Día a día el hambre se acentuaba en Egipto y sus habitantes habían gastado todos sus recursos en la compra de víveres. Para sobrevivir le vendieron a Yosef su ganado y más adelante le cedieron sus tierras, quedando como esclavos. Por lo tanto, el texto de la Hagadá reza, avadim hayinu lefaró bemitsráyim, fuimos los esclavos del Faraón en Egipto”. No fuimos los esclavos de los egipcios, porque, a su vez, los egipcios, también eran esclavos del Faraón. Yosef decreta la entrega del veinte por ciento de la producción agrícola al tesoro nacional y el resto para el sustento de las familias que siembran las tierras. El sacerdocio egipcio recibe una cuota diaria de pan y por esto les permite retener sus tierras.
El relato bíblico de nuestra lectura semanal señala que Yaacov cumple ciento cuarenta y siete años, habiendo pasado los últimos diecisiete en Egipto, y está por fallecer. Yaacov hace llamar a Yosef y le encomienda trasladar sus restos mortales a la tierra ancestral. Un culto muy importante alrededor de la muerte se había desarrollado en Egipto. Las pirámides son las extraordinarias tumbas de los potentados, donde eran enterrados con sus ropajes más finos, con comida y provisiones para el viaje hacia el Más Allá. Yaacov no desea identificarse con esa especulación (o teología) que coloca el énfasis en una vida ulterior. El judaísmo es una teoría para la vida, que acentúa y valora este mundo y por lo tanto constituye una perspectiva muy diferente a la egipcia. El éxodo no significa únicamente la ruptura con las cadenas de la esclavitud física. El éxodo de Egipto señala una actitud de rebeldía frente a la óptica de los habitantes de ese país y señala una vía alterna, diferente enteramente a la escala de valores allí reinantes.
En una visita a Caracas hace una década, el artista israelí Yaacov Agam argumentó que su arte era un arte judío. Frente a esa afirmación reaccione negativamente. Recordaba las enseñanzas de mi maestro, el finado Dr. Joseph Lookstein, Canciller de la Universidad Bar Ilán y profesor de Yeshiva University. Lookstein solía decir que la sociología judía no existía como tal. Porque no había nada de particularmente judío en la sociología. La sociología es una ciencia que tiene algo que decir sobre los grupos humanos de cualquier origen geográfico o particularidad étnica. Se puede hablar, en cambio, solía decir, de la sociología de los judíos, tal como, por ejemplo, se podía estudiar la sociología de los grupos hispanos, o de las colonias francesas del siglo XVIII. Siguiendo esta línea de argumento supuse que tampoco existía el arte, judío. Agam, sin embargo, se mantenía firme en su punto de vista insistiendo que el arte es, por lo general estático e inmóvil. En cambio, decía, mi arte es dinámico y tiene movimiento. El Judaísmo es una opción diferente frente a la cultura egipcia, continuaba Agam, porque en Egipto se adoraba y admiraba lo inmutable y lo eterno. Las pirámides son una especie de desafío frente al transcurrir de los siglos. Son una manifestación de la victoria del ser humano frente a lo efímero y temporal. La muerte representaba para el egipcio la eternidad. La vida, por ser pasajera, no era merecedora de su atención exclusiva. Únicamente lo eterno podría considerarse sagrado.
Para el judaísmo, ni el lugar ni una edificación (con las notables excepciones del Monte del Templo y del Beit HaMikdash) poseen santidad. El judaísmo santifica el tiempo, los momentos del año que tienen un significado especial, tal como los días festivos sagrados, con el Shabat a la cabeza. Mientras que en Egipto se aprecia y glorifica lo permanente, el judaísmo entroniza el cambio. El crecimiento, el desarrollo y por lo tanto la vida misma, dependen de la posibilidad de cambio y esto radica su importancia vital. Según Agam, su arte, es el arte del cambio y del movimiento. Sus obras se modifican “cambian,” dependiendo de la posición del espectador y del ángulo de visión.
Regresemos a nuestro relato bíblico y nos encontramos con Yosef, acompañado por sus dos hijos, visitando nuevamente a su anciano padre. Acompañado por sus dos hijos. Yaacov está enfermo. Es la primera vez que se menciona el estado de enfermedad en la Torá. Algunos expositores sugieren que, anteriormente, los seres humanos morían repentinamente, sin ninguna señal previa. La enfermedad, como síntoma de una muerte próxima, le otorga a la persona la oportunidad de tomar ciertas decisiones de último momento, que pueden ser de importancia trascendental. Yaacov no reconoce en un principio a los hijos de Yosef pero los bendice al enterarse de su identidad. (Es posible que la relación entre abuelos y nietos no estuviera aún lo suficientemente desarrollada en la sociedad humana). Una parte de la bendición de Yaacov, yesimjá Elohim keEfráyim vejiMenashé, que quiere decir que Dios te considere como a Efráyim y Menashé, servirá de modelo para la bendición de los hijos en las generaciones futuras.
Esta vez, en su lecho de muerte, Yaacov llama a todos sus hijos y dice, “...et asher yikrá etjem beajarit hayamim”,… lo que les acontecerá en el fin de los días”. Dado que lo que sigue es una descripción de la personalidad, o de algún acontecimiento importante en la vida de cada uno de sus hijos, y omite el “final de los días”, nuestros jajamim opinan que, en sus últimos momentos la inspiración divina abandona a Yaacov. En un contexto diferente, había sugerido un significado diferente al término ajarit hayamim, “el fin de los días”. Leemos en el versículo de Devarim (Números) XXXI, 29, que Moshé le dice al pueblo judío, ki yadati ajarei motí…, vekarat etjem haraá beajarit hayamim; “porque sé, que después de mi muerte…, y les ocurrirá el mal en el fin de los días”. En muchas oportunidades los versículos de la Biblia establecen paralelismos. Eso quiere decir que la misma idea se expresa en la primera y en la segunda parte de una oración. Al analizar este recurso literario del paralelismo, ajarei motí, “después de mi muerte,” tiene igual significado que ajarit hayamim, “el fin de los días”. Por lo tanto, sugiero que ajarit hayamim no significa necesariamente, el fin de los días de la humanidad, o sea que no hace referencia a algún concepto apocalíptico. El sentido de ajarit hayamim puede ser simplemente el fin de los días de una persona. Por lo tanto, en nuestro relato, es muy probable que Yaacov no tuviera la intención de predecir y anticipar el desenvolvimiento del futuro de la humanidad, sino opinar acerca de cuál sería el comportamiento de su familia después de su muerte, tomando en cuenta los rasgos individuales de cada uno de sus hijos.
Considero que el concepto de la unidad familiar y el de las relaciones entre sus diversos integrantes fueron evolucionando a través del tiempo. Cuando Caín exclama, “¿acaso soy el guardián de mi hermano?” podría estar enunciando, sin ironía alguna, un hecho que consideraba natural. Caín opinaba, tal vez, que cada uno es entera y únicamente responsable por sí mismo. ¿Cómo explicamos la celeridad y el empeño de Avraham en sacrificar a su hijo Yitsjak, sin por lo menos cuestionar la autenticidad de la orden recibida? ¿Por qué no exige que se le repita el severo y cruel mensaje? ¿No podría haber algún error en su transmisión? ¿Cómo podemos explicar que Yitsjak se dejase engañar por unas pieles que Yaacov se coloca sobre los brazos en el momento de recibir la bendición paterna? ¿Acaso Yitsjak, a pesar de su ceguera, no podía diferenciar entre sus hijos?. Creo que, paso a paso, se fue desarrollando el concepto de las relaciones y el de las responsabilidades paternales y filiales. Yaacov es el primero de los patriarcas en conocer y reconocer individualmente el carácter y la idiosincrasia de cada uno de sus doce hijos. Así lo demuestra en su lecho de muerte al nombrarlos y amonestarlos por sus errores. Tal vez ésta, sea una razón adicional para que el pueblo judío porte el nombre de Benei Israel, los hijos de Yaacov, porque fue el primer patriarca que conoció de cerca a cada uno de sus hijos.
Gracias Senor Rabino Brener por haber mandado su comentario de la parasha Vayechi
Como siempre su comentario es claro y requiera mas estudio.
Gracias Claude Chalom BOUHADANA