El sistema y el orden de los sacrificios son el tema principal de nuestros capítulos. La Torá detalla los diferentes momentos y razones para el ofrecimiento de un korbán, que es un sacrificio. En lecturas anteriores de la Torá se nos había participado que un korbán tenía que ser mikem, “de ustedes” o sea que la ofrenda, en su esencia requiere el ofrecimiento personal, porque sacrificar implica dar algo de sí mismo.
El universo de los sacrificios nos es ajeno a las mayorías y probablemente colide con algunos conceptos básicos de nuestra mentalidad actual. Para empezar, ¿cuál podría ser el posible propósito de estos sacrificios? Está claro que la intención no es la de “alimentar” a Dios con la carne y la sangre del animal ofrecido. Hay quienes sugieren que es una vía adicional para acercarse al Creador. Nos dicen que el korbán es el instrumento que el hombre utiliza para comunicarse con Dios y al mismo tiempo para tomar mayor conciencia de Su existencia y de Su providencia. Si esta era la intención original, ¿en qué forma podemos suplir actualmente esta necesidad cuando, debido a la destrucción del Beit HaMikdash, no podemos continuar con los sacrificios? El Talmud, anticipando nuestra pregunta, reseña una conversación en la cual Avraham le plantea a Dios esta misma pregunta. ¿”Cómo obtendrá el pueblo judío el perdón por sus pecados en ausencia de los sacrificios”? La respuesta que se obtiene es, “cuando Israel recite el orden bíblico de las ofrendas, lo consideraré como si los hubiesen ofrecido en realidad y les perdonaré sus pecados”. De esta manera la tradición judía se refugia en la palabra y en el estudio y señala a éste última, como el factor que puede compensar las circunstancias transitorias y que, en última instancia, entroniza al estudio como el bien supremo.
El orden de nuestros rezos diarios se rige por los sacrificios del Beit HaMikdash. Apoyándose en el hecho que había un korbán denominado tamid, los jajamim ordenaron un servicio diario denominado Shajarit que debe recitarse en las primeras horas de la mañana que coincide con el horario de este sacrificio. Para recordar las ofrendas del incienso, en las tardes, sobre un altar dorado, mizbéaj hapenimí, se instituyó el servicio de Minjá. Según el Zóhar, la recitación del orden del ofrecimiento del incienso sirve para remover las impurezas del mundo para que las plegarias sean atendidas. Igualmente se sugirió la recitación de Arvit o Maariv para hacer alusión al ofrecimiento de las horas de la noche. Dado que en los días festivos se ofrecían ofrendas adicionales, nuestros rezos reflejan este hecho con la inclusión del servicio de Musaf.
El culto dentro de la Sinagoga es, por lo tanto, un eco de lo que acontecía en el Templo de Jerusalem y el hogar de cada uno tiene ciertas características que igualmente hacen alusión al mismo Beit HaMikdash. La mesa de la casa debe considerarse como un altar y los alimentos como sacrificios, así opinan nuestros jajamim. Por lo tanto, nos lavamos las manos antes de comer, porque el kohén, según la instrucción bíblica tenía que lavarse las manos antes de la ofrenda. En el Beit HaMikdash había un kiyor, un recipiente con agua santificada de donde se derramaba ese líquido sobre las manos y los pies del kohén antes de los sacrificios.
El día empezaba en el Templo con el cuidado y limpieza de la menorá, el candelabro que se había confeccionado martillando una pieza maciza de oro. A continuación se procedía a remover del altar las cenizas sobrantes del día anterior. Se mantenían alimentadas tres llamas en el altar. El korbán se ofrecía sobre la maarajá guedolá, la primera gran llama del centro del altar. La segunda llama, maarajá sheniyá shel ketóret, ubicada en el sur oeste del altar, era utilizada para los inciensos. La tercera llama, maarajá lekiyum haesh permanecía siempre encendida en caso que algunas de las otras llamas se apagasen.
El primer korbán mencionado es el olat tamid, el ofrecimiento constante de todos los días. Se adquiría el animal para el sacrificio con los dineros de la contribución comunitaria de majtzit hashékel, dándole a todos igual participación en este servicio del Templo. El sacrificio es una demostración de la disposición al cumplimiento de la voluntad Divina. Este korbán era incinerado en su totalidad. Se procedía luego con un ofrecimiento de harina con aceite de olivo, minjat nesajim, para luego derramar vino sobre el altar.
La desobediencia “sin intención” de las reglas del Shabat requieren el ofrecimiento de un jatat, un sacrificio de expiación. Desde la perspectiva tradicional, aun cuando la acción carezca de intención específica de obviar la ley, no se puede alegar total inocencia. La persona que está consciente en todo momento de sus responsabilidades no incurre en falta. La infracción de la ley por descuido, revela despreocupación y falta de seriedad frente a un imperativo Divino.
Las ofrendas comunitarias por la paz se denominan shalmei tzibur y se llama asham al korbán de culpa que se ofrece por alguna desobediencia. Si uno jurase en falso con referencia a un objeto que le había sido encomendado para su cuidado o por cometer un robo, o como el resultado de algún préstamo, tenía que ofrecer la ofrenda asham guezelot. El uso indebido para beneficio propio de un objeto perteneciente al culto religioso del Templo, exige la ofrenda asham meilot. (Es obvio que en el clima de corrupción administrativa de numerosas sociedades contemporáneas, un Beit HaMikdash del siglo XX tendría dificultades para atender a todos los asham meilot que deberían ofrecerse). Un nazir (persona que había asumido el compromiso de abstenerse de beber vino, cortarse el pelo, y de no tener contacto con un cadáver) tenía que ofrecer un asham nazir si, accidentalmente, tenía contacto con un cadáver. Al octavo día, después de pronunciársele curado al metzorá, un leproso, éste tenía que ofrecer un asham metzorá. En la interpretación de nuestros sabios, la lepra era una manifestación externa de una enfermedad espiritual interna. Metzorá era interpretado como motzí ra, en particular como motzí shem ra, aquel que calumnia e injuria con falsedades a su prójimo. Una duda sobre la necesidad de traer al Templo un jatat, (anteriormente mencionado) requiere el ofrecimiento de un asham talui, por una culpa dudosa.
El salvarse de algún peligro o el superar una enfermedad severa es motivo para una ofrenda de todá, de agradecimiento a la Providencia. De tal modo, los momentos significativos de la vida eran acompañados una ofrenda, bien de expiación o bien de agradecimiento a Dios. Debemos notar que las infracciones intencionales no podían expiarse con un korbán. Los sacrificios no son artefactos para “faltar a la ley” y luego arrepentirse. El korbán es un instrumento de acercamiento a la divinidad ya sea en los momentos de alegría o en los de recogimiento.
Aunque carecemos hoy de un Beit HaMikdash, el principio del sacrificio continúa vigente. En toda relación humana de importancia y significación se requiere de nuestro dar, de nuestro aporte personal y en última instancia, de nuestra entrega total.