el hombre de la antigüedad ofrecía sacrificios humanos. Al final, ninguna de ellas descubre lo que la mente humana pretendía con esto. Es posible que se tratara de una reacción de temor ante los “castigos” que recibían de sus dioses. Estos castigos estaban representados en algunos fenómenos naturales, como terremotos, inundaciones o plagas, cuyo origen desconocía y resultaban imposibles de controlar. Ofrecía, entonces, estos sacrificios como soborno para apaciguar tales fuerzas destructoras que percibía como un mensaje de dioses caprichosos. Esas ofrendas condicionadas, a cambio de algo, desde los encantamientos, hasta la vida de un ser querido, tal como un hermano o un hijo. ¿Acaso el hombre buscaba ejercer influencia en la conducta de deidades que consideraba arbitrarias y caprichosas y, en consecuencia, al no obtener la respuesta deseada, seguía a merced de la inexplicable falta de compasión de dichos seres superiores?

Un mensaje esencial del judaísmo es que hay una relación recíproca y de diálogo entre el hombre y su Dios. Esa es la noción de brit, a la cual aludimos en un comentario anterior. El comportamiento y las acciones de Dios no son arbitrarios. Nosotros, los seres humanos, poseemos los medios para influir en las grandes decisiones Divinas. Tenemos voz, aportamos una parte a la toma de las decisiones celestiales. Ese es el extraordinario significado de una conversación entre Avraham y Dios, según nuestra lectura semanal.

La Torá relata que tres hombres visitan a Avraham y, entre otras cosas, le anuncian la inminente destrucción de Sedom y Amorá. Este hecho atañe a Avraham, porque su sobrino Lot, que lo había acompañado al comienzo de su viaje a Canaán, se había residenciado en Sedom. Avraham no centra entonces su atención exclusivamente en su sobrino y su familia. La Torá reproduce una conversación entre Avraham y Dios, que consiste en un aparente cuestionamiento de la Justicia Divina. 

¿Cómo es posible, cuestiona Avraham, que quien juzga toda la tierra no haga justicia? Seguramente hay personas justas en Sedom y Amorá, ¿acaso se puede destruir a los justos al mismo tiempo que se elimina a los malvados?, señala Avraham. Estamos frente a una concepción totalmente diferente de la deidad. Avraham no es un iconoclasta porque destruye ídolos materiales. Avraham es un revolucionario porque rompe con conceptos y formulaciones que no permiten ningún intercambio, ningún diálogo, entre el ser humano y la deidad. 

De allí en adelante, Dios aportará una constitución, una Torá propia de Él, que deberá regir sus actos. ¿Qué está escrito en los tefilín, las filacterias pertenecientes a Dios?, pregunta el Talmud. La interrogante tiene sentido sólo cuando se le atribuye igualmente a Dios responsabilidad por Sus acciones, a la misma e igual responsabilidad por Su frecuente ausencia del escenario de la historia, tal como sucede durante los años del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial.

Lot se salva de la destrucción de las ciudades, pero sus hijas concluyen que el mundo entero ha sido destruido. El fuego y el humo, el hedor del azufre y de la furia de la lluvia celestial las llevan a concluir que están presenciando el fin de los tiempos. Frente a la posibilidad de presenciar el eclipse final de la especie humana, deciden emborrachar al padre, tienen relaciones sexuales con él y procrean a los antepasados de nuevos pueblos.

Es muy difícil juzgar la acción de las hijas de Lot. Nos encontramos en los albores de la historia de la civilización y muchas de las normas morales que hoy consideramos fundamentales, Eran desconocidas entonces. Este es un ejemplo adicional de un comportamiento humano que se está dejando atrás para evolucionar paulatinamente hacia normas y conductas que pertenecen a un estadio moral superior.

La realidad actual es que estamos aún en plena evolución. En esta época existen versiones de las hijas de Lot en nuestras sociedades: por ejemplo, padres que abusan de sus hijos. Después de milenios de desarrollo y evolución, aún retrocedemos hacia lo primitivo. Los períodos de opresión conducen a las nuevas generaciones al deseo de liberarse por completo de los tabúes de otras épocas. EL resultado, en muchas oportunidades, es una inclinación hacia el libertinaje y el despojarse de todas las inhibiciones. La revolución sexual de nuestros tiempos, por mencionar un ejemplo, ha eliminado muchas hipocresías, pero ha traído consigo el debilitamiento de las instituciones que han sido la base de nuestra sociedad. Al fin de cuentas, las enseñanzas de Avraham siguen vigentes.