La gente tenía que ser preparada para que se produjera el éxodo de Egipto. Incluso el gran líder del pueblo hebreo, Moshé, en un principio no se mostró dispuesto a realizar la tarea. Argumentó que no tenía facilidad de palabra para presentar argumentos convincentes ante la corte faraónica. Es posible que al principio de la misión que Dios le encomendó no estuviera poseído totalmente de la justicia de la causa, porque le fue difícil convencer a su gente acerca de las bondades de la libertad. ¿Cómo podía convencer a un grupo de esclavos que la Matsá, el pan de la pobreza en un ambiente de libertad era preferible a cualquier manjar en un entorno de esclavitud? De manera que las diez plagas que Dios envió tenían un triple propósito: primero, ablandar el “corazón duro” del faraón. Segundo, convencer a los hebreos de que valía la pena abandonar la “seguridad” relativa de la esclavitud por la incertidumbre y el peligro que enfrentarían en el desierto, y por último, lograr que Moshé y Aharón se sintieran cada día más seguros de su liderazgo. No obstante, las dificultades iniciales, tenían que auto convencerse que cualquier esfuerzo y penuria están justificados cuando se trata de la libertad, la posibilidad de regir el destino propio.
Cada una de las plagas tenía ese triple propósito, además de la demostración de la debilidad y rendición de los dioses egipcios frente al Ser Supremo; empezando con la primera, que convirtió en sangre las aguas del río Nilo, elemento de adoración egipcia. Esta plaga fue aleccionadora, porque enseñó que el Creador único dominaba toda la naturaleza y no había fuerza que se le pudiera oponer. Y así sucesivamente con las otras plagas, hasta llegar a la décima: la muerte de los primogénitos, que afectó directamente a la corte del faraón. Su primogénito también murió en esa ocasión. La penúltima plaga fue la oscuridad. El sol dejó de alumbrar para los egipcios durante tres días, mientras que los hebreos gozaban de la plenitud de la luz en sus residencias. Rabí Baruj Epstein, el autor de Torá Temimá, en ese extraordinario comentario sobre la Torá sugiere cómo se debe entender esta plaga. No se debe olvidar que después del Mabul, el diluvio, Dios prometió que no se haría cambio alguno en el orden de los días, la luz sería seguida por la oscuridad, con regularidad, porque incluso los astros y las estrellas tenían que obedecer la voluntad de Dios. ¿Cómo se puede explicar el fenómeno de la oscuridad? ¿Acaso el sol dejó de alumbrar por un período de setenta y dos horas?
Más aún, el Midrash afirma que la oscuridad tenía “espesor”, no permitía movimiento humano alguno: las personas permanecieron “congeladas” en sus respectivos lugares durante ese período. El autor de Torá Temimá sugiere que Dios no modificó el comportamiento del sol: el fenómeno consistió en una especie de membrana que tapó los ojos de los egipcios y, por ello, se vieron envueltos en la oscuridad.
El “espesor” de la membrana es una probable alusión al “espesor” de las membranas que les impidieron ver.
Se debe deducir que la oscuridad, el equivalente de la ignorancia y la intolerancia, no son resultado de la ausencia de luz en el universo. La desconfianza y el temor por lo desconocido, el odio y el rechazo hacia el prójimo son el producto de la ceguera individual. Cuando se permite que el odio y el resentimiento, la antipatía y la venganza se apoderen del ánimo de la sociedad, se crea una membrana que oculta la luz y permite que aflore la enemistad que conduce a la agresividad.
Tal como la libertad que se obtuvo con el éxodo de Egipto tiene que ser renovada en cada generación –y por ello fuimos encomendados a celebrar el Séder y recordar la amargura de la esclavitud–, de igual manera debemos recordar que hay plagas externas que azotan a la Humanidad, pero que las más perversas son las que cultivamos personalmente, las que brotan de la intolerancia y enemistad, cuando dejamos de observar el Veahavtá lereajá kamoja, cuando no amamos al prójimo como a uno mismo, el “gran principio” de la Torá de acuerdo con Rabí Akivá.
Amén, veamén. Muchas gracias por compartirnos esta hermosa enseñanza Rabino Pinchas Brener. Sea la voluntad del Bendito es, ayudar toda la humanidad a arrepentirse de todo egoísmo y poder regresar a Él con toda el alma, pensamientos y corazón sensibles a su voz. Él Eterno Bendito es, siga manteniendo ese amor con que nos enseña a todos los que le rodean y le bendice junto a su familia. ????☺
Muchas gracias Rab.
En mi caso, yo he sentido con el estudio de la Tora como se abre el entendimiento, se entienden cosas y temas que antes parecerían magia o inverosímiles.
Saludos, Shavua Tov
Shalom estimado Rab, no soy judia, hace un año que se abrió el mar en mi vida encontrando la emuná en el Creador Uno y Unico, ahora en este tiempo me siento caminando en el desierto, desaprendiendo lo que habia aprendido ( cristianismo) y aprendiendo lo que siempre estuvo , está y estará, la Torah, pura y exclusiva. A veces me cuesta tolerar a los cristianos y mesianicos que tienen esa actitud de imponerse de cualquier manera en todos lados, en las paginas judias en particular, no respetando la creencia monoteísta del judaímo.
En mi vida diaria , cada vez que me siento intolerante con la actitud de alguna persona, me pongo a pensar que si fuera mi hijo , el que mas amo en el mundo, el que tuviera esa actitud, lo miraria con otros ojos y fluiría mi comprensión de madre, entonces trato de mirar a esa persona con esos ojos, aunque no es facil y me cuesta un proceso, me ayuda a sacar de mi esas buenas cualidades !!!