En opinión de numerosos estudiosos de la realidad religiosa y social de nuestro pueblo, Shabat y kashrut son los dos pilares fundamentales de nuestra tradición. Al igual que muchas otras generalizaciones que resultan frágiles frente a cuestionamientos serios, éstas también sucumben ante un análisis cuidadoso. Sin embargo, tiene un uso pragmático porque sirve para un análisis precoz de la condición religiosa del individuo o de una comunidad. Los mencionados pilares de la tradición son una especie de barómetro que sirven para medir el grado de observancia de nuestras leyes. Asumimos, generalmente, que las personas que observan Shabat y kashrut, también cumplen, con otras mitsvot. No corremos ningún riesgo si inferimos que las personas que son meticulosas con las numerosas leyes de Shabat, igualmente escuchan los sonidos del shofar, que es el cuerno de un cordero, en Rosh HaShaná y se abstienen de comer jamets, que son los alimentos leudantes prohibidos en Pésaj.
Dado que el kashrut distingue diariamente al hogar judío, esta mitsvá tiene una importancia singular en nuestra tradición. Además, toda una industria de alimentos ha surgido a su alrededor. Especialmente en festividad de Pésaj hay muchos preparativos en los hogares y los alimentos kasher lePésaj juegan un papel determinante en todas nuestras comunidades. Esta palabra, generalmente pronunciada kósher por los americanos, forma parte del idioma inglés, al menos el que utilizan todos, judíos y gentiles, en los grandes centros urbanos de los Estados Unidos. Taref o terefá, significa “no es kasher”, o sea un alimento prohibido. Estos dos vocablos kasher y taref, por lo tanto, desempeñan un papel singular y significativo en la vida hogareña y comunitaria del mundo judío contemporáneo.
Si nos remontamos un par de milenios atrás, a la época de la existencia del Beit HaMikdash, que es el sagrado Templo de Jerusalem, nos encontramos conque kasher y taref no son ubicuos en la vida cotidiana y no juegan el papel determinante de nuestros días. Tamé, que quiere decir lo que es ritualmente impuro; y tahor, lo que es ritualmente puro; son los dos conceptos claves que acaparan la atención y la preocupación cotidiana de la sociedad judía de aquel entonces. El servicio y el ritual del Beit HaMikdash cuyo alrededor giraba el grueso del culto religioso de la época, obliga a la consideración de estas dos condiciones rituales de un judío. El ingreso del feligrés al recinto del Templo y su posible participación en alguno de los rituales dependen de su estado de “pureza ritual” para ese momento. Para poder pasar de un estado de tamé al de tahor se tiene que cumplir con varios pasos que pueden incluir el ofrecimiento de sacrificios y las abluciones en un mikvé, una piscina de agua ritual, según lo que se indique para cada situación en particular.
Nuestros capítulos semanales dan comienzo a un análisis de este mundo de tahará, de la pureza ritual, con una descripción de la enfermedad nega tsaráat, usualmente identificada con la lepra. Si partimos del punto de vista de que la Biblia no es un texto de medicina, cabe preguntarnos, ¿qué lugar ocupa un tratado detallado acerca de esta contagiosa enfermedad tsaráat en un compendio de principios morales? Aparentemente, en la concepción de las sagradas escrituras, contraer esta enfermedad no es accidental, sino el castigo por un comportamiento dudoso o ciertamente inmoral. En Shemot (Éxodo) IV, 6, leemos, “y añadió el Eterno: pon ahora tu mano en tu pecho. Y puso (Moshé) su mano en su pecho y la retiró como leprosa, blanca como la nieve”. En el próximo versículo, Dios hace desaparecer la lepra, lo que constituye una demostración de poderes extraordinarios que Moshé podría utilizar para convencer al Faraón de que permitiese la salida de los hebreos de su territorio.
En realidad, ésta es la segunda demostración que Dios le hace a Moshé. La primera de ellas consiste en arrojar su bastón al suelo para que se convierta en una serpiente. ¿Cuál es el propósito de la segunda demostración, la lepra? Hay quien considera que tal vez la prueba de la lepra fue un castigo para Moshé, porque en el primer versículo de este mismo capítulo leemos, “y respondió Moshé, ¿y si ellos (los hebreos) no me creyeran y no me escucharan porque dijeran: no se te apareció el Eterno”? Esta falta de confianza en el pueblo que se desprende de las palabras de Moshé es la causa de que Dios ordene, aunque sólo sea momentáneamente, el azote de la lepra en la mano de Moisés. En el Talmud, Resh Lakish afirma que quien tenga sospechas de una persona que no es culpable sufre un castigo corporal y cita como prueba la mano leprosa de Moshé.
En Bemidbar (Números) XII, 1, dice el texto: “y hablaron Miryam y Aharón contra Moshé por causa de la mujer kushit (etíope) que él había tomado por mujer”. Algunos versículos más adelante leemos, “no es así con mi siervo Moshé, que Me es fiel en gran manera. Con él hablo cara a cara, en visión clara… Y cuando la nube se retiró del tabernáculo he aquí que Miryam se convirtió en leprosa, blanca como la nieve…”. Según este relato, la lepra que sufre Miryam también se debe al haber hablado en contra de Moshé.
De los dos casos citados se desprende entonces, que tsaráat es una aflicción resultante de alguna falta moral que no está ligada a una acción, sino a la calumnia o a la apreciación errónea del calibre moral del prójimo. Sin embargo, esta tsaráat se manifiesta como una enfermedad fisiológica y el kohén tiene la función de diagnosticar y luego indicar el tratamiento requerido. De acuerdo a ciertas tonalidades de color y de apariencia, se le indica al doliente si es necesario que se aparte del campamento comunitario por un período prudencial, hasta que la herida cure de acuerdo con la opinión del kohén. Las vestimentas del afligido tienen que ser lavadas, y luego salpicadas siete veces con el líquido que contiene también la sangre de un ave sacrificada. Su ropa se lava nuevamente y tiene que quitarse los vellos del cuerpo, hacer una inmersión, salir fuera del ámbito de la comunidad por un período de siete días, para luego ser considerado tahor. En el octavo día tiene que ofrecer unos sacrificios acompañados de un complejo ceremonial. ¿Por qué se le exige el ofrecimiento de un sacrificio? ¿Acaso tiene la persona alguna responsabilidad moral por haberse enfermado? Forzosamente debemos concluir, según la perspectiva de la Torá, que uno contrae nega tsaráat por haber cometido una falta de tipo religioso moral que requiere kapará, la expiación a través de la ofrenda de algún sacrificio.
En otros libros bíblicos también encontramos episodios donde se menciona la lepra. El rey Uziyahu, por ejemplo, es castigado con lepra por intentar participar en el ritual de los sacrificios en el Templo. En la tradición judía hay una separación entre kéter malejut, que es la corona del reino, y kéter kehuná, que es la corona del sacerdocio. Por ello, Uziyahu fue exilado de la comunidad hasta el día de su muerte.
Si por un lado se considera que la lepra es un castigo, su curación se estima como el resultado de la intervención Divina. En los libros de los profetas se nos enseña que Naamán, el general del rey de Aram, es curado por el profeta Elisha, quien le ordena siete abluciones en el río Jordán. Mientras que el joven aprendiz del profeta, Guejazí, se contagia con la misma lepra, por haber recibido en contra de la voluntad del profeta, un regalo de Naamán. De esta manera, nuestra tradición le da una perspectiva moral a una enfermedad que azotó a la humanidad por siglos y que para muchos era el resultado del caprichoso comportamiento de la naturaleza y de la ira imprevista de los dioses que su imaginación había creado.