AMOR Y TEMOR

Parashá SHEMINÍ

En el segundo capítulo de Mishné Torá, Rambam afirma que es una Mitsvá “amar y temer” a Dios. ¿Cuál es el sendero que conduce al amor? Rambam responde que el amor es el resultado de la contemplación y la reflexión acerca de las acciones de Dios, sus numerosas bondades y proezas extraordinarias. La persona que observa todo ello no puede sino tratar de acercarse para conocerlo mejor. Tal como exclamó el rey David en un salmo: Tsam’á nafshí lElohim lEl Jai, “mi alma tiene sed por Dios, el Dios viviente”.

Luego viene una segunda etapa en la cual la persona contrasta la magnificencia de Dios con su propia estatura mínima. Surge entonces el temor, el asombro. Tal como lo expresara el rey David: Ki er’é Shemeja, maasé etsbeoteja, ma enosh ki tizkerenu, “cuando contemplo Tu Nombre, las acciones de Tus ‘dedos’, qué es el hombre para que lo recuerdes”. (En el capítulo anterior, Rambam señala que hay expresiones que atribuyen características humanas a Dios, que son utilizadas solamente con propósitos didácticos, pero que de ninguna manera se refieren a un carácter corpóreo de Dios, el Ser Infinito y único, cuyo Ser no puede ser captado totalmente por el intelecto finito del hombre).

Durante la última parte de su estadía en Egipto, los hebreos empezaron a amar a Dios porque sintieron la preocupación del Creador por su destino. Dios no permaneció́ indiferente al sufrimiento causado por la esclavitud. Castigó con diez plagas a los egipcios para que permitieran o propiciaran el éxodo.

Al salir de Egipto, cuando las hordas egipcias los perseguían y estaban atrapados entre ellos y el mar, Moshé levantó su vara, por instrucción de Dios, y partió́ las aguas para que el pueblo pudiera escapar. Reza el texto bíblico: Vayar Israel et Hayad haguedolá asher asá beMitsráyim, vayir’ú haam et HaShem vayaaminu beMoshé avdó, “cuando Israel vio la gran mano, lo que hizo con Egipto, el pueblo temió́ a Dios y creyeron en su siervo Moshé”. Después de haber sentido la cercanía del Dios que se identificó con su sufrimiento, presenciaron nuevamente el poder infinito que los continuó protegiendo para que pudieran escapar de sus perseguidores. Del amor pasaron al temor y al asombro, cuan- do presenciaron cómo se partían las aguas del mar para que pudieran escapar de los caballos y las carrozas egipcias que los acosaban.

Tal vez existe una tensión entre estas dos cualidades: amor y temor. Amor implica cercanía, preocupación, identificación con el prójimo. Temor es alejamiento, indefinición ante la actitud del prójimo. Después del pecado del Éguel Hazahav, era necesario un nuevo acercamiento a Dios. El Mishkán significó la presencia de Dios, su cercanía al pueblo. Era una reafirmación del amor entre HaShem y el pueblo hebreo. Aparentemente, ambos sentimientos, amor y temor, son necesarios en la relación del hombre con Dios.

Las plagas que forzaron la realización del éxodo, la partición de las aguas del mar y la revelación en el monte Sinaí́ cambiaron la historia del pueblo, señalando su relación con Dios; la salvación del colectivo, la comunicación con el pueblo. Con la construcción del Mishkán, la relación hombre-Dios adquirió́ un significado personal también. Significó el amor de Dios por cada hebreo, un sentimiento reciproco porque el Korbán, el sacrificio, al igual que el Todá, podía expresar el agradecimiento personal del individuo.

Lamentablemente, Nadav y Avihú, los hijos del Kohén Gadol Aharón, fallecieron en el momento de la inauguración del Mishkán por ofrendar de un “fuego extraño”. Después del todo, estaban actuando en nombre de todo el pueblo y su yerro podía haber causado una gran desgracia para el colectivo. Pero el Mishkán destaca la relación individual, el amor directo entre el hombre y Dios, por ello, sola- mente quienes erraron fueron ajusticiados.

El Mishkán produjo el Beit HaMikdash, y éste a su vez fue el padre de la sinagoga. Aunque la sinagoga requiere de un Minyán para el servicio público religioso, tiene una característica similar al Mishkán: es portátil, se puede reproducir en cada comunidad. En última instancia, incluso en presencia del Minyán, la sinagoga es un recinto que sirve para el encuentro del individuo con el Creador.