Or Hajayim, penetrante comentarista de la Torá, cuestiona el orden que se encuentra en el principio del texto bíblico que declara que Dios habló con Moshé en el desierto de Sinai, en el Óhel Moed, la “Carpa de reunión”, en el primer día del segundo mes del segundo año después del éxodo de Egipto. De acuerdo al estilo usual de la Torá, esto implicaría que el desierto se encuentra dentro de la carpa de reunión y la realidad es lo contrario: el Óhel Moed estaba en el desierto. Porque la Torá generalmente menciona un lugar específico que luego ubica dentro de un contexto general.
De acuerdo con los jajamim, el Óhel Moed era un lugar excepcional porque los seiscientos mil hebreos que habían salido de Egipto cabían entre los dos extremos del Arón que guardaba las dos Tablas de la Ley, que a su vez estaba dentro de esa “Carpa de Reunión”. Esto quiere decir que aunque el Óhel Moed estaba en el desierto, desde cierto prisma, era más vasto que el lugar que lo albergaba. El Óhel Moed tenía una capacidad ilimitada. El desierto es grande, enorme; pero el Óhel Moed es ilimitado.
Yosef Kalatsky cita el ejemplo de Radin, Polonia, la aldea donde nació y vivió Rabí Israel Meir HaCohen Kagan, conocido como Jafets Jayim, el célebre erudito autor de Mishná Berurá. Esta aldea no aparece en un mapa de Europa donde se pueden ubicar de manera prominente las grandes capitales tales como París, Londres, Madrid, etc., porque físicamente es muy pequeña. Sin embargo, en un mapa judío espiritual, Radin luce más imponente que las capitales, debido al aporte intelectual de este sabio. De acuerdo con el espacio físico, Radin lucía insignificante, pero cuando el parámetro para la medida era el valor espiritual, esta aldea destellaba.
Reb Jayim de Volozhin, abuelo de mi maestro J. B. Soloveitchik, comenta la Mishná en Pirkei Avot que afirma que el mundo está anclado sobre tres principios: Torá, el estudio y cumplimiento de las Mitsvot; Avodá, el servicio a Dios que en la actualidad se cumple a través de la Tefilá, la oración; y Guemilut Jasadim (las acciones de benevolencia y solidaridad con el prójimo). Está claro que no existe límite alguno para el cumplimiento de estos tres principios fundamentales. La noción de haber estudiado suficiente Torá es obviamente errónea. El estudio no tiene límite, lo mismo que la plegaria y las buenas acciones.
Reb Jayim cuestiona: ¿Cómo puede una persona de escasos recursos cumplir con Guemilut Jasadim a cabalidad, cuando sus posibilidades económicas son muy limitadas? Cita al Talmud, que testimonia que una Voz Celestial emanó desde Sinai que afirmó que el mundo se sostiene “debido al mérito de Mi hijo Rabí Janiná ben Dosá”. El Talmud también relata que Janiná era sumamente humilde y pobre, se mantenía de Shabat a Shabat con una simple verdura. Dada su carencia de recursos económicos, ¿Cómo podía Janiná cumplir con el principio básico de Guemilut Jasadim?
Reb Jayim responde que según el Talmud, la existencia del mundo es una función de la rectitud, santidad y mérito de Janiná. De tal manera que los grandes filántropos debían sus fortunas a la conducta ejemplar de Janiná, porque su comportamiento era la razón para que el mundo fuese una realidad. De cierto modo, Janiná permitió la práctica de Guemilut Jasadim de todos.
El cuarto tomo de la Torá que inicia nuestro texto incluye un censo del pueblo judío. En el lenguaje de la Torá se debe contar las “cabezas” para llegar a la cifra final y la “cabeza” contiene al cerebro humano, el cual a través de las ideas y pensamientos, experiencias y vivencias que almacena, identifica al individuo y lo diferencia de otras personas.
Mientras el censo matemático cuantifica el número, un censo espiritual revela la sensibilidad y lealtad, moralidad y valores, y sobre todo toma en cuenta a la persona, su sinceridad y aspiraciones individuales.