GÉNESIS XLIV:18-XLVII:27
EL LIDERAZGO DE YEHUDÁ
Cuando nació el cuarto hijo, le nombró Yehudá en agradecimiento, esta vez, a Dios. ¿Por qué decidió agradecer a Dios inmediatamente después del nacimiento de su cuarto varón? Posiblemente para enseñar que dar a luz, engendrar un hijo, exige la intervención de Dios. No se debe olvidar que las otras tres matriarcas tuvieron grandes dificultades para concebir.
Yehudá es el único de los hijos cuyo nombre está asociado a Dios en sus dos primeras letras. Yehudá fue destinado a asumir el mando entre los hermanos y sus descendientes, a través de su nuera Tamar, y serán los reyes de Israel, empezando con la dinastía fundada por David. Aunque la Torá otorga una doble porción de la herencia paterna al primogénito, no por eso éste recibe automáticamente el mando.
El segundo patriarca, Yitsjak, y el tercer patriarca, Yaacov, no fueron los primeros en nacer. Pareciera que la Torá hace hincapié en el hecho de que el manto espiritual que asumieron se debió a sus méritos individuales. La historia se repite en el caso de Yaacov. Reuvén era el primogénito de sus hijos, pero había demostrado debilidad de carácter. Cometió la enorme falta de tener relaciones con Bilhá, una de las concubinas de su padre, que también era considerada como una esposa.
Bilhá era la madre de Dan y Naftalí, progenitores de las tribus del mismo nombre. Cuando Yosef fue apresado por los hermanos para matarlo, Reuvén sugirió que lo arrojaran a un pozo con la intención de luego sacarlo del mismo y devolverlo al hogar paterno. Había cometido una falta fatal para un líder: quería engañara sus hermanos, aunque su propósito era noble. La característica fundamental de un líder es la honradez con quienes deben seguirlo.
El primogénito de Rajel, la mujer que más amó Yaacov, era Yosef. La personalidad de Yosef incluye las extraordinarias dotes de gerencia, que fueron reconocidas en el ambiente cultural más avanzado de la época: Egipto. Valiéndose de sus propias aptitudes, Yosef alcanza la posición más elevada, la segunda después del Faraón. Yosef es un gran administrador, dueño de una extraordinaria sensibilidad. Es un soñador y un visionario. Sin embargo, Yaacov no le otorgó el manto del liderazgo. Por una razón que debe ser estudiada, Yosef tiene éxito solamente en el mundo gentil. Sus hermanos se sienten humillados por él. Lo celan y envidian. Lo admiran, pero, simultáneamente, lo odian.
La historia de Yehudá incluye varios episodios en los cuales no actuó con cordura y acierto. El consejo que ofreció para que Yosef fuera vendido como esclavo sirvió para salir de una encrucijada, pero no era la solución definitiva que un líder debe ofrecer. Evitó que los hermanos lo asesinaran, pero, al mismo tiempo, dispuso que Yosef fuese vendido a la esclavitud, que en aquella época era una sentencia de por vida. Su pasión por satisfacer el deseo carnal lo condujo a una ilícita relación con su nuera Tamar, a quien confundió con una prostituta. Pero, a pesar de ciertas insuficiencias, Yehudá luce en dos renglones vitales para asumir el liderazgo. Nunca engaña a quienes lo siguen y asume responsabilidad por sus errores. El líder no puede decir medias verdades ni titubear en sus pronunciamientos. En ningún momento se aparta de los principios que enuncia. La gente puede tener confianza en su palabra. La promesa anunciada no puede ser alterada. Yehudá se había responsabilizado personalmente por la seguridad física de Binyamín, hecho que permitió que Yaacov consintiera que participara en el nuevo viaje a Egipto en búsqueda de provisiones.
Yosef había planteado que la presencia de Binyamín era indispensable para cualquier futura negociación sobre alimentos. Los primeros versículos de nuestro texto bíblico recogen las palabras de Yehudá ante Yosef, en las cuales ofrece tomar el lugar de Binyamín y recibir personalmente cualquier castigo. Nuevamente sale a relucir la característica fundamental del líder. Asumir la responsabilidad ante cualquier eventualidad.