Resuena en la mente la famosa respuesta de Vince Lombardy, el coach de los Red Skins de Washington: “Winning is not the only thing, it is everything”, “ganar no es sólo la única cosa, es el todo”, frase que sirve para recordar la importancia vital de la victoria como la alternativa fundamental en la competencia. ¿Quién recuerda el nombre del atleta que llegó de segundo en el maratón del año pasado? Sólo el ganador tiene la posibilidad de obtener un puesto en los anales de la posteridad.
Durante el transcurso de una entrevista periodística, le preguntaron a Leonard Bernstein cuál era la puesto o el instrumento más difícil de llenar en una orquesta sinfónica.
Se podría especular que no hay suficientes personas que tocan el oboe, por ejemplo, tal vez la trompa francesa o el arpa fuese el instrumento que no se podría cubrir fácilmente.
La respuesta de Bernstein fue que el puesto más difícil de llenar era el del segundo violín. Cada artista quiere ser el primer violín.
Esa fue la tragedia del rey Yerovam ben Nevat, cuando el reino fue dividido en dos partes después de la muerte del rey Shelomó. El profeta Ajiyá le había anunciado que Dios había decidido la separación de la nación debido a la actuación del rey Shelomó, quien importó cultos foráneos como consecuencia de las diferentes mujeres que esposó. Yerovam sería ungido y presidiría el reino de Israel que se constituiría en el Norte, mientras que en el Sur permanecería el reino de Yehudá, que incluiría la ciudad de Yerushaláyim como una deferencia al inmortal rey David. Pero al llegar la festividad de Sucot, cuando la gente quería practicar Aliyá laRéguel, hacer la celebración in situ, en Yerushaláyim, tal como instruye la Torá, Yerovam no quiso que el pueblo tuviera que visitar el reino del Sur e instituyó templos paralelos en el Norte.
De acuerdo con el Midrash, Dios le había prometido a Yerovam que sería el progenitor de una segunda casa real en Israel, aunque el reino de David quedaría siempre en una posición privilegiada. Más aún, de acuerdo con otro Midrash, Dios le dijo a Yerovam que los tres caminarían juntos en el Más Allá: Dios, Yerovam y David. Yerovam cuestionó quién estaría en primer lugar. Dios le respondió que David lo precedería, lo cual fue inaceptable para Yerovam. Él no podía contemplar la idea de ser un segundo violín.
De acuerdo con Leonard Bernstein, y en su respuesta se hace obvio, una orquesta es un todo; por más importante que sea el primer violín, una orquesta puede ser sonora y excepcional como resultado del conjunto total, que necesariamente tiene que sumar todos los instrumentos, incluyendo al segundo violín.
Los pueblos tienen que dimensionarse, encontrar su lugar adecuado en la orquesta de las naciones. No todos pueden ocupar el puesto número uno. Hay naciones que son más populosas que otras, con una larga trayectoria en civismo y cultura, con recursos naturales importantes y, sobre todo, con recursos humanos sobresalientes, gracias —en parte— a su inversión en educación y salud. La idea es ser un fiel y buen segundo violín que no muestre características conflictivas, sino que esté en armonía con la totalidad de la orquesta humana.
Recuerdo que durante su visita, un importante matemático de Harvard, Shlomo Sternberg, quien vino a dictar unas clases y conferencias en la Universidad Simón Bolívar, me dijo que en el ámbito mundial era un matemático de segunda categoría. Sus conocimientos, desde luego, eran muy superiores a los de sus colegas venezolanos. Había escrito un tratado sobre topología que era utilizado en muchísimas universidades. Sin embargo, lo que quedó grabado en mi mente fue su humildad, al afirmar que era de segunda línea, aunque para muchos en Venezuela era seguramente de primera categoría. Cabe mencionar al mismo tiempo que era un gran talmudista, discípulo de mi maestro Soloveitchik.
¿Cuál fue el error de Yerovam? Debido a su inflado ego traicionó la Palabra de Dios, trató de crear una alternativa al Beit HaMikdash, ya que tres veces al año para las festividades de Sucot, Pésaj y Shavuot, todos tenían que subir a Yerushaláyim para celebrar el Jag. Por ello, Yerovam ordenó que Sucot se celebrara un mes más tarde, el 15 de Jeshván, para diferenciarlo de la celebración en Yerushaláyim, que se hace durante Tishrei, unos días después de Yom Kipur.
Al reflexionar sobre ello, estamos claros: el segundo violín también tiene un rol importante que desempeñar y cada individuo debe entregarse a la tarea de indagar acerca de cuál es su rol personal, cuál es la posición que debe asumir en la orquesta de Dios.
Victor Frenkel, fundador de la Logoterapia, cuenta cómo salvó a dos personas del suicidio en el campo de concentración. Uno de ellos era geógrafo y había escrito varios libros sobre este tema. Frenkel lo convenció para que se esforzara en sobrevivir, porque tenía una tarea por cumplir: tenía que continuar con la publicación de libros de geografía.
La segunda persona tenía una pariente cercana que se había salvado y uno de sus deseos más íntimos era poder verla con vida. Ambos encontraron “sentido” para sus vidas, una tarea, un rol que tenían que desempeñar.
Gran parte de la juventud actual no ve con suficiente claridad cuál es la meta, hacia dónde debe dirigir sus esfuerzos en la vida. El uso de la droga y la dolce vita no son sino un síntoma de un vacío espiritual, el resultado de no poder identificar un sentido para sus vidas. Está claro que comer y bailar, beber y tener sexo no es suficiente. Tres cosas hay en la vida, dice la canción: salud, dinero y amor. La formulación puede ser apta para una canción, pero ineluctablemente llega el momento en el que la persona se pregunta si acaso existe algún propósito o ideal por el cual se sienta dispuesto a ofrendarlo todo, incluso la vida. ¿Es acaso la democracia un ideal que merezca la ofrenda de la vida? La Segunda Guerra Mundial aunó a las democracias de Occidente para luchar contra el dominio nazi y la Guerra Fría aunó las voluntades para enfrentar el imperialismo soviético. ¿Existe acaso una disposición similar para enfrentar el peligro contemporáneo representado por el fundamentalismo islámico, que ha desatado una ola de terror en todos los continentes? Aunque nadie puede sentirse a salvo, ¿está la juventud actual dispuesta a arriesgar su vida para salvaguardar las libertades que la Humanidad ha conquistado?
El mundo actual se está dividiendo entre aquellos que ciegamente demuestran su disposición de ofrendar su vida por una idea y aquellos que anhelan pasar los días en los centros comerciales, frecuentar los establecimientos de comida rápida, practicar el sexo irresponsable y gozar, gozar y gozar.
¿Cómo logran obtener adeptos los talibanes? Seducen la mente de los inocentes porque prometen un más allá, un propósito para una vida que carece de sentido. Apelan especialmente a aquellos que se sienten marginados y olvidados por la sociedad; al no poder competir en el mundo de las ideas y el universo empresarial, caen presa de quienes les convencen que sus vidas no son inconsecuentes, les ofrecen la posibilidad de alcanzar la gloria en un segundo, el instante del suicidio.
El mundo material tiene que dejar espacio para el universo de los valores. El sistema educativo no puede limitarse a impartir información y conocimientos. Empezando con el hogar, a través del ejemplo de los padres, el joven debe ser incentivado a buscar su propio lugar en la sociedad, a utilizar sus talentos personales y canalizarlos hacia un bien mayor, que siempre tiene que incluir el beneficio de la sociedad humana. “Kol ejad lefí kevodó umaalató” es una expresión muy utilizada en el mundo sefardí. Cada quien tiene que aportar al desarrollo intelectual y material de la Humanidad, de acuerdo con sus posibilidades y talentos personales.
El sueño de Yaacov es ejemplificante en este sentido, cuando imagina una escalera que une cielo y tierra, mientras que los ángeles suben y bajan por ella. ¿Qué hacían los ángeles? Según el Midrash subían para ver si el Yaacov celestial, el Yaacov posible, el Yaacov en potencia que estaba en el cielo, era parecido al Yaacov terrenal. ¿Acaso Yaacov, cuya cabeza reposaba sobre una piedra, estaba realizando su verdadero potencial?
Estamos reunidos para sentir el calor humano del prójimo, para estar en comunidad y contemplar juntos el significado de este día de Yom Kipur que comienza hoy en la noche con la melodía impactante de Kol Nidrei. ¿Cuál es nuestro propósito en la sinagoga, sino conectarnos, sintonizar el cuerpo y el espíritu con el Creador y de esa manera darle un sentido trascendental a nuestra existencia? De acuerdo con Harav Yosef Dov HaLeví Soloveitchik, hay cuatro senderos para lograr establecer una conexión con Dios.
La vía intelectual es la primera, tal como Rambam lo indica, conocer a Dios, penetrar Su Infinito Intelecto. ¿Cómo puede hacerlo el ser humano? La respuesta es a través del estudio. Dios nos reveló la Torá, allí está plasmada Su voluntad, allí está una parte de Su esencia. El estudio conduce al amor y al respeto, a la admiración por la infinita sabiduría de Dios que está parcialmente contenida en la Torá.
Una segunda vía es a través del sentimiento. Momentos críticos en la vida generan sensaciones extraordinarias. Tanto la alegría como la tragedia pueden producir rayos de luz que permiten un acercamiento al Creador. El nacimiento de una criatura después de largos años de matrimonio, así como, irónicamente, el sufrimiento y la desolación, pueden producir una sensación de cercanía, simultánea al sentimiento de abandono por parte de Dios. Mimaamakim keratija HaShem, “desde las profundidades invoco tu Nombre HaShem”, cuando la soledad impera, en la estrechez, cuando no se percibe ninguna luz al final del túnel existe la posibilidad de sentir la Presencia de Dios.
La tercera ocasión de sentir a Dios, de acuerdo con Soloveitchik es por medio de la mitsvá, el cumplimiento de las ordenanzas de la Torá. La persona que honra sus compromisos, que da testimonio veraz, que observa el Shabat y se coloca los Tefilín, siente la Presencia de Dios a través de estas acciones, porque sabe que su origen es Divino y que cumple con la Voluntad de Dios. La división entre las mitsvot de contenido moral y las mitsvot de carácter ritual se debe a razones didácticas. El judaísmo es un todo que responde a la totalidad del ser humano: a su cuerpo y a su neshamá.
La cuarta vía es la tefilá, la oración. Y no se trata de obtener el favor Divino, sino de entablar una conversación, de verter las angustias personales delante del Padre Celestial. Queremos ser inscritos y sellados, pero, sobre todo, queremos ser reconocidos por Dios, sentir que no estamos solos, que no nos abandonará, que escuchará nuestras necesidades. El sentimiento que producía mayor dolor durante el Holocausto, de acuerdo con Elie Wiesel, era pensar que a nadie importaba su condición, que su sufrimiento no tenía eco en ningún otro corazón humano. La tefilá auténtica es válida y efectiva, incluso cuando no se recibe una respuesta afirmativa. Anhelamos un universo que no sea sordo a nuestras angustias y necesidades. En el momento del dolor más agudo no estamos solos. Acompañar a un moribundo es una gran mitsvá, incluso cuando médicamente ya no se le puede socorrer. El enfermo es reconfortado en sus últimos instantes porque no está solo.
Estas cuatro vías no son propiedad exclusiva de los ganadores, de quienes tienen asegurado el primer puesto en la carrera, o de los que sobresalen por encima de los demás. El más humilde, incluso el ignorante, puede entablar algún tipo de relación con Dios.
Cada persona tiene un rol que desempeñar en este mundo. Quienes intentaron el suicidio en el campo de concentración optaron por escoger la vida porque encontraron sentido para sus propias vidas. Eso debemos buscar e indagar en el fuero interno de nuestro ser, por qué fuimos colocados sobre la faz de la tierra. Seguramente por una razón que va más allá del quehacer diario, que consiste en colmar apetitos que nunca quedan satisfechos.
Contadas personas pueden aspirar ser un Jasha Haifetz, Yehudi Menuhim o Yitzjak Perelman. Las orquestas necesitan un primer violín, pero requieren de muchos segundos violines y otros instrumentos musicales. Es importante no desafinar, estar en sintonía con el resto de la orquesta. Aportarle algo a la sociedad de acuerdo con las posibilidades personales y luego hacer un esfuerzo gigantesco para sobrepasar esos límites.
Dios creó un universo incompleto. Colocó al ser humano sobre la tierra para que pueda compartir la tarea de Tikún Olam, hacer de nuestro planeta un lugar más hospitalario, agradable y lleno de promesa para las generaciones futuras. Con una abundancia de segundos violines, de seres humanos y ciudadanos que construyen patria, que engendran generaciones de gente decente y trabajadora que cumple con la orden que el primer hombre, Adam, recibió en el Gan Eden: leovdó y uleshmró, cuidarlo y trabajarlo para entregar a sus hijos un mundo mejor que el que recibió.
G’mar jatimá tová, habiendo sido inscritos, seamos ahora sellados para un año de salud, de dicha para todos los que nos rodean, un futuro promisorio y paz para nuestros hermanos en Medinat Israel. Una sana y pacífica convivencia con el prójimo, desarrollo y fortalecimiento de las comunidades judías en todas partes.