Una de las figuras folclóricas de la Torá es el burro parlante de Bileam. Tal vez como una demostración de que los animales no sólo sienten el dolor y el placer físico, sino que también reaccionan con emoción, el texto bíblico relata que el burro de Bileam se queja verbalmente por el trato de su amo. Alega que le ha servido con lealtad durante años y, por
lo tanto, no merece el castigo de su amo.
Este episodio es analizado por varios comentaristas que ofrecen sus interpretaciones. Empezamos con la Mishná en Avot, que afirma que una de las diez cosas que Dios hizo en el crepúsculo del sexto día de Bereshit fue crear la boca del burro que en el momento oportuno le hablaría a Bileam. Es posible que los jajamim sintieran que, en lugar de un hecho milagroso, este burro era una aberración. Porque el milagro consiste efectivamente en el hecho de que los burros rebuznen, los caballos relinchen, los perros ladren y las personas hablen. Pero cuando se intercambian las facultades, topamos con un error de la naturaleza. Por ello, los jajamim enseñaron que el burro de Bileam no era una excepción a las reglas de la naturaleza, sino que desde el comienzo Dios había creado un burro en particular, con la facultad de hablar.
Abarbanel cuestiona la necesidad de este milagro. La razón del comportamiento excepcional del burro había sido la presencia de un ángel en el camino. ¿Acaso para ello era necesario que se produjera una excepción al orden natural?
Se podía haber llamado la atención de Bileam sobre la presencia del ángel de otra manera. Además, de acuerdo con el texto, los sucesos tenían como propósito evitar que Bileam maldijera al pueblo hebreo. ¿Por qué intervino Dios para que Bileam cambiara de opinión? Dios simplemente podía haber hecho caso omiso al deseo de Bileam.
De acuerdo con Rambán, la locución del burro era una demostración de que la facultad de hablar –que el hombre posee para formular ideas– proviene de Dios, quien si así lo desea, puede causar que un burro hable, y por ende, también tiene el poder de enmudecer a quienes usualmente hablan. Sin embargo, hay comentaristas que sugieren que en realidad el burro no habló. En opinión de Samuel David Luzzato, el sonido que el burro emitió no era igual a la plática de un ser humano, pues, de lo contrario, la Torá hubiera testimoniado la sorpresa de Bileam y sus acompañantes al
presenciar un burro que habla.
Según Luzzato, el plan de Dios no era que los hebreos atacaran a Moav. Por ello, si hubiera permitido la maldición de Bileam, la gente hubiera pensado que la razón del comportamiento benévolo de los hebreos hacia los moabitas se debía a la fuerza espiritual de Bileam. Más aún, se hubieran atribuido las futuras desgracias que sufriría el pueblo a la maldición original de Bileam.
Alexander Klein trae a colación el parecer de Meir Simjá HaKohén de Dvinsk, quien sugiere que el episodio de Bileam tenía un propósito aleccionador para los pueblos de
la época y pretendía facilitar la conquista de la Tierra Prometida.
Porque estos hechos demostraban que Dios protegía al pueblo hebreo, incluso de la maldición de un profeta gentil. Rambam opina que un ser humano no puede visualizar un ángel, pues se trata de un ser etéreo, que pertenece a otra dimensión. Por ello, el episodio del burro parlante es en realidad una alucinación, un evento que tuvo como escenario la mente de Bileam.
Yehezkel Kaufman sostiene que Bileam tenía la capacidad de maldecir al pueblo hebreo, pero Dios impidió que lo hiciera y convirtió su plan malévolo en una bendición. Este hecho, a diferencia de la creencia pagana, es una demostración de que no existe fuerza capaz de oponerse a la voluntad de Dios. Incluso aquellos que poseen talentos extraordinarios tienen que rendirse ante la inmutable voluntad de Dios.
Y Dios escogió al pueblo hebreo para que cumpliera la misión de predicar la unidad de Dios, la existencia de un solo padre para toda la Humanidad, y como consecuencia
de ello, la fraternidad que debe existir entre las personas.