No obstante que vivía en el exterior, en Caracas, como ciudadano americano tenía que pagar el impuesto sobre la renta en USA y como Abril de 1968 se estaba acercando, busqué ayuda. Me informé que un tal Alberto Krygier dirigía Andersen & Co, firma internacional muy prestigiosa de contadores y asesores financieros.
Aunque mis ingresos no calificaban para una consulta en una institución de esa envergadura, llamé a Alberto para pedir ayuda con mi declaración de impuestos.
La respuesta afirmativa vino de inmediato y de ese día en adelante mantuve una relación cercana con Alberto.
Alberto procedía de Cuba y había emigrado a los Estados Unidos, impulsado por la revolución cubana. Vino una oportunidad de traslado a Caracas que aceptó porque muchos correligionarios procedentes de Cuba, allí se habían establecido.
Alberto era un hombre de vasta cultura, de pocas palabras, pero de una pluma muy acertada y aguda, hecho que evidenció durante décadas de columnas en EL NACIONAL. Alberto era un analista, con visión universal que sabía cómo insertar los hechos locales y nacionales en el marco internacional.
En una visita a su casa observé la enorme cantidad de libros que adornaban las paredes. Pero no estaban de adorno, eran parte integral del acervo cultural de un hombre de vastos conocimientos de historia humana y de los seres que había marcado el destino de la humanidad. Alberto navegaba el mundo desde los estantes de su biblioteca.
Nuestra relación se volvió más cercana durante varios años cuando compartimos la mesa semanal de la Junta Directiva de Conciencia Activa, organización cuyo fundamento se apoyaba en los valores morales y éticos, muchos de los cuales tenían origen teológico, pero que se habían integrado a la cultura occidental. La fundación argumentaba que uno de las razones más relevantes para la falta de desarrollo en diferentes áreas, era el factor moral. Argumentaba con certitud que esa merma de valores estaba en la raíz del subdesarrollo de muchas naciones.
Las convulsiones políticas de Venezuela de los últimos años hicieron que el mensaje de Conciencia Activa se convirtiera más pertinente, pero la fundación no tenía agenda política y por lo tanto era muy reservada en sus pronunciamientos.
Uno de sus logros fue la publicación de Conciencia Activa 21 que recogía el pensamiento, incluido el de Alberto, acerca de los problemas sociales y la realidad cultural del momento.
Pero Alberto fue ante todo un excelente padre y querido esposo. Tuvo una trayectoria comunitaria importante también, porque su experiencia y consejo fueron siempre solicitados.
Hombre de impecable conducta ética, fue ejemplo de logros y éxitos profesionales sin violar sus principios fundamentales. Arraigado en la tradición judía y valorando la experiencia de sus ancestros en Europa, Alberto fue el devoto esposo de María, mujer que lo acompañó fielmente en todos sus quehaceres.
Querido padre de Francis y Roberto, Aron y Sandra, Tamara y Andrés, abuelo y bisabuelo, Alberto dejó un legado de honradez, rectitud, amor por el estudio, profesionalismo, compromiso con el destino del pueblo judío, al mismo tiempo que fue un ciudadano con visión y preocupación universal.
Alberto tuvo que emigrar de su nativa Cuba, comportamiento que sigue vigente para el judío y otros que buscan igualdad de oportunidad y democracia, incluso en nuestros días y entorno.
Ya lo estoy echando muy de menos por su amistad sincera y ejemplo de rectitud.
Nishmató tehé tserurá bitsror hajayim.