La tribu de Leví desempeña un papel singular en el relato bíblico. En el momento de la rebelión del éguel hazahav, que es el becerro de oro, son ellos los que responden al llamado de Moshé, para luego ser reconocidos como los oficiantes del culto en reemplazo de los primogénitos. En estos capítulos se enseña sobre el momento de su consagración. Cada uno de los miembros de esta tribu tenía que servir durante veinticinco años, a los veinticinco años de edad. Luego se relata la única celebración del Pésaj que se dio en los cuarenta años de la travesía del desierto. Hay quienes sostienen que esto fue debido a que el berit milá no se practicó durante esos años y por lo tanto no se podía celebrar la festividad. La Torá establece, kol arel lo yojal bo, que el incircunciso no puede ingerir el sacrificio Pascual, por este motivo no podía celebrarse esta festividad de la libertad. (En la Torá el vocablo Pésaj hace referencia únicamente al sacrificio que se ofrece el día catorce de Nisán. La festividad que hoy denominamos Pésaj, recibe la nomenclatura de Jag Hamatsot en la Torá).
Respondiendo a la pregunta sobre las personas que por motivos de impureza ritual o por encontrarse a una distancia que les impide llegar a tiempo para ofrecer el Pésaj, Dios instruye a Moshé que existe la posibilidad de hacer un sacrificio un mes más tarde (Pésaj shení). El guer, que en el lenguaje del Talmud denota a un converso al judaísmo, se debe regir por las mismas leyes, dice la Torá. Los jajamim cuestionan si es adecuado que un guer -afirme de acuerdo al texto de la Hagadá- que sus antepasados fueron esclavos en Egipto. Según algunos eruditos, el guer de la Torá no es idéntico al guer del Talmud que hace referencia a una persona que adhiere de manera voluntaria al judaísmo. Sostienen estos estudiosos, que el guer de la Torá es el extranjero que decide abandonar la idolatría pero que aún no ha decidido incorporarse plenamente a la tradición judía. De todas maneras, la Torá manifiesta la igualdad ante la Ley de todos aquellos que quieren participar en nuestros ritos y se identifican con nuestro destino. Por lo tanto deciden que el guer debe afirmar también que sus antepasados fueron esclavos en Egipto. La conversión al judaísmo significa la inclusión en un nuevo árbol genealógico e implica hacer suya la historia del pueblo judío.
En el libro de Shemot nos encontramos con la expresión nevieja, que en ese contexto señalaba que Aharón sería el portavoz de Moshé, quien tenía dificultades de lenguaje (kevad pe). Ahora nos encontramos con este mismo vocablo, pero con un significado distinto. El espíritu de Dios desciende sobre Eldad y Meidad, y estos comienzan a profetizar. Un joven, que según Rashí es Guershom, un hijo de Moshé, hace sonar una alerta sobre lo ocurrido. Yehoshua reacciona con violencia (porque se sugiere que anunciaban la muerte de Moshé y la sucesión de Yehoshua al frente del pueblo). Moshé, en cambio, aspira a que en todo momento el espíritu Divino pueda estar presente, en el seno del pueblo.
Estamos ante la presencia de una nueva figura bíblica, la del naví, el profeta. Moshé, el gran líder y libertador del pueblo, es, al mismo tiempo, el prototipo del naví. En las palabras de Rambam, Moshé es el Adón haneviim, el señor de todos los profetas. Dios se comunica constantemente con él. Vayedaber Hashem el Moshé lemor: “y Dios le habló a Moshé diciendo”, es un versículo que aparece constantemente en la Torá. De acuerdo con Saadiá Gaón, el naví es principalmente un mensajero de Dios. Sus habilidades en el ámbito de los milagros y sus conocimientos acerca de lo oculto y de los sucesos futuros son muy limitados y se circunscriben a las necesidades correspondientes a su misión. Desde la perspectiva de Yehudá Haleví la profecía es propia del pueblo judío y fue transmitida desde Adam a aquellos que fueron aptos y merecedores de recibir esta herencia singular. La profecía, en su opinión, requiere de un entorno especial que sólo se encuentra en Érets Israel. Para Rambam la profecía es la culminación del estado de perfección en el terreno de la moralidad, del intelecto y del espíritu. Rambam cuestiona la historicidad de ciertos eventos en la Biblia, tales como el relato de los mensajeros que se le aparecen a Avraham y el de la lucha de Yaacov con un supuesto ángel. Para Rambam estos son episodios que pertenecen al mundo de la visión profética. Rambán difiere radicalmente de la opinión de Rambam al asumir una interpretación literal del texto bíblico en los casos mencionados.
Mucho se habla acerca de las facultades de predicción del profeta. (Recordemos el dicho que afirma que predecir los acontecimientos es un acto muy peligroso). No obstante, considero que el naví es, en su esencia, un factor perturbador del status quo. El naví es el modelo de la persona indignada e insatisfecha por el comportamiento de los integrantes de la sociedad que lo circunda. Es aquel quien cuestiona por vocación. Para el profeta, las injusticias diarias, a las cuales solemos acostumbrarnos, son la causa de sus constantes denuncias y exhortaciones. No dedica su atención a la solución de los problemas filosóficos y teológicos tales como el por qué y el propósito ulterior de la existencia. Su preocupación está enfocada hacia las injusticias cotidianas: contra la viuda y el huérfano, contra el pobre y el desamparado, que le sirven de modelo, como blanco de los abusos.
En la visión aristotélica, los dioses no se ocupan de las cosas que consideran triviales tales como el bienestar y la desgracia humanas. Existen hechos que pueden considerarse como minucias cósmicas tales como los atentados de los fuertes contra los débiles. Para el naví, en cambio, la lucha contra estos males se convierte en la razón de su existencia y en el propósito fundamental de su misión. El naví está aparentemente programado para reaccionar violentamente contra la injusticia, sin tomar en cuenta las consecuencias personales que sus acciones pueden ocasionarlo. Así nos encontramos, por ejemplo, con el profeta Natán que se enfrenta al poderoso rey David para reclamarle directamente sus acciones en el caso de Bat Sheva.
La fuente de la inagotable energía del naví radica en su amor por el ser humano y la compasión que siente por sus sufrimientos. Su dedo acusador no se limita a señalar a los culpables de algún crimen. El naví considera que la sociedad que alberga a los explotadores de los menos afortunados es igualmente responsable de los males. La lectura de un Amós y de un Yeshayahu, por ejemplo, revelan que sus ideas y denuncias corresponden a una sensibilidad social contemporánea. Esta es una de las categorías que utilizamos para calificar cualquier obra literaria de excepcional. Su contenido es aplicable a nuestros tiempos, por lo tanto, la naturaleza humana ha sido bien analizada y calibrada. El lenguaje es literariamente valioso y las ideas contenidas en estos mensajes son fundamentales para el género humano.
Moshé demuestra su calidad de naví cuando, al salir por primera vez del palacio del faraón, defiende el honor del hebreo maltratado por el capataz egipcio. Con este acto, Moshé se pone en peligro y efectivamente pierde su situación de privilegio en la Corte egipcia. Un naví no puede permanecer indiferente cuando presencia una injusticia. Y Moshé es ante todo, el Adón haneviim, el señor de todos los profetas.
Buenos días Rabí, lo sigo desde hace poco tiempo desde facebook, leo con interés sus escritos y enseñanzas, aún cuando provengo del seno de una familia católica, estoy convencida de que no puedes practicar el cristianismo sin conocer y valorar la fe judía.