Estos son los primeros capítulos del segundo libro de la Torá que se denomina Shemot, que quiere decir Nombres. Para la Biblia el nombre de una persona no es arbitrario. Tiene una significación importante. Por ejemplo, nuestros jajamim afirman que fuimos salvados de Egipto por varias razones, siendo una de ellas el hecho de que no cambiamos nuestros nombres. Hay quienes señalan que a través de los nombres que las personas asumen es factible reconocer el grado de asimilación de un grupo a la sociedad mayoritaria. El hecho de haber conservado los nombres hebreos, es una demostración de la resistencia del pueblo judío de aquella época a asimilarse a la sociedad egipcia y de su apego a los patrones culturales y religiosos de los patriarcas.
En la Biblia se le concede un énfasis particular al significado idiomático de los nombres. El primer hombre se llama Adam porque fue formado de la adamá, que es la tierra. Su esposa recibe el nombre de Javá, porque es la madre de toda jai, que quiere decir un ser viviente. Hay quienes explican que el nombre Javá proviene de una raíz hebrea que quiere decir expresar o verbalizar conceptos. La capacidad intelectual del habla no consiste únicamente en traducir procesos mentales a palabras. La ciencia de la lingüística enseña que el lenguaje es el producto de un mecanismo intelectual sumamente complejo. A través del uso de las palabras se expresan ideas las cuales, en esencia, son construcciones mentales. Pero es válido igualmente afirman que el lenguaje genera ideas nuevas las cuales en ausencia de un lenguaje no podrían concebirse.
Con la desaparición de la generación de Yosef y sus hermanos, se empiezan a sentir nuevas corrientes en Egipto. Los hebreos habían prosperado y se habían multiplicado. Cuando todo está bien, suelen presentarse los problemas. Vayákom mélej jadash, “y se erigió un nuevo rey” que no quiso reconocer el aporte de Yosef al bienestar del país. Nuestros jajamim tienen opiniones divergentes con referencia a este nuevo rey. Algunos dicen que se trata efectivamente de un nuevo monarca que asciende al trono. Otros sostienen que el mismo rey sufrió un cambio. El rey siguió siendo el mismo. Pueda que esta sea la raíz del dicho popular en yídish que afirma men tor nit beten oif a náyem mélej, “no se debe orar por un nuevo rey”.
¿En qué consiste el argumento de este nuevo rey? El Faraón teme que en caso de una guerra, los hebreos pudieran plegar sus energías a las de los enemigos y vealá min haáretz, “y ascienda de la tierra (abandone Egipto)”. Es cierto que nuestros antepasados fueron colocados en la abundancia en la tierra de Goshen, pero en realidad eran prisioneros en una especie de ghetto dorado. El Faraón sospechaba que nuestros antepasados podrían aprovechar un estado de guerra para escapar de su cautiverio, a pesar de la fertilidad de la tierra de Goshen. La política egipcia consistió, entonces, en cambiar radicalmente la condición económica de los hebreos, obligándolos al trabajo forzado, aumentando periódicamente el rigor de las tareas, sin darles compensación alguna. El plan del Faraón buscaba, probablemente, que los hebreos olvidaran su preocupación por los derechos humanos básicos y la noción de la libertad, haciendo todo lo posible para dificultarles la satisfacción de sus necesidades básicas. Hay quienes argumentan que incluso en estos tiempos, resulta una forma aberrante de sometimiento, y esa es la política de los gobiernos represivos, haciendo que la atención de sus ciudadanos se concentre en la adquisición de sus necesidades más básicas, quitándoles así, el tiempo y la energía necesarias para luchar por valores más altos: la libertad y los derechos humanos consagrados.
El Faraón continúa preocupado ante la posibilidad de que el pueblo judío se reproduzca rápidamente y pueda representar una amenaza irreprimible tanto por su decidida voluntad y como por su creciente índice de natalidad. Se proclama entonces un nuevo edicto que exige que las comadronas a todo varón hebreo en el momento de su nacimiento. En vista de que esta orden no es acatada con el suficiente rigor, la misma es modificada exigiendo que todo varón recién nacido sea arrojado al río.
Vayélej ish mibeit Leví, vayikaj et bat Leví; “entonces un hombre perteneciente a la casta de Leví tomó a una hija de Leví”. Este versículo es notable porque da testimonio de la valiente decisión de continuar con una vida familiar normal, aun bajo la amenaza de tener que perder algún hijo en esa unión. Nuestros jajamim señalan a esta pareja, que decide reiniciar su vida conyugal como los futuros padres de Moshé, destinado a liberar a nuestros antepasados del yugo egipcio. Miryam, la hija mayor de esta pareja de la tribu de Leví, había cuestionado la decisión de sus padres por no llevar una vida de pareja, debido a la orden faraónica. El Faraón ordenó la muerte de los varones, únicamente argumentó Miryam, pero una decisión tan tajante, tampoco daba la posibilidad de procrear niñas. Este diálogo alegórico sirve para darle mayor énfasis a la firme resolución de Amram, el padre de Moshé, de no aceptar que un tirano paralizara el desenvolvimiento esencial de una sociedad y no permitir que agrediera la dignidad humana aun bajo la amenaza de muerte. En este siglo, en ausencia de toda noción de moralidad bajo los Nazis, aun en los mismos campos de concentración, hubo quienes que trataron de llevar una vida conyugal “normal” a pesar de las ominosas consecuencias que esto implicaba.
Tres meses después de nacido, Moshé es colocado en una cesta y echado al Nilo. La hija del Faraón escucha su llanto y identifica como uno de los niños hebreos. Según nuestros jajamim ella reconoce su condición de hebreo porque había sido circuncidado y eventualmente le da el nombre Moshé, porque fue sacado de las aguas. El rescate de Moshé es presenciado por Miryam, quien le sugiere a la hija del Faraón que puede conseguirle una mujer hebrea para amamantar al bebé. De tal modo, Yojéved, la auténtica madre de Moshé, continúa cuidándolo. Una vez terminado el período de la lactancia, Moshé se residencia en el palacio del Faraón.
Ya en posición importante en la Corte del Faraón, Moshé decide ver con sus propios ojos la situación de sus hermanos hebreos. Moshé mata a un capataz egipcio que maltrataba a un hebreo. Al día siguiente, cuando desea intervenir en una disputa entre dos hebreos, (según nuestros jajamim se trata de Datán y Aviram que participarán en la futura rebelión liderizada por Kóraj) su autoridades, cuestionada demostrando que su acción del día anterior era de conocimiento público. Aparentemente, Datán y Aviram lo denuncian ante el Faraón. Moshé decide huir de Egipto y se dirige a Midyán, donde se casa con Tziporá, hija de Yitró. Allí se convierte en pastor de ovejas. Un día- que será decisivo para la historia de nuestro pueblo- Moshé tiene la visión de una zarza ardiente que no se consume y la imagen de un ángel que surge del fuego. Moshé escucha la voz de Dios que le encomienda regresar a Egipto para sacar a sus hermanos de la esclavitud, pero deberá castigar a los egipcios por su crueldad. Moshé llega a Egipto y visita frecuentemente la corte. Se produce el azote de las diez plagas porque el Faraón no cumple las promesas que hace para librarse de los fuertes castigos que Dios le impone a él y a su pueblo.