La historia judía es el relato del encuentro del pueblo hebreo con Dios y la relación mutua entre las partes conocida como el berit, el pacto que Dios entabló inicialmente con los patriarcas y luego con el pueblo en su totalidad en el monte Sinaí. Bereshit, el primer libro de la Torá, describe la naturaleza del berit que Dios selló con los patriarcas, cuyas vidas describen cómo se constituyó la familia en el eje fundamental tanto del pueblo judío como de su credo.
El segundo libro, Shemot, destaca la relación de Dios, esta vez no con extraordinarias individualidades tales como los patriarcas, sino con el pueblo en su totalidad. Se nota la transformación de una fe de familia o tribal en la evolución hacia una comunidad que se relaciona con Dios. Esta relación con Dios afirma que el pueblo hebreo tiene que ser Am kadosh: un pueblo consagrado al servicio de Dios, a hacer conocer al Creador entre las naciones y el comportamiento moral que ello exige para que la historia de la Humanidad apunte a una etapa idílica, la era mesiánica, cuando la armonía y el entendimiento sean una realidad en la convivencia humana.
Al mismo tiempo, Dios se compromete a proteger al pueblo hebreo, tal como lo hizo en Egipto cuando los liberó de la esclavitud. La relación entre pueblo y Dios se concreta en el enunciado de los Diez Mandamientos, carta fundamental del berit. Las instrucciones acerca del Mishkán sirven para profundizar la relación que tendrá también un símbolo concreto para la permanencia de Dios en el seno del pueblo, tal como reza la Torá: Veasú li Mishkán veshajantí betojam, “y me erigirán un Tabernáculo y residiré entre ustedes”.
El tercer libro, Vayikrá, describe el proceso asociado con el korbán, el sacrificio que permitirá que el pueblo manifieste su gratitud al Creador. Tal como indica la raíz de la palabra Korbán, el sacrificio es un medio para el acercamiento a Dios, para entablar un diálogo no verbal con el Creador.
Además, varios capítulos están dedicados a la enumeración de un conjunto de leyes que no están directamente enunciadas en los Diez Mandamientos, pero que tienen un gran contenido social. Tal vez el capítulo que le exige al pueblo ser kedoshim, convertirse en sacro y permanecer apartado del gentío que desconoce la responsabilidad moral y la conducta ética, caracterizan más que cualquier otro factor el parámetro distintivo del pueblo judío.
El berit también incluyó la promesa de conducir al pueblo a la Tierra Prometida y es allí donde concluye el relato de la Torá. Moshé conduce al pueblo hasta la frontera de Israel y entrega el mando a Yehoshúa, que capitaneará la conquista de esta tierra. Pero este relato pertenece a la segunda parte del Tanaj: los Neviim, y en particular a los libros Yehoshúa, Shoftim y Shemuel I y II.
La historia judía es el relato del incumplimiento del berit por ambas partes, porque todo berit es una relación recíproca. Pasarán muchos siglos después de la conquista de la Tierra Prometida para que el pueblo se despoje de la idolatría y se acoja a las admoniciones de los profetas que los señalaban de ser desleales, tal como una mujer que traiciona a su marido. La ingratitud a Dios simbolizada por la presencia de la idolatría nunca se hizo presente en el segundo Beit HaMikdash, pero esta vez la envidia y la enemistad sin causa condujeron a su destrucción y al exilio que tiene ahora la opción de concluir gracias al establecimiento de Medinat Israel.
Bemidbar describe las peripecias de la travesía por el desierto, la rebelión de Kóraj, el episodio de los Meraglim, los espías que produjeron un informe negativo sobre la imposibilidad de conquistar la tierra que Dios les había prometido.
Nuestros capítulos empiezan con el censo del pueblo, dividido en tribus que se mantendrán con cierta independencia hasta los días del profeta Shemuel, que los transforma en un pueblo con un proyecto y un programa nacional.
Rabino P. Brener, gracias por este estupendo resumen de la relación del pueblo de Israel y H’B, así como de los libros de la Torá.
Que El, nos muestre el camino a seguir, nos otorgue discernimiento para comprender y rechazar la idolatría. Asi, aminar con Shalom y Amor al prójimo en esta vida.
Nelson
Muchas gracias, muy didáctico.