SANTIDAD DE LA VIDA HUMANA – NADA JUSTIFICA MATAR

Parashá Matot- Mase'i

Nos acercamos a los últimos capítulos de Bemidbar, próximos a la conquista de la Tierra Prometida después de los 40 años que demoró la travesía por el desierto, debido al pecado de los jefes de las tribus que dieron un informe negativo a su regreso de la exploración de esta tierra. El próximo y último libro, Devarim, contiene las exhortaciones de Moshé, el recuento de lo ocurrido en ese período de 40 años, además del repaso de numerosas leyes y nuevas mitsvot.

Moshé sabe que no conducirá la conquista de la tierra, por lo tanto, utiliza estos días para alertar acerca de cuáles son las normas que deberán regir el comportamiento del pueblo hebreo para que pueda tener éxito en la conquista. El instructivo que impera es la destrucción de cualquier vestigio de idolatría, porque el propósito de la conquista es afianzar la noción del monoteísmo sin la interferencia y la seducción de otros cultos.

Al mismo tiempo se describen los límites de la Tierra Prometida y cómo deberá ser dividida entre las doce tribus, ya que la tribu de Leví se dedicará al culto en el Beit HaMikdash que será construido. Esta tribu tendrá que ocuparse de la educación de las nuevas generaciones y dedicará seis de sus ciudades para que puedan servir de refugio para el Shogueg, el que mata a otra persona sin intención de hacerlo.

De acuerdo con Rambán, la razón de incluir la ley de las Arei Miklat, las ciudades de refugio, se debe a la importancia que la Torá da a la vida, especialmente en la Tierra Prometida, la tierra de Israel. Aunque meló jol haárets kevodó, “Dios se encuentra en todos los rincones del mundo”, su hábitat preferido es la tierra de Israel. Si el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, cada asesinato es un atentado contra Dios. Un sistema ético es viable solamente si incluye el respeto por la vida humana.

Más aún, el asesinato atenta contra la relación de Dios con la tierra de Israel, una tierra que aborrece la idolatría y el comportamiento inmoral, específicamente en el ámbito sexual. ¿Por qué decidió Dios que solamente el pueblo hebreo podía poblar la tierra de Israel? La Torá explica que esta tierra no toleró a sus habitantes originales por su comportamiento obsceno en los ámbitos antes mencionados. Y dado que Dios creó el universo, tenía la potestad de asignar cualquier territorio de acuerdo con su decisión. Así lo afirma Rashí en uno de sus primeros comentarios en Bereshit.

El primer gran pecado del hombre después de su expulsión del Gan Eden es el asesinato que perpetra Kayin contra su hermano Hével. Aparentemente es el mayor crimen que el ser humano puede cometer. Por lo tanto, los últimos capítulos de Bemidbar advierten contra este flagelo y se instrumenta la ciudad de refugio para diferenciar entre la persona que asesina con toda intención y quien lo hace por descuido. Porque existe una relación íntima entre la tierra de Israel y el comportamiento de quienes la habitan. Esa tierra no tolera la idolatría ni la inmoralidad sexual y es celosa en cuanto a la salvaguarda de la propiedad del individuo.

La santidad de la vida tenía que ser destacada, debido a la guerra de la conquista que el pueblo iniciaría próximamente y que obligaría al derramamiento de sangre. Tal vez la Torá quería advertir que esa sería una guerra singular, Miljémet jová, obligatoria para ese momento de la historia del pueblo y que no debía servir de ejemplo para su comporta- miento futuro.

En el mundo contemporáneo, la Primer Ministro Golda Meir expresó esta idea cuando lamentó que las guerras contra sus enemigos hubieran obligado a los jóvenes israelíes a enarbolar las armas, a matar para defenderse. Porque la función de la tierra de Israel es fomentar el entendimiento y la paz. Ese es el significado del nombre de la ciudad sagrada de Yerushaláyim: ciudad de la paz.

MASE’I

NADA JUSTIFICA MATAR

El establecimiento de seis ciudades de refugio que los hebreos tenían que apartar para quienes mataban a una persona sin intención de hacerlo es uno de los temas de nuestros capítulos. La Torá ordena que, en el caso de shogueg, el crimen cometido sin intención de perpetrarlo, el asesino tenga la oportunidad de refugiarse en una de las arei miklat, ciudades que habían sido designadas para servir como protección del goel hadam, el miembro de la familia del muerto que podía vengar la sangre derramada. Hay quienes indican que en cada familia se designaba a un goel hadam, el individuo que tenía la tarea de velar por la integridad del grupo y cuya responsabilidad era ajusticiar a aquellos que cometían un crimen contra su familia. Está claro que el goel hadam no podía ser enjuiciado por saldar sus cuentas con el asesino: siempre tenía el derecho de vengar la muerte del familiar, a menos que el asesino buscara refugio en una de las arei miklat. Las ciudades pertenecientes a la tribu de Leví, tribu que no había participado en la repartición de la Tierra Prometida, también podían servir como refugio.

Se puede deducir que el asesinato es un crimen no sola- mente contra el muerto; también es una infracción contra su familia. Más aún, la Torá incluye a la tierra como parte agredida: “No profanaréis la tierra donde estéis, porque la sangre humana profana la tierra. No se puede hacer expiación por la tierra, debido a la sangre que fue derramada en ella, sino por medio de la sangre del que la derramó”. Si tomamos en cuenta que el primer hombre, Adam, fue confeccionado con el polvo de la tierra, se puede comprender que la tierra considere que ha sido violada cada vez que un ser humano es asesinado. Por ello exige el saldo de cuentas: la sangre del asesino.

Después del primer asesinato, la muerte de Hével, el asesino, su hermano Cayin, es expulsado del lugar que ocupaba. Su castigo consistió en convertirse en un ser errante, porque ningún lugar terrenal quiso darle albergue: había desairado y violado la tierra con la sangre de su hermano. Podríamos agregar un evidente elemento adicional: el Creador. Cuando Dios hizo a Adam le insufló su “aire”, su espíritu. Si tomamos en cuenta el dictamen del Talmud, el cual reza que Dios se comunica a través de la Torá con el lenguaje del ser humano, observamos que el soplo divino implica que Dios creó al hombre con un elemento de su fuero interno; porque el aire que se sopla proviene de las entrañas. De tal modo que Adam fue creado con un ingrediente que proviene de las “profundidades” de Dios. Al asesinar a una persona también se elimina una fracción del “aire” original que proviene del Creador.

Las arei miklat constituyen una concesión a la debilidad humana, al probable descuido e insensibilidad frente a los derechos del prójimo. Aunque estas ciudades ofrecían refugio, también eran cárceles, dado que el goel hadam siempre acechaba.

¿Hasta cuándo debe permanecer el culpable en el refugio? La Torá sentencia: hasta la muerte del Kohén Gadol. ¿Cuál es la relación entre el kohén y la muerte de una persona? Desde cierta óptica, el kohén es el personero responsable por la armonía en la sociedad: sus enseñanzas deben conducir a la convivencia y el shalom. De acuerdo con el rabino Soloveitchik, la muerte del Kohén Gadol producía un período de introspección y teshuvá en la comunidad, de acercamiento entre la gente e indulgencia por la injuria, hecho que a su vez, atenuaba el espíritu de agresión del goel hadam, que cesaría de perseguir a quien había asesinado a su familiar beshogueg.

LA PRIMERA DIVISIÓN DEL PUEBLO – LA ACCIÓN TERRENAL Y LA INTENCIÓN CELESTIAL

Parashá MATOT - MAS'EI

Moshé había enfrentado numerosas rebeliones durante sus cuarenta años de liderazgo. El pueblo se había quejado por la falta de comida, agua y carne. En una ocasión se escuchó el murmullo del descontento, sin que se alegara alguna razón específica para ello. Era una reacción a la monotonía del desierto por un lado, y por otro lado, estaban los peligros que los acechaban a diario.

Obligados a enfrentar los reinos que no les permitieron el paso a través de sus tierras, tam- bién tuvieron que responder al reto de Bileam, el profeta gentil que, de acuerdo con el consejo que de los ancianos de Midyán, había sido contratado por Balak, rey de Moav. Según el comentario de Rashí, los dos pueblos eran adver- sarios, pero al hallarse ante un enemigo común, unieron esfuerzos para vencer el reto que significó la presencia del pueblo hebreo en la región.

Moshé respondió con energía y decisión para enfrentar al enemigo. Cuando la falta se debía a la debilidad espiritual del pueblo hebreo, su respuesta se traducía en una admonición y una advertencia, al mismo tiempo que defendía la integridad física del pueblo ante Dios para no permitir su destrucción por causa de la desobediencia.

Moshé, el líder que supuestamente era muy estricto y severo, siempre fue fiel a su pueblo de manera afectiva y emocional.

En los capítulos de nuestra lectura, Moshé tiene que contender con una situación novedosa. Las tribus de Reuvén y Gad, a las cuales se unió la mitad de la tribu de Menashé, decidieron permanecer en la orilla oriental del Yardén para establecer allí su campamento de residencia.

Construyeron establos para sus animales y casas para sus mujeres e hijos. Afirmaron que estaban dispuestos a acompañar a sus otros hermanos en la conquista de las tierras ubicadas en la otra orilla del Yardén, para volver a
reunirse con sus familias en el lado oriental del río.

Los exegetas toman nota del hecho de que construyeron primero los establos para los animales, anteponiendo de
esta manera la seguridad económica al bienestar familiar.

Obvia- mente, fueron cautivados por aquellas tierras que prometían un futuro material de abundancia, y su primera considera- ción fue canjear un desierto improductivo por un área don- de visualizaron la construcción de un
entorno estable y prometedor.

No estamos frente a una rebelión contra el mensaje divino que había sido pronunciado en el monte Sinaí. Las tribus
declaran su disposición de regir sus vidas de acuerdo con el pacto que los patriarcas habían establecido con Dios y, en conformidad con la Torá que había sido transmitida y enseñada por Moshé. Se trata de una secesión de carácter nacional, porque desean establecer un hogar aparte de las otras tribus. El lazo histórico de una experiencia común de esclavitud y sufrimiento sería suplantado por el interés tribal y las necesidades personales.

 

Parashá Mas-ei

En la víspera de la conquista de la Tierra Prometida, los diri- gentes de las dos tribus, Reuvén y Gad, y de la mitad de otra adicional, Menashé, se acercaron a Moshé para solicitar se les permitiera permanecer en el lugar sin tener que cruzar el río Yardén. El argumento para la petición se basó en el hecho de que había abundante pasto en la región que proveería alimento para su ganado y por ello estaban dispuestos a permanecer allí. Después de una reflexión, Moshé respondió que no era correcto que estas tribus abandonaran al res- to del pueblo en esa hora crucial. Lo propio sería luchar por la conquista de la Tierra Prometida y luego retornar a ese lugar para asentarse sobre esas tierras. Las tribus construyeron casas provisorias para sus mujeres y niños, así como establos para su ganado y decidieron acompañar al resto de las filas del pueblo para cruzar el Yardén.

De alguna manera este episodio trae a memoria el momento de unas décadas atrás, cuando los exploradores regresaron de espiar la tierra y entregaron un informe negativo acerca del posible éxito de una conquista. El resultado fue que el pueblo no entró a la Tierra Prometida, porque de acuerdo con el informe, cualquier intento de conquista estaba destinado al fracaso. Está claro que un elemento indis- pensable para el éxito es la confianza, y el informe de estos espías desterró este sentimiento. Es posible que el castigo de Moshé, que consistió en prohibirle que concluyera su mi- sión con la conquista de Érets Israel, fuera una consecuencia del episodio de los Meraglim, aquellos exploradores que in formaron que la tierra estaba habitada por gigantes y que sus ciudades eran inconquistables debido a sus fortificaciones.

Tal vez la osadía de las tribus de Reuvén, Gad y Menashé fue una consecuencia del castigo que recibió Moshé.

Sabiendo que Moshé no entraría a la tierra, ¿cómo podría oponerse a que ellos tampoco lo hicieran? Además, con su presencia en la orilla oriental del Yardén, estarían ampliando la extensión de la Tierra Prometida.

Consideraron que estaban actuando acordes con la promesa Divina y serían los primeros en poblar esa tierra.

Tal vez el mayor yerro de estas tribus que querían permanecer en la orilla oriental del Yardén fue que se preocuparon primero por las necesidades de su ganado, tal como lo hizo Lot, sobrino del patriarca Avraham, cuando escogió el valle fértil de Israel, no obstante la conducta inmoral reinante entre los habitantes de la región. Los Jajamim apun- taron hacia este hecho, al señalar que el texto bíblico testimonia que primero construyeron corrales para el ganado antes de ocuparse de erigir casas para las mujeres y niños que dejarían detrás.

Desde un prisma humano, la intención es secundaria a la acción. Le importa probablemente poco al pobre, por ejemplo, saber cuál es la intención del donante, si éste anda tras el reconocimiento de la sociedad o actúa movido por la consideración de que es importante ayudar al pobre. Lo que es fundamental es la acción: la ayuda efectiva a quien la necesita en el momento. En muchísimas edificaciones en las grandes ciudades queda plasmado el nombre del donante.

Los hospitales nunca podrían haberse desarrollado y ampliado sin la generosidad de algunos filántropos. Sin embargo, para los enfermos que se benefician de estas instalaciones, el nombre de la institución en nada afecta la efectividad de
los servicios de salud que allí se dispensan.

En cambio, desde un prisma espiritual, desde el punto de vista Divino, la intención puede ser más importante que la acción. Rajmaná libá bái, la Torá desea la buena voluntad, valora la intención representada por la bondad del corazón.

Mientras que en el mundo de los hombres y las mujeres prevalece la acción, en el ámbito espiritual, la Kavaná, la inten- ción pura y desinteresada es el barómetro que mejor evalúa el mérito.

LA PROMESA DEBE SER CUMPLIDA – FIDELIDAD DE LAS TRIBUS DE ISRAEL

Parashá Matot Mas'ei

En numerosas oportunidades leemos en la Torá que Dios le dice a Moshé que instruya a Benei Yisrael, al pueblo de Israel, siendo esta una orden específica. En algunas ocasiones la instrucción está dirigida a los Kohanim con referencia particular al desempeño de sus responsabilidades. Rambam cuestiona: ¿por qué la Torá insiste, esta vez, que la instrucción sea dirigida a Rashei HaMatot, los líderes de las tribus de Israel? La respuesta que ofrece es que el asunto de las “promesas” que es el tema inicial de nuestros capítulos, debe ser tomado con mucha seriedad. El hecho de que, bajo ciertas condiciones, se pueda anular una promesa podría conducir a pensar que una promesa carece de seriedad, ya que se puede obviar. Por ello, los líderes –como garantes del destino del pueblo– serán los guardianes de la promesa y de las leyes pertinentes a su ejercicio. Porque no hay duda que la palabra y su cumplimiento es uno de los mayores bienes que la persona posee.

Leemos en Pirkei Avot que con diez repeticiones de la palabra “VayÓmer”, “y (Dios) dijo” fue creado el universo.

En este sentido, la expresión “y (Dios) dijo” era un reflejo de la Voluntad de Dios.

Desde un principio, el judaísmo predicó que la palabra es más potente que la espada, porque el ideal monoteísta acerca de la existencia de un solo Dios se transmitió a través de la palabra, por medio de la instrucción verbal de las futuras generaciones.

El Jatam Sofer, gran erudito e insigne líder espiritual del judaísmo húngaro, propone una razón diferente, porque el liderazgo muchas veces está acompañado de la promesa que en la actualidad es generalmente incumplida. Incluso en el Tanaj leemos acerca de la célebre promesa del Shofet Yiftaj de ofrendar a Dios al primer ser vivo que avisore después de batallar victoriosamente. Como es sabido, la hija de Yiftaj sale a recibir y felicitar al padre por el éxito obtenido. La alegría inicial tendrá que convertirse en luto debido a la ligereza de Yiftaj cuando hizo la promesa.

En este sentido, el Midrash cuestiona: ¿por qué no acudió Yiftaj ante el Kohén Gadol Pinjás para que anulara la promesa que produciría una tragedia? El Midrash responde que cada uno estaba esperando que el otro diera el primer paso.

Yiftaj, como líder administrativo y militar del pueblo pensó que Pinjás debería presentarse ante él, mientras que Pinjás, como guía espiritual de la nación opinó que Yiftaj, la parte interesada en este caso, debería tomar la iniciativa. De acuerdo con el Midrash, la tragedia de la hija de Yiftaj fue consecuencia del orgullo inoportuno demostrado por cada uno de los protagonistas.

El falso orgullo recibió un castigo. Yiftaj perdió los miembros de su cuerpo, uno por uno; en tanto que Pinjás fue excluido, dejó de recibir la comunicación directa de Dios. Estos episodios deben producir la reflexión, porque incluso personalidades excepcionales suelen sucumbir frente al “orgullo frívolo” que puede conducir a la tragedia, como en los casos mencionados.

Está claro que la promesa tiene que ser cumplida, tal como reza la Torá, “tienes que observar y ejecutar lo que sale de tu boca”. Por ello, uno de los momentos más solemnes del calendario hebreo es la noche de Yom Kipur, cuando se recita Kal Nidrei, petición por la anulación de los votos incumplidos, por las promesas que fueron vulneradas.

Muchos consideran que Kal Nidrei se originó, o adquirió mayor impulso, durante el período del dominio del Islam y del Cristianismo en la península ibérica, cuando obligados so pena de muerte, muchos optaron por la conversión.

Sin embargo, en la noche más sagrada se reunían en la clandestinidad, sobre pisos cubiertos de arena para mitigar el ruido de sus pisadas, con el propósito de reafirmar su judaísmo y negar los votos que forzadamente habían pronunciado para convertirse a otra fe.

Al cumplir con la promesa, el judío también insta a Dios a cumplir con sus promesas a los patriarcas, el tema de Zijronot, parte de la plegaria más larga, la Amidá de Musaf de Rosh HaShaná.

MAS’EI

FIDELIDAD DE LAS TRIBUS DE ISRAEL

Moshé designa a Elazar HaKohén y a Yehoshúa bin Nun como los líderes que dirigirán al pueblo en la conquista de la Tierra Prometida que debe ser luego dividida, a través de un sorteo, de acuerdo con el número de integrantes de cada tribu.

Asegura que se destinarán algunas ciudades para dar albergue a quienes cometan un asesinato sin premeditación, las denominadas Arei Miklat, que eran seis en total. Además, las ciudades que serían ocupadas por la tribu de Leví, que sumaban cuarentidós, también acogerían a los que asesinaran Beshogueg, sin intención.

La Torá permite que el Goel Hadam, personaje enigmático designado por la familia como el “vengador” de la sangre derramada, tenga el derecho de cobrar la vida del asesino Beshogueg, si lo encuentra fuera de los límites de las mencionadas ciudades. Está claro que quien asesina, incluso Besho gueg, no está totalmente libre de culpa. Debía haber tenido mayor cuidado cuando tenía en sus manos un instrumento que podía ser letal.

En este contexto, los dirigentes de las tribus de Reuvén y Gad, a quienes se unió la mitad de la tribu de Menashé, también tuvieron que apartar Arei Miklat en lado oriental del Yardén. Porque se habían dirigido a Moshé para solicitar su consentimiento para permanecer en las fértiles tierras de la mencionada orilla oriental del Yardén, aunque prometieron que cruzarían el río para ayudar a las otras tribus en la campaña de la conquista de la Tierra Prometida. Construirían establos para sus animales y ciudades para sus niños, y luego se juntarían con el resto del pueblo para la tarea de la conquista.

Moshé respondió afirmativamente a la solicitud de estas tribus, pero cambió el orden de las cosas. Antepuso la construcción de las ciudades para los niños a la construcción de corrales para los animales. De esta manera, Moshé jerarquizó la importancia de lo humano por encima de lo material.

Es una lamentable realidad, porque hay personas que optan por la bonanza material, la acumulación de bienes, por encima del bienestar personal.

Moshé apuntó hacia aquellos que colocan el éxito económico por encima del desarrollo emocional y espiritual de sus familiares. De acuerdo con Rashí, las tribus de Reuvén, Gad y Menashé demoraron catorce años antes de retornar a sus hogares en la otra ribera del Yardén, el territorio de Transjordania, conocido en la actualidad como el Reino de Jordania. No estuvieron con sus hijos en los años formativos, especialmente aquellos que dejaron niños pequeños en sus respectivos hogares.

Aparentemente, el deseo de riqueza nunca se satisface. Llega el momento en que el estómago no admite más comida ni líquido, incluso existe el límite en las transgresiones en el campo sexual. En cambio, en el caso de las posesiones materiales, no hay límite. Según el Talmud, “quien tiene cien, desea doscientos”.

De cierta manera, estas tribus demostraron desconfianza en la promesa Divina, porque pensaron que no habría suficientes campos con pasto para sus animales en Israel. Sin conocer aún la dimensión del territorio que les sería asignado, prefirieron ocupar la parte oriental del Yardén.

Por otro lado, cabe destacar la honorabilidad y lealtad demostradas por los miembros de estas tribus, por su disposición a apartarse de sus hogares para ayudar a sus hermanos en la conquista de la Tierra Prometida. Fue Moshé quien insistió que las tribus de Reuvén y Gad fueran acompañadas por gente de Menashé, porque como descendientes de Yosef, serían fieles a las enseñanzas del patriarca Yaacov, quien predicó la convivencia entre sus descendientes. Separados del resto de las tribus, existía la posibilidad que estas tribus perdieran progresivamente su identidad y se integraran al medio ambiente de la región. La presencia de la mitad de la tribu de Menashé, probablemente pensó Moshé, serviría para asegurar la fidelidad de los patriarcas a las enseñanzas que habían sido estructuradas formalmente con la revelación en el monte Sinaí.

SANTIDAD DE LA VIDA HUMANA y NADA JUSTIFICA MATAR

Matot y Masei

Nos acercamos a los últimos capítulos de Bemidbar, próximos a la conquista de la Tierra Prometida después de los 40años que demoró la travesía por el desierto, debido al pecado de los jefes de las tribus que dieron un informe negativo a su regreso de la exploración de esta tierra. El próximo yúltimo libro, Devarim, contiene las exhortaciones de Moshé, el recuento de lo ocurrido en ese período de 40 años, además del repaso de numerosas leyes y nuevas mitsvot.

Moshé sabe que no conducirá la conquista de la tierra, por lo tanto, utiliza estos días para alertar acerca de cuáles son las normas que deberán regir el comportamiento delpueblo hebreo para que pueda tener éxito en la conquista.

El instructivo que impera es la destrucción de cualquier vestigio de idolatría, porque el propósito de la conquista es afianzar la noción del monoteísmo sin la interferencia y la seducción de otros cultos. Al mismo tiempo se describen los límites de la Tierra Prometida y cómo deberá ser dividida entre las doce tribus, ya que la tribu de Leví se dedicará al culto en el Beit HaMikdash que será construido. Esta tribu tendrá que ocuparse de la educación de las nuevas generaciones y dedicará seis de sus ciudades para que puedan servir de refugio para el Shogueg, el que mata a otra persona sin intención de hacerlo.

De acuerdo con Rambán, la razón de incluir la ley de las Arei Miklat, las ciudades de refugio, se debe a la importancia que la Torá da a la vida, especialmente en la Tierra Prometida, la tierra de Israel. Aunque meló jol haárets kevodó, “Dios se encuentra en todos los rincones del mundo”, su hábitat preferido es la tierra de Israel. Si el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, cada asesinato es un atentado contra Dios. Un sistema ético es viable solamente si incluye el respeto por la vida humana.

Más aún, el asesinato atenta contra la relación de Dios con la tierra de Israel, una tierra que aborrece la idolatría y el comportamiento inmoral, específicamente en el ámbito sexual. ¿Por qué decidió Dios que solamente el pueblo hebreo podía poblar la tierra de Israel? La Torá explica que esta tierra no toleró a sus habitantes originales por su comportamiento obsceno en los ámbitos antes mencionados. Y dado que Dios creó el universo, tenía la potestad de asignar cualquier territorio de acuerdo con su decisión. Así lo afirma Rashí en uno de sus primeros comentarios en Bereshit. El primer gran pecado del hombre después de su expulsión del Gan Eden es el asesinato que perpetra Kayin contra su hermano Hével. Aparentemente es el mayor crimen que el ser humano puede cometer. Por lo tanto, los últimos capítulos de Bemidbar advierten contra este flagelo y se instrumenta la ciudad de refugio para diferenciar entre la persona que asesina con toda intención y quien lo hace por descuido.

Porque existe una relación íntima entre la tierra de Israel y el comportamiento de quienes la habitan. Esa tierra no tolera la idolatría ni la inmoralidad sexual y es celosa en cuanto a la salvaguarda de la propiedad del individuo. La santidad de la vida tenía que ser destacada, debido a la guerra de la conquista que el pueblo iniciaría próximamente y que obligaría al derramamiento de sangre. Tal vez la Torá quería advertir que esa sería una guerra singular, Miljémet jová, obligatoria para ese momento de la historia del pueblo y que no debía servir de ejemplo para su comportamiento futuro.

En el mundo contemporáneo, la Primer Ministro Golda Meir expresó esta idea cuando lamentó que las guerras contra sus enemigos hubieran obligado a los jóvenes israelíes a enarbolar las armas, a matar para defenderse. Porque la función de la tierra de Israel es fomentar el entendimiento y la paz. Ese es el significado del nombre de la ciudad sagrada de Yerushaláyim: ciudad de la paz.

MAS’EI

NADA JUSTIFICA MATAR

El establecimiento de seis ciudades de refugio que los hebreos tenían que apartar para quienes mataban a una persona sin intención de hacerlo es uno de los temas de nuestros capítulos. La Torá ordena que, en el caso de shogueg, el crimen cometido sin intención de perpetrarlo, el asesino tenga la oportunidad de refugiarse en una de las arei miklat, ciudades que habían sido designadas para servir como protección del goel hadam, el miembro de la familia del muerto que podía vengar la sangre derramada. Hay quienes indican que en cada familia se designaba a un goel hadam, el individuo que tenía la tarea de velar por la integridad del grupo y cuya responsabilidad era ajusticiar a aquellos que cometían un crimen contra su familia. Está claro que el goel hadam no podía ser enjuiciado por saldar sus cuentas con el asesino: siempre tenía el derecho de vengar la muerte del familiar, a menos que el asesino buscara refugio en una de las arei miklat. Las ciudades pertenecientes a la tribu de Leví, tribu que no había participado en la repartición de la Tierra Prometida, también podían servir como refugio. Se puede deducir que el asesinato es un crimen no solamente contra el muerto; también es una infracción contra’ su familia. Más aún, la Torá incluye a la tierra como parte agredida: “No profanaréis la tierra donde estéis, porque la sangre humana profana la tierra. No se puede hacer expiación por la tierra, debido a la sangre que fue derramada en ella, sino por medio de la sangre del que la derramó”. Si tomamos en cuenta que el primer hombre, Adam, fue confeccionado con el polvo de la tierra, se puede comprender que la tierra considere que ha sido violada cada vez que un ser humano es asesinado. Por ello exige el saldo de cuentas: la sangre del asesino.

Después del primer asesinato, la muerte de Hével, el asesino, su hermano Cayin, es expulsado del lugar que ocupaba. Su castigo consistió en convertirse en un ser errante, porque ningún lugar terrenal quiso darle albergue: había desairado y violado la tierra con la sangre de su hermano. Podríamos agregar un evidente elemento adicional: el Creador.

Cuando Dios hizo a Adam le insufló su “aire”, su espíritu. Si tomamos en cuenta el dictamen del Talmud, el cual reza que Dios se comunica a través de la Torá con el lenguaje del ser humano, observamos que el soplo divino implica que Dios creó al hombre con un elemento de su fuero interno; porque el aire que se sopla proviene de las entrañas. De tal modo que Adam fue creado con un ingrediente que proviene de las “profundidades” de Dios. Al asesinar a una persona también se elimina una fracción del “aire” original que proviene del Creador.

Las arei miklat constituyen una concesión a la debilidad humana, al probable descuido e insensibilidad frente a los derechos del prójimo. Aunque estas ciudades ofrecían refugio, también eran cárceles, dado que el goel hadam siempre acechaba. ¿Hasta cuándo debe permanecer el culpable en el refugio? La Torá sentencia: hasta la muerte del Kohén Gadol. ¿Cuál es la relación entre el kohén y la muerte de una persona? Desde cierta óptica, el kohén es el personero responsable por la armonía en la sociedad: sus enseñanzas deben conducir a la convivencia y el shalom. De acuerdo con el rabino Soloveitchik, la muerte del Kohén Gadol producía un período de introspección y teshuvá en la comunidad, de acercamiento entre la gente e indulgencia por la injuria, hecho que a su vez, atenuaba el espíritu de agresión del goel hadam, que cesaría de perseguir a quien había asesinado a su familiar beshogueg.

Parashá Matot – Masei, Shalom no significa paz a “secas”

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Promesa, culpa y absolución  (Matot)

 Estudiar nuestras fuentes religiosas nos enfrenta a una exigencia adicional: la necesidad de entender las realidades social y política propias del momento histórico que nos interesa. Por ejemplo, una apreciación de nuestro entorno moderno, que es esencialmente materialista, supone una obsesiva preocupación por la adquisición constante de objetos y bienes y de toda índole. Esta hambre insaciable por lo material es la actitud que prevalece hoy en nuestra cultura occidental. En otros sistemas culturales, el orden de los valores suele ser diferente. Por lo tanto, evaluar otras culturas de acuerdo a nuestro patrón jerárquico de los valores, nos conduce, con frecuencia, a interpretar incorrectamente las causas y el significado de los acontecimientos.

Muchos sostienen que en nuestro entorno cultural no se le da suficiente importancia a la palabra, a una promesa. Nuestros pronunciamientos y compromisos verbales son tratados a la ligera. En el mundo bíblico, en cambio, un voto, una promesa, un juramento, son considerados claves y obligantes. Motzá sefateja tishmor veasita, “lo que emana de tus labios cuidarás y cumplirás”, es un dictamen fundamental de la Torá. (En el mundo latinoamericano, en particular, no se hace énfasis en el cumplimiento de los compromisos verbales). Nuestro texto comienza con un análisis de las promesas, de la obligatoriedad de su cumplimiento y de las condiciones bajo las cuales se pueden modificar, calificar o anular las mismas. Se parte probablemente de la premisa de que el ser humano, ente pensante, debe reflexionar antes de pronunciarse en cualquier sentido. La habilidad humana de concebir el universo a través de modelos intelectuales, hecho que se relaciona con su competencia lingüística, (aptitud que separa al ser humano de cualquier otra creación) supone guardar y cuidar celosamente esta facultad.

Hay ciertas promesas, néder en hebreo, que desde su inicio carecen de validez. Por ejemplo, el néder havai, que quiere decir una promesa que se fundamenta en un hecho imposible, tal como el prometer un camello volador. Cuando uno hace involuntariamente una promesa, ésta se denomina néder shegagá, y también carece de valor. Néder onsim se refiere a una promesa que no se puede cumplir debido a que ocurre algo inesperado, por ejemplo, una dolencia súbita que impide que la realización de cierta acción en un momento dado.

Nuestros jajamim diferencian entre néder y shevuá que es un juramento. El sujeto del néder es un objeto o una circunstancia, (excepto el néder de donar una suma para beneficencia o para el Beit HaMikdash, en cuyo caso la propia persona queda comprometida) mientras que el sujeto de la shevuá es el propio ser humano. Carece de validez el néder que hace una equivalencia entre lo que está permitido con lo que está prohibido según la Torá. Por ejemplo, no tiene validez afirmar que una manzana me será prohibida como si fuera carne de cerdo. (A menos que la prohibición se hubiese dado por otro pronunciamiento verbal, tal como la promesa de ofrecer cierto animal en sacrificio. El resultado es que desde aquel momento en adelante no se pueda ingerir la carne de ese animal, porque pertenece de inmediato al Beit HaMikdash). Al mismo tiempo no se puede jurar sobre algo que contradice nuestros preceptos. No tiene sentido una shevuá en la que uno afirma que va a ingerir carne de cerdo, tal como carece de validez una shevuá en la cual se promete no colocarse los tefilín para el rezo matutino de Shajarit.

Está claro que nuestra tradición no simpatiza con las promesas y los juramentos. En opinión de nuestros jajamim los seres humanos debemos actuar correctamente sin el recurso extremo del néder y de la shevuá. Si una persona se arrepiente inmediatamente después de hacer una promesa es posible anularla retroactivamente. El proceso de hatarat nedarim, que es una especie de absolución, permite que un erudito o tres personas, lo eximan a uno de una promesa, preguntándole primero, por si acaso hubiese hecho la promesa a sabiendas de cuáles serían las consecuencias de la misma. Según nuestros capítulos, un esposo puede relevar a su esposa de una promesa y un padre puede hacer lo mismo con su hija menor de edad.

Aunque los jajamim opinan tov sheló tidor, que es preferible no prometer, se consideran ciertas excepciones. Por ejemplo, hacer un néder de abstenerse de bebidas alcohólicas, es provechoso según Rambam y Rambán. Algunos autores del Talmud opinan que algunas promesas demuestran cierta arrogancia. El néder de abstenerse de comer carne, por ejemplo, (cuando no se especifica un lapso determinado, hace que se considere que la promesa dura treinta días) es una especie de demostración de sentirse superior, porque la persona señala que puede vivir sin cierto esplendor, mientras que otros no lo pueden hacer.

Nuestros capítulos también se refieren al tema de la persona que da muerte a otra persona sin intención de hacerlo. (Esta persona es denominada shogueg, que hace alusión a la falta de intención de matar, pero no supone la ausencia total de culpa. Se estima que hubo descuido o falta de previsión, que resultó en la muerte de un ser humano). La Torá ordena la construcción de seis ciudades, en hebreo ir miklat, que sirven de refugio para estas personas. Además, las cuarenta y dos ciudades de la tribu de Leví también eran consideradas ciudades de refugio. Según el texto bíblico, el goel hadam, que quiere decir el redentor de la sangre derramada (probablemente un pariente cercano del muerto, o tal vez se trata de alguien designado específicamente para vengar esa muerte) podía matar a la persona que había cometido el crimen, a pesar de que no existía la intención de matar. El ir miklat ofrecía protección contra el goel hadam. Según los jajamim, si el goel hadam violara el amparo de estos lugares, sería sentenciado a su vez por haber cometido un crimen mortal.

La persona en cuestión debía permanecer en el ir miklat hasta el momento de la muerte del Kohén Gadol, que era el jefe de los kohanim que estaba en funciones cuando el crimen se cometió. Desde ese momento, el que había cometido involuntariamente el crimen podía regresar a su lugar de residencia sin temer por la venganza del goel hadam. ¿Cuál es la relación entre el Kohén Gadol y el crimen cometido? Desde cierta perspectiva el líder de la comunidad es igualmente responsable de todo lo que sucede, incluyendo los crímenes que se han cometido. El argumento se basa en el hecho de que el asesinato da testimonio de que la afectividad del mentor no fue adecuada a, pues de haberlo sido, hubiese inspirado y motivado a sus feligreses a abstenerse de cometer un crimen. En la tradición judía, mitá mejapéret, la muerte es la gran expiadora de los pecados, y por lo tanto el fallecimiento del Kohén Gadol libera de culpa a los involucrados. Según Abarbanel, la muerte del Kohén Gadol es motivo de luto y tristeza nacional y la magnitud de este dolor colectivo, sirve para amortiguar la ira del goel hadam con el fin de que desista de su propósito de venganza.

Según el comentarista Sforno, Dios conoce el grado de culpabilidad de quien perpetró el crimen y puede determinar con certeza si hubo o no la intención de asesinar a otra persona. La longevidad del Kohén Gadol, por tanto, está de alguna manera relacionada con la relativa inocencia de quien incurrió en el crimen. Hay quienes permanecen en un ir miklat por el resto de sus vidas debido a la larga vida del Kohén Gadol. Esta explicación presenta la dificultad de que los años de vida del Kohén Gadol son una función del grado de culpabilidad de otra persona. Podríamos salir de nuestro apuro, al considerar, tal como lo mencionamos, que el Kohén Gadol está indirectamente involucrado en lo que sucede en la sociedad y es, por lo tanto, responsable por el comportamiento individual de los miembros de su comunidad.    Números XXX,2 – XXXII

 


El rol de los Sabios (MASEI)

Nuestros capítulos describen detalladamente los viajes de los hebreos por el desierto, señalando las localidades que tocaron en su travesía hacia la tierra prometida. En el lugar denominado Hor Hahar, cerca de la tierra de Edom, fallece Aharón, el jefe de los Kohanim. Aharón muere a la edad de los ciento veintitrés años, a escasos meses del inicio de la conquista de Israel. Moshé también fallece en el desierto y surge un nuevo, liderato encabezado por Yehoshua que será el conductor del pueblo en la tarea de transformarse en una nación en la tierra de Canaán.

El pueblo judío está preparado para esta tarea por los siglos de esclavitud en Egipto, que la dan su valor real a la libertad. También le ha sido comunicado, en el Monte Sinaí un sistema complejo y completo de leyes, para que pueda desarrollarse ordenadamente en un medio independiente. Desde luego que el proceso de conquista de Canaán es largo y tedioso, pero más difícil aún es la transformación de la familia descendiente de Yaacov, en pueblo, en nación. Los dos grandes líderes, Aharón y Moshé, fallecen y una nueva generación toma las riendas del mando y la tutela del pueblo. La figura dominante entre los hermanos había sido, indiscutiblemente, la de Moshé. MiMoshé ad Moshé lo kam keMoshé, se solía decir que desde la época del bíblico Moshé hasta los días de Maimónides, no había surgido ninguna personalidad comparable. Los descendientes de Moshé no heredan su liderazgo y sus hijos desaparecen de las páginas de la historia. El caso de Aharón, que desempeña un rol secundario al de su hermano, es diferente, porque sus hijos sí son sus herederos reales y espirituales. El Beit HaMikdash como núcleo principal para el pueblo judío dependía para su funcionamiento de los kohanim, los descendientes de Aharón.

         Moshé crece en el palacio de Paró, que es el Faraón. Moshé conoce y se desenvuelve en la corte real y desconoce la calle y la esclavitud. Moshé está condicionado, desde su niñez, para el liderazgo y la nobleza. Recién de adulto tropieza con la realidad del destino de su gente que es la servidumbre. Moshé puede dirigir e instruir, liderizar e inspirar, pero no pertenece al amejá, que es el pueblo. Moshé pertenece a los selectos y a la realeza. Le es, probablemente, difícil descender a un nivel popular. Su suegro Yitró, le reclama en una oportunidad que el pueblo tiene que estar de pie todo el día para poder tener acceso a su juicio, mientras que él, Moshé, permanece sentado. (Guardando las distancias del caso, es interesante notar que Teodoro Herzl, el gran líder del sionismo político, también desconoce los pogroms y las persecuciones. Herzl sufre un shock cultural por el caso del Capitán Dreyfus al descubrir que el antisemitismo existía en el entorno de la civilizada Europa).

         Aharón en cambio, nace, crece y se desarrolla en el seno del pueblo hasta llegar a la posición de líder. Pero sus raíces, al igual que la del resto de sus correligionarios, están en la amargura de la esclavitud. En el episodio del éguel hazahav, Aharón se identifica con su gente, siente su desconsuelo por la tardanza de Moshé y entiende su temor, desconcierto e incertidumbre al suponerse perdidos, abandonados, en el desierto hostil. La inseguridad fomentada por las décadas de esclavitud se siente aún. Sólo otra generación que desconozca el yugo egipcio podrá construir una sociedad que permita las opciones y la libertad.

El contraste entre las personalidades de Moshé y Aharón tal vez puede considerarse desde la siguiente perspectiva. Moshé es el transmisor de la voluntad Divina al pueblo. Moshé es el portavoz de la Ley, del imperativo que se le exige a la sociedad para su elevación y superación. Aharón en cambio es el defensor y abogado, el mediador e interlocutor para la presentación de las necesidades del pueblo ante el trono Divino. Aharón es quien se empeña en crear puentes y acercar la comunidad al Creador. El rol de Moshé es traer el mensaje de Dios a la tierra. El papel de Aharón es el de elevar lo mundano a lo celestial. El punto de partida de Moshé es el Eterno. Para Aharón el centro de su preocupación es Am Israel. Mientras Moshé es el mensajero de Dios, Aharón es el defensor de los intereses del pueblo. Hemos enumerado algunas diferencias que no son absolutas ya que nuestro propósito es didáctico. En numerosas oportunidades Moshé intercede para que las necesidades del pueblo sean satisfechas, mientras que Aharón y sus descendientes se dedican al culto religioso y al servicio de Dios.

Para los sabios del Talmud la característica esencial de Aharón es su compromiso con shalom, que es la paz. Todos debemos aprender del ejemplo de Aharón, según nuestros jajamim. Debemos ser ohev shalom y rodef shalom, ser amantes de la paz y tener la paz como propósito. Este concepto de shalom es utilizado en la culminación de la bendición que los kohanim imparten al pueblo por orden Divina. La plegaria central de todo servicio religioso, la amidá, concluye con una bendición que califica a Dios como quien bendice a Su pueblo Israel con shalom.

Según el Talmud, los estudiosos propagan la paz por el mundo al proclamar, talmidei jajamim marbim shalom baolam. En la antigüedad la pax romana se había convertido en el eje fundamental de la política de Roma. Pero ésta era una paz obtenida gracias a la fuerte marcha de sus legiones. Era una paz que ocultaba los conflictos ideológicos y que no permitía la expresión de algún pensamiento conflictivo o diferente al de los Patricios o a los del Senado de Roma. En la tradición judía, en cambio, shalom es la armonía que surge del análisis serio de las diferentes alternativas que el intelecto concibe. Shalom es la concordancia y la coincidencia de las conclusiones, después del estudio exhaustivo de los diversos caminos posibles.

Ser un rodef shalom hace referencia a un estado mental. Es una meta distante y, tal vez, inalcanzable, pero al encaminarnos por este sendero nos aproximamos al shalom. Al reducir la distancia entre las diferentes opiniones, se obtiene un mayor acercamiento y entendimiento entre los seres humanos y, por ende, mayor tolerancia.

         Moshé y Aharón representan cierta separación entre los poderes. Moshé se asemeja más al líder político, mientras que Aharón es el que conduce el ritual (en especial del orden de los sacrificios), y es el instructor de las masas. Es natural que esta diferenciación no es la exacta, porque Moshé es considerado tradicionalmente como el maestro por excelencia y conocido como Moshé Rabenu, “Nuestro Maestro Moshé”. Con el tiempo, los descendientes de Aharón fueron los primeros maestros populares y los que intervenían y adjudicaban en los casos de tzaráat, que es la lepra, y los de la tumá, que es la impureza ritual, en general.

Durante la última etapa del segundo Beit HaMikdash, en la época de los Jashmonaim, los kohanim también eran los reyes. Hay quienes sostienen que éste fue el momento de mayor gloria del pueblo judío en la antigüedad. Para otros, la coincidencia del sacerdocio con la autoridad civil constituye un conflicto de intereses de consecuencias negativas para la sociedad. La destrucción del segundo Beit HaMikdash relevó a los kohanim de su posición de importancia (debido a la imposibilidad de continuar con el servicio de los sacrificios) y los jajamim, que son los eruditos, asumieron, desde aquel entonces, el liderazgo espiritual del pueblo judío.

Números XXXIII – XXXVI