La impotencia es la característica básica que la Historia impuso al pueblo judío. Un repaso rápido de los últimos siglos confirma esta apreciación. Empezando con la destrucción del Segundo Beit HaMikdash y la siguiente fallida rebelión de Bar Kojbá, el destierro y el exilio a diferentes latitudes, produjo una nueva etapa de persecuciones y matanzas, siendo la ‘tolerancia’ de algunos lugares la mejor opción. En nombre de Dios se asesinó y violó a mujeres, se mutiló y desmembró. Suficiente con repasar el efecto de las Cruzadas que devastaron y quemaron aldeas y caseríos en su marcha por Europa con el ostensible propósito de la conquista de la Tierra Santa. Plegarias, tales como el Av HaRajamim que se recita semanalmente en Shabat, testimonian aquella barbarie. De tal manera que el secuestro y asesinato del periodista Daniel Pearl de un par de años atrás a manos de terroristas islámicos, no fue una excepción. Obligado a afirmar ante una cámara de video: “mi padre es judío, mi madre es judía y yo soy judío”, confirmó, sin lugar a dudas, que además de una ejecución supuestamente política, estábamos presenciando un acto de antisemitismo puro. Los obligados pronunciamientos que hizo, al igual que su asesinato a sangre fría perpetrado a través de constantes cuchilladas a diferentes partes de su cuerpo, fueron filmados por los terroristas, quienes claramente orgullosos del terror querían dejar constancia inequívoca de su brutalidad.
No obstante lo antedicho, el Holocausto es sui generis. No obstante los crueles antecedentes, que incluyeron también la obligación de portar sobre la ropa un “Maguén David amarillo” como sello de identificación, hecho que se remonta a la Edad Media, la magnitud de la tragedia ubica al Holocausto como un paradigma de una posible crueldad y lamentable inhumanidad anteriormente impensable. El poeta nacional Haim Nahman Bialik eternizó el sufrimiento causado por el “Pogromo de Kishinev” en su canto “Beir HaHaregá”, “En la ciudad de la matanza”. De los 50,000 judíos que vivían en Kishinev en aquellos días, murieron 49 en el pogromo considerado por el mundo judío de la época como una matanza atroz, y así lo fue. Las comparaciones no son correctas cuando se trata del asesinato de seres humanos. Sin embargo, el Holocausto sobresale como un hecho sin parangón.
Eventos recientes de antisemitismo, algunos disfrazados con posturas anti-israelíes, solo confirman que el mal no ha sido vencido. Son mutaciones de ese mal que en la actualidad provienen incluso de organizaciones religiosas presentes en algunas sociedades de avanzada; que repiten, en lenguaje y supuesta piadosa reflexión, más de lo mismo. Antisemitismo.
La característica que identificó al judío de los últimos dos milenios no fue la acción, fue la reacción. El estímulo y la iniciativa vinieron de afuera, el judío simplemente se acomodó a las circunstancias creadas por otros. De allí desarrolló una extraordinaria elasticidad, adaptación a los diferentes climas de los lugares a los que fue expulsado o tolerado, demostró extraordinaria habilidad para aprender nuevos idiomas y costumbres, pero eso sí, sin traicionar la historia y costumbres ancestrales, sin cambiar de fe en el Único Creador del universo. Incluso se ofreció al martirio, a ser incinerado en las llamas de los Autos de Fe de la Inquisición, antes que negar al Dios de sus antepasados.
¿Por qué ayunamos el día anterior a Pésaj y el día anterior a Purim? En ambos casos salimos airosos. ¿Por qué recordamos con el ayuno en Érev Pésaj que los primogénitos hebreos se salvaron, y en Érev Purim que la reina Esther había pedido a su pueblo que ayunara antes de ir a ver al rey? Si el resultado fue positivo, ¿por qué recordar las dificultades para conseguirlo? Porque no recordamos solamente las victorias, tal como lo hacen otros pueblos, quienes celebran su independencia y olvidan el yugo que la precedió.
Una de las famosas canciones del Séder de Pésaj se denomina Dayeinu. ¿Qué afirma Dayeinu? El autor plantea que si Dios nos hubiera sacado de Egipto sin partir el Yam Suf (Mar Rojo) para que pudiéramos escapar de las hordas del Faraón, habría sido suficiente. ¿Es eso realmente así? Tal vez el autor pensó que nos habríamos defendido. Que si no hubiésemos tenido suficiente fuerza para escapar de Egipto, una vez fuera de las garras de la esclavitud habríamos estado dispuestos a luchar por la libertad. Pero sin la ayuda inicial de Dios, la historia habría sido totalmente diferente.
En última instancia, ambos eventos demuestran impotencia. Si no fuera porque Dios envió las plagas, el Faraón no habría accedido a la petición de Moshé. De no haber sido escogida Esther en el concurso de belleza, Hamán habría salido con la suya. El poeta Heine cuestionó: ¿qué habría pasado si Esther hubiera tenido un granito de acné en su nariz para el disgusto de Ajashverosh, y por ello no hubiera sido la escogida? El destino del pueblo judío en Persia habría sido diferente.
En cambio, Janucá no tiene ningún ayuno colateral. En la época que condujo a la re-dedicación del Beit HaMikdash, un grupo minoritario pero convencido, los Jashmonaim, se rebelaron contra los sirios helenizados, sus conquistadores. Lucharon hasta conseguir la victoria y establecieron nuevamente el reinado en Judea. Este hecho se refleja en la recitación de Halel durante el rezo matutino, hecho que no se repite en Purim. Mientras que Purim celebra un evento del exilio, Janucá testimonia la valentía en terreno propio, en Erets Israel.
El libro de Trudy Spira, que la CAIV presenta hoy en la noche, es un testimonio a la impotencia y a la elasticidad, a la facultad de adaptación y también a la suerte, en ese período que Elie Wiesel denominó simplemente “Noche”, título de su obra clásica sobre el Holocausto. Es un testimonio a la determinación y a la valentía de una joven cuyo rostro aparece en la entrada del Museo del Holocausto en Washington, frente a un enemigo implacable y brutal. Es el relato de una vida que empezó sin preocupación alguna, repleta de alegría, rodeada del amor familiar, que súbitamente se torna en la peor pesadilla. Sobrevivió por su ingenio y determinación. Pero también es un testimonio a la impotencia, porque da fe de la fragilidad, de la absoluta debilidad del judío que no muere gracias a su vivacidad y habilidad y no por el derecho innato a la vida que todo ser humano debe tener. No obstante el dolor causado por la muerte de su esposo Alfred z’l, y reveses de fortuna, Trudy enarbola y simboliza fortaleza emocional y espiritual de quien vio la muerte delante de sus ojos y no se rindió, no permitió que la amargura y el desengaño dirigieran su destino. La lealtad de sus hijos y nietos, aunados a una fe anclada en la tradición de sus ancestros, le proveen energía para hablar y relatar, contar y contagiar audiencias tanto en Venezuela como en el exterior, acerca de sus experiencias personales en aquel período de oscuridad para toda la humanidad.
Pero hay algo más. El judío no capituló, porque estaba convencido de la justicia de su causa y motorizado por una misión: había sido escogido por Dios para llevar un mensaje a la humanidad que es la existencia de un solo Dios, que implica, sobre todo, la hermandad básica entre todos los seres humanos. Cuando el rey Shlomó inauguró el Beit HaMikdash señaló que era un recinto para adorar al único Dios de la humanidad: “lemaan dáat kol amei haarets”, para que todos los pueblos de la tierra comprendan que hay un solo Dios.
El judío nunca comprometió sus ideales, incluso bajo las circunstancias más adversas y debemos repetir las palabras de Daniel Pearl: “mi padre es judío, mi madre es judía y yo soy judío”, como una firme demostración de intransigencia espiritual, intelectual y emocional frente al salvajismo e inclemencia.
El relato del pueblo judío no culminó con el Holocausto. Medinat Israel es la nueva realidad. Es el paso de la impotencia y la elasticidad a una nueva condición: la soberanía. De haber sido un reactor a iniciativas ajenas, el judío actual es un actor en el escenario mundial. Puede sellar una visa en un pasaporte. Tiene una economía envidiable, “start ups”, empresas de avanzada. Sus ciudadanos son los recipientes de numerosos Premios Nobel. “Nunca jamás”, la consigna producida por el Holocausto, es un lema para Israel, porque nunca más permitirá que el judío sea un ‘objeto’ cuyo destino sea decidido por otros.
Por ello, la posibilidad de un Irán nuclear ha creado una amenaza vital para Israel. Según Daniel Gordis, es suficiente que Irán posea un arma nuclear para cambiar el sentimiento de seguridad del pueblo judío, porque dejaría de ser el dueño de su destino. Especialmente cuando quien posee el dispositivo nuclear ha declarado su intención de borrar a Medinat Israel del mapa.
La historia está en pleno desarrollo, y es de anticipar que otros países tomen mayor conciencia acerca de esta amenaza que puede conducir a una hecatombe mundial.
Pero hoy estamos reunidos para celebrar a Trudy y su libro. Momento para felicitar a la CAIV por la oportuna publicación, y desearle a Trudy salud, bienestar y muchísima dicha y alegrías de sus hijos y nietos.
El cumpleaños de Trudy es el 14 de agosto. Pero el 27 de enero de 1945 nació de nuevo cuando liberaron Auschwitz. Así que Trudy tiene un doble cumpleaños y por ello quiero brindar doblemente, lejayim, lejayim. Hasta los 120 años.
Mazal tov Trudy.