Como suele ser en muchos idiomas, es difícil –y probablemente imposible en nuestro caso– definir o traducir el término Torá. Este vocablo es muy rico y amplio en sus acepciones.
Una de las definiciones aceptadas sugiere que la Torá es la razón de ser del judaísmo, lo que distingue al judío por encima de todo. Su contenido moral y ético es la base del mundo occidental, hecho que se hace cada vez más relevante y debe reconocerse con el pasar de los años, al observar la presencia del odio y la codicia, el instinto de destrucción que caracteriza a un sector amplio de la Humanidad. Allí probablemente reside una raíz básica del antisemitismo que no perdona la existencia de la Torá al judío. Porque el judío fue quien introdujo la noción de conciencia y responsabilidad por las acciones. Mientras que Grecia partía desde un prisma de sensualidad, del aprecio visual por la belleza que arropa a la naturaleza, el judaísmo impuso el criterio de lo moral, exigiendo al ser humano una conducta enmarcada en la justicia social, con un profundo sentido de la responsabilidad por la suerte del prójimo, especialmente por el menos afortunado en la sociedad. De tal manera que la Torá debía haber empezado con nuestros capítulos: la entrega de la Torá en el monte Sinaí, porque su contenido es el fundamento sobre el cual descansa la sociedad.
Dov Landau elabora esta idea al señalar que los relatos de Bereshit tienen el propósito de demostrar la falta de preparación de los miembros de otras naciones, su indisposición a regir su conducta por el ideal ético. Un muy conocido Midrash relata que Dios se había dirigido a otras naciones para ofrecerles la Torá, quienes después de indagar acerca de su contenido, se negaron a recibirla. Porque al acogerla tendrían que regir su conducta por sus normas. Una nación se negó, porque la Torá exige “no matarás”, y no podía someterse a una regla que entraba en conflicto con su acostumbrada conducta de obtener sus objetivos a toda costa, incluso a través del asesinato. Un segundo pueblo se abstuvo de recibir la Torá porque allí está escrito “no robarás” y el hurto era un vehículo básico para su supervivencia y desarrollo.
Empezando con Adam y Javá encontramos a personalidades con graves fallas morales. ¿Por qué comieron del fruto prohibido? Porque la serpiente les auguró que luego podrían diferenciar entre el bien y el mal. Serían dioses. La desobediencia se manifestó a través del mordisco del fruto, pero su intención fue retar la soberanía de Dios. Landau reseña una serie de personajes bíblicos que nunca alcanzaron el nivel ético apropiado, nivel que no es negociable. Una persona y su familia fueron salvadas del diluvio, pero lo primero que hizo el anciano Nóaj fue embriagarse, huir de su responsabilidad personal después de la traumática experiencia.
Lot y el rey Avimélej optaron por conductas de moralidad dudosa. Las hijas de Lot lo emborracharon para acostarse con él y procrear. La esposa de Potifar intentó seducir a Yosef. El faraón egipcio esclavizó a los hebreos y ordenó se asesinara a los recién nacidos. Tamar se ofreció como una prostituta a su suegro. Cada uno de estos personajes representa la violación de la norma ética.
¿Por qué se dirigió Dios a Avraham con Lej Lejá, “vete del hogar de tus padres”? Porque encontró en Avraham un hombre que potencialmente podría ser el padre de un pueblo que regirá su acción por la Mitsvá, el instructivo “moral” de la Torá. Según el Midrash, Dios hizo pasar a Avraham por diez diferentes pruebas, situaciones cuyo objetivo era la verificación de la disposición y conducta del patriarca.
La Torá insiste en que Moshé no era perfecto. Cometió un pecado. La naturaleza de ese pecado es motivo de discusión.
Lo seguro es que no era perfecto. Sin embargo, no se le puede subestimar, porque era un ser extraordinario, dispuesto a ofrecer su vida por el pueblo hebreo, hecho que demostró una vez más con la célebre frase: Mejeni na, “Bórrame a mi”, exclamada al percatarse de la disposición Divina de abandonar al pueblo hebreo para escoger a otra nación.
Incluso los descendientes de los patriarcas fueron seleccionados individualmente, porque muchos de ellos mostraron fallas básicas en su carácter. Eso no quiere decir que eran perfectos los que fueron escogidos para transmitir el ideal monoteísta a las futuras generaciones. La diferencia está en su disposición a hacer enmiendas, a la Teshuvá, a la reconsideración de sus errores. Con la excepción de Yitsjak, cada uno de ellos, de acuerdo con el relato bíblico, comete errores, experiencias que son aleccionadoras en el proceso de su desarrollo moral.
Rashí comenta que la Torá empieza con Bereshitpara justificar el otorgamiento de la Tierra de Israel al pueblo hebreo. Partiendo del hecho de que Dios es el creador del universo, tiene la potestad de asignar cualquier área del globo terráqueo a quien desee. Y así lo hizo con el pueblo hebreo.
Pero tal vez el recorrido desde Bereshit hasta Yitró es una demostración de las cualidades especiales de los antepasados de los hebreos, cuando son comparados con los otros actores.
El pueblo hebreo recibió la Torá en el monte Sinaí porque, en lugar de cuestionar el contenido del texto sagrado, exclamó “Naasé venishmá”, manifestando su disposición de empezar a actuar dentro de un marco de moralidad y responsabilidad.
Con la continua práctica de la Mitsvá, podría interiorizar la profunda sabiduría contenida en la Torá en su dimensión apropiada.
Siempre es un placer y una honra leer sus escritos, cuando puedo, querido recordado Rabino Brener. Pero siempre que lo hago, descubro las maravillas de la Torá y sus directrices al pueblo de Israel. Shabat Shalom !