We are commemorating another anniversary of the greatest tragedy

We are commemorating another anniversary of the greatest tragedy suffered by the Jewish people in its entire history: the planned, structured and executed extermination by the Nazis during World War II of 6 million Jews, a third of the world population of our people in that immoral and inhuman stage of Humanity.

Much has been written about this tragedy, but it will never be enough. It should be remembered that General Dwight D. Eisenhower ordered the concentration camps be filmed, especially the cadaverous appearance of the survivors. He thought that years later, what happened would be denied because the tragedy was unparalleled in the annals of human history. Who will believe that man was able to commit such crimes?

Why did the Germans build crematoria in some concentration camps? It would have been more efficient to simply dump the bodies in some field or perhaps bury them underground. Perhaps the hatred for the Jew was of such a magnitude that it blinded them, and the Nazis did not want to leave a trace of their existence and turn them into ash that the wind would take away. They diverted resources from the front lines of combat in order to execute their diabolical plan against the Jewish people: “the final solution”, their total extermination so that there would be no remnant of what they considered to be a plague for humanity.

Perhaps there was another fundamental or simultaneous purpose: to leave no trace of the crime, if there is nobody of crime, there is no proof of a crime. And what of some survivors who in the future could bear witness to what happened? No one will believe them, because what they would tell would be impossible to imagine.

For this reason, towards the end of the war, the German army took care to destroy the vestiges of some of the concentration camps, so as not to leave visual testimony, not to leave a trace.

Decades after the tragedy, what should be our attitude? I remember that the late president of Venezuela Carlos Andrés Pérez once told me: how long are you going to talk about what happened? And he was quite right, we can’t guide our lives by cultivating hatred, because as one survivor recently put it: “Hate is a disease that can destroy your enemy, but will eventually destroy you as well.”

On the other hand, forgetting would be a sin and a tragedy. History teaches us that indifference is a mistake that parallels crime. The attitude of many nations that saw what was happening in those days and did not react, made them accomplices by inaction. History teaches that you have to respond, react immediately to any expression of anti-Semitism. To be silent is to agree tacitly to what is happening!

But the past is no longer, the present is temporary and we have to look to the future that cannot be built on a base of rancor or hatred. We must not forget, but at the same time we have to focus on tomorrow and the day after, and the best example is the State of Israel, which thanks to its Chalutzim, the pioneers who turned the desert into a garden, along with survivors of WWII and those who escaped the rancor and discrimination in several Arab countries, are building a nation and a society that is also unequaled in modern times. Including their reaction to the fearsome COVID-19 is an example for other nations to follow in the footsteps of the State of Israel.

Zachor, we will remember, but at the same time, we will look to the future with optimism because our people are anchored in the morality taught by the Torah that has allowed us to survive after all the nations that in past centuries tried to destroy us have disappeared.

We will transit, in the words of the prayer we recite after reading from the Torah on Mondays and Thursday: “from affliction to relief, from darkness to light, from submission to redemption, now, quickly and at an early time.”

Rabbi Pynchas Brener

NO OLVIDAR – ENFRENTAR EL FUTURO

mika-zt5SZc8YOZU-unsplashEstamos conmemorando otro aniversario de la mayor tragedia sufrida por el pueblo Judío en toda su historia: el exterminio planificado, estructurado y ejecutado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial de 6 millones de judíos, una tercera parte de la población mundial de nuestro pueblo en esa etapa inmoral e inhumana de la Humanidad.

Mucho se ha escrito sobre esta tragedia, pero nunca será suficiente. Cabe recordar que el General Dwight D. Eisenhower ordenó se filme los campos de concentración, especialmente el aspecto cadavérico de los sobrevivientes. Pensó que años más tarde se negará lo ocurrido, porque la tragedia no tenía parangón en los anales de la historia humana. ¿Quién creerá que el hombre pudo haber sido capaz de cometer tales crímenes?

¿Por qué construyeron los alemanes crematorios en algunos campos de concentración? Hubiera sido más eficiente simplemente arrojar los cadáveres en algún campo o tal vez enterrarlos bajo tierra. Tal vez el odio por el judío era de tal dimensión que los había enceguecido y no querían dejar rastro de su existencia y convertirlos en ceniza que el viento se llevaría. Desviaron recursos del frente de combate para poder ejecutar su plan diabólico contra el pueblo judío: “la solución final”, su exterminio total para que no quede remanente alguno de lo que consideraban era una plaga para la humanidad.

Tal vez había otro propósito fundamental o simultáneo: no dejar rastro de su crimen, si no hay cuerpo de delito, no hay crimen. ¿Y qué de algunos sobrevivientes que en el futuro puedan dar testimonio de lo ocurrido? Nadie les creerá, porque lo que contarían sería imposible que haya ocurrido.

Por ello, hacia finales de la guerra, el ejército alemán se ocupó de tratar de destruir los vestigios de algunos campos de concentración, para no dejar testimonio visual, no dejar huella.

Décadas después de la tragedia, ¿Cuál debería ser nuestra actitud? Recuerdo que el finado presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez me dijo en una oportunidad: ¿hasta cuándo van a hablar de lo ocurrido? Y tenía gran parte de la razón, no podemos guiar nuestras vidas cultivando el odio, porque tal como lo apuntó un sobreviviente reciéntemente: “el odio es una enfermedad que puede destruir a tu enemigo, pero eventualmente te destruirá a ti”.

Pero olvidar, sería un pecado y una tragedia. La historia nos enseña que la indiferencia es un error paralelo al crimen, ya que la actitud de muchas naciones que vieron lo que estaba pasando en aquellos días y no reaccionaron, se convirtieron en cómplices debido a su inacción. La historia enseña que hay que reaccionar inmediatamente frente a cualquier expresión de antisemitismo. ¡Callar es otorgar!

Pero el pasado ya no es, el presente es pasajero y tenemos que mirar hacia el futuro que no puede construirse con el rencor ni el odio. No debemos olvidar, pero al mismo tiempo tenemos que concentrarnos en el mañana y el mejor ejemplo es el Estado de Israel que gracias a sus Jalutzim, los pioneros que convirtieron el desierto en jardín, junto con sobrevivientes de la guerra y quienes escaparon del rencor en varios países árabes, están construyendo una nación y una sociedad que tampoco tiene igual en los tiempos modernos. Incluso su reacción frente al temible COVID-19 es ejemplo a seguir para otras naciones.

Zajor, vamos a recordar, pero al mismo tiempo vamos a mirar el futuro con optimismo porque nuestro pueblo está anclado en la moralidad que enseña la Torá que nos ha permitido sobrevivir a todas las naciones que en el pasado intentaron destruirnos.

Transitaremos, en las palabras de la oración, “de la aflicción al alivio, de la oscuridad a la luz, del sometimiento a la redención, ahora, rápidamente y en una época pronta”.

Rabino Pynchas Brener