HACIA LA TIERRA PROMETIDA

DEVARIM_DEUTERONOMIO I:1-III:22

El quinto libro del Pentateuco, el Jumash, recoge los discursos y admoniciones de Moshé al colectivo. Dios había dictaminado que este líder no conduciría al pueblo en la conquista de la Tierra Prometida y Moshé sabía que sus días estaban contados. Era impostergable una evaluación sobria de su actuación y un examen sincero del comportamiento del pueblo hebreo durante los años de su travesía por el desierto. Un período que destaca las dificultades de nuestros antepasados para aceptar el yugo de la ley, porque no habían tenido que regir su actuación en Egipto por ningún imperativo moral. Tendrían que reconocer que sólo con el cumplimiento de un conjunto de reglas, las Mitsvot, podrían convivir en armonía, formar una sociedad que eventualmente se convirtiera en un pueblo soberano en una tierra propia.

Los espías que fueron enviados a examinar si la Tierra Prometida era apropiada para el desarrollo del pueblo y evaluarla posibilidad de su conquista regresaron con un informe desalentador, porque observaron que sus habitantes eran gigantescos y sus ciudades estaban fortificadas. ¿Porqué no confiaron en el Dios que los había redimido de la esclavitud egipcia, que partió las aguas del mar para que pudieran salvarse de las carrozas egipcias que los perseguían? 

En realidad, los exploradores que informaron negativamente sobre la Tierra Prometida no negaron las proezas que Dios había realizado en el pasado. Pero estaban conscientes de que la conquista tendría que ser efectuada por el esfuerzo del pueblo, que debería demostrar que sabría administrar la soberanía que asumiría con el establecimiento de un Estado independiente. Dios sería un observador en esta etapa. Mientras que en la zaga egipcia la Biblia reza HaShem yilajem lajem veatem tajarishún, “Dios batallará por ustedes y ustedes deben permanecer en silencio”, esta vez el pueblo tendría que librar las batallas mientras Dios observaba y evaluaba el comportamiento de Israel.

Hacemos un paréntesis para señalar que estos capítulos de Devarim se leen generalmente en el Shabat que precede a Tishá BeAv, fecha conmemorativa de la destrucción de los 2 Templos de Jerusalén. Varios comentaristas formulan la interrogante de si durante la existencia del segundo Beit HaMikdash se ayunaba en Tishá BeAv. La pregunta es pertinente, porque si la fecha recuerda la destrucción, la reconstrucción del Templo debía haber sido un motivo suficiente para el regocijo. Al contrario, Tishá BeAv debía haberse convertido en una fecha festiva, porque se había corregido la tragedia perpetrada por los babilonios que destruyeron el primer Beit HaMikdash

Tal vez había razones para continuar con el ayuno, porque el segundo Beit HaMikdash nunca igualó la gloria del primer Templo. La Tablas de la Ley habían desaparecido al igual que algunos otros enseres del culto religioso. Pero hay una razón adicional de mayor significación. La destrucción del primer Beit HaMikdash fue una demostración de que la Casa de Dios no ofrecía protección permanente: no era indestructible. Aparentemente, el factor decisivo era el comportamiento humano, el cumplimiento de las Mitsvot, y no una edificación. 

“¿De qué sirven sus ofrendas cuando la conducta humana no se rige por los instructivos contenidos en la Torá?”, es la reflexión divina de acuerdo con las palabras del profeta. La destrucción del primer Beit HaMikdash se produjo debido a la presencia de la idolatría en el seno del pueblo. El segundo Beit HaMikdash fue destruido por la enemistad gratuita que existió en la sociedad judía. El ayuno de Tishá BeAv recuerda la destrucción física de la Casa de Dios pero, más que ello, testimonia el incumplimiento de las ordenanzas, la deslealtad con Dios y la insinceridad con el prójimo.

La reconstrucción del tercer Beit HaMikdash sólo puede producirse por medio de un acto excepcional que depende de la intervención Divina. Pero para que se realice el milagro, es menester que el hombre corrija su comportamiento, que se reconcilie con la Mitsvá, el amor por el prójimo que excluye la enemistad y el odio, invitando al respeto mutuo ya la convivencia armónica.

MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARSHÁ

CONTIENE 2 PROHIBICIONES

  1. Deuteronomio 1:17 No designar un juez que no es estudioso de la Torá, aunque sea un erudito en otras materias
  2. Deuteronomio 1:17 El juez no debe temer a un malvado durante un juicio