Una incursión en la historia religiosa de la humanidad

DEVARIM - Deuteronomio I - III,22

El quinto de los Jumashim, que son los libros bíblicos que componen el Pentateuco, se denomina Devarim, Deuteronomio, que quiere decir la segunda ley o la repetición de la ley. En nuestro Jumash se reiteran muchas leyes y, notablemente, los Diez Mandamientos. Para nuestros Jajamim no existe ningún vocablo superfluo en el texto sagrado, y por lo tanto, buscan y encuentran nuevas enseñanzas en lo que parece ser una repetición.

Devarim recoge los discursos de Moshé en los últimos días de su vida. El primer discurso consiste en un resumen de los viajes de nuestros antepasados por el desierto, con especial énfasis en algunos acontecimientos resaltantes, tales como el episodio de los Meraglim, que son los espías que fueron enviados para investigar la tierra prometida. El propósito aparente de volver a relatar las diversas experiencias en el desierto es el de subrayar la omnipresente Providencia Divina, que protegió al pueblo judío durante todo el trayecto.

Una gran parte de este Jumash Devarim, está dedicado al segundo discurso de Moshé que incluye, como ya mencionamos, los Aséret Hadibrot, que son Los Diez Mandamientos. También se detallan una serie de Mitsvot adicionales sobre los alimentos permitidos y los prohibidos, las diversas festividades, la obligación del diezmo, la selección de los jueces y otras leyes. Antes de dar comienzo al tercer discurso de Moshé, se hace una digresión para alertar al pueblo acerca de las bendiciones y de las maldiciones que recibirán, respectivamente, según se cumpla o se desobedezca la ley.

El tercer discurso de Moshé, que también contiene párrafos escritos en forma de poesía, insiste en la necesidad de una lealtad inequívoca al Creador y la instrucción de leer el libro Devarim, (según algunos, únicamente ciertos capítulos de este Jumash) públicamente, cada siete años en una ceremonia que se denomina Hakhel. El canto de Moshé (Haazinu), la bendición de Moshé (Vezot HaBerajá), el nombramiento de Yehoshua como el sucesor en el liderazgo del pueblo y algunos detalles de la muerte de Moshé, nos conducen a la conclusión de la Torá.

La lectura cuidadosa de nuestro texto revela que ciertos grupos de leyes fueron omitidos en Devarim. El padre de Rambán nos alerta sobre el hecho de que las normas que rigen a los Kohanim y a los Korbanot, que son los sacrificios, no están mencionadas en nuestros capítulos. Esto se explica por el hecho de que se considera que los sacerdotes son muy celosos en el cumplimiento de sus labores y no necesitan la repetición de las instrucciones. En cambio, en numerosas oportunidades se le reitera al pueblo la exhortación de no caer en el culto de la idolatría. Era menester recordarle insistentemente, a nuestros antepasados, acerca del peligro de comportarse igual que todos los pueblos, kejol hagoyim, especialmente, al comienzo del período de la conquista de la Tierra Prometida. Dado que los habitantes de Canaán eran idólatras, fue importante advertirles a los hebreos que no imitasen ese culto. A pesar de lo cual, la práctica de la idolatría constituye el problema espiritual nacional primordial durante los siglos del primer Beit HaMikdash.

La oposición a todo tipo de idolatría se debe a que la Torá enseña fundamentalmente una idea totalmente opuesta: el monoteísmo. Adín Steinzaltz, un pensador moderno y gran erudito del misticismo y del Talmud, nos hace recordar que la formulación monoteísta de Avraham, y que es, como anotamos, la noción cardinal de la Torá no constituye una idea revolucionaria. Esta perspectiva de Steinsaltz con referencia al desarrollo intelectual de la humanidad está basada en el hecho que en un principio, el ser humano afirma la existencia de un solo Dios. Esa era, después de todo, la realidad del hombre en Gan Eden, que es el Jardín de Edén. En Bereshit leemos acerca de los encuentros frecuentes y diálogos entre el hombre primitivo y el Creador.

Steinsaltz opina, que no obstante el encuentro constante del ser humano con la divinidad, la noción monoteísta de la antigüedad es primaria y primitiva. La idolatría constituye desde este prisma, estrecho un avance intelectual para nuestra especie, porque se asocia a diferentes fenómenos naturales que comienzan a identificarse con alguna deidad en particular. El hombre toma conciencia de lo que ocurre a su alrededor, aunque esto lo lleva a conclusiones erróneas con referencia a la deidad. La enseñanza monoteísta de Avraham no es novedosa en su naturaleza, sino que constituye un caso del redescubrimiento de una verdad conocida.

Devarim también nos presenta algunas leyes que son novedosas. Leemos acerca del divorcio; sobre la obligación de Yibum, que consiste en casarse con la viuda de un hermano que no tenga hijos y otras normas. Aunque nos encontramos con estas leyes por primera vez en Devarim, entendemos que todas las Mitsvot fueron promulgadas en el Monte Sinaí o en el Mishkán, que es el tabernáculo, durante el primer año después del éxodo de Egipto.

Abarbanel plantea la interrogante de si podemos considerar estos discursos de Moshé como parte íntegra de la palabra auténtica de Dios. Según el Talmud, por ejemplo, la división del Tanaj, que son las escrituras sagradas o Biblia, señala al mismo tiempo una jerarquía con respecto a la relativa Kedushá, la santidad, de cada una de las partes. Ketuvim, que es la tercera porción del Tanaj, posee un grado inferior de Kedushá a la segunda parte denominada Neviim. La Torá es la que posee el grado supremo de Kedushá, hecho que implica que cada palabra de su texto fue dictada por el Creador. Abarbanel sostiene, por ejemplo, que no todos los discursos de Moshé fueron incluidos en nuestro texto. Dios escogió únicamente los que tienen trascendencia, otorgándoles santidad al incorporarlos a la Torá. La Torá no recoge ni se hace eco tampoco de todos los hechos ocurridos en los albores de nuestra Historia. La Torá es una edición Divina y selectiva de los acontecimientos considerados por El como aleccionadores, que contiene un conjunto de Mitsvot que son indispensables para el desarrollo emocional y espiritual del ser humano y para hacer posible la convivencia con sus semejantes.

EL LIDERAZGO Y LA SOCIEDAD

Parashá Devarim

El libro Devarim es conocido como Deuteronomio, que quiere decir “segunda ley”, porque muchos de los instructivos que allí encontramos habían sido ordenados con anterioridad. Se debe destacar, sin embargo, que también hay normas que no aparecen en ningún otro texto bíblico. Además, Devarim recoge las últimas intervenciones en las cuales Moshé pronuncia una serie de admoniciones y reclamos al pueblo hebreo.

Como ya se apuntó, la travesía de los cuarenta años por el desierto exacerbó los ánimos y produjo el nerviosismo y el clamor del pueblo cuando tenía que enfrentar las constantes dificultades, principalmente, la falta de agua y alimentación.

Itamar Wahrhaftig, hijo del finado ex Ministro de Israel y director de la Junta de Gobernadores de la Universidad Bar Ilan, Zorach Wahrhaftig, se interesó por la relación pueblo-líder, según se desprende del texto bíblico. El nombramiento de los jueces, por ejemplo, se debió al consejo de Yitró, suegro de Moshé. Aparentemente, el pueblo estuvo de acuerdo con la selección y por ello estaba obligado a cumplir sus fallos. Aunque la iniciativa provino de Yitró, el pueblo dio su consentimiento y, por ello, no podía señalar a Yitró como responsable de cualquier error de la corte.

Moshé reprochó al pueblo por su conducta en el episodio de los Meraglim, los doce espías que fueron enviados a investigar la viabilidad de la conquista de la Tierra Prometida. El reporte de la mayoría de los espías concluyó con una apreciación negativa acerca de las posibilidades de adquirir esas tierras. Sostuvieron que no era posible derrotar a los gigantes que habitaban allí, en ciudades fortificadas. No obstante la opinión de estos diez emisarios, el pueblo podía haber retado la conclusión derrotista que produjo el desánimo. Si bien era verdad que tendrían que librar batallas riesgosas y difíciles, ¿dónde estaba su fe en el Dios que había prometido a los patriarcas que sus descendientes heredarían esas tierras?

La idea es que el pueblo no podía señalar a sus líderes como responsables por sus derrotas y errores; ya que no estaban obligados a seguir las indicaciones de sus jefes, podían haber optado por actuar de una manera diferente.

La yuxtaposición de la selección de los jueces con el episodio de los espías sirve para destacar la parcialidad de los hebreos que se acogieron al informe de los diez que conformaron la mayoría. Porque así como un juez tiene que escuchar a ambas partes antes de emitir un juicio, los hebreos podían haber sopesado no sólo el informe de la mayoría. Con igual interés debieron haber escuchado el informe disímil de la minoría de dos: Calev, hijo de Yefuné, y Yeshoshua, hijo de Nun.

Más aún, cuando Yitró sugirió la selección de un grupo de notables para asistir a Moshé, argumentó que no era correcto que el pueblo permaneciera de pie para escuchar algún veredicto de Moshé. Se podía incrementar el número de personas capacitadas para responder a las diversas interrogantes, a sabiendas de que existía el recurso final: recurrir ante Moshé en situaciones de gran dificultad. ¿Acaso la conquista de la Tierra Prometida no ameritaba una consulta directa a Moshé, especialmente después de haber escuchado dos informes contradictorios? ¿Por qué no lo hicieron? Es posible que la mayoría del pueblo sintiera alivio al escuchar que la conquista no era viable y por ello se conformó con el informe de la mayoría. Batallar no era una opción preferida.

Podríamos concluir esta breve reflexión acerca de la relación del liderazgo con el colectivo sugiriendo que la gente usualmente está dispuesta a acatar las normas con las cuales se puede identificar, o que confirma los juicios que se han emitido con anterioridad. Incluso, el silencio ante una situación puede ser interpretado como una manifestación de aceptación o consentimiento. La rebeldía legítima ocurre cuando el liderazgo se desvía de las metas que le fueron encomendadas e intenta conducir al pueblo a un destino que no ha sido identificado anteriormente con precisión.

EL LIDERAZGO Y LA SOCIEDAD

Parashá Devarim

El libro Devarim es conocido como Deuteronomio, que quiere decir “segunda ley”, porque muchos de los instructivos que allí encontramos habían sido ordenados con anterioridad.

Se debe destacar, sin embargo, que también hay normas que no aparecen en ningún otro texto bíblico. Además, Devarimrecoge las últimas intervenciones en las cuales Moshé pronuncia una serie de admoniciones y reclamos al pueblo hebreo.

Como ya se apuntó, la travesía de los cuarenta años por el desierto exacerbó los ánimos y produjo el nerviosismo y el clamor del pueblo cuando tenía que enfrentar las constantes dificultades, principalmente, la falta de agua y alimentación. Itamar Wahrhaftig, hijo del finado ex Ministro de Israel y director de la Junta de Gobernadores de la Universidad Bar Ilan, Zorach Wahrhaftig, se interesó por la relación pueblo- líder, según se desprende del texto bíblico. El nombramiento de los jueces, por ejemplo, se debió al consejo de Yitró, suegro de Moshé. Aparentemente, el pueblo estuvo de acuerdo con la selección y por ello estaba obligado a cumplir sus fallos. Aunque la iniciativa provino de Yitró, el pueblo dio su consentimiento y, por ello, no podía señalar a Yitró como responsable de cualquier error de la corte. Moshé reprochó al pueblo por su conducta en el episodio de los Meraglim, los doce espías que fueron enviados a investigar la viabilidad de la conquista de la Tierra Prometida.

El reporte de la mayoría de los espías concluyó con una apreciación negativa acerca de las posibilidades de adquirir esas tierras. Sostuvieron que no era posible derrotar a los gigantes que habitaban allí, en ciudades fortificadas. No obstante la opinión de estos diez emisarios, el pueblo podía haber retado la conclusión derrotista que produjo el desánimo. Si bien era verdad que tendrían que librar batallas riesgosas y difíciles, ¿dónde estaba su fe en el Dios que había prometido a los patriarcas que sus descendientes heredarían esas tierras?

La idea es que el pueblo no podía señalar a sus líderes como responsables por sus derrotas y errores; ya que no estaban obligados a seguir las indicaciones de sus jefes, podían haber optado por actuar de una manera diferente. La yuxtaposición de la selección de los jueces con el episodio de los espías sirve para destacar la parcialidad de los hebreos que se acogieron al informe de los diez que conformaron la mayoría.

Porque así como un juez tiene que escuchar a ambas partes antes de emitir un juicio, los hebreos podían haber sopesado no sólo el informe de la mayoría.

Con igual interés debieron haber escuchado el informe disímil de la minoría de dos: Calev, hijo de Yefuné, y Yeshoshua, hijo de Nun.

Más aún, cuando Yitró sugirió la selección de un grupo de notables para asistir a Moshé, argumentó que no era correcto que el pueblo permaneciera de pie para escuchar algún veredicto de Moshé. Se podía incrementar el número de personas capacitadas para responder a las diversas interrogantes, a sabiendas de que existía el recurso final: recurrir ante Moshé en situaciones de gran dificultad. ¿Acaso la conquista de la Tierra Prometida no ameritaba una consulta directa a Moshé, especialmente después de haber escuchado dos informes contradictorios? ¿Por qué no lo hicieron? Es posible que la mayoría del pueblo sintiera alivio al escuchar que la conquista no era viable y por ello se conformó con el informe de la mayoría. Batallar no era una opción preferida.

Podríamos concluir esta breve reflexión acerca de la relación del liderazgo con el colectivo sugiriendo que la gente usualmente está dispuesta a acatar las normas con las cuales se puede identificar, o que confirma los juicios que se han emitido con anterioridad. Incluso, el silencio ante una situación puede ser interpretado como una manifestación de aceptación o consentimiento. La rebeldía legítima ocurre cuando el liderazgo se desvía de las metas que le fueron encomendadas e intenta conducir al pueblo a un destino que no ha sido identificado anteriormente con precisión.

EL ARREPENTIMIENTO NO ACEPTADO

Parashá Devarim

El quinto libro de la Torá contiene los discursos, exhortaciones y admoniciones de Moshé en la última etapa de su vida. No era necesario que verbalizara su amor por el pueblo, porque siempre antepuso el bienestar del colectivo al suyo propio. Este hecho está implícito en su voluntad de ser borrado del Libro de Dios si fuera necesario, antes de ver que Dios substituyera al pueblo hebreo por otra nación.

Por lo antedicho, Moshé destaca los errores y los pecados de los hebreos. En primer lugar está el episodio de los exploradores, los delegados de las tribus que fueron a espiar la Tierra Prometida para luego producir el desánimo y el desaliento con su informe negativo y pesimista. Este suceso fue seguido por un fallido intento de conquista, que dio como resultado la derrota en la batalla.

Es comprensible que quienes habían permanecido por siglos como esclavos no pudieran, de un día para otro, descartar las costumbres y las creencias que habían experimentado.

Porque una de las características de la idolatría es el incumplimiento de la promesa, la palabra comprometida siempre puede ser retirada. Por otro lado, el pueblo escogido para traer un mensaje ético a la Humanidad tenía que sobreponerse al entorno del paganismo para enrumbarse por un sendero diferente.

En el sentido de la santidad de la palabra empeñada, el judaísmo predica que Dios utilizó la “palabra” en el acto de la Creación. Tal como afirma el Talmud: Beasará maamarot, “Dios hizo el universo con diez pronunciamientos”.

VayÓmer Elohim yehí or, “Y Dios dijo que se haga la luz” y la luz se hizo. No obstante que el judaísmo predica la importancia de la acción y destaca la mitsvá como bien máximo, no hay duda que la Kavaná, la intención que subyace a la acción, es fundamental en muchos casos, tal como en la Tefilá y en la palabra comprometida: Motsá sefateja shemor veasita, “cuida y cumple lo que sale de tu boca”.

Después del episodio de los Meraglim, los espías, el pueblo mostró finalmente su disposición al arrepentimiento, pero sus sentimientos no obtuvieron la respuesta deseada.

Dios no los perdonó, sino que ordenó que quienes tuvieran veinte o más años cuando se produjera el éxodo de Egipto murieran en el desierto. Su cobardía y falta de fe en Dios demostraron que no eran competentes para participar en la conquista de la Tierra Prometida.

Varios expositores cuestionan la negativa Divina de aceptar el arrepentimiento y destacan la severidad del Jilul HaShem, el caso de violentar la santidad del Nombre de Dios. Los exploradores habían puesto en duda la promesa Divina, que aseguró a los patriarcas que serían poseedores de la tierra que Abraham había recorrido cuando salió de Ur, su ciudad natal. Además, argumenta el comentarista Sforno, la decisión Divina estaba acompañada, esta vez, de un juramento, y en esos casos no puede haber cambio en la voluntad de Dios, tal como enseña el Talmud.

Tal vez la razón fundamental de la negativa Divina era que la Teshuvá, el arrepentimiento, se produjo únicamente después de que el pueblo se percatara de la sanción, el castigo según el cual tendrían que ambular cuarenta años por las arenas del desierto. De manera similar, el recogimiento y arrepentimiento de Kayin y el rey Shaúl se produjo solamente después de que se enteraran del escarmiento que les esperaba.

La compunción, la Teshuvá, tiene que estar precedida por el reconocimiento del error. La persona debe sentirse avergonzada por haber caído en la tentación, el pueblo tenía que sentir el remordimiento por haber desobedecido la voluntad del Creador. Este acto de contrición debe ser acompañado por una firme decisión de no incurrir en el mismo error en el futuro y, solamente cuando la persona actúa de manera diferente en una situación similar en el futuro se puede afirmar que el proceso de la Teshuvá ha sido completado.

LA DURA RECONQUISTA DE LA LIBERTAD

Parasha DEVARIM

La transformación de los descendientes del patriarca Yaacov para que pudieran conformar un pueblo, una nación, pasópor tres etapas, fue el resultado de tres eventos fundamentales: el éxodo de Egipto, la revelación en el monte Sinaí y la conquista de la Tierra Prometida. El éxodo ofreció la libertad a los hebreos, requisito indispensable para decidir su futuro, para decidir cuál sería la naturaleza del sendero que escogerían como nación independiente. La aceptación de una constitución, representada por la ley divina que les fue revelada en el Sinaí, permitió que la libertad obtenida no se convirtiera en libertinaje. Después de siglos de esclavitud, el júbilo del momento de la rotura de las opresivas cadenas de la servidumbre podía haber conducido a una actitud de venganza, a una conducta de total irresponsabilidad, al saqueo y a la criminalidad en general. Por lo tanto era indispensable que la naciente nación adoptara un régimen estricto que regulase su comportamiento en todos sus aspectos. Está claro que todo pueblo necesita una tierra propia para desarrollar pacíficamente, sin interferencia, su inclinación nacional, para que se pueda engendrar una serie de parámetros, conducta que se convertirá en tradición; en fin, la consolidación del idioma y todos los rasgos que otorgan un carácter inconfundible a cada nación.

En los primeros dos eventos, el éxodo y la revelación, Dios fue el protagonista y el pueblo hebreo tuvo un papel un tanto pasivo. En cambio, en el momento de la conquista, los papeles cambiaron. Esta vez, el pueblo tenía un rol activo y desmayó. El informe de la mayoría de los exploradores que habían sido enviados fue negativo, sembró la incertidumbre que produjo la cobardía y falta de fe en la promesa divina. Más aún, Moshé culpa al pueblo de que su propio destino fuera alterado por ello: Dios le impidió conducir la conquista de la Tierra Prometida.

El evento en Meribá, cuando Moshé desobedece la instrucción divina y golpea la piedra para que brote el agua, tiene una nueva explicación en nuestros capítulos. Esta vez Moshé alega que debido al pecado de los exploradores, él, Moshé, también fue castigado. Está claro que el episodio de los exploradores o espías reveló la falta de preparación de los hebreos para la conquista. No era sólo una cuestión de adiestramiento militar adecuado, fue una manifestación de falta de seguridad en sí mismos y de una fe insuficiente en la Providencia de Dios.

El llanto que se produjo en el pueblo cuando Dios les informó que continuarían ambulando por la arenas del desierto por treinta y ocho años adicionales, tiempo suficiente para que murieran todos aquellos que salieron de Egipto como adultos, ese llanto se reproducirá anualmente por la destrucción del Beit HaMikdash, hecho que se concretó en la misma fecha: el 9 de Av.

Debido a la falta de fe de los exploradores se produjo luego el episodio en Meribá, porque con el fallecimiento de Miryam desapareció la fuente de agua que los acompañabaen su travesía por el desierto. De acuerdo con Abarbanel, Moshé se excedió en el instructivo que les dio a los exploradores.

En lugar de limitar la orden a la investigación de cuál sería el mejor camino para la conquista, Moshé añadió que investigaran si sus habitantes eran fuertes o débiles y cuál era su número. Aunque el propósito evidente era asegurar una adecuada preparación para la conquista, al mismo tiempo demostraba una falta de confianza total en la promesa de Dios.

Tal vez el error de Moshé consistió en acceder a la petición de enviar a los exploradores: la palabra de Dios debía haber sido suficiente garantía para el pueblo hebreo. Sin tomar en cuenta cuál fue sido la falta real de Moshé, el texto bíblico enseña que para la conquista de la tierra se necesitaba un líder nuevo y un pueblo renovado. Porque está claro que la conquista de la Tierra Prometida fue la tarea más difícil.

Tarea que tendría que ser reproducida en varias oportunidades y que, en nuestros días, se expresa a través del Estado de Israel, todavía tiene la tarea de consolidar su independencia.

Devarim – Una incursión en la historia religiosa de la humanidad

Deuteronomio I – III,22

El quinto de los jumashim, que son los libros bíblicos que componen el Pentateuco, se denomina Devarim, Deuteronomio, que quiere decir la segunda ley o la repetición de la ley. En nuestro jumash se reiteran muchas leyes y, notablemente, los Diez Mandamientos. Para nuestros jajamim no existe ningún vocablo superfluo en el texto sagrado, y por lo tanto, buscan y encuentran nuevas enseñanzas en lo que parece ser una repetición.

Devarim recoge los discursos de Moshé en los últimos días de su vida. El primer discurso consiste en un resumen de los viajes de nuestros antepasados por el desierto, con especial énfasis en algunos acontecimientos resaltantes, tales como el episodio de los meraglim, que son los espías que fueron enviados para investigar la tierra prometida. El propósito aparente de volver a relatar las diversas experiencias en el desierto, es el de subrayar la omnipresente Providencia Divina, que protegió al pueblo judío durante todo el trayecto.

Una gran parte de este jumash Devarim, está dedicado al segundo discurso de Moshé que incluye, como ya mencionamos, los Aséret Hadibrot, que son Los Diez Mandamientos. También se detallan una serie de mitzvot adicionales sobre los alimentos permitidos y los prohibidos, las diversas festividades, la obligación del diezmo, la selección de los jueces y otras leyes. Antes de dar comienzo al tercer discurso de Moshé, se hace una digresión para alertar al pueblo acerca de las bendiciones y de las maldiciones que recibirán, respectivamente, según se cumpla o se desobedezca  la ley.

El tercer discurso de Moshé, que también contiene párrafos escritos en forma de poesía, insiste en la necesidad de una lealtad inequívoca al Creador y la instrucción de leer el libro Devarim, (según algunos, únicamente ciertos capítulos de este jumash) públicamente, cada siete años en una ceremonia que se denomina Hakhel. El canto de Moshé (Haazinu), la bendición de Moshé (Vezot Haberajá), el nombramiento de Yehoshua como el sucesor en el liderazgo del pueblo y algunos detalles de la muerte de Moshé, nos conducen a la conclusión de la Torá.

La lectura cuidadosa de nuestro texto, revela que ciertos grupos de leyes fueron omitidos en Devarim. El padre de Rambán nos alerta sobre el hecho de que las normas que rigen a los kohanim y a los korbanot, que son los sacrificios, no están mencionadas en nuestros capítulos. Esto se explica por el hecho de que se considera que los sacerdotes son muy celosos en el cumplimiento de sus labores y no necesitan la repetición de las instrucciones. En cambio, en numerosas oportunidades se le reitera al pueblo la exhortación de no caer en el culto de la idolatría. Era menester recordarle insistentemente, a nuestros antepasados, acerca del peligro de comportarse igual que todos los pueblos, kejol hagoyim, especialmente, al comienzo del período de la conquista de la Tierra Prometida. Dado que los habitantes de Canaán eran idólatras, fue importante advertirles a los hebreos que no imitasen ese culto. A pesar de lo cual, la práctica de la idolatría constituye el problema espiritual nacional primordial durante los siglos del primer Beit HaMikdash.

La oposición a todo tipo de idolatría se debe a que la Torá enseña fundamentalmente una idea totalmente opuesta: el monoteísmo. Adín Steinzaltz, un pensador moderno y gran erudito del misticismo y del Talmud, nos hace recordar que la formulación monoteísta de Avraham, y que es, como anotamos, la noción cardinal de la Torá, no constituye una idea revolucionaria. Esta perspectiva de Steinsaltz con referencia al desarrollo intelectual de la humanidad está basada en el hecho de que en un principio, el ser humano afirma la existencia de un solo Dios. Esa era, después de todo, la realidad del hombre en Gan Eden, que es el Jardín de Edén. En Bereshit leemos acerca de los encuentros frecuentes y diálogos entre el hombre primitivo y el Creador.

Steinsaltz opina, que no obstante el encuentro constante del ser humano con la divinidad, la noción monoteísta de la antigüedad es primaria y primitiva. La idolatría constituye desde este prisma, estrecho un avance intelectual para nuestra especie, porque se asocia a diferentes fenómenos naturales que comienzan a identificarse con alguna deidad en particular. El hombre toma conciencia de lo que ocurre a su alrededor, aunque esto lo lleva a conclusiones erróneas con referencia a la deidad. La enseñanza monoteísta de Avraham no es novedosa en su naturaleza, sino que constituye un caso del redescubrimiento de una verdad conocida.

Devarim también nos presenta algunas leyes que son novedosas. Leemos acerca del divorcio; sobre la obligación de yibum, que consiste en casarse con la viuda de un hermano que no tenga hijos y otras normas. Aunque nos encontramos con estas leyes por primera vez en Devarim, entendemos que todas las mitzvot fueron promulgadas en el Monte Sinaí o en el Mishkán, que es el tabernáculo, durante el primer año después del éxodo de Egipto.

Abarbanel plantea la interrogante de si podemos considerar estos discursos de Moshé como parte íntegra de la palabra auténtica de Dios. Según el Talmud, por ejemplo, la división del Tanaj, que son las escrituras sagradas o Biblia, señala al mismo tiempo una jerarquía con respecto a la relativa kedushá, la santidad, de cada una de las partes. Ketuvim, que es la tercera porción del Tanaj, posee un grado inferior de kedushá a la segunda parte denominada Neviim. La Torá es la que posee el grado supremo de kedushá, hecho que implica que cada palabra de su texto fue dictada por el Creador. Abarbanel sostiene, por ejemplo, que no todos los discursos de Moshé fueron incluidos en nuestro texto. Dios escogió únicamente los que tienen trascendencia, otorgándoles santidad al incorporarlos a la Torá. La Torá no recoge ni se hace eco tampoco de todos los hechos ocurridos en los albores de nuestra Historia. La Torá es una edición Divina y selectiva de los acontecimientos considerados por El como aleccionadores, que contiene un conjunto de mitzvot que son indispensables para el desarrollo emocional y espiritual del ser humano y para hacer posible la convivencia con sus semejantes.

Las últimas frases de Devarim hablan de lo sucedido después de la muerte de Moshé. ¿Pudo Moshé ser el autor de estas líneas? El Talmud considera esto en Bavá Batrá. Según Rabí Yehudá los últimos seis versículos de la Torá fueron escritos por Yehoshua. Rabí Shimón argumenta: ¿cómo es posible considerar la incompleta escritura en una Torá? Por lo tanto sostiene que la Torá fue dictada en su totalidad por Dios y que Moshé escribió lo que escuchó de la divinidad. Pero, prosigue, durante los últimos seis versículos, Moshé derramaba lágrimas mientras escribía los sucesos acerca de su propia muerte. Ibn Ezra y otros comentaristas sostienen que los últimos doce versículos fueron escritos por Yehoshua.

Hay quienes opinan que Moshé escribió el texto sagrado con tinta, mientras que los últimos renglones de la Torá fueron escritos con lágrimas. Esta opinión nos lleva a la reflexión que una gran parte de nuestra historia (en el largo período de la diáspora, nuestra historia consiste de nuestras reacciones a las iniciativas o acciones ajenas) fue escrita con dolor y con  sufrimiento, con gemidos y con lágrimas. Los diecinueve siglos del último galut, que es la diáspora, consiste en el relato de llantos y sufrimientos. (El gran historiador Salo Baron opina que es necesaria una revisión de esta concepción que denomina “La historia lacrimosa del pueblo judío”. Baron alude a las diferentes épocas de vitalidad, de productividad y de auto gobierno en diversas comunidades judías). Medinat Israel nos ofrece en la actualidad de vivir, de realizarnos y de hacer historia con aportes culturales, intelectuales y espirituales, con más tinta y menos lágrimas.