EL FUEGO CONSTANTE DEL BEIT HAMIKDASH

Parashá TSAV

Los diferentes Korbanot –sacrificios– son el tema de estos capítulos. Estas ofrendas requerían la utilización del fuego tanto en el Mishkán como siglos más tarde en el Beit HaMikdash donde había tres fuentes para este propósito. Mokdá o Maarajá Guedolá era la fogata principal. La segunda fogata, Maarajá Sheniyá consistía en carbones utilizados para el ofrecimiento del incienso de la mañana y tarde. Una fogata adicional, Maarajá Lekiyum Haesh, era utilizada en el caso que se extinguiera una de las otras dos.

La fogata, Esh Tamid, tenia que ser alimentada constantemente con leña para asegurar que no se apagara. ¿Cuál es el simbolismo de una llama perpetua en el Beit HaMikdash? Zeev Falk sostiene que la llama perpetua expresa la continua Presencia de Dios en el Beit HaMikdash. Por un lado, los Korbanot son la vía para el “acercamiento” del hombre al Creador, tal como alude la misma palabra Korbán. Por otro lado, el fuego simboliza que Dios está presente con el pueblo a todo momento.

El fuego tiene características especiales y fue considerado durante muchos siglos como uno de los elementos fundamentales de la naturaleza. La mayoría de los alimentos pasan por el fuego antes de ser colocados sobre la mesa. Es un elemento colmado de misterio que en ocasiones se comporta con una furia impredecible, pero al mismo tiempo facilita la conversión de materiales naturales en elementos útiles para la sociedad.

Hay quienes sostienen que la Deidad posee características similares: severidad y ternura, misterio indescifrable y preocupación por la suerte del ser humano. El fuego también refleja al ser humano por su fragilidad esencial, porque el viento o soplo bien dirigido lo apaga.

La exigencia de mantener la llama del altar constantemente viva es una alusión a la necesidad de la constancia en el estudio de la Torá y el cumplimiento de las Mitsvot, tal como luego se afirmará en los libros de Tehilim y Mishlei.

Sin desvirtuar la relación de los rezos diarios: Shajarit, Minjá y Arvit, instituidos para compensar la ausencia del Korbán después de la destrucción del Beit HaMikdash, la oración exige la renovación espiritual, tal como las llamas de las fogatas que tenían que ser constantemente alimentadas para que no se apagaran. Mientras que la ofrenda por un error cometido sin intención, para ser efectivo requería la Teshuvá, el arrepentimiento, la oración exige la Kavaná, la concentración y el designio espiritual.

En el universo del Jasidismo, la renovación y el comportamiento extático forma parte integral de la Tefilá. La persona tiene que presentarse ante el Creador, tal como si su neshamá estuviera consumiéndose por una llama que surge de la parte más interior de su ser. Al igual que el Korbán Olá, que según su nombre tenia que ascender directamente al trono celestial, durante la recitación de la Kedushá la persona se coloca sobre las puntas de los pies en un acto simbólico del deseo por un ascenso a las alturas.

Muchas de las figuras trascendentales en el mundo de las letras y ciencias, artes y política, actuaron impulsados por una llama o ardor interior que no les permitió́ el descanso y los impulsó a explorar los temas y activar en los campos que otros no se habían atrevido a incursar.

Al mismo tiempo, puede surgir el fundamentalismo ciego que también es alimentado por un fuego interno que quema u opaca al raciocinio, mientras que alimenta y estimula el fanatismo.

Concluimos que el fuego es un elemento neutro, pero poderoso. Es indispensable para la construcción, pero también puede ser muy eficiente en la destrucción. Así́ es con el fervor religioso que puede conducir a una mayor espiritualidad o al fanatismo equivocado, tal como fue el caso de Shabetai Zvi y de otros falsos mesías que sintieron una llama interna que los impulsaba a retar a los jajamim de la época para auto denominarse los salvadores del pueblo. Llegaron incluso a “santificar” el acto de la desobediencia de las Mitsvot como una expresión de su visión mesiánica.

Por ello, Maimónides apunta que la Torá que Dios entregó al pueblo judío es inalterable. Incluso, dos hijos de Aharón que trajeron al Mishkán Esh Zará, un fuego extraño, fueron castigados severamente. El fuego puede consumir una vivienda pero también puede transformar el hierro en una herramienta para la construcción.

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