LA SANTIDAD DEL TIEMPO Y DEL LUGAR

Parashá PEKUDEI

Los últimos capítulos de Shemot concluyen con los instructivos referentes a la construcción del Mishkán en el desierto. Muchos exégetas coinciden en señalar que el Mishkán es una respuesta al pecado del Éguel Hazahav. Por un lado está el reconocimiento que el pueblo necesitaba de un algún elemento tangible para simbolizar su relación con Dios. Por otro lado, el Mishkán servía como un constante recordatorio del Dios que había sido responsable de su liberación de la esclavitud egipcia.

La Torá insiste en recordar que, incluso para una tarea sagrada como la construcción del Mishkán, no se puede violar las leyes del Shabat. El fin no justifica los medios. Cabe indagar entonces, si acaso el Shabat es más sagrado que el Mishkán. Por ejemplo, no se debe ayunar en Shabat, por lo tanto, si Purim coincide con un día domingo, el ayuno de Ester se celebra el jueves anterior y no el día Shabat que precede a la festividad. En cambio, si Yom Kipur coincide con Shabat, sí se ayuna ese día.

En el Beit HaMikdash, el Korbán Tamid se ofrendaba a diario, incluso en el Shabat, día en el cual había sacrificios adicionales. Tal vez, la razón de la insistencia de no hacer trabajos de construcción del Mishkán en Shabat se debe al hecho de que la estructura fue consagrada solamente cuando fue terminada. Durante el período de construcción carecía de santidad.

Mientras el Mishkán y luego el Beit HaMikdash representaron la santidad del lugar, el Shabat simboliza la santidad del tiempo. De acuerdo con lo antedicho, no se puede establecer una jerarquía, no obstante la percepción de que el  “tiempo” es más abstracto y, por lo tanto, debería poseer mayor espiritualidad.

Abraham Joshua Heschel había argumentado que el relato de Bereshit corona la santidad del Shabat como la culminación del proceso de la creación de los primeros Seis Días. Será recién en la época del rey David que la ciudad de Jerusalem es consagrada, mientras que la Torá no hace mención de ella. Al contrario, el texto bíblico reza “En cualquier lugar donde haga mencionar Mi Nombre, llegaré a ti y te bendeciré. Menahem Ben-Yashar argumenta que Einstein mostró que el universo tiene cuatro dimensiones: las tres dimensiones espaciales más la dimensión del tiempo, y el judaísmo no jerarquiza entre ellas. La santidad debe invadir todas las dimensiones.

Los jajamim sostienen que la santidad de Jerusalem se remonta realmente al momento de la creación, al señalar que el universo se originó de la Piedra Fundamental del Beit HaMikdash. Además, sostienen que Adam ofrendó sobre el altar de Jerusalem. Al mismo tiempo se puede argumentar que, aunque la santidad del Shabat fue ordenada como la culminación del proceso de la Creación, su instrumentación recién ocurrió en el desierto con la ordenanza que prohibió la recolección del Maná en ese día.

Ben-Yashar continúa y señala que la primera Mitsvá que recibiera Abraham: “Vete de tu tierra…”, es una referencia a un lugar, “a la tierra que te mostraré”, y no a una coordenada de tiempo. La Biblia es un texto de historia y geografía, tiempo y lugar, festividades sagradas y tierra sagrada. Se obtiene, tal vez, el mayor grado de santidad cuando el Kohén Gadol ingresa al lugar más sagrado, el Kódesh HaKodashim del Beit HaMikdash, en el día más sagrado: Yom Kipur. De cierta manera es una visita renovada al monte Sinaí, tal como Moshé no comió ni bebió; de igual manera, el Kohén Gadol y el pueblo se abstienen de ingerir alimentos en ese día.

Una diferencia estructural entre los conceptos “tiempo” y “lugar” hace que la balanza se incline a favor del tiempo. El largo exilio del pueblo judío impidió que Jerusalem continuara siendo el centro del culto. Sin embargo, la noción del tiempo, las festividades y el horario de las plegarias, siempre los acompañó. Mientras que el lugar es fijo, por naturaleza, el tiempo es transportable. Mientras que el Beit HaMikdash tiene una ubicación única, la sinagoga se erige automáticamente en cualquier lugar donde se hace presente el Minyán, una congregación de al menos diez.

La nostalgia por la tierra ancestral durante el largo exilio fue una expresión adicional del sentimiento de estar “incompleto”, por la ausencia del concepto de “lugar” en la tradición judía durante los últimos dos milenios. El Estado de Israel ha devuelto el “lugar” y por ello viene la noción de Shalom, “estar entero”, no tan sólo desde un punto de vista político y nacional, sino desde el prisma espiritual que siempre fue una parte indivisible de la esencia del judaísmo.

EL MISHKÁN Y EL MONTE SINAÍ – LA CONCLUSIÓN DEL LIBRO SHEMOT

Parashá VAYAKHEL - Parashá PEKUDEI

¿Cuándo recibió el pueblo hebreo la orden de construir el Mishkán, el Tabernáculo que los acompañaría durante la travesía por el desierto? De acuerdo con Rashí y con la mayoría de los comentaristas, el Mishkán fue una respuesta a la adoración del Éguel Hazahav, el “Becerro de Oro” que los hebreos fabricaron como un sustituto de Moshé, quien tardó más de lo anticipado en retornar del monte Sinaí. Según Rambán, la construcción del Mishkán está relacionada con la revelación en el monte Sinaí, siendo el Kódesh HaKodashim el lugar más sagrado de este recinto, porque contenía el Arca que guardaba las dos Tablas de la Ley donde estaban grabados los Diez Mandamientos.

Al asumir la idea de Rashí se debe pensar que el Mizbéaj, el altar sobre el cual se hacían las ofrendas, era el lugar central del Mishkán, porque su función era la obtención del perdón Divino por las transgresiones. Esta idea se desprende del hecho de que el pecado relacionado con el “Becerro de Oro” fue el motivo para la construcción de esta Casa de Dios.

Rambán destaca que la Torá repite la orden de la construcción del Mishkán. La primera vez, como mencionamos, precedió al episodio del “Becerro de Oro” y su finalidad estaba conectada con la Ley que los hebreos recibieron en el Sinaí. Este instructivo se repite nuevamente en la Torá, para señalar que Dios le había perdonado la trasgresión al pueblo hebreo después del pecado del Éguel Hazahav. Más aún, el Mishkán servirá para la obtención del perdón en el futuro también.

No obstante, para Rambán el Mishkán no era solamente una respuesta al problema del pecado. El Mishkán permitía revivir el momento de la revelación en el Sinaí, cuando el pueblo hebreo contrajo un Berit, hizo un pacto con Dios.

Por otro lado, la Torá antecede al Sinaí, porque en Egipto los hebreos ya habían recibido ciertos instructivos con respecto al conteo de los meses, o sea, acerca de cómo valorar el tiempo que será consagrado especialmente con la celebración semanal del Shabat, el día de descanso, que también antecede a la revelación en el Sinai. De otra manera, la formulación

Zajor et Yom HaShabat lekadeshó, “Recuerda que debes santificar el día Shabat”, no sería correcta. En Mará, los hebreos habían sido instruidos con referencia al Shabat y varias leyes adicionales. O sea que el contenido legal de la Torá fue revelándose progresivamente durante la travesía por el desierto. El Mishkán era el lugar escogido para esta enseñanza continua de la ley contenida en la Torá.

Siguiendo el pensamiento de Rambán, el Mishkán era una continuación del Sinaí, porque Dios se comunicaba allí con Moshé, quien a su vez transmitía su voluntad al pueblo hebreo. Tal como la sinagoga se convirtió en un Mikdash Me’at, una pequeña Casa de Dios que acompañó al pueblo judío en la diáspora después de la destrucción del Beit HaMikdash de Yerushaláyim, de manera similar, el Mishkán representó al monte Sinaí.

De acuerdo con Benno Jacob, la revelación Divina en el monte Sinaí fue una preparación para la “presencia continua” de Dios en el Mishkán, en medio del campamento hebreo en el desierto. El Mishkán era una especie de monte Sinaí itinerante. Acentúa esta idea el hecho de que el Kódesh HaKodashim, el lugar más sagrado de este recinto, contenía las Dos Tablas de la Ley que se habían recibido en el monte Sinaí.

El libro de Shemot puede ser dividido en tres partes. La primera sección relata los eventos en Egipto, el período de la esclavitud que culminó con el éxodo. La segunda parte narra los eventos que condujeron al monte Sinaí y el otorgamiento de la Torá. La tercera sección se refiere a la construcción del Mishkán y la consagración de los Kohanim con sus vestimentas especiales, el tema de nuestros capítulos.

PEKUDEI

LA CONCLUSIÓN DEL LIBRO SHEMOT

Con estos capítulos concluimos Shemot, el segundo libro de la Torá, que se puede dividir en tres partes. La primera sección relata los detalles de la servidumbre egipcia y destaca el liderazgo de Moshé, quien logra convencer al faraón de que permita la salida del pueblo hebreo de Egipto. El faraón accedió finalmente a la solicitud de Moshé porque Dios envió diez plagas que causaron gran sufrimiento a los egipcios.

Solamente cuando la plaga afectó la casa del faraón –como fue el caso de la última, la muerte de todos los primogénitos egipcios– se logró doblegar la voluntad del monarca.

Decisión que fue luego alterada, porque el faraón envió a sus soldados y carrozas para que persiguieran a los hebreos por el desierto, pero estas hordas fueron derrotadascuando se ahogaron en el mar Rojo.

La segunda parte de Shemot se refiere a la revelación Divina en el monte Sinaí y la tercera describe la construcción del Mishkán con información detallada acerca de los elementos que integraron este recinto. Aunque no se debe jerarquizar la importancia de los relatos e instructivos bíblicos, a primera vista el evento en el Sinaí, la revelación de la voluntad de Dios, luce como el episodio central. No obstante,  se puede argumentar que la revelación no estuvo circunscrita al Sinaí. Aún en Egipto, los hebreos recibieron un instructivo básico acerca de la importancia del tiempo en el capítulo que ordena Hajódesh hazé lajem rosh jodashim, “este mes será para ustedes el primero de los meses”, una referencia a Nisán, el mes del éxodo. Al mismo tiempo, el pueblo recibió la instrucción de escoger a la oveja que sería sacrificada como Korbán Pésaj, hecho que debía consumarse el día 14 de ese mes y, por ello, la Torá designa ese día como Pésaj, mientras que la festividad que usualmente denominamos Pésaj recibe usualmente el nombre de Jag HaMatsot.

Cabe destacar que el Korbán Pésaj tenía que ser ofrecido en la tarde del 14 de Nisán y, dado que en la actualidad carecemos del Beit HaMikdash y no se hacen ofrendas, algunos jasidim insisten en hornear la Matsá para el Séder en la tarde de ese mismo día, porque la Matsá sobresale y debe suplir también al Korbán como una Mitsvá en la ausencia del Beit HaMikdash.

La Torá también regula la recolección del Maná en el desierto y ordena observar el Shabat, todo ello antes de la revelación en el Sinaí. De tal manera que la expresión Zajor et Yom HaShabat, el cuarto de los Diez Mandamientos que ordena el descanso semanal durante el séptimo día, utiliza adecuadamente la palabra Zajor, “recuerda”, porque las leyes del Shabat ya habían sido promulgadas de antemano.

Después del evento en el Sinaí, el Mishkán sirvió como la sede para la promulgación de leyes adicionales que no fueron reveladas a Moshé en el monte Sinaí. ¿Por qué se distingue la revelación en el Sinaí si otros lugares también sirvieron para ese propósito? Menachem Ben-Yashar sugiere que la naturaleza pública de esta revelación la diferencia de las otras. Mientras que en el Mishkán Moshé recibía directa y personalmente la instrucción Divina, en el Sinaí todo el pueblo fue testigo de ella, hecho que le dio una validez adicional y permitió que todo el pueblo tuviera una experiencia profética. Además, el grueso de las leyes fueron reveladas en el Sinaí.

De tal manera que el Mishkán no era sólo la “residencia” de Dios durante la travesía por el desierto y en los siglos siguientes hasta la construcción del Beit HaMikdash, también era Óhel Moed, el lugar del encuentro entre Moshé y Dios, sitio en el cual fue instruido acerca de un gran número de Mitsvot. De acuerdo con Benno Jacob, el Mishkán fue en realidad un monte Sinaí portátil que acompañó al pueblo durante los años en el desierto. El paralelismo entre ambos se evidencia también porque el Mishkán contenía las dos Tablas de la Ley que Moshé había recibido en el monte Sinaí. Tal como el monte Sinaí estaba cubierto por una “nube de gloria”, de igual manera Moshé tenía que penetrar la “nube de gloria” que envolvía al Mishkán.

Antes de entrar en el Mishkán, Moshé tenía que pasar por un período de purificación de seis días y solamente al séptimo día podía introducirse dentro de este recinto sagrado, mientras que su inauguración se celebró el octavo día.

El éxodo de Egipto tenía el propósito de asegurar el acompañamiento de Dios a través de su presencia dentro del campo de los hebreos en el Mishkán. El libro de Shemot empieza con la esclavitud y la redención de la misma, que marca el final del Galut Mitsráyim, y concluye con la Gueulá: la redención, representada por la presencia de Dios en el Mishkán, en el seno del pueblo hebreo.