La rebelión de Kóraj

KÓRAJ - Números XVI - XVIII

La rebelión de los príncipes de nuestro pueblo en contra de Moshé y Aharón es el foco de atención de nuestra lectura semanal. Las revoluciones generalmente son encabezadas, por aquellos que no logran el liderazgo a pesar de considerarse aptos y merecedores del mismo. Quien dirige esta sublevación es Kóraj, un primo de Moshé, que pertenece igualmente a la tribu de Leví, a la cual le habían sido encomendadas las labores del culto. Kóraj considera que se ha concentrado demasiado poder en manos de los dos hermanos. Los jajamim estiman que Kóraj era un hombre de gran fortuna y por la posición económica ahora ansía el reconocimiento de la sociedad y busca el poder político que otorga la condición de líder. Kóraj encabeza un grupo de unas dos cientos cincuenta personas, un gran número de los cuales pertenece a la tribu del primogénito Reuvén, que ahora desafían el liderazgo de Moshé y Aharón. Según Ibn Ezra, nos encontramos frente a una rebelión que se dio en el momento (después del episodio del éguel hazahav) cuando los primogénitos fueron sustituidos en el servicio religioso por la tribu de Leví. Para eliminar la sospecha de que ésta fue una decisión personal de Moshé, se pone a prueba la aceptación de los sacrificios por parte de la Divinidad. Kóraj y su gente preparan los sacrificios, tal como anteriormente solían hacerlo por ser primogénitos.

Según el Midrash, Kóraj cuestiona a Moshé acerca de un talit shekuló tejélet, que es un talit confeccionado totalmente del hilo azul que requiere la Torá únicamente para las esquinas, según el capítulo final de la lectura anterior referente a los tzitzit. La pregunta de Kóraj es, ¿requiere este talit que es enteramente de color azul un hilo adicional tejélet? La respuesta de Moshé es afirmativa. Kóraj reacciona de manera despectiva y con ironía, señalando el razonamiento del que se deduce que no es necesario el hilo azul adicional. Kóraj argumenta: si un solo hilo sirve para cumplir con la ley, es indudable que un talit confeccionado exclusivamente con ese hilo azul, cumple con el espíritu de esa misma ley.

Siguiendo esta línea de razonamiento, Kóraj pregunta si una casa que contiene muchos ejemplares de la Torá requiere una mezuzá en el dintel de la puerta. (La mezuzá es un pergamino sobre el cual están escritos dos párrafos específicos que de la Torá). La respuesta de Moshé sobre la necesidad de la mezuzá es también afirmativa. La aparente intención de Kóraj es demostrar que la autoridad de Moshé es auto impuesto y que las leyes que promulga no son de origen Divino porque carecen de toda lógica.

Un Midrash diferente nos presenta a Kóraj como defensor de la viuda y del huérfano. Kóraj plantea el siguiente caso: cuando la viuda y sus dos hijas se disponen a arar su único lote de tierra, Moshé se les presenta advirtiéndoles, “no se debe arar con un buey y un asno juntos”. En el momento de la siembra se les previene con “no se puede sembrar dos tipos de semillas”. En el momento de la cosecha se les recuerda que “no se puede cortar los frutos de las esquinas del campo ni se puede recoger lo olvidado”. Cuando vino la hora de almacenar los granos se les exigió que “apartasen terumá para el kohén y el diezmo para el leví”. Desesperada, debido a todas las exigencias anteriores, la viuda vendió el campo y compró dos ovejas para vestirse con la lana y poder alimentarse gracias al producto de los animales. Cuando las ovejas parieron, se presentó Aharón solicitando el primogénito de los recién nacidos. En el momento de esquilar, Aharón exigió las primeras lanas. La viuda no aguantó más y decidió sacrificar las ovejas. Nuevamente se presentó Aharón señalando que le pertenecían los hombros, las quijadas y el estómago. En tal caso, respondió la viuda, que vaya todo para el santuario. Dado que una promesa de palabra con referencia a hékdesh que son las cosas que le pertenecen al santuario, equivale a una acción contractual en otros casos, Aharón se llevó el animal entero, dejando a la viuda desconsolada.

En nuestro texto de la Torá no aparece ninguno de los detalles arriba mencionados y, por lo tanto, parecen ser fruto de la imaginación de nuestros jajamim. ¿Cuál es la enseñanza de este Midrash? Nuestros sabios ven en la rebelión de Kóraj el prototipo de majlóket sheená leshem shamáyim, una disputa que no proviene de una auténtica diferencia de opiniones. Para nuestros jajamim, Kóraj está motivado por razones muy personales y solamente utiliza la dialéctica, se aprovecha del caso extremo de una viuda y de sus huérfanos para desacreditar a Moshé a fin de provocar su destitución. Esto crearía un vacío que le daría a Kóraj, la posibilidad de llegar al poder. Es el estilo de los demagogos que simulan defender los derechos de los menos afortunados en aras de la justicia, pero lo que en realidad, buscan, es provecho para su propio interés, su cosecha individual. Al llegar al poder olvidan sus promesas cometiendo abusos y atropellos.

Suponiendo, como el Midrash, que las razones que impulsaron a Kóraj al enfrentamiento no eran altruistas, ¿se puede justificar el comportamiento de Moshé y de Aharón en el caso de la viuda en particular? Desde luego, estamos hablando de un caso exagerado y, por lo tanto, no representativo. Sin embargo, por lo menos se puede deducir una enseñanza importante. En diversos capítulos la Torá nos exige desarrollar una sensibilidad especial por el aní, el pobre, y por el guer, el extranjero, que reside en nuestro medio. La misma ley de peá, la que le exige a la viuda abstenerse de recoger la cosecha de la esquina del campo, tiene como objetivo permitir que los pobres se beneficien con el producto de la misma. La moraleja parece ser que el pobre que requiere ayuda de la sociedad, no puede abstenerse, de participar en la mitzvá de ayudar a otros pobres. Siempre existe alguien más pobre que uno. Los integrantes de la tribu de Leví que eran los recipientes del maaser, el diezmo, tenían que apartar una terumá, un aporte al kohén.

Existe la posibilidad, aunque remota, que en una casa donde haya un numerosos ejemplares de la Torá, no se sienta la presencia Divina. Por ejemplo, hay quienes estudian motivados por la curiosidad intelectual, que es un bien en sí. Hay quienes se interesan por el pasado histórico de los pueblos y aquellos que se empeñan en descubrir el origen de los modelos sociales por los cuales nos regimos. En la tradición judía hay diferentes opiniones acerca de la importancia relativa del estudio y sobre la acción. La decisión en este caso se inclinó a favor del estudio, porque éste conduce a la acción. (Hay una interpretación muy original del Netziv acerca del pronunciamiento de nuestros antepasados de naasé venishmá, que fue su disposición de cumplir con la Torá aun antes de conocer su contenido. Dice el Netziv que para cumplir con los preceptos de la Torá se hace indispensable algún conocimiento previo. Naasé venishmá implica entonces, que aun después de aprender lo imprescindible para cumplir con las mitzvot, nuestros antepasados afirmaron su disposición a seguir estudiando, porque el estudio en si, es un valor, es una mitzvá).

El requisito de colocar la mezuzá, que contiene los rollos de la Torá, se deba tal vez a que desde el punto de vista de nuestros sabios, siempre debemos tener conciencia de la Providencia Divina, incluyendo el momento mismo del estudio. También nos exigieron la recitación de una berajá antes de emprender únicamente la lectura de la Torá para recalcar que el estudio no es un ejercicio intelectual, sino el compenetrarse con la sabiduría y la Voluntad Divinas. Mejor dicho, el estudio es una actividad religiosa, una expresión muy especial de nuestra fe en el Creador