NÓAJGÉNESIS VI:9-XI

EL LÍMITE DE LA TECNOLOGÍA

El episodio de la construcción de la Torre de Babel, edificación destruida por Dios en los albores de la historia de la Humanidad, se ha convertido en el paradigma de la falta de entendimiento entre las personas: no se entienden porque hablan lenguajes disímiles. No es sólo cuestión de vocabulario: el problema está en los conceptos y el significado que le otorgamos a las palabras. En efecto, la torre se derrumbó porque quienes estaban edificando dejaron de comprenderse los unos a los otros. Además, la finalización de este edificio se había convertido en una obsesión que, según el Midrash, contribuyó para que el individuo le diera mayor trascendencia a la pérdida de un ladrillo que a la muerte de otro ser humano.

¿Cuál podía haber sido el propósito del levantamiento de esta Torre de Babel? Una posibilidad es que sirviera para que las personas pudiesen encontrar el camino de regreso a su lugar de origen, ya que debido a su altura podía ser observada desde lejos. Por otro lado, se podría dejar de poblar el resto de la tierra como una consecuencia de ello, ya que todos se concentraban en la misma área del globo. También se señala que la Torre servía para espiar a las personas, porque desde su altura se podía tener una vista panorámica de la región. Sería una especie de torre de control. (Recuerdo que, durante nuestra primera visita a La Habana en 1988, nos impresionó una alta estructura dentro del complejo de la Embajada de la Unión Soviética: la sensación que tuvimos era que se trataba de una especie de vigía desde la cual se podía distinguir cada paso de la población de la ciudad).

Tal vez el trasfondo de este episodio es que el ser humano quería asumir el rol del Creador: se sentía muy poderoso por sus destrezas en el campo de la construcción. Pensaba tal vez que podía crear otro universo, tal como Dios lo había hecho. Además, no se puede desestimar el ingrediente de la uniformidad: los hombres querían perpetuar sus cultos paganos para frenar cualquier alteración o cambio del ritual.

Está claro que la diversidad permite y promueve el crecimiento y el desarrollo. La confrontación de la diversidad de ideas y pensamientos, la adecuación a los extremos climatológicos y a las desiguales manifestaciones de la naturaleza, por ejemplo, exigen una respuesta inteligente y creativa del hombre para cada situación.

La confusión idiomática que Dios produjo para que el ser humano desistiera de la construcción de la Torre de Babel tenía un propósito didáctico. El idioma no sirve solamente para designar los objetos y dar nombre a los sentimientos.

El idioma es una manera de pensar. Quien habla el español piensa de manera diferente al que habla el alemán. El idioma refleja el acervo cultural de la sociedad: expresa su idiosincrasia. Los tecnócratas responsables de la Torre de Babel probablemente pensaban que cuando la cúspide de la Torre alcanzara el cielo descubrirían cuáles son los secretos más esenciales de la naturaleza. Se convertirían entonces en dioses. Sin embargo, milenios más tarde, a comienzos de siglo XXI, el hombre de ciencia auténtico reconoce la dimensión de su ignorancia, está consciente de que queda mucho por aprender y reconoce que probablemente existen
límites inmóviles para el conocimiento humano.

Mientras que la construcción de la Torre fue una demostración de la tecnología de avanzada de la época, la sociedad se ha desarrollado por otras razones: por las ideas y por los ideales. Las nociones básicas de felicidad y alegría, la satisfacción y el goce espiritual no son consecuencia de tecnología alguna. La modernidad ha proporcionado los medios para aliviar el uso de la fuerza física en el trabajo, así como herramientas indispensables para la investigación en diferentes áreas. Sin embargo, el amor y el odio, la envidia y el altruismo, la mezquindad y la generosidad, los sentimientos, las emociones y las pasiones continúan siendo los factores indispensables para alcanzar una mayor espiritualidad, capaz de dar sentido a la presencia humana sobre el planeta.

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