LA BONDAD COMO PLAN DE LA CREACIÓN

GENESIS I – VI,8

Bereshit – 5782

Los primeros capítulos de la Torá son fascinantes. La Biblia describe con abundancia de detalles tanto la creación del cosmos como la de nuestro primer antepasado universal Adam. Todo se lleva a cabo en seis días, y el séptimo día Shabat, es el día de descanso para todas las criaturas vivientes que han sido creadas. A diferencia, de los otros días sagrados de nuestro calendario, el Shabat es proclamado como el día cuando cesa el trabajo para toda la humanidad, la cual es condición esencial de la creación del mundo. El día semanal de descanso no tiene nada que ver ni con el color de la piel del individuo ni con la religión que éste profese o que incluso desconoce. Este concepto del derecho inherente al descanso está siendo ampliado hoy en muchas sociedades donde a sus integrantes se les otorgan dos días de descanso semanales. 

En un futuro relativamente mediato, podríamos tener que enfrentar situaciones que obliguen a otorgar un número mayor de estos días para poder repartir el trabajo existente entre muchos. En la antigüedad en cambio, la noción de un día obligatorio de descanso semanal fue una idea revolucionaria cuya aceptación por los estamentos de poder requirió de un largo período de tiempo.

Nuestros jajamim entendieron que la creación del universo se hizo yesh meayin, una creación “de la nada”. O sea que Dios no utilizó ninguna materia existente para crear nuestro universo. Dios recurrió a elementos que existían antes para formar el mundo. Aristóteles, en cambio consideraba que la materia siempre existió y que el universo era el resultado de la transformación de dicha materia. Existen razonamientos, aparentemente válidos, que conducen a conclusiones similares a las del pensamiento griego. La tradición judía, en cambio, sostiene que únicamente Dios es anterior al universo. El, Dios, es el único Ser, la única existencia que no obedece a los parámetros de tiempo y de lugar, conceptos y medidas físicas pertenecientes a nuestro mundo, y, por lo tanto, creadas igualmente por Dios. 

Rambam en sus 13 Aní maamín, un poema que recitamos en la sinagoga y que resume estos trece principios, considera la eternidad de Dios como uno de los pilares de nuestra fe. Empieza con las palabras Adón Olam, el Eterno Señor, que es una referencia a la eternidad de Dios.

Los parshanim, los expositores del Pentateuco están divididos en cuanto a la manera como se llevó a cabo la creación. Rashí, por ejemplo, considera que la creación total se realizó en el primer instante, (la teoría del big bang). Durante los siguientes seis días, se concretó la ubicación correcta de cada uno de los elementos de la creación. De tal modo, el sol y la luna, que regulan nuestros días, fueron creados en el primer instante. Su colocación celestial específica tuvo lugar recién en el cuarto día. Otros comentaristas comparten la noción de que el universo fue efectivamente creado en seis días. 

Obviamente, existen muchas interrogantes que se prestan a diversas explicaciones. Si el sol fue creado en el cuarto día, ¿cómo se mide el primer día de la creación? La duración del día depende del sol, o sea del tiempo de la rotación de la tierra alrededor de su eje y que puede medirse únicamente a través de algún punto de referencia externo. Por lo tanto, el primer día de la creación pudo haber tenido una duración de segundos o tal vez fue un lapso de centenares de millones de años.

En su primer comentario sobre el texto, Rashí cuestiona el comienzo de la Biblia con Bereshit, que es el relato de la creación del universo. Según la pregunta de Rabí Yitsjak, a quien Rashí cita la Biblia debería haber comenzado por un capítulo diferente. El capítulo que sugiere como propio para Bereshit es aquel en el que se ordena al pueblo judío seleccionar un cordero para ofrecerlo en sacrifico antes de la salida de Egipto. Parece, entonces que en la concepción de Rashí, y seguramente en la de muchos otros, la Biblia no es un libro de historia, sino el documento que contiene las instrucciones Divinas para el comportamiento humano. Por lo tanto, la Torá debería haber empezado con la primera enseñanza que recibieran nuestros antepasados. 

Según el criterio de nuestros jajamim, cada una de las palabras contenidas en este Libro de Libros tiene que ser analizada y estudiada. Cada versículo exige una reflexión para deducir lo que podemos aprender de cada relato bíblico. Incidentalmente, Rashí, tal como lo señalamos, cita a Rabí Yitsjak. En vista de que el padre de Rashí tenía el mismo nombre, (la palabra Rashí está compuesta por las iniciales de Rabí Shlomó Yitsjaki) algunos fueron de la opinión que la cita de este Rabí Yitsjak fue producto de la imaginación de Rashí, que quiso rendir homenaje a su difunto padre quien tenía el mismo nombre, ya que la fuente primaria de esta cita no ha sido encontrada. El padre de Martín Buber, gran investigador de los textos sagrados de nuestra tradición, descubrió un texto original del Midrash Tanjuma, y en efecto, allí, en esa versión del Midrash, aparece el citado comentario de Rabí Yitsjak. (Esta versión del Midrash es conocida como el Tanjuma de Bober).

El lenguaje bíblico de los primeros capítulos tiene riquezas y tesoros especiales que se han incorporado a nuestro folklore y al lenguaje cotidiano. Por ejemplo, al final de la creación de cada día, la Torá dice: vayar Elohim ki tov, “y Dios vio que era bueno”. Según el relato de la Torá, Dios no concluyó un trabajo completo el lunes, y al día siguiente, martes, Dios terminó la obra del lunes y la del martes. Dado que al término del viernes se da por terminada la obra de la creación, la Biblia reza: vayar Elohim… vehiné tov meod. “Dios vio… que era muy bueno”. Haciéndose eco de estas dos particularidades, se considera que los martes y viernes son especialmente favorables para el inicio de una nueva empresa. Por este motivo, muchas personas escogen estos días para mudarse a un nuevo hogar. El martes por la repetición de la frase ki tov y el viernes por las palabras tov meod.

Este mismo versículo vayar Elohim…, “y Dios vio que era bueno”, también es motivo de un comentario muy original. Según el cual La Biblia parece implicar que Dios sería como un artista humano quien después de unas cuantas pinceladas sobre el lienzo, se aleja del mismo para gozar de una visión panorámica, y así poder emitir un juicio sobre la obra. Es como si Dios, al término de la creación del día, al pronunciar ki tov, emitiese un juicio favorable, aprobase lo hecho. 

Algunos sugieren que tal vez deberíamos traducir la palabra vayar, en el sentido de “mostrar”, o sea que en lugar de “y Dios vio”, deberíamos entender “y Dios mostró”, hizo visible su creación. O sea que Dios creó el mundo en una dimensión diferente y luego permitió que Su creación pudiera verse en nuestro mundo tridimensional. ¿Qué quieren decir, entonces, las palabras ki tov, “porque era bueno”? La referencia ya no es a la obra concluida. Según esta interpretación, ki tov, se refiere al mismo Dios, y quiere decir “porque Dios es bueno”. Dios mostró, o hizo visible Su creación, porque El es bueno. Bondad, por tanto, quiere decir compartir. Dios hizo visible al mundo para que la humanidad pudiera ser partícipe de Su creación. 

Una de las primeras lecciones que podríamos aprender del texto bíblico es que ser bueno quiere decir compartir las cosas. Ser bueno quiere decir ayudar a los que tienen menos. El afortunado tiene que repartir lo que tiene con el menos afortunado, el rico tiene que darle al pobre. Compartir quiere decir “partir con” lo que tenemos con otros seres humanos, tal como Dios lo hizo en el acto de la creación. Porque si no compartimos no puede haber existencia y sobrevivencia en nuestro universo. Ki tov, ser bueno, de acuerdo con esta interpretación, forma parte integral de la creación.

MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ

CONTIENE 1 MITSVÁ POSITIVA 

  1. Génesis I:28 Procread y multiplicaos (seres humanos