El tema principal de nuestra lectura semanal se refiere a la expedición que Moshé envía a Canaán para examinar las posibilidades de conquistar esa tierra y para que le informen sobre su fauna y flora. Este episodio se convierte en una pieza angular de nuestro pasado histórico y ha dado origen a controversias y malentendidos. Para empezar, nuestros jajamim argumentan que la idea de “espiar” la Tierra Prometida nace del seno del pueblo. Dios consiente a este plan, pero no es El quien lo promueve. Es obvio que el envío de la patrulla demuestra una falta de confianza en la promesa Divina de llevarlos exitosamente a érets zavat jalav udevash, la tierra donde fluye la leche y la miel.
El informe de los “espías”, que representaban a las doce tribus, es positivo con referencia a la abundancia de vegetación y frutos. Pero es negativo en lo concerniente a la posibilidad de la conquista: las ciudades están fortificadas y sus habitantes tienen dimensiones gigantescas. La imagen literaria que utilizan los espías es dramática, al expresarse según el texto bíblico, vanehí veeineinu kajagavim, vején hayinu beeineihem, que significa y éramos a nuestros ojos como langostas (aparentemente en comparación al enorme tamaño de los habitantes de Canaán) y así lo éramos ante sus ojos. En aquellos tiempos se produce también, un informe menor. Calev y Yehoshua, (la expedición estaba integrada por doce personas, una por tribu) sin negar la veracidad de la descripción del resto del grupo, concluyen su exposición afirmando que existía una posibilidad real de vencer a los cananeos. (La Torá también utiliza la palabra edá, congregación, para referirse a los diez espías que traen el informe negativo. De esta manera se le da un equivalente numérico a la palabra edá, que luego se utilizará para definir un minyán, que es el quórum necesario en la congregación diez personas para un servicio religioso público.
Dado que todos los meraglim, el vocablo que designa a los espías, regresan con una apreciación objetiva y similar de la tierra y sus habitantes, la diferencia en sus conclusiones tiene que atribuirse a razones subjetivas que reflejan la disparidad del carácter de cada uno. El grupo de los diez que manifiesta vanehí veeineinu kajagavim, que se consideran meros insectos en la presencia de un potencial enemigo, tienen la batalla perdida de antemano. Indudablemente la auto estima es, un factor determinante en muchas ocasiones. Es muy probable que la confianza en uno mismo, sea una función de la fe en el Creador. La persona auténticamente religiosa considera que Dios está a su lado en todo momento y esta convicción se traduce en una sensación de seguridad y en una acción decidida que resulta, frecuentemente victoriosa. Calev y Yehoshua sienten la presencia de Dios, y saben que Sus promesas en relación a la tierra ancestral serán cumplidas. Los jajamim ven en la inseguridad y cobardía de los meraglim una demostración de la pobreza de su fe y de su falta de confianza en el cumplimiento de la promesa Divina.
Se hace necesario entonces cambiar el rumbo de la travesía por el desierto debido a las dudas de los líderes del pueblo, que ponen en evidencia una preparación insuficiente para la construcción de una nación. Sin la necesaria confianza en uno mismo, ¿cómo se puede ocupar una tierra y conquistar a los pueblos que viven en ciudades fortificadas, y luego enfrentar los enormes desafíos que el desarrollo de una nueva sociedad implica? Según Erich Fromm todos tememos a la libertad y más aún aquellos que nacen en la esclavitud egipcia en un ambiente que no permite asumir sus propias decisiones. Cuarenta años, en total, deambularán nuestros antepasados por las arenas del desierto, hasta que fallecen todos aquellos que habían alcanzado mayoría de edad en Egipto y por lo tanto habían crecido en una atmósfera de sumisión y servidumbre, lo que es incompatible con un mundo donde impera la libertad.
Hacia el final de nuestro texto nos encontramos con el episodio del mekoshesh etsim, de una persona cortando leña en Shabat. Dios ordena la muerte del hombre en cuestión, respondiendo a la pregunta de Moshé. ¿Quién era esta persona? Algunos sostienen que era Tselofjad, cuyas hijas luego desean recibir su herencia, porque no tenían hermanos varones. Tal vez la razón por la que se omite el nombre de esta persona es para mostrar que ante la Ley no hay privilegiados. Todos tenemos que cumplir igualmente las mitsvot. Las mitsvot, su cumplimiento y consecuencias, no están circunscritas a Érets Israel (salvo aquellas que están relacionadas con la propia tierra). Las mitsvot tienen su propia validez y vigencia, independientemente de la localidad geográfica. Aun en el desierto, que es un ambiente naturalmente hostil, las enseñanzas de la Torá tienen que ser cumplidas.
Con la ordenanza de colocar tsitsit las franjas en las esquinas de las vestimentas, concluye nuestra lectura semanal. La colocación de los tsitsit debe servir para que recordemos nuestras obligaciones religiosas, y según algunos esto se ubica inmediatamente después del relato anterior para evitar que se ubica esta clase de faltas. Según nuestros jajamim, únicamente aquellas vestimentas que tienen cuatro esquinas (según algunos para recordar que Dios gobierna sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra) requieren tsitsit. Dado que la ropa que utilizamos en nuestros días carece de esta característica, confeccionamos unas especiales, talit ketaná, para poder cumplir con esta mitsvá. Esta también es la razón por la cual nos colocamos un talit (que es una especie de chal con cuatro esquinas donde se colocan los tsitsit) durante la recitación de las plegarias.
El talit debe tener la dimensión suficiente que permita cubrir la mayor parte del cuerpo de un niño que ya puede andar solo por la calle. El talit y los tsitsit pueden ser confeccionados de cualquier tela, aunque la Torá generalmente se refiere a la lana o al lino. En nuestra lectura se menciona tejélet, que es un hilo azul como parte de los tsitsit. Para la obtención de este color azul es necesaria la utilización de un molusco denominado jilazón. Como no podemos identificar hoy en día a este molusco, nos abstenemos de incluir el hilo azul en los tsitsit. En el siglo pasado, el Rabí de Radzín anunció haber identificado al molusco y procedió a incluir tejélet en el talit. Hasta el día de hoy, los Radziner jasidim incluyen tejélet en sus tsitsit. Según algunos comentaristas, el color azul nos hace recordar el color del mar, lo que a su vez hace alusión al color del cielo y, por inferencia, debe dirigir nuestra mirada hacia nuestro Padre Celestial. Según el autor de Kelí Yakar, tal como el océano “azul” debe permanecer dentro de ciertos límites, ya que de otra manera puede ocasionar daños graves, igualmente el hombre debe actuar dentro de cierto marco para evitar posibles consecuencias trágicas.
Nuestros jajamim le dieron una importancia especial al uso de los tsitsit porque la Torá instruye ureitem, que el ver y mirar los tsitsit debe recordarnos todas nuestras obligaciones religiosas. (Debido a que la Torá insiste en que debemos mirar a los tsitsit, nuestros jajamim concluyen que esta mitsvá tiene vigencia únicamente cuando se pueden ver en forma natural, o sea cuando es de día. Dado que esta mitsvá está circunscrita a un parámetro de tiempo, shehazemán gueramá, las mujeres están eximidas de su cumplimiento). De esta manera, los tsitsit se convierten en un símbolo que representa el cúmulo de todas las otras mitsvot. En el Talmud hay un relato sobre una persona que estaba a punto de tener una relación sexual ilícita, pero que desistió de ello cuando, al desvestirse, observó su propio talit ketaná debajo de su camisa.
En la confección de los tsitsit se utilizan cuatro hilos que se doblan (para formar ocho hilos) y a los que se les hacen cinco nudos. El valor numérico (guematria) de la palabra tsitsit es seiscientos. Si a este número de seiscientos, le añadimos el número de los hilos y de los nudos, llegamos a la cifra de seiscientos trece, que corresponde al número de mitsvot que contiene la Torá. De este modo se establece, una vez más, la relación entre la mitsvá de tsitsit y el número total de mitsvot que contiene la Torá.
Cuando me estaba preparando para mis tefilim con el profesor Moreno ,de muy grata recordación, le pregunté el porqué de los hilos azules en el tsitsit, me dió una respuesta que para hacerla corta era más o menos la siguiente:
El grupo humano que salió de Egipto era para entonces, muy numeroso, había el temor que fuese infiltrado por algún enemigo del pueblo judío, por tanto la manera de distinguir a sus miembros era colocando el color azul discretamente en su vestimenta, ya que la fórmula para el teñido azul era conocida, para entonces, solo por los judíos. En todo caso fué una respuesta que me satisfizo, y aún hoy desde mis precarios conocimientos de esa materia la doy por aceptable.
No sé si usted pueda tener alguna información adicional al respecto.
Un cordial saludo