El ascetismo: ¿ideal o problema?

Parashá NASÓ - Números IV,21 - VII

Uno de los temas destacados en los capítulos bíblicos se refiere al nazir, la persona que toma la decisión de abstenerse de comer uvas y de tomar vino, promete no cortarse el pelo y de evitar cualquier contacto con un difunto. (El estado de nazir tiene validez por treinta días, a menos que se haya especificado un lapso diferente). Nos encontramos, probablemente, con la decisión personal de privarse de algunos de los placeres de este mundo porque se considera que éstos conducen a comportamientos indeseables. En efecto, dado que un capítulo anterior se refiere el proceso de investigación de una mujer cuyo esposo sospecha que comete adulterio, nuestros jajamim concluyen que la ley del nazir es mencionada de inmediato, porque el abuso del vino también puede traer como consecuencia la licencia sexual.

El nazir posiblemente considera que algunos disfrutes son ilícitos o que es demasiado débil para poder gozar de estos placeres, sin comprometer su integridad moral y religiosa. Este concepto es típico de numerosas religiones y se admite igualmente que privarse de algunos gustos es bien visto por los dioses. Según el comentarista Ibn Ezra los seres humanos somos esclavos de nuestras pasiones, y el auténtico rey es aquel que se libera del yugo de las pasiones. Abstenerse de lo mundano puede considerarse, también, como un castigo auto-impuesto por los pecados cometidos.

En una Beraitá, que es un texto rabínico no incluido en la Mishná, nos encontramos con una diferencia de opiniones acerca de nuestro tema. Rabí Eliézer Hakapar hace referencia al hecho de que la Torá exige que el nazir ofrezca un sacrificio al término de su período de abstención y por lo tanto lo califica de pecador; mientras que Rabí Elazar lo considera un virtuoso, apoyándose también en otra expresión de la Torá. Esta diferencia refleja la tensión existente dentro del Judaísmo respecto a los placeres de este mundo. Por un lado, estamos conscientes de que debemos ponerle freno a nuestros apetitos, tal como lo expresara el citado Ibn Ezra y, por otro lado nuestra tradición enseña que quien ha visto algo que parece ser placentero y se abstiene de disfrutarlo, será responsable de su acción.

Hay quienes ven en nuestras leyes de kashrut, por ejemplo, un sistema de reglamentos que tienen como objetivo la limitación del libre goce del placer. Se considera que el propósito de estas normas es el de fortalecer los mecanismos del auto dominio del ser humano a fin de que no ceda, en su impotencia, a sus deseos instintivos. Tenemos por un lado, entonces, la frágil voluntad del humano que tiene que ser moldeada y restringida y, por otro lado, un mundo creado por el Ser Supremo que es toda bondad y por lo tanto también toda su creación debe serla. (En efecto, el hombre también es parte de la creación Divina y de acuerdo al argumento anterior debe ser igualmente bueno). La dialéctica de nuestro argumento tiende a ser resuelta señalando que tanto la naturaleza como el ser humano son potencialmente buenos. Las mitsvot son el instrumento que encaminan los instintos y las inclinaciones de ese hombre hacia la bondad y la nobleza, hacia el bien y el altruismo.

En el Tanaj nos encontramos con dos nezirim. En ambos casos, son las madres las que hacen la promesa de que su hijo, aún por nacer, será dedicado al culto, será un nazir. Los dos personajes bíblicos se convierten, involuntariamente, en nezirim. (Posiblemente, Avshalom, que se abstenía de cortarse el pelo, pueda ser considerado el tercer nazir). El primero de ellos, que ha sido el sujeto de numerosas obras literarias, es Shimshón, que figura de manera destacada en el enfrentamiento de nuestros antepasados con los Filisteos. En el relato bíblico Shimshón es un digno líder de su pueblo mientras cumple con su condición de nazir. En cambio, su entrega a los placeres en los brazos de la bella Delila, rompe con su condición de nazir, hecho simbolizado por el corte de sus cabellos. Shimshón, en el fondo, es una figura trágica, porque posee una extraordinaria fuerza física, que pudo haber sido decisiva en la confrontación con los Filisteos. Lamentablemente, sus descomunales poderes no estaban acompañados de la fortaleza espiritual capaz de resistir a los encantos de Delila. Tal vez nos encontramos frente a una lección importante. Primero, la victoria del pueblo no puede depender exclusivamente de las acciones de un solo hombre. Segundo, la abstención en sí, en el mejor de los casos, es un factor positivo pasajero. La condición de nazir puede tener provecho y ser útil sólo transitoriamente para orientar el carácter de una persona. Pero no puede ser la base de la salvación de un pueblo. Es claro que quien funge como líder de una sociedad, tiene que limitar sus apetitos y deseos personales. Pero, también tiene que tener una clara visión y propósitos definidos, sagacidad y perspicacia para dirigir los destinos de una nación. En el fondo de todo, nazir es una manifestación de voluntad, auto restricción y limitación, pero esto no puede considerarse como un aporte decisivo para la creatividad y el desarrollo.

El segundo personaje bíblico que es un nazir, es el profeta Shemuel. Esta vez estamos frente a un líder espiritual y político que dejó estampada su personalidad dominante en la historia de la formación de nuestro pueblo. Shemuel está claro en sus propósitos y comprende a cabalidad su sagrada misión de liderazgo moral. Shemuel accede al deseo del pueblo de establecer una monarquía ungiendo al primer rey Shaúl. Pero, al mismo tiempo, insiste que esta monarquía debe estar sujeta al “Rey Supremo”, a las ordenanzas y a la obediencia de la palabra de Dios. Y en efecto, cuando Shaúl, en su enfrentamiento con Amalek, desobedece las instrucciones recibidas, Shemuel le vaticina el fin de su reino. La monarquía de Israel tendrá un nuevo tronco desde ese momento en adelante, que será el que perdure, (aunque en el tiempo de los Jashmonaim se interrumpe esta dinastía, hecho que origina una importante disputa para la época) hasta la era mesiánica y que se centra en la figura del joven héroe David.

El Talmud reflexiona que la tradición es muy severa con Shaúl y, en contraste, considera que la simpatía hacia David es excesiva. A este último se le perdonan numerosos errores, mientras que a Shaúl en la primera oportunidad se le retira el apoyo como resultado de su desobediencia. Esto es paralelo al hecho de que solemos ser tolerantes y pacientes con nuestros familiares cercanos, mientras que reaccionamos violentamente frente a las transgresiones de ajenos. ¿Por qué se castiga a Shaúl mientras que David es perdonado varias veces, a la vez que se le asegura que sus descendientes obtendrán la corona real para siempre? ¿Y la mayoría no reaccionamos en forma similar? Hay personas que nos caen simpáticas y estamos dispuestos a disculpar sus fallas, al mismo tiempo que somos implacables con otros. El carismático joven David le había devuelto el orgullo al pueblo al derribar con una piedra al gigantesco Goliat. En cambio Shaúl era un hombre depresivo y melancólico que aparentemente no gozaba del cariño de las multitudes.

Harav Yosef Dov Haleví Soloveitchik mi maestro, sugiere que las faltas del rey David corresponden a debilidades humanas para las cuales la Torá ofrece arrepentimiento y expiación. La falta de Shaúl, en cambio, está relacionada con el ejercicio de la monarquía. Rambam enumera las obligaciones de un rey, entre las cuales están la defensa del país y la de sus habitantes. El error de Shaúl tenía que ver con estas responsabilidades de liderazgo real, para la defensa del interés nacional y, por lo tanto, su falta es inexcusable. Los errores de David, aunque muchos y graves, provienen de su fragilidad como hombre. El error de Shaúl radica en el desempeño de su función de monarca, o sea en la esencia de su función de líder y, por lo tanto, es imperdonable.

Durante los años de la existencia del Beit HaMikdash, la secta de los Isiim, que son los Esenios, aparentemente practicaron cierto ascetismo y seguramente no fueron los únicos en hacerlo en aquella época. Los jajamim no se inclinaron a exhortar las bondades de abstenerse de los placeres, aunque sí señalaron que el exceso de goce resulta nocivo. Tal vez, uno de los motivos principales para la opinión de nuestros jajamim, sea que las personas que practican la abstinencia y que son muy severas consigo mismas, tienden a ser poco generosas en sus relaciones con sus semejantes. La persona que considera que la abstinencia en el goce de cualquier placer es el comportamiento correcto, no puede responder con criterio de amplitud a las necesidades de otros. Volvemos al shevil hazahav, al delicado balance que se requiere para poder gozar de lo material sin comprometer el valor de lo espiritual. Es tarea individual y personal de cada quien, encontrar ese delicado equilibrio entre las cosas y las ideas, entre poseer y ser. Una vida que se rige por las mitsvot, es el marco por excelencia que nuestra tradición ofrece para cumplir la tarea.

LA RUTA TRAZADA POR RUT

Parashás NASÓ

Estos capítulos generalmente corresponden con la celebración de la festividad de Shavuot, que conmemora un aniversario del día en el cual el pueblo hebreo recibió la Torá en el monte Sinai. El héroe humano central de esta saga que tiene la mayor significación espiritual es Moshé; sin embargo, la Meguilá, el libro bíblico leído en este día lleva el nombre de una mujer, Rut.

Entre otras razones, se lee Meguilat Rut por el hecho de que esta mujer optó voluntariamente por el judaísmo, actitud que apunta a que en cada generación toda persona debe optar conscientemente por la Torá, tal como lo hizo Rut.

Empezando con Javá, la mujer que incita al primer hombre, Adam, comer del fruto prohibido, la Torá desnuda algunos aspectos negativos del carácter femenino. La segunda matriarca, Rivká, se constituye en el factor determinante para que Yaacov asuma la sucesión del anciano y ciego patriarca Yitsjak. Se vale del estratagema y el aparente engaño para encauzar los hechos porque reconoce que Esav carece las apropiadas cualidades para promover los valores espirituales del Monoteísmo.

Más aun, la profesora Yael Shemesh señala que la fraternidad entre mujeres no es común en la Biblia. La competencia y la contención entre las mujeres en el texto bíblico son cotidianas. Hagar era la rival de Sará, las hermanas Rajel y Leá disputaban el turno para compartir el lecho con Yaacov. En cambio, la íntima relación entre Naomí y su nuera Rut inspiró su excepcional pronunciamiento: “Tu Dios es mi Dios, tu pueblo es mi pueblo, donde tu vayas, iré”. En este sentido encontramos que dos mujeres, Shifrá y Puá, arriesgaron su vida al salvar a los recién nacidos de la sentencia de muerte que el Faraón había emitido durante el período de la esclavitud egipcia. Este fue el primer acto de rebelión y valentía contra el yugo egipcio, sirvió como ejemplo para la mentalidad esclava que caracterizó a los hebreos, quienes en varias oportunidades rechazaron el liderazgo de Moshé y Aharón por temor a las represalias de sus capataces. En cambio, otra mujer, Miryam, hermana de Aharón y Moshé, se alió con la hija del Faraón egipcio para salvar al infante Moshé, que navegaba las aguas del Nilo en una cesta.

El caso de Naomí y Rut es meritorio, pese a que habían compartido el amor de Majlón, hijo de Naomí y esposo de Rut. Aunque la relación madre-hijo y esposa-esposo debería ser diferente, la realidad enseña que, en muchas ocasiones, el conflicto estalla entre las personas que están involucradas en tal relación. Más aun, en nuestro caso, Naomí asistió a Rut para establecer una nueva relación con otro hombre, Bóaz, el hacendado que luego la esposaría y con quien procrearía una distinguida descendencia que incluye al rey David, el más prominente de los monarcas y progenitor del Mashíaj. Los ancianos del pueblo bendijeron a Bóaz con el voto de que el Señor hiciera que la mujer que estaba introduciendo a su hogar, Rut, fuera como Rajel y Leá.

Hacemos referencia a las matriarcas, a las mujeres que compartían una misión sagrada con los patriarcas, conscientes de un cometido de una dimensión histórica: la tarea de forjar una nación cuya tarea fundamental consistiirá en iluminar a la humanidad acerca de la existencia del Dios único, creador del universo, responsable de la existencia futura de ese mundo, que dependerá de un comportamiento humano ajustado a un conjunto de normas.  Normas que ya estaban siendo practicadas por los padres de la nación pero que serían especificadas y consagradas en el momento histórico preciso: la Revelación en el monte Sinai.

De tal manera que, por un lado, la “conversión” de Rut al judaísmo, la ruta trazada por su vida, apunta al hecho de que cada persona debe “renovar” su pacto con Dios y las Mitsvot en Shavuot y, al mismo tiempo, destaca el imperativo de la toma de conciencia acerca de la responsabilidad individual para asegurar el futuro del pueblo cuyo estandarte es la Torá.

EL EXAMEN DE LAS “YERBAS AMARGAS”

Parashá Nasó

Uno de los episodios más enigmáticos de la Torá se refiere a la Sotá, la mujer sobre la cual cae la sospecha de adulterio y el procedimiento que se debe seguir para esclarecer la situación: su culpabilidad o inocencia. No obstante esta indicación de la Torá, de acuerdo con el Talmud, Rabí Yojanán ben Zakai descontinuó la práctica de la ceremonia debido al incremento de los casos de adulterio. Estos asuntos se solucionaron con el divorcio de la pareja. Sin embargo, persiste el interés por esta inusual ceremonia y vamos a describirla.

Si la esposa tiene un comportamiento dudoso, el marido le advertirá –en presencia de dos testigos– que debe evitar sus encuentros clandestinos con una persona específica. Si desatendiendo esta advertencia, se observa que la mujer en cuestión ingresó con esa persona a un lugar donde podía haber ocurrido un encuentro sexual y no hay testigos que afirmen lo ocurrido, se puede proceder al examen de las “yerbas amargas”.

Este examen se puede realizar sólo bajo el consentimiento de ambas partes: tanto del marido como su esposa.

Una corte local escucha el alegato de la pareja y envía a dos jueces para que los acompañen al Sanhedrín, la Corte Suprema Rabínica en Yerushaláyim, corte compuesta por setenta y un jajamim que tenía la facultad de decidir asuntos de la mayor trascendencia. En este sentido, el Primer Ministro de Asuntos Religiosos del Estado de Israel, el rabino Fishman, tenía el sueño de constituir un Sanhedrín que pudiera reflexionar acerca de algunos problemas que la modernidad estaba planteando al judaísmo. Lamentablemente ese anhelo nunca se concretó, en parte, debido a la falta de unidad de criterio en el entorno religoso.

En todo momento, la mujer bajo sospecha sabe que si desea admitir su falta no tendrá que pasar por el examen de las “aguas amargas” y su destino será el divorcio. Cuando se encuentra ante el Sanhedrín, recibe esta instrucción en público.

La ceremonia se realiza en un portal que mira hacia el Kódesh HaKodashim, lugar en el cual un Kohén efectúa un juramento y una maldición. “HaShem ocasionará que tu muslo caiga y que tu vientre se hinche”, y la mujer debe responder: “Amén, amén”. Este párrafo, que incluye el Nombre HaShem, se escribe sobre un pergamino. Se introduce agua consagrada del Kiyor en un receptáculo de barro y se incluye polvo del santuario sobre la superficie del agua. El pergamino se introduce en el agua de tal modo que la escritura se disuelva en el líquido.

Seguidamente, el Kohén rasga la ropa de la mujer, le descubre la cabeza, le revuelve el cabello, le hace la advertencia formal y le formula el juramento de causa. La mujer toma la mezcla del agua con el escrito disuelto, mientras tiene en la mano una ofrenda de granos. Esta agua se denomina “Mei hamarim hameorerim” (aguas amargas).

Si la mujer es culpable, su cara adquiere color verde, los ojos sobresalen de sus órbitas y sus venas se hinchan. Muere inmediatamente, a menos que tenga algún mérito anterior.

La misma suerte le aguarda al hombre con quien tuvo la relación ilícita. De acuerdo con el Talmud, eso ocurre solamente si el esposo está libre de pecado.

De acuerdo con Rashí, el gran comentarista bíblico, esta ceremonia también evitaba que se procreara un Mamzer, el hijo bastardo que luego cargaría con la culpa de la madre y que no podría casarse con un miembro del pueblo judío.

Mientras que si estas “aguas amargas” confirman la inocencia de la mujer, seguramente saldrá próximamente embarazada de su esposo, cesarán los rumores y retornará el Shalom báyit al hogar.

Tanto el agua como el polvo, ingredientes incluidos en las “aguas amargas”, pueden considerarse como elementos indispensables para la vida. El caso del agua es conocido, ya que según los exegetas del texto bíblico, el ser humano no puede sobrevivir más de tres días sin este preciado líquido.

El caso del polvo es ilustrado a continuación. Reb Yosef Dov Ber Haleví Soloveitchik, autor de la famosa obra Beit Haleví y abuelo de mi maestro, distingue entre la ceniza y el polvo. El polvo tiene una característica especial: nunca tuvo forma específica, pero se puede introducir una semilla en este elemento para que florezca y dé fruto, y se puede confeccionar artesanalmente algún utensilio de esta materia. En cambio, la ceniza en algún momento tuvo forma y ahora se convierte en un elemento básicamente inútil.

En el Génesis, Dios promete que la simiente de Avraham será como las estrellas o como el polvo de la tierra.

Mientras que la simbología de las estrellas conduce a pensar en el ámbito celestial y espiritual, el polvo también puede ser considerado como el componente indispensable para la agricultura, fuente del sustento de las criaturas que habitan la tierra.

ÉXODO Y TRAVESÍA

Parashá NASÓ

Nuestros sabios postularon la existencia de diferentes niveles de comprensión de un texto, más aún cuando se trata de un texto sagrado. Por un lado está el mensaje claro y aparente del escrito, pero también se puede leer entre líneas y deducir intenciones adicionales. Un elemento fundamental de toda exégesis es la tradición oral, que arroja luces tradicionales y nuevas sobre el texto bíblico. A través de los tiempos se han añadido nuevas interpretaciones, algunas de ellas incentivadas por razones sociales y políticas de la época. Más aún, cada individuo tiene la potestad de interpretar y explicar el texto sagrado de acuerdo con su razonamiento y experiencia,  desde luego, sin violar los principios fundamentales del judaísmo.

Los capítulos de esta semana contienen una descripción de la travesía de nuestros antepasados por el desierto. Está claro que la movilización de un par de millones de personas exigía una logística precisa. Tres campos concéntricos fueron utilizados cuando acampaban. El círculo exterior estaba ocupado por las diferentes tribus y el círculo medio por la tribu de Leví con sus tres divisiones internas y los Kohanim.

En el centro estaba el Mishkán, que servía de residencia de la Shejiná, la Presencia de Dios. La santidad del Mishkán irradiaba por todo el campamento.

La tumá, impureza ritual, era incompatible con la santidad del campamento que se nutría de la Shejiná. Por lo tanto, se excluía de su medio a los que se habían contagiado con alguna impureza. Se consideraron varias formas de impureza, siendo la más severa la del tsarúa, la persona que mostraba una erupción sobre la piel. Los jajamim interpretaron que tsaráat era una manifestación externa de un mal espiritual: lashón hará, la lengua malévola. Esta observación es acorde con la opinión que afirma que hay elementos espirituales que causan las enfermedades físicas.

Tal como muchos sostienen, existe una relación entre el ánimo, la salud emocional y la salud física. Este tsarúa no podía permanecer en el perímetro del campamento, tenía que permanecer fuera de él cuando se acampaba. Su condición contagiaba no sólo a través del contacto personal directo, sino que se transmitía por permanencia en la misma habitación.

El zav, la persona que presentaba emisiones de líquido –la menstruación o la emisión de semen, por ejemplo– podía permanecer en el campamento externo porque su contagio era menos intenso: se transmitía sólo a través del contacto directo o cuando se ocupaba un asiento que había sido utilizado por el zav.

La persona que había estado en contacto con un difunto también adquiría la condición de tumá, pero en este caso sólo estaba excluida del área del Mishkán. La Torá testimonia que nuestros antepasados se adhirieron estrictamente a esta reglamentación.

Durante la existencia del Beit HaMikdash, se cumplían estas mismas restricciones. Dado que el Beit HaMikdash ocupaba el lugar central del culto durante siglos, la “pureza espiritual” se convirtió en un elemento fundamental, porque la tumá impedía la participación en su entorno.

Empezamos nuestra breve exposición señalando que hay muchas maneras de interpretar el texto bíblico; sin embargo, se debe tener cuidado de no introducir elementos que no están presentes. En este caso, estamos frente a gezerat hakatuv, una regla, sin explicación, impuesta por el texto.

Sin embargo, podríamos reflexionar si acaso nos está enseñando la Torá una ley básica de la medicina.

Tal vez, la Torá nos está instruyendo que la santidad y la tumá son incompatibles. Cuando tomamos en cuenta que el pueblo judío fue seleccionado por Dios como Mamléjet Kohanim vegoi Kadosh, “un Reino de Sacerdotes y un Pueblo Sagrado”, nos instruye a ser muy celosos de cualquier comportamiento inmoral que pueda colidir con nuestro cometido fundamental.

Según la Torá, una sola persona que esté en un estado de impureza ritual puede contaminar todo el campamento.

Aparentemente, el mal se propaga con rapidez y no puede ningún acomodo con la perversidad. Según el texto de Tehilim, “Ohavei HaShem sinú ra”, quienes aman a Dios deben odiar el mal.

El ascetismo: ¿ideal o problema?

Parashá NASÓ - Números IV,21 - VII

Uno de los temas destacados en los capítulos bíblicos se refiere al nazir, la persona que toma la decisión de abstenerse de comer uvas y de tomar vino, promete no cortarse el pelo y de evitar cualquier contacto con un difunto. (El estado de nazir tiene validez por treinta días, a menos que se haya especificado un lapso diferente). Nos encontramos, probablemente, con la decisión personal de privarse de algunos de los placeres de este mundo porque se considera que éstos conducen a comportamientos indeseables. En efecto, dado que un capítulo anterior se refiere el proceso de investigación de una mujer cuyo esposo sospecha que comete adulterio, nuestros jajamim concluyen que la ley del nazir es mencionada de inmediato, porque el abuso del vino también puede traer como consecuencia la licencia sexual.

El nazir posiblemente considera que algunos disfrutes son ilícitos o que es demasiado débil para poder gozar de estos placeres, sin comprometer su integridad moral y religiosa. Este concepto es típico de numerosas religiones y se admite igualmente que privarse de algunos gustos es bien visto por los dioses. Según el comentarista Ibn Ezra los seres humanos somos esclavos de nuestras pasiones, y el auténtico rey es aquel que se libera del yugo de las pasiones. Abstenerse de lo mundano puede considerarse, también, como un castigo auto-impuesto por los pecados cometidos.

En una Beraitá, que es un texto rabínico no incluido en la Mishná, nos encontramos con una diferencia de opiniones acerca de nuestro tema. Rabí Eliézer Hakapar hace referencia al hecho de que la Torá exige que el nazir ofrezca un sacrificio al término de su período de abstención y por lo tanto lo califica de pecador; mientras que Rabí Elazar lo considera un virtuoso, apoyándose también en otra expresión de la Torá. Esta diferencia refleja la tensión existente dentro del Judaísmo respecto a los placeres de este mundo. Por un lado, estamos conscientes de que debemos ponerle freno a nuestros apetitos, tal como lo expresara el citado Ibn Ezra y, por otro lado nuestra tradición enseña que quien ha visto algo que parece ser placentero y se abstiene de disfrutarlo, será responsable de su acción.

Hay quienes ven en nuestras leyes de kashrut, por ejemplo, un sistema de reglamentos que tienen como objetivo la limitación del libre goce del placer. Se considera que el propósito de estas normas es el de fortalecer los mecanismos del auto dominio del ser humano a fin de que no ceda, en su impotencia, a sus deseos instintivos. Tenemos por un lado, entonces, la frágil voluntad del humano que tiene que ser moldeada y restringida y, por otro lado, un mundo creado por el Ser Supremo que es toda bondad y por lo tanto también toda su creación debe serla. (En efecto, el hombre también es parte de la creación Divina y de acuerdo al argumento anterior debe ser igualmente bueno). La dialéctica de nuestro argumento tiende a ser resuelta señalando que tanto la naturaleza como el ser humano son potencialmente buenos. Las mitsvot son el instrumento que encaminan los instintos y las inclinaciones de ese hombre hacia la bondad y la nobleza, hacia el bien y el altruismo.

En el Tanaj nos encontramos con dos nezirim. En ambos casos, son las madres las que hacen la promesa de que su hijo, aún por nacer, será dedicado al culto, será un nazir. Los dos personajes bíblicos se convierten, involuntariamente, en nezirim. (Posiblemente, Avshalom, que se abstenía de cortarse el pelo, pueda ser considerado el tercer nazir). El primero de ellos, que ha sido el sujeto de numerosas obras literarias, es Shimshón, que figura de manera destacada en el enfrentamiento de nuestros antepasados con los Filisteos. En el relato bíblico Shimshón es un digno líder de su pueblo mientras cumple con su condición de nazir. En cambio, su entrega a los placeres en los brazos de la bella Delila, rompe con su condición de nazir, hecho simbolizado por el corte de sus cabellos. Shimshón, en el fondo, es una figura trágica, porque posee una extraordinaria fuerza física, que pudo haber sido decisiva en la confrontación con los Filisteos. Lamentablemente, sus descomunales poderes no estaban acompañados de la fortaleza espiritual capaz de resistir a los encantos de Delila. Tal vez nos encontramos frente a una lección importante. Primero, la victoria del pueblo no puede depender exclusivamente de las acciones de un solo hombre. Segundo, la abstención en sí, en el mejor de los casos, es un factor positivo pasajero. La condición de nazir puede tener provecho y ser útil sólo transitoriamente para orientar el carácter de una persona. Pero no puede ser la base de la salvación de un pueblo. Es claro que quien funge como líder de una sociedad, tiene que limitar sus apetitos y deseos personales. Pero, también tiene que tener una clara visión y propósitos definidos, sagacidad y perspicacia para dirigir los destinos de una nación. En el fondo de todo, nazir es una manifestación de voluntad, auto restricción y limitación, pero esto no puede considerarse como un aporte decisivo para la creatividad y el desarrollo.

El segundo personaje bíblico que es un nazir, es el profeta Shemuel. Esta vez estamos frente a un líder espiritual y político que dejó estampada su personalidad dominante en la historia de la formación de nuestro pueblo. Shemuel está claro en sus propósitos y comprende a cabalidad su sagrada misión de liderazgo moral. Shemuel accede al deseo del pueblo de establecer una monarquía ungiendo al primer rey Shaúl. Pero, al mismo tiempo, insiste que esta monarquía debe estar sujeta al “Rey Supremo”, a las ordenanzas y a la obediencia de la palabra de Dios. Y en efecto, cuando Shaúl, en su enfrentamiento con Amalek, desobedece las instrucciones recibidas, Shemuel le vaticina el fin de su reino. La monarquía de Israel tendrá un nuevo tronco desde ese momento en adelante, que será el que perdure, (aunque en el tiempo de los Jashmonaim se interrumpe esta dinastía, hecho que origina una importante disputa para la época) hasta la era mesiánica y que se centra en la figura del joven héroe David.

El Talmud reflexiona que la tradición es muy severa con Shaúl y, en contraste, considera que la simpatía hacia David es excesiva. A este último se le perdonan numerosos errores, mientras que a Shaúl en la primera oportunidad se le retira el apoyo como resultado de su desobediencia. Esto es paralelo al hecho de que solemos ser tolerantes y pacientes con nuestros familiares cercanos, mientras que reaccionamos violentamente frente a las transgresiones de ajenos. ¿Por qué se castiga a Shaúl mientras que David es perdonado varias veces, a la vez que se le asegura que sus descendientes obtendrán la corona real para siempre? ¿Y la mayoría no reaccionamos en forma similar? Hay personas que nos caen simpáticas y estamos dispuestos a disculpar sus fallas, al mismo tiempo que somos implacables con otros. El carismático joven David le había devuelto el orgullo al pueblo al derribar con una piedra al gigantesco Goliat. En cambio Shaúl era un hombre depresivo y melancólico que aparentemente no gozaba del cariño de las multitudes.

         Harav Yosef Dov Haleví Soloveitchik mi maestro, sugiere que las faltas del rey David corresponden a debilidades humanas para las cuales la Torá ofrece arrepentimiento y expiación. La falta de Shaúl, en cambio, está relacionada con el ejercicio de la monarquía. Rambam enumera las obligaciones de un rey, entre las cuales están la defensa del país y la de sus habitantes. El error de Shaúl tenía que ver con estas responsabilidades de liderazgo real, para la defensa del interés nacional y, por lo tanto, su falta es inexcusable. Los errores de David, aunque muchos y graves, provienen de su fragilidad como hombre. El error de Shaúl radica en el desempeño de su función de monarca, o sea en la esencia de su función de líder y, por lo tanto, es imperdonable.

Durante los años de la existencia del Beit HaMikdash, la secta de los Isiim, que son los Esenios, aparentemente practicaron cierto ascetismo y seguramente no fueron los únicos en hacerlo en aquella época. Los jajamim no se inclinaron a exhortar las bondades de abstenerse de los placeres, aunque sí señalaron que el exceso de goce resulta nocivo. Tal vez, uno de los motivos principales para la opinión de nuestros jajamim, sea que las personas que practican la abstinencia y que son muy severas consigo mismas, tienden a ser poco generosas en sus relaciones con sus semejantes. La persona que considera que la abstinencia en el goce de cualquier placer es el comportamiento correcto, no puede responder con criterio de amplitud a las necesidades de otros. Volvemos al shevil hazahav, al delicado balance que se requiere para poder gozar de lo material sin comprometer el valor de lo espiritual. Es tarea individual y personal de cada quien, encontrar ese delicado equilibrio entre las cosas y las ideas, entre poseer y ser. Una vida que se rige por las mitsvot, es el marco por excelencia que nuestra tradición ofrece para cumplir la tarea.