Después de la revelación en el monte Sinaí y haber “visto” y “oído” los eventos extraordinarios que acompañaron el otorgamiento de la Torá, el pueblo tuvo enfrentar la difícil y tortuosa realidad del desierto. Acostumbrados a una vida de esclavitud pero con cierto grado de seguridad en Egipto, les había llegado el momento de la incertidumbre y lo desconocido.
Tenían que pagar el precio de la libertad, que es la responsabilidad.
En este entorno, el liderazgo de Moshé es puesto a prueba, liderazgo que será cuestionado por los hebreos que se rebelan ante cualquier dificultad. Apenas a tres días de caminata del Sinaí, nuestros antepasados se quejaron amargamente ante el Señor, hecho que causó su furia, y reaccionó enviando llamas celestiales que consumieron un flanco del campamento. La gente clamó ante Moshé, quien elevó una oración a Dios y el fuego se calmó. Este lugar recibió el nombre de Tav’erá, que proviene de la raíz “quemar”.
La Torá no revela el contenido de esta “queja amarga”, tal vez con toda intención, para señalar que no había una causa específica. La rebeldía había sido el resultado del temor por lo desconocido y la incertidumbre provocada por el desierto.
Un segundo episodio de esta clase no se hizo esperar: los hebreos se quejaron por el aburrimiento que provocaba el maná que descendía de los cielos. Cansados de la misma dieta diaria, exigieron carne. Alegaron que, en Egipto, la comida había sido abundante y variada. Recordaron el pescado gratuito que ingerían y los diferentes vegetales que acompañaban las comidas. La respuesta fue una provisión abundante de carne, seguido por una severa plaga que diezmó al pueblo. Este episodio es conocido como Kivrot Hataavá, el lugar que el apetito desmedido había convertido en tumbas.
Debido a estos episodios que ocurrieron en el segundo mes después del Sinaí, Moshé se quejó ante Dios de que le era imposible dominar y guiar un pueblo agitador. La carga era demasiado fuerte para Moshé. Tal vez en respuesta a este clamor, Dios le instruye que escoja “setenta mayores” que puedan asistirlo en la tarea de la conducción del destino de los hebreos. De esta manera se conformó el primer Sanhedrín.
En realidad, la idea de los “mayores” existió incluso cuando Moshé se encontró en Midyán, donde fue instruido por Dios que volviese a Egipto para presentarse ante Par’ó para exigirle que le permitiera al pueblo hebreo salir desierto para rendirle culto a su Dios. De acuerdo con el Midrash, cuando Dios instruye que reúna a los “mayores” hebreos en Egipto, se refiere efectivamente a un grupo existente de “setenta mayores” que habían sido escogidos porque habían recibido severos golpes de los capataces egipcios, debido al escaso número de ladrillos que los hebreos produjeron cuando cesaron de proveerles la paja necesaria para su elaboración.
Incluso cuando Moshé ascendió al Har Sinai, estuvo acompañado por Aharón, Nadav, Avihú y “setenta mayores”, quienes presenciaron el esplendor del Señor, comieron y bebieron. Dado que esta institución había sido establecida con anterioridad como hemos visto, ¿por qué fue necesaria la instrucción Divina de crear un nuevo grupo, el Sanhedrín? Aparentemente, el grupo anterior no estuvo a la altura de la espiritualidad del monte Sinaí, porque comieron y bebieron ante el esplendor de la Presencia Divina. Por ello, probablemente perecieron en el episodio de Kivrot Hataavá, y ahora era necesario escoger un nuevo contingente para integrar los “setenta mayores”.
Quizás la enseñanza fundamental se centra en dos diferentes tipos de liderazgo. Un primer grupo de “setenta mayores” había sido apto para conducir el destino del pueblo bajo el yugo de la esclavitud y en la primera etapa, que culminó con la revelación en el Sinaí. La travesía por el desierto exigía ahora un liderazgo con una visión diferente, “mayores” que tuvieran que luchar contra los peligros del desierto y que, al mismo tiempo, tendrían que preparar al pueblo para una vida de independencia y soberanía en tierra propia.
El nuevo liderazgo tenía que convertir algunas tribus en un Mamléjet Kohanim veGoi Kadosh, un “reino de sacerdotes pueblo consagrado”. Tenían que responder a la interrogante “¿cómo se pueden integrar al terreno social y político los principios morales y éticos que la Torá predica?”. Los próximos capítulos revelarán que ante las fronteras de la Tierra Prometida, el pueblo se torna temeroso y visualiza que Israel está poblada por gigantes invencibles. La tarea de Moshé con la asistencia de los “mayores” fue gigantesca: la transformación de una mentalidad esclava en una actitud de libertad y superación, condición acompañada por el afianzamiento de una valoración apropiada del ser, circunstancia indispensable para la conquista.
Efectivamente, cuando llegó el momento de la conquista, Dios consideró que Moshé no era apto para esa nueva tarea y vino la sucesión: Yehoshúa, un joven que había crecido bajo el manto de la libertad del desierto, que desconocía la esclavitud egipcia, el líder adecuado para la tarea de la conducción del pueblo para el establecimiento de ese Mamléjet Kohanim veGoi Kadosh en la Tierra Prometida.