Una de las primeras personas que conocí en Caracas fue don Natalio Glijansky debido a su interés en la educación judía y como uno de los promotores del Colegio Moral y Luces que dirigió durante muchos años su amigo el Dr. David Gross. Don Natalio me contó acerca de su joven primo que se había incorporado al profesorado del colegio. Se trataba de Marcko Glijenschi quien se había graduado de médico y psicólogo, casi simultáneamente.
Con el afán de interesar a gente joven, parejas con niños pequeños, organizamos la Asociación de Jóvenes de la Unión Israelita de Caracas y Marcko y Fira, nombre bajo el cual su esposa Esther es conocida por sus amigos, formaron parte del grupo fundador. Nos reuníamos semanalmente en diferentes hogares y para la gran satisfacción de todos, varios líderes futuros de la comunidad egresaron de este grupo. Cabe destacar que en esas reuniones la inteligencia y vasta cultura de Marcko sobresalieron desde un comienzo.
En el Perú y en Venezuela, algunas de cuyas universidades conocí directamente, un alumno tiene la opción, algunas veces después de aprobar un examen, de ingresar a una facultad profesional al terminar el bachillerato. En otros países en cambio, los Estados Unidos por ejemplo, se exige primero una licenciatura general. El futuro estudiante de medicina puede especializarse primero en Literatura, por ejemplo, y no necesariamente en alguna de las ciencias. Por ello, se tropieza a veces en nuestros países, con ingenieros que dominan su campo de experticia pero que carecen de un equipaje cultural significativo. Algunos son conocedores de la literatura médica pero resultan aprendices en el campo de las artes.
Marcko pertenecía a un grupo diferente. Nunca descansó de estudiar y aprender. Años después de terminar la carrera de medicina, se volcó por el estudio de la filosofía y obtuvo un grado en ese campo de la Universidad Simón Bolívar. Ávido lector y poseedor de una mente analítica, utilizó esas facultades en sus diversas actividades comunitarias, incluso la empresarial.
Marcko activó en todas las instituciones comunitarias. Nunca se ubicó en el campo de los espectadores. Era un activista con opinión propia. Marcko no era “parve”, no era ambigüo, tomaba posiciones definidas basadas generalmente en raciocinios lógicos y convincentes.
Fuera de las actividades comunitarias, mantuvimos larga amistad. Su conversación era un deleite intelectual. Uno de los personajes que respetaba especialmente, era Lacan, Jacques Marie Emile Lacan, representante prominente del estructuralismo francés. Lacan era médico psiquiatra y filósofo, simultáneamente. Y Marcko había cursado el mismo sendero profesional.
Pero el fundamento para la actividad comunitaria, profesional e intelectual era un hogar con cuatro mujeres. Su esposa de décadas Fira, cuya notable experticia culinaria y acumen comercial, estaba acompañado por equilibrio emocional. Era la columna vertebral del hogar. Sus hijas Anabella, de inigualable trayectoria en la gerencia de Hebraica, Rita y Pía, con yernos y nietos, conformaron un hogar con calor humano y amor por pueblo judío.
¿Quién es judío? Respuesta: quien nace de vientre judío u opta por conversión al judaísmo. Una definición alterna reza: judío es aquel que siente que su destino personal está íntimamente ligado, es idéntico, al destino del resto del pueblo judío. El amor por Éretz Israel y luego por el Estado de Israel fue un ideal que era simultáneamente una realidad para la familia Glijenschi.
Mi amigo Marcko tuvo el calor humano, la atención constante, y el dedicado cuidado de su esposa e hijas especialmente en el último período que estuvo acompañado de dolores aliviados solo por el afecto de sus seres queridos. Ahora descansa en paz. Su familia inmediata y todos quienes lo conocimos y apreciamos guardaremos su memoria con admiración y cariño.
Zijró baruj