HECHOS CUESTIONABLES

Parashá TOLEDOT

Acertadamente, muchos señalan que la Torá no esconde los errores de sus actores, los héroes son descritos con sus fortalezas y debilidades de carácter. Este hecho apunta hacia la autenticidad del texto sagrado, aun para aquellos que consideran que es un documento producido por humanos. Por ejemplo, la conducta de los patriarcas no es siempre impecable.

Avraham, por insistencia de su esposa Sará, expulsa del hogar a su concubina Hagar con su hijo Yishmael, hecho de cuestionable moralidad. Mientras que en nuestros capítulos, Rivká, esposa del segundo patriarca Yitsjak, “manipula” a su hijo Yaacov y cubre parte de su cuerpo con pieles para hacerse pasar por su hermano gemelo Esav ante el anciano y casi ciego padre. Cuando es confrontado por su primogénito Esav para que también le otorgue la bendición, Yitsjak responde: “Bemirmá”, a través de un “engaño”, tu hermano Yaacov me la arrebató. Las intrigas que se tejerán entre los hijos del tercer patriarca tendrán una profunda raíz en su personalidad. Así lo señalan los exégetas, por ello Yaacov no podía protestar el trato que Yosef recibió a manos de sus hermanos.

El rabino Yuval Cherlow profundiza nuestro cuestionamiento al señalar que, dado que la transmisión de la herencia espiritual de los patriarcas se produjo a través de la estratagema, este hecho pone en duda la legitimidad de la sucesión del patriarcado y la autenticidad de las raíces del judaísmo. Todo se hizo Bemirmá. Es interesante por ello destacar que Onkelós, la traducción autorizada al arameo, traduce esta palabra como Bejujmá, que quiere decir “con inteligencia”. O sea que no se trató de un engaño, sino un acto audaz para prevenir un desastre. ¿Acaso no había recibido Rivká el augurio de que el mayor serviría al menor?

Ello quiere decir que Esav estaría subordinado a Yaacov, mensaje que recibió cuando todavía no había terminado el período del embarazo.

Más aún, la bendición que Yaacov obtuvo inicialmente de su anciano padre se refería a la abundancia material que tendría, al hecho de que se enseñorearía por encima de otros y tendría la potestad de bendecir y maldecir. Pero la transmisión del patriarcado se produjo en una segunda oportunidad, cuando el padre se enteró de que Esav había decidido vengarse y, por lo tanto, consideró oportuno que Yaacov se ausentara del hogar paterno por un período prudencial.

Esta vez, Yitsjak le instruyó que se dirigiera a Padán, donde podría casarse con una mujer perteneciente a la familia. Invocó a Dios para que le transmitiera la bendición de Abraham, a él y a su descendencia. En esta ocasión, vemos con claridad la bendición patriarcal de sucesión. En apariencia, Yitsjak reconoce conscientemente que el auténtico heredero, el eslabón de la continuidad, será Yaacov y no Esav.

Este no es el único caso en el cual la conducta de los patriarcas puede ser cuestionable. ¿Acaso no le había exigido Avraham a Sará que dijera que era su hermana y no su esposa, cuando se vio obligado a descender a Egipto debido a la hambruna que reinó en la región? ¿Acaso no hizo algo similar en el caso del rey Avimélej, quien fue castigado por intentar el amor con Sará? Incluso, cuando Moshé se presentó ante el faraón para que permitiera que el pueblo hebreo saliera al desierto para “servir” a Dios por un período de tres días, ¿acaso su verdadera intención no era escapar totalmentede la esclavitud egipcia?

Cherlow argumenta que tal vez la narrativa bíblica admite la viabilidad de la palabra ambigua cuando el propósito es correcto y justo. No olvidemos que nos encontramos en la época de la historia que es anterior a la entrega de la Torá con sus exigencias y normas específicas. Tal vez, en un principio se permitió cierta elasticidad de conducta y palabra a los héroes bíblicos, manera de actuar que debe contrastarse con el culto idólatra de la época. Efectivamente, el patriarca Avraham temía ser asesinado por los egipcios y que se apoderaran de su esposa Sará, cuya belleza es mencionada por primera vez. La falta de precisión de Avraham al llamar hermana a su esposa es entendible frente a la mencionada alternativa.

Está claro que la sensibilidad moral y ética es un proceso que se fue acentuando e incrementando de acuerdo con las vivencias de los patriarcas, y que se normalizó y formalizó con la entrega de la Torá en el monte Sinaí.