El nombre de Moshé está ausente en estos capítulos, hecho que se debe a una serie de razones. En realidad, el nombre de Moshé está ausente en otras lecturas semanales, tales como Ékev, Reé, Shofetim, Ki Tavó. Está claro que la ausencia del nombre de Moshé se debe a la separación de las lecturas que hicieron los jajamim babilónicos, que dividieron el texto de la Torá en 54 secciones a ser leídas semanalmente. En la antigua Israel se acostumbraba completar la lectura de la Torá en un período de tres años y, por lo tanto, tenía una división totalmente diferente.
Cabe destacar que en la descripción del Mishkán, en la sección Ki Tisá, encontramos el nombre de Moshé repetido numerosas veces en pocos versículos, mientras que en nuestro caso no aparece ni una sola vez. La posible razón es que todos los instructivos de nuestro texto se refieren exclusivamente a la función del Mishkán, su estructura y elementos básicos, con especial énfasis sobre los sacrificios.
Mientras que el Mishkán estaba diseñado para recibir al Dios celestial en la tierra, la nave espacial Columbia, al igual que los otros transbordadores proyectan al hombre a los cielos, retando la advertencia de Tehilim, incluida en Halel: Hashamáyim shamáyim laShem vehaarets natán livenei adam, “los cielos, los cielos son de HaShem y la tierra la entregó a los descendientes del hombre”.
Esta vez la osadía del hombre fue castigada y la tragedia del Columbia de unos años atrás nos presenta numerosas interrogantes existenciales. La ironía fue mayor porque era la primera vez que un israelí, un judío, había sido escogido para integrar una tripulación espacial y, no obstante que no era observante puntual del ritual, Ilan Ramon recitó el Kidush de Shabat, insistió en comida Kasher, y estaba acompañado por una Torá. La Torá de cuyo texto leemos las reglas del Mishkán terrenal. La vista panorámica del globo terráqueo le permitió a Ramon convertir al Columbia en un Mishkán celestial, para acercar la tradición de sus antepasados al Creador.
Bereshit enseña que Dios creó un universo incompleto y colocó al hombre sobre la tierra para continuar con la gran obra de la creación. Aunque no posee alas, el hombre aprendió a volar y, aunque su terreno habitual es la tierra, su proyección y sueño es el cielo.
Ramon y sus compañeros perecieron en esta gran aventura, pero la Humanidad continua con la exploración espacial, no obstante la tragedia, porque no se trata de un reto a la absoluta soberanía del Creador, es cuestión del arrojo del ser humano para cumplir con el mandato divino “Laasot”, que Dios pronunció al término de la creación: queda muchísimo para el ser humano por hacer para completar y descifrar el universo.
Estimado Rabino,
A propósito de “Esta vez la osadía del hombre fue castigada y la tragedia del Columbia de unos años atrás nos presenta numerosas interrogantes existenciales. ” Recuédese la tragedia del Challenger, cuyo nombre es (era) verdaderamente un desafío.
Saludos