Recordando el Éxodo de Egipto en el último día de la festividad

Hemos tratado la materia con anterioridad, sin embargo, sale a relucir con frecuencia, porque carece de una aparente explicación satisfactoria. El tema es la libertad de acción, el libre albedrío del ser humano, retado y cuestionado, por ejemplo, en el relato bíblico en el cual Dios “endurece” el corazón del Faraón para que no permita que los hebreos salgan de Egipto. Debido a la negativa del Faraón, Dios envió plagas que diezmaron a los egipcios, como una demostración de Su poderío y autoridad que estaba por encima del poder de los dioses del panteón egipcio. El Faraón es castigado por su terquedad, por no permitir el éxodo que sería el modelo moral para las generaciones futuras. Un pueblo no debe esclavizar a otro pueblo, cada grupo o individuo debe poder servir a Dios, a su Dios, en la manera que considere adecuada.

El gran dilema ético es ¿cómo se puede castigar al individuo cuando Dios le “endurece” el corazón? El castigo y la recompensa deben sustentarse en la posibilidad de poder elegir libremente, pero cuando los actos están predeterminados o cuando una fuerza superior impone cierto comportamiento, ¿acaso es moral en tal circunstancia culpar a la persona que carece de opción, de libre albedrío?

Leemos, por ejemplo, en Deuteronomio: “Les doy la posibilidad de elegir entre el bien y el mal,… les aconsejo que opten por el bien”, instructivo que enseña que la persona tiene alternativas  y,  por lo tanto, permite que se le exija el rendimiento de cuentas, que se cuestione la conducta del ser humano. ¿Por qué no eligió el Faraón hacer el bien? Era una alternativa viable, al alcance de su voluntad de soberano.

El Talmud cita a Rabí Yojanán, un erudito que afirma que en varias ocasiones anteriores Dios le había avisado al Faraón que cambiara de actitud. Las primeras cinco plagas que azotaron a los egipcios debían haber sido la advertencia, fue únicamente desde la sexta plaga en adelante que el texto reza que Dios “endureció” el corazón del Faraón. Rabí Yojanán enseña, tal vez, que la perversidad y el mal, eventualmente, se convierten en una segunda naturaleza del ser humano, privan el libre albedrío. El pecado se apodera de la persona y lo atrapa.

No obstante, lo antedicho, el judaísmo manifiesta que nunca es tarde para el arrepentimiento, para el retorno a las raíces de la decencia y moralidad. La idea es que la persona puede cambiar, incluso el día de su fallecimiento. Postular que quien se acostumbra a la inmoralidad pierde autonomía ética, contradice la posibilidad de teshuvá, volver a Dios. El Talmud cita que el verdugo de los diez sabios condenados a la muerte por las autoridades de la época preguntó: ¿acaso tendría un lugar en el Más Allá, si le quitaba la lana mojada que había sido colocada sobre el pecho de uno de los sabios para prolongar su agonía mientras era incinerado? La respuesta fue positiva, sí obtendría el lugar anhelado. Incluso una acción de dudosa piedad, que como en este caso solo menguaría el dolor, porque la inevitabilidad de la muerte del sabio no había sido alterada, era meritoria señal de piedad.

El arrepentimiento no consiste únicamente en Vidui, una declaración o reconocimiento de haber errado, puntualiza el estado de estar totalmente involucrado, es la experiencia que debe envolver y modificar a la totalidad del ser. Usualmente, identificamos a la confesión con la admisión del pecado, en realidad es una confidencia cuyo tema incluso puede ser el éxito y el logro. La confesión se realiza ante Dios, porque Él es el Único ante Quien se puede desnudar el alma, libre del manto de la hipocresía, tanto en el momento que solo avisora la tiniebla como en la hora de la alegría suprema.

El relato referente al “endurecimiento” del corazón del Faraón debe ser analizado con mayor detalle. En aquella época, Egipto era una de las dos potencias más importantes del área. Había surgido gracias a la utilización de esclavos en el trabajo. Erigieron palacios y construyeron ciudades, se destacaron en la agricultura, todo a base del trabajo forzado, no remunerado, de centenares de miles de siervos. Súbitamente, aparecen en el escenario Moisés y Aharón, se dirigen a la corte del Faraón y exigen la libertad de sus hermanos. La consecuencia hubiera sido catastrófica, porque la economía egipcia estaba basada en la mano de obra barata, en realidad, gratuita. Después de la muerte de los primogénitos, hecho que incluyó al primogénito real, en un momento de desesperación, el Faraón sucumbe a la petición de dejarlos en libertad, pero horas más tarde inicia la persecusión de los esclavos porque los cimientos de la sociedad egipcia cederían ante la ausencia de estos siervos.

El “pecado” del Faraón consistió en ignorar la posibilidad, en efecto la necesidad, de producir un “cambio” en la economía egipcia. La inmoralidad de la esclavitud debía haberlo conducido a pensar en alternativas, por más difíciles y traumáticas que éstas fueran para la sociedad, soluciones a largo plazo, que en un futuro producirían un entorno digno, éticamente viable, para su pueblo.

Los dilemas atrapan cuando el intelecto es ocioso, cuando no se perfora los límites que han sido marcados arbitrariamente por lo pragmático y utilitario, cuando se juzga los eventos por el beneficio material inmediato y se aparta el ingrediente auténticamente espiritual del ser humano. Existe la auto limitación del libre albedrío por falta de imaginación, por el cese de la búsqueda de soluciones creativas y novedosas a encrucijadas y circunstancias laboriosas.

Moisés surgió del palacio del Faraón, el sofocante yugo no permitía que naciera de la masa humana esclavizada un espíritu que conciba y luego se atreva a desafiar a la tiranía, pero en las generaciones siguientes, cada época, habiendo aprendido de la experiencia hebrea en Egipto, produjo su propio liderazgo interno que enarboló la bandera de la libertad y los derechos básicos de la sociedad. Debido a ello, en todo momento de significación religiosa judía, repetimos “en recuerdo del Éxodo de Egipto”.

Remembering the Exodus from Egypt on the last day of the holiday

We have dealt with the matter before, however, it comes up frequently, because it lacks an apparent satisfactory explanation. The theme is freedom of action, the free will of the human being, challenged and questioned, for example, in the biblical account in which God “hardens” the heart of Pharaoh so that he does not allow the Hebrews to leave Egypt. Because of Pharaoh’s refusal, God sent plagues that decimated the Egyptians, as a demonstration of His power and authority that was above the power of the gods of the Egyptian pantheon. Pharaoh is punished for his stubbornness, for not allowing the exodus that would be the moral model for future generations. A people must not enslave other people, each group or individual must be able to serve God, its God, in the way it deems appropriate.

The great ethical dilemma is how can the individual be punished when God “hardens” his heart? Punishment and reward must be based on the possibility of being able to choose freely, but when the acts are predetermined or when a higher force imposes behavior, is it moral in such a circumstance to blame the person who lacks choice, or free will?

We read, for example, in Deuteronomy: “I give you the choice between good and evil,…  I advise them to choose the good,” instructive that teaches that the person has alternatives and, therefore, allows him to be held accountable, to question the conduct of the human being. Why did Pharaoh not choose to do good? It was a viable alternative, within reach of his will as sovereign.

The Talmud quotes Rabbi Yochanan, a scholar who claims that on several previous occasions God had warned Pharaoh to change his attitude. The first five plagues that struck the Egyptians must have been the warning, it was only from the sixth plague onwards that the text says that God “hardened” Pharaoh’s heart. Rabbi Yochanan teaches, perhaps, that perversity and evil eventually become second nature to man, preventing free will. Sin takes over the person and entraps him.

However, Judaism states that it is never too late for repentance, for a return to the roots of decency and morality. The idea is that a person can change, even on the day of his death. To postulate that those who become accustomed to immorality lose ethical autonomy contradicts the possibility of Teshuva, returning to God. The Talmud quotes that the executioner of the ten sages condemned to death by the authorities of the time asked: would he have a place in the Hereafter if he removed the wet wool that had been placed on the chest of one of the sages to prolong his agony while he was cremated? The response was positive, yes you would get the desired place. Even an action of dubious piety, which as in this case would only diminish the pain, because the inevitability of the sage’s death had not been altered, was a meritorious sign of piety.

Repentance does not consist solely of Vidui, a declaration or acknowledgment of having erred, it points to a state of being fully involved, it is an experience that must envelop and modify the totality of being. We identify confession with the admission of sin. Confession is to stand before God, because He is the Only One before Whom the soul can be stripped naked, free from the cloak of hypocrisy, both at the moment that only warns of darkness and in the hour of supreme joy.

The account concerning the “hardening” of Pharaoh’s heart must be analyzed in detail. At that time, Egypt was one of the two most important powers in the area. It had arisen thanks to the use of slaves. They erected palaces and built cities, and excelled in agriculture, all based on the forced, unpaid labor of hundreds of thousands of serfs. Suddenly, Moses and Aharon appear on stage, go to Pharaoh’s court and demand the freedom of their brothers. The consequence would have been catastrophic because the Egyptian economy was based on cheap, free labor. After the death of the firstborn, a fact that included the royal firstborn, in a moment of despair, Pharaoh succumbs to the request to release them, but hours later begins the persecution of the slaves because the foundations of Egyptian society would collapse in the absence of these serfs.

Pharaoh’s “sin” consisted in ignoring the possibility, in effect the necessity, of bringing about a “change” in the Egyptian economy. The immorality of slavery should have led him to think of alternatives, however difficult and traumatic they were for his society: long-term solutions, which in the future would produce a dignified, ethically viable environment for his people.

Dilemmas dominate when the intellect is idle when the limits that have been arbitrarily marked by the pragmatic and utilitarian are not pierced when events are judged by immediate material benefit and the authentically spiritual ingredient of the human being is removed. There is the self-limitation of free will by lack of imagination, by the cessation of the search for creative and novel solutions to crossroads and laborious circumstances.

Moses emerged from Pharaoh’s palace and dared to challenge tyranny. Future generations learned from the Hebrew experience in Egypt, and produced new leadership that raised the flag of freedom to defend the basic rights of society. Because of this, at all times of Jewish religious significance, we repeat “in remembrance of the Exodus from Egypt.”

THE ABSENCE OF MOSES IN THE HAGGADAH

PASSOVER-PESACH

The human figure that dominates the Torah is undoubted MosesMichelangelo eternalized him in marble and, contemplating the finished work, supposedly exclaimed: “Why don’t you speak?” Moses, the great lawgiver, and ultimate leader of the people, combined mental vigor with emotional sensitivity, verbally punished the Hebrews for their periodic deviations but implored God not to punish them. He was even willing to be erased from the annals of history if necessary to obtain divine forgiveness for the people.

Heeding God’s call in the episode of the Sneh, the burning bush, he returned to Egypt, where he was wanted as a criminal. He risked his life to fulfill God’s command: to deliver the Hebrew people from Egyptian slavery. Assisted by his older brother, Aharon, he appeared at Pharaoh’s palace on several occasions to request freedom of worship for his people and, using the powers God had granted, sent 10 plagues upon the Egyptians, events which eventually convinced Pharaoh to allow for the exodus.

The Torah insists that the account of these events must be repeated to the new generations: vehigadeta levinecha, and “you will tell your descendants the details of the events that led to the liberation of the slaves, your ancestors,” so says the Haggadah, the formal narrative dating from the second Beit HaMikdash.

Rabbi Yosi the Galilean says, “How do we know that the Egyptians were punished with 10 plagues in Egypt? … When they were at sea, it is said, “And when Israel saw the wonderful power that the Lord unleashed upon the Egyptians, the people feared the Lord, they had faith in the Lord and in his servant Moses.” This verse of the Torah is the only mention of Moses in the Haggadah and, moreover, there are versions of the text that omit this verse.

In the course of this story that is repeated on the night of the Seder, the figure of Moses could have appeared on several occasions. The 10 plagues are recited, one by one, and a drop of wine is spilled which symbolizes possibly a tear for the damage that each of them caused. This recitation could have included the name of Moses, who started the plagues when he appeared at dawn before Pharaoh and turned the waters of the Nile into blood, preventing the monarch from bathing in them.

Why is Moses’ name absent from the Haggadah account? It cannot be a coincidence, because Moses is ubiquitous in the sacred text. If an attempt were made to purge his name from the Pentateuch, the text would become totally acephalous and mutilated. The author of the Haggadah emphasizes the fact that God did not use an angel or an emissary to extract the people: only He Himself in all His glory and majesty took care to bring them out of Egypt. 

Perhaps the intention was to point out that freedom is an essential condition of the human being and God chose not to delegate its achievement to highlight its fundamental value. Because the divine sparkle that resides in every human being is a reference to freedom. By creating man in His image and likeness, God had made him free, because the cardinal attribute of God is to be absolutely free, without conditioning.

During the episode of Egel Hazahav, the Golden Calf, the people tried to deify Moses. Because the Egel was, in fact, a substitute for Moses, who was temporarily absent. They danced frantically around the golden statue and exclaimed, “This is the Divinity, Israel, who drew you out of Egypt.” It is possible to speculate that the author of the Haggadah tried to avoid confusion between God and man.  Moses was the greatest of men because he spoke to God “face to face”; yet he continued to be a man. A great and exceptional man, endowed with talents never equaled, but always a man. And although Moses‘ name is not explicitly mentioned by the author of the Haggadah, there is no doubt that he was the heroic figure of the Exodus from Egypt that we celebrate on Passover.

LA AUSENCIA DE MOSHÉ EN LA HAGADÁ

PÉSAJ

La figura humana que domina la Torá es, sin duda, la de Moshé. Miguel Ángel lo eternizó en mármol y, al contemplar la obra terminada, supuestamente exclamó: “¿Por qué no hablas?”. Moshé, el gran legislador y líder máximo del pueblo, combinó el vigor mental con la sensibilidad emotiva, castigó verbalmente a los hebreos por sus periódicas desviaciones, pero imploró que Dios no los castigara. Incluso estuvo dispuesto a someterse a ser borrado de los anales de la historia si fuese necesario para obtener el perdón divino para el pueblo. 

Atendiendo el llamado de Dios en el episodio del Sné, la zarza ardiente, volvió a Egipto, donde era buscado como un criminal. Arriesgó su vida para cumplir con el mandato de Dios: liberar al pueblo hebreo de la esclavitud egipcia. Asistido por su hermano mayor, Aharón, se presentó en el palacio del Faraón en varias ocasiones para solicitar la libertad de culto para su pueblo y, valiéndose de los poderes que Dios había concedido, lanzó 10 plagas sobre los egipcios, las cuales finalmente convencieron al Faraón de que permitiera el éxodo.

La Torá insiste en que el relato de estos sucesos debe ser repetido a las nuevas generaciones: vehigadetá levinejá, y “relatarás a tus descendientes los detalles de los eventos que condujeron a la liberación de los esclavos, tus antepasados”, así reza la Hagadá, la narrativa formal que data del segundo Beit HaMikdash.

Rabí Yosí el Galileo dice: “¿Cómo sabemos que los egipcios fueron castigados con 10 plagas en Egipto? … Cuando estaban en el mar, se dice: “Y cuando Israel vio el maravilloso poder que el Señor desató sobre los egipcios, la gente temió del Señor, tuvieron fe en el Señor y en su siervo Moshé”. Este versículo de la Torá es la única mención de Moshé en la Hagadá y, más aún, existen versiones del texto que omiten este versículo. 

Está claro que, en el transcurso de este relato que se repite la noche del Séder, la figura de Moshé podía haber aparecido en diversas oportunidades. Se recitan las 10 plagas, una por una, y se derrama una gota de vino que simboliza posiblemente una lágrima por el daño que cada una de ellas causó. Esta recitación debía haber incluido el nombre de Moshé, quien dio comienzo a las plagas cuando se presentó de madrugada ante el Faraón y convirtió las aguas del Nilo en sangre, impidiendo que el monarca se bañara en ellas.

¿Por qué está ausente el nombre de Moshé del relato de la Hagadá? No puede ser coincidencia, porque Moshé es ubicuo en el texto sagrado. Si se intentara expurgar su nombre del Pentateuco, éste quedaría totalmente acéfalo y mutilado. El autor de la Hagadá hace hincapié en el hecho de que Dios no utilizó ni un ángel ni un emisario para extraer al pueblo: sólo Él mismo en toda su gloria y majestad se ocupó de sacarlos de Egipto. 

Tal vez la intención fue señalar que la libertad es una condición esencial del ser humano y Dios optó por no delegar su logro para destacar su condición de valor fundamental. Porque la centella divina que reside encada ser humano es una referencia a la libertad. Al crear al hombre a Su imagen y semejanza, Dios lo había hecho libre, porque el atributo cardinal de Dios es ser absolutamente libre, sin condicionamientos.

Durante el episodio del Éguel Hazahav, el Becerro de Oro, el pueblo intentó deificar a Moshé. Porque el Éguel era, en realidad, un sustituto de Moshé, quien estaba temporalmente ausente. Danzaron frenéticamente alrededor de la estatua de oro y exclamaron: “Ésta es la Divinidad, Israel, que te extrajo de Egipto”. Es posible especular que el autor de la Hagadá trató de evitar la confusión entre Dios y hombre. Moshé fue el más grande de los hombres porque habló con Dios “cara a cara”; sin embargo, continuó siendo hombre. Un hombre grande y excepcional, dotado de talentos nunca igualados, pero siempre un hombre. Y aunque el nombre de Moshé no esté explícitamente mencionado por el autor de la Hagadá, no hay duda que fue el héroe del Éxodo de Egipto que celebramos en Pésaj.

MANIFESTACIÓN CUTÁNEA DE LA CALUMNIA

METSORÁ_LEVÍTICO XIV:1-XV:33

El gran expositor bíblico y defensor de la ortodoxia, HaRav Samson Raphael Hirsch de Alemania, insistió que no se debe confundir Tsaráat, la aflicción que ocupa la atención del texto bíblico, con la lepra. En el caso de la lepra se debe acudir al médico; en cambio, para la cura del Tsaráat–que también se presenta como una lesión de la piel–, la persona indicada para examinar la herida es el Kohén, quien luego dispone cuál es el remedio para su curación. Porque, de acuerdo con el Talmud, Tsaráat es una manifestación externa de un mal espiritual interno. Según los Jajamim, el vocablo Tsaráat proviene de Lashón HaRá, (Lehotsí ra) el uso perverso del lenguaje para injuriar al prójimo. 

No se trata de inventar una calumnia, sino la propagación de alguna deficiencia real del prójimo, una característica negativa de la persona. O sea, contar una verdad que presenta a la otra persona desde una perspectiva negativa. Si alguien miente, contarle al prójimo este hecho constituye Lashón Hará. No obstante, si alguien está por contratar a una persona para un cargo que requiere confianza en su palabra, es menester advertir que esa persona miente.

La facultad del uso de la palabra es tal vez la mayor distinción del ser humano por encima de las otras criaturas que habitan la tierra. El lenguaje permite la abstracción mental, la construcción de modelos para describir la naturaleza. Es el medio a través del cual Dios se comunica con el hombre. Pero, así como suele ser el medio más eficaz para el desarrollo, también es el instrumento más eficiente para la destrucción. Con una palabra, bien colocada, se puede ayudar a una persona para que consiga un puesto de trabajo, mientras que con una calumnia se puede destruir una reputación que duró décadas para ser consolidada.

Si el Kohén determinaba que la lesión cutánea era efectivamente Tsaráat, expulsaba al afligido de la comunidad por un período de 7 días, lapso en el cual la persona tenía que salir del campamento. Ese período de siete días tenía también el propósito de permitir que la persona hiciera un examen de su comportamiento, durante su travesía por el desierto. La intención era que pudiera reconocer dónde estaba el error que había cometido y cuál era el daño que su calumnia había ocasionado. Porque la cura de la lesión se producía a través de la Teshuvá, el reconocimiento de la injuria contra el prójimo y la decisión firme de no repetir el error en el futuro.

Cabe destacar que la oración de mayor recogimiento en el día de Yom Kipur se denomina Kol Nidrei, afirmación que no es una plegaria, sino una promesa de no incurrir en el incumplimiento de una promesa en el futuro. Nuevamente se subraya la importancia de la palabra, la promesa empeñada pero incumplida.

El Talmud relata que uno de los Tanaim le pidió a su sirviente que fuese al mercado y le trajera el manjar más delicioso que encontrara. Fielmente, el sirviente retornó con la lengua de un animal. Cuando al día siguiente le pidió que esta vez le trajera la peor comida, el sirviente nuevamente trajo a casa una lengua. La obvia moraleja es que con la lengua se puede componer versos, hacer la paz entre litigantes; pero al mismo tiempo se puede calumniar y destruir la reputación de una persona honrada.

En otros capítulos de la Torá se destacará la importancia de cumplir con la promesa. Los primeros capítulos de la Torá testimonian que Dios creó el universo con la palabra. Dios dijo y se hizo. Expresó Su Voluntad, que se convirtió en hechos físicos que el hombre puede apreciar con sus sentidos. La Torá consiste en palabras: la palabra de Dios y los Diez Mandamientos reciben la designación de Aséret HaDiberot, las Diez Palabras. La condición de Tsaráat enseña que la palabra mal utilizada tiene una consecuencia real, una lesión sobre la piel que puede ser apreciada por todos.

MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ

CONTIENE 11 MITSVOT POSITIVAS

  1. Levítico 14:2 Ritual de purificación por tsaráat
  2. Levítico 14:9 Afeitar al afectado por tsaráat en el séptimo día (parte del ritual de purificación)
  3. Levítico 14:9 Inmersión del individuo impuro en un mikvé para su purificación ritual
  4. Levítico 14:10 La ofrenda del individuo con tsaráat cuando es curado de su aflicción
  5. Levítico 14:35 Leyes de impureza ritual de una casa contaminada con tsaráat
  6. Levítico 15:2,3 Leyes de impureza ritual de la persona que tiene emisiones, zav, quien es objeto y causa de su impureza ritual 
  7. Levítico 15:13,14 Ofrenda del zav cuando es curado de las emisiones
  8. Levítico 15:16 Leyes sobre la impureza ritual del semen, que es ritualmente impuro y causa impureza ritual
  9. Levítico 15:19 Leyes de impureza ritual de la persona que está menstruando que adquiere impureza ritual y causa impureza ritual
  10. Levítico 15:25 Leyes de impureza ritual de la persona que está menstruando de manera anormal que adquiere impureza ritual y causa impureza ritual
  11. Levítico 15:28,29 Ofrenda de la mujer zavá, que está menstruando de manera anormal después de haber sido ritualmente purificada

CUTANEOUS MANIFESTATION OF SLANDER

METSORA_LEVITICUS XIV:1-XV:33

The great biblical expositor and defender of orthodoxy, HaRav Samson Raphael Hirsch of Germany, insisted that Tsara’at, the affliction that occupies the attention of the biblical text, should not be confused with leprosy. In the case of leprosy, you should go to a physician; on the other hand, for the cure of the Tsara’at – which is also presented as a skin lesion – the person indicated to examine the wound is the Kohen, who decides on the remedy for its healing. Because, according to the Talmud, Tsara’at is an outward manifestation of an inner spiritual evil.  According to the Chachamim, the word Tsara’at comes from Lashon Hara, (Lehotsi ra) the perverse use of language to slander one’s neighbor. 

It is not a question of inventing slander, but rather the propagation of some deficiency of the neighbor, a negative characteristic of the person. That is, to tell a factual truth that shows the other person in a negative light. If someone lies, telling others about this fact constitutes Lashon Hara. However, if someone is about to hire a person for a position that requires trust in their word, it is necessary to warn that that person has lied.

The faculty of the use of words is perhaps the most salient distinction of the human being above the other creatures that inhabit the earth. Language allows for mental abstraction, and the construction of models to describe nature. It is the means through which God communicates with man. But just as it is often the most effective means for development, it is also the most efficient instrument for destruction. With a word, well placed, you can help a person to get a job, while with slander you can destroy a reputation that took decades to establish.

If the Kohen determined that the skin lesion was indeed Tsara’at, he expelled the afflicted from the community for a period of 7 days, during which time the person had to be outside the camp. This seven-day period was also intended to allow the person to examine his behavior while in the desert. The intention was that he recognizes where the mistake was made and what damage his slander had caused. Because the cure of the injury occurred through the Teshuvah, the recognition of the insult against the neighbor and the firm decision not to repeat the mistake in the future.

It should be noted that the prayer of greatest recollection on the day of Yom Kippur is called Kol Nidrei, an affirmation that is not a prayer, but a promise not to incur the breach of a promise in the future. Once again, we underline the importance of the word, the promise pledged but unfulfilled.

The Talmud relates that one of the Tanaim asked his servant to go to the market and bring him the most delicious delicacy he could find. Faithfully, the servant returned with the tongue of an animal. When the next day he asked him to bring him the worst food this time, the servant again brought home a tongue. The obvious moral is that with the tongue you can compose verses, and make peace between litigants; but at the same time, you can slander and destroy the reputation of an honest person.

Other chapters of the Torah will emphasize the importance of keeping a promise. The first chapters of the Torah testify that God created the universe by use of the word. God said, and it was done. He expressed His Will, which became a physical fact that man can appreciate with his senses. The Torah consists of words: the word of God, and the Ten Commandments receive the designation of Aseret HaDiberot, the Ten Words. The Tsara’at ‘s condition teaches that the misused word has a real consequence, an injury to the skin that can be appreciated by all.

MITSVAH: TORAH ORDINANCE IN THIS PARASHAH

CONTAINS 11 POSITIVE MITSVOT

  1. Leviticus 14:2 Ritual of purification by Tsara’at
  2. Leviticus 14:9 Shaving the affected by Tsara’at on the seventh day (part of the purification ritual)
  3. Leviticus 14:9 Immersion of the impure individual in a Mikveh for ritual purification
  4. Leviticus 14:10 The offering of the individual’s with Tsara’at when he is healed of his affliction
  5. Leviticus 14:35 Laws of ritual impurity of a house contaminated with Tsara’at
  6. Leviticus 15:2,3 Laws of ritual impurity of the person who has emissions, Zav, who is the cause of his ritual impurity
  7. Leviticus 15:13,14 Offering of the Zav when cured of emissions
  8. Leviticus 15:16 Laws on the ritual impurity of semen, which is ritually impure and causes ritual impurity
  9. Leviticus 15:19 Laws of ritual impurity of the person who is menstruating that acquires ritual impurity and causes ritual impurity
  10. Leviticus 15:25 Laws of ritual impurity of the person who is menstruating abnormally that acquires ritual impurity and causes ritual impurity
  11. Leviticus 15:28,29 Offering of the Zava woman, who is menstruating abnormally after being ritually purified