Estos capítulos conducen al evento central de la narrativa: la entrega de la Torá en el monte Sinai. Incluso la esclavitud egipcia y el éxodo triunfal a la conclusión de doscientos diez años de servidumbre sirven de marco para la revelación Divina. Al considerar que la Torá es un documento de un contenido altamente moral, la estadía en Egipto fue un episodio necesario para sensibilizar al hebreo frente al sufrimiento del prójimo. Este evento será mencionado en toda celebración porque el ingrediente moral, la disposición a defender los derechos de las personas que habían sido “olvidadas por la historia” que se manifiesta en la empatía por el dolor ajeno, esta actitud que fue impresa en el espíritu del hebreo por su propio sufrimiento bajo el yugo egipcio, lo preparó para ser el portavoz de la Palabra de Dios.
Desde los primeros episodios del Génesis observamos el proceso de selección que Dios impuso para identificar a las personas dignas de ser los portavoces del mensaje moral, del comportamiento ético que obliga a la solidaridad con el prójimo. ¿Por qué no le entregó Dios la Torá a la primera pareja? De esa manera la Humanidad habría tenido una Carta Magna con las pautas específicas para el comportamiento moral. En realidad, las primeras generaciones fueron
sometidas a diversas pruebas para comprobar si eran aptas para recibir el mensaje Divino, así lo argumenta el profesor Dov Landau.
La desobediencia de Adam probablemente no consistió solamente en el mordisco que le dio al fruto prohibido. La serpiente había seducido a la primera pareja con la noción de que “el día que coman de este (árbol) se abrirán sus ojos y serán como Dios, conocedores del bien y del mal”, a diferencia de la admonición Divina de que la muerte sería la consecuencia de la desobediencia. El atrevimiento de la pareja no constituyó una desobediencia puntual, sino una
rebelión, un desafío a la soberanía de Dios.
Muchos otros personajes bíblicos fueron sometidos a diferentes pruebas para demostrar si eran idóneos para recibir la Ley de Dios. De acuerdo con la Torá, las primeras diez generaciones fueron degenerando hasta los días de Nóaj cuando Dios ordenó el diluvio, evento que servirá para recrear la Humanidad a través de este personaje, que también demostró una gran debilidad moral con su primera acción después del desastre universal: plantó un viñedo para luego embriagarse con su vino. Ya había demostrado que su convicción era débil, porque no había podido atraer a nadie más a su causa. Pese a que trabajó por décadas en la elaboración del arca, ninguna otra persona se dispuso a acompañarlo.
Kayin no pasó el examen porque asesinó a su hermano Hével. Lot prefirió la abundancia material, a pesar de que las ciudades de Sedom y Amorá lo expondrían a un comportamiento amoral. Tamar se disfrazó como una prostituta y la esposa de Potifar estaba dispuesta a entregarse a Yosef, sin tomar en cuenta que ese hecho constituía una traición a la confianza que su esposo depositaba en ella. Avimélej y el faraón quisieron desposar a la mujer de otra persona, y así sucesivamente, cada uno de los personajes que desfila por las páginas de la Torá demuestra grietas en su carácter, fallas profundas de personalidad. El arribo de Avraham señala el comienzo de una nueva etapa para la Humanidad.
Esta vez Dios encontró un personaje que se preocupaba por la suerte de otros, que tenía abiertas las puertas de su hogar para recibir a quien tuviera sed o hambre, que defendió con las armas a su sobrino Lot. Avraham podía ser el padre de una nación merecedora de la Torá.
Incluso tenía que haber una selección posterior en la descendencia de Avraham, porque no todos eran aptos para la tarea. Finalmente, la servidumbre en Egipto sirvió para depurar al pueblo, porque solamente una quinta parte estuvo
dispuesta a seguir a Moshé para salir de Egipto y aventurarse por las arenas del desierto, porque reconocieron que la libertad era uno de los principios fundamentales de la dignidad humana. Las largas décadas de esclavitud sensibilizaron sus espíritus para que en el futuro se convirtieran en protectores de los perseguidos, en defensores del débil.
La base de la Torá es la consideración de los derechos del prójimo, el reconocimiento de que cada ser humano ha sido formado a la imagen y semejanza del mismo Dios. Solamente un pueblo que puede cumplir con Veahavtá lereajá
kamoja, “amar al prójimo como a sí mismo”, puede ser transmisor de los valores morales contenidos en los Diez Mandamientos, ampliados, a su vez, en la Torá.
Mi querido Rabino, tu artículo de hoy, Yitró, es un texto de esperanza, fortaleza, y enseñanza, especialmente para quienes en Venezuela vivimos, gracias y que nuestro Gran Dios, te siga dando sabiduría. Shalom