En el proceso de la Creación, Dios le insufló al hombre un “aire de vida” en sus narices. ¿En qué consistió este “aire”? De acuerdo con la autorizada traducción de Onkelós al arameo, el “aire” en cuestión fue la habilidad del habla. De cierta manera, el uso de la palabra distingue al ser humano por encima del género animal, dando la posibilidad de elaborar modelos intelectuales para la descripción de la naturaleza.
Nuestros capítulos relatan que, en cierta oportunidad, una burra habló. Ocurrió cuando Bileam, el profeta que había aceptado la tarea de maldecir al pueblo judío, se dirigía al encuentro con Balak, rey de Midyán. En el camino, la burra hizo un alto súbitamente porque un ángel de Dios se había colocado en el camino y le impedía continuar. Bileam no percibió la presencia del ángel y concluyó que el animal había entrado en un estado de rebeldía. Bileam golpeó a la burra debido a su negativa de continuar por el camino a Midyán. En aquel momento, dice la Torá, Dios “abrió la boca de la burra”, que alegó que siempre le había sido fiel a Bileam y por lo tanto, no debió haberla castigado.
Esta burra parlante se ha introducido en el folclor como un episodio pintoresco que, sin embargo, ocupa la atención de los exégetas. El Pirkei Avot incluye este evento como una de las diez acciones de Dios en el crepúsculo del último día de la Creación. A primera vista, se podría pensar que había cosas más básicas y trascendentales que podían haber ocupado al Creador en aquel momento crucial. Por ello, tal vez se debe revisar nuevamente este episodio para descubrir cuál es la implicación o la lección que ofrece.
Es posible que los jajamim concluyeran que una burra que habla no constituye un milagro sino una aberración, una falla de diseño de la naturaleza. El gran milagro lo constituye el hecho que todos los burros rebuznan, los caballos relinchan y los perros ladran. Una burra parlante era una monstruosidad y no un fenómeno admirable. Por ello, incluyeron la “boca parlante” de la burra de Bileam en el último momento de la Creación para señalar que este animal no constituía una “falla de fábrica”, sino que desde un principio había sido creada con esta facultad.
Najmánides de Gerona considera que Dios quería aleccionar a Bileam con la “burra parlante”. Solamente Dios podía otorgar la facultad del habla, incluso a una burra. Por lo tanto, Bileam debía obedecer las instrucciones de Dios cuando se valía de la palabra que debía ser utilizada para bendecir y no para maldecir. Efectivamente, Bileam, después de varios intentos de maldecir al pueblo hebreo, concluye que Dios lo había escogido como un profeta para el mundo gentil y, como tal, sólo podía utilizar sus facultades para la construcción y no para la destrucción, para la bendición y no para la maldición.
Maimónides de Córdoba opina que los seres humanos no podemos ver a los ángeles que habitan una dimensión espacial diferente. Por ello, Bileam no se percató de la presencia del ángel, e incluso, el habla de la burra ocurrió en una especie de “visión”, o tal vez se desarrolló en la mente de Bileam. En el marco de una relación cercana y familiar con un animal existe la tendencia de atribuirle características humanas a un burro, por ejemplo. Es de notar que hay quienes le dan nombres de personas a un animal doméstico y muchas veces entablan una conversación, como si el animal respondiera a las interrogantes que se le plantean.
El hecho de que Bileam se inhibiera de maldecir a los hebreos produjo un efecto moralizante. Los habitantes de la región tuvieron que concluir que este pueblo gozaba de una protección divina especial. Su éxodo de la esclavitud egipcia no tenía un propósito parroquial, se trataba de una lección universal: la esclavitud es inmoral, todos los seres humanos tienen derecho a la dignidad que incluye la libertad, en primer plano.
El episodio de la “burra parlante” tenía un objetivo didáctico particular para Bileam: su facilidad de palabra y profecía era un bien que Dios le había otorgado y que, de acuerdo con Su voluntad, podía ofrecer a otros, incluso a un animal.
Las facultades extraordinarias de Bileam podían haber sido utilizadas para fines malévolos. En efecto, existen los desastres en potencia con los cuales la naturaleza intimida constantemente al género humano. Sin embargo, el mayor peligro lo constituye el hombre mismo, quien con astucia y mal utilizada sagacidad puede amenazar la sobrevivencia de la especie. Más aún, el uso perverso de un intelecto desarrollado puede conducir a los mayores desastres.
Nuestros capítulos, enseñan, sin embargo, que la Providencia de Dios se hace presente y se vale incluso de una “burra parlante” para frenar el indebido uso de las facultades que tienen un origen divino, tal como en el caso de Bileam que había recibido de Dios el don de la profecía para el mundo gentil.